Juegos Olímpicos de Mexico 1968.
También:
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue México D.F. ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Hoy hablaremos de plazas, de sangre y de ausentes. De universitarios, de los Nuggets y del momento de gloria de un viejo entrenador.
Ni Alcindor ni Elvin Hayes acudieron a los Juegos.
Sin duda, 1968 ha pasado a la historia como el año de las confrontaciones y revueltas. Semanas antes del comienzo de los juegos, el ejército mexicano reprimió duramente las manifestaciones de los estudiantes capitalinos con un balance final de cientos de muertos. Además se anunció un posible boicot generalizado de los atletas negros inicialmente en apoyo de Muhammad Ali, que resultó un fracaso... en parte. Sólo un jugador de baloncesto se adhirió a dicho boicot, pero fue nada menos que Lew Alcindor, la mayor estrella surgida del baloncesto universitario desde los días de Wilt Chamberlain y futuro Kareem Abdul-Jabbar.
Sin embargo, por importante que pudiera ser la ausencia de Alcindor, mucho más lo fue la de jugadores como Elvin Hayes, Walt Frazier, Bob Lanier, Wes Unseld, Neal Walk y Don May. Su ausencia no se debió al boicot antes mencionado, ni tampoco a otro episodio de la guerra entre la AAU y la NCAA (una vez más centrada en el atletismo), sino a factores puramente baloncestísticos: la American Basketball Association había llegado.
La ABA se había lanzado a la carrera a intentar arrebatarle los principales universitarios a la NBA, y ésta había reaccionado subiendo sus contraofertas. Los jugadores se encontraron en medio de una guerra comercial y aprovecharon para hacer su agosto, logrando unos contratos muy superiores a los vistos hasta la fecha. Eso sí, el único requisito era firmar inmediatamente, aun a costa de perderse los juegos, y eso hicieron incluso los que habían anunciado ya su asistencia al torneo preolímpico.
El impacto en la AAU fue incluso mayor: en 1967 la ciudad de Denver logró adquirir una franquicia de la nueva liga, que se llamarían inicialmente los Rockets pero posteriormente repescarían el nombre de “Denver Nuggets”. La mayoría de los promotores y veteranos del “dribble derby” se integraron en el organigrama de esta franquicia, y el torneo de la AAU sólo aguantó hasta el año olímpico: en 1968 se anunció que Denver renunciaba a seguirlo organizando, y el torneo decayó a una mísera existencia itinerante hasta desaparecer lejos de la atención pública en 1976. Los Phillips 66ers se disolvieron ese mismo 1968, y los Akron Goodyear Wingfoot dos años después.
El preolímpico de baloncesto no pudo menos que reflejar la nueva situación: solamente se asignó una plaza a los All-Stars de la AAU (basado en el quinteto titular del campeón y reforzado por “estrellas” como Steve Kuberski) y otra a las Fuerzas Armadas. Las otras seis plazas del torneo fueron asignadas al baloncesto universitario: cuatro a la NCAA (una de ellas destinada a la débil College Division), una a la NAIA y otra a los Junior Colleges. Cada equipo jugaría tres partidos en una misma sede, Albuquerque.
La NCAA preparó su participación con sumo cuidado. Se formarían tres equipos de 11 jugadores cada uno procedentes de la University Division (denominados NCAA Red, White y Blue), y un equipo de 15 jugadores de la College Division (cuatro de ellos serían cortados durante el procedimiento). Henry Iba, designado una vez más seleccionador estadounidense, no tomaría parte activa en la selección; esos equipos serían entrenados por históricos como Tex Winter, Johnny Bach y Ray Meyer, más Arad McCutchan en el de la College Division.
Como curiosidad, Winter y Bach volverían a encontrarse como asistentes de Phil Jackson en los Bulls; con resultados... curiosos: Jerry Krause despidió a Bach por filtrarle a Sam Smith los detalles íntimos que jalonaban el escandaloso “Blood on the Horns”, pero posteriormente se ha dicho que en realidad las filtraciones procedían del propio Phil Jackson. Jackson habría manipulado a Krause para eludir las sospechas y al mismo tiempo deshacerse de Bach. El “no nonsense approach” y el énfasis en la lealtad y la disciplina de Johnny Bach, ex marine y ex combatiente (su hermano gemelo desapareció en acción durante la segunda guerra mundial), lo habían convertido en amigo y confidente de varios jugadores de los Bulls, entre ellos Michael Jordan.
Johnny Bach, en su única temporada en la NBA.
En fin, terminado el interludio del tomate, volvemos a lo nuestro. La lista inicial de los jugadores convocados de la University Division era apabullante; incluso descontando las ausencias, nos quedan muchas futuras estrellas de la NBA como Calvin Murphy, “Pistol” Pete Maravich, Charlie Scott, Jo Jo White, Ricky Mount o Jim McMillian (por no hablar de futuros conocidos como Rick Adelman o Stu Lantz). Dan Issel no aparece en la lista pero estuvo presente, probablemente sustituyendo a alguno de los que renunció.
La College Division era menos impresionante, pero aún así se presentaba con Bobby Dandridge (titular y campeón de la NBA con Bucks y Bullets) y Otto Moore, como jugador un pívot suplente del montón pero poseedor de uno de los mejores apodos de la historia: “Say No Moore”. Los Armed Forces All Stars venían encabezados por los internacionales Michael Silliman, John Crawford y Mike Barrett, y mientras que los jugadores más destacados de la NAIA eran Don Dee y Glynn Saulters, conocidos en sus casas a la hora de comer, el equipo de los Junior College se presentaba nada menos que con Spencer Haywood en sus filas. Boicot o no boicot, ABA o no ABA, mimbres había.
Spencer Haywood, poco después.
Y una vez más saltó la sorpresa: ninguno de los equipos NCAA fue capaz de llegar a la final. Por un lado del cuadro, la NAIA dio la campanada y eliminó sucesivamente a los NCAA White de Charlie Scott y Dan Issel, y a los Junior College All-Stars de Spencer Haywood; por el otro lado del cuadro, la AAU. Quién si no, ¿verdad? Hay gente que nunca sabe cuándo se supone que han perdido, y la AAU llevaba 10 años sin querer darse por enterada. Los AAU All-Stars de Hank Vaughn eliminaron a los NCAA College Division y a los Armed Forces All-Stars, y aún estuvieron a punto de ganar otro torneo preolímpico antes de caer 64-59 frente a la NAIA. Como un emperador romano, el Torneo de Denver supo morir de pie.
Cada uno de los finalistas fue recompensado con dos plazas en el equipo olímpico (Dee y Saulters por la NAIA, Cal Fowler y Jim King por la AAU); pero sorprendentemente fueron los Armed Forces quienes más jugadores aportaron al final (Barrett, Crawford y Silliman). Del Junior College seleccionaron a Spencer Haywood, pero a nadie de la College Division. Las otras cuatro plazas fueron para jugadores NCAA: Jo Jo White, Charlie Scott, Ken Spain y Bill Hosket. El fracaso de los equipos NCAA en el torneo impidió que su representación fuera más amplia, y dejó fuera del equipo olímpico a gente como Dan Issel, Pete Maravich, Calvin Murphy o Ricky Mount.
Debido a las renuncias y a los descartes, las perspectivas para la selección estadounidense de baloncesto no eran nada halagüeñas, máxime cuando una gira por la URSS y Yugoslavia culminó en un estrepitoso fracaso. Aunque ni el entrenador Henry Iba ni jugadores básicos como Jo Jo White o Bill Hosket estuvieron presentes en esa gira, lo cierto es que tanto el juego como el resultado parecía refrendar los malos augurios.
“We have the fewest number of NCAA major college players we ever had,” declaró Iba. Por primera vez en la historia del baloncesto olímpico, los EEUU no eran favoritos para el oro. Lo que sucedió a continuación fue posiblemente el momento más brillante de la larga y distinguida carrera de Henry Iba.
Convencido de la inferioridad de su equipo frente a la URSS y a Yugoslavia, Iba decidió apostar a tumba abierta por los principios básicos de su estilo de baloncesto: disciplina espartana, defensa numantina y contraataque parto. Jo Jo White con plenos galones en el “open court”, Spencer Haywood como bastión interior explotando su poderío físico, Scott y Silliman aportando anotación desde las alas y Hoskett ayudando en el rebote, y vámonos que nos vamos.
Con ese esquema, los EEUU atravesaron los Juegos Olímpicos como un cuchillo caliente atraviesa una tarrina de Tulipán. Que apalizaran a España, Senegal y Filipinas era de esperar, pero el anticipado enfrentamiento en la cumbre con Yugoslavia se saldó con un contundente 73-58, y EEUU se plantó en semifinales contra sus archienemigos brasileños sin más apuros que un 61-56 contra Puerto Rico. Brasil tampoco fue rival, y la revancha contra Yugoslavia (que eliminó a la URSS en semifinales) volvió a saldarse con victoria por 65-50. Para colmo, lograron por fin adelantar a la URSS en el cómputo global de medallas.
Parecía que no perderían jamás.
Oro, 9-0.