por Susenko »
21 Sep 2013, 00:03
Según mi humilde opinión, el Sr. Orenga no ha estado acertado en sus planteamientos, especialmente en lo referente al ataque, en muchos de los encuentros jugados en esta competición que ya finaliza, por no recordar las decisiones relativas a los cambios o entradas/salidas de jugadores de la cancha.
Insisto, según mi humilde opinión de neófito baloncestístico sedentario, fornicador, blasfemo y fumador, pienso que el Sr. Orenga ha obrado sin el debido sentido común o lógica en muchas fases de la competición, hasta el punto que considero que el sujeto citado ha llegado incluso a faltarse al respeto él mismo con las decisiones tomadas, las cuales no han sido comprendidas por mí, que soy ignorante y escasamente cultivado, ni por los intelectuales de este foro, que lo mismo escriben sobre la fusión del átomo de uranio que sobre la liga de basket del Kalahari meridional.
Me estoy refiriendo, por ejemplo, a la prórroga contra Francia, en la que el Sr. Orenga no fue capaz de plantear un sistema de ataque con aclarados, bloqueos o centrifugados; lo que fuera con tal de lograr, al menos, lanzar el balón a canasta antes de 24 segundos.
Otro ejemplo son las rotaciones, traslaciones o cambios, de forma que si un jugador encuentra esos minutos de gracia en los que los aciertos superan a los fallos en una proporción de 10 a 1 se le debe mantener sobre la pista; sin embargo, el Sr. Orenga, lejos de darle continuidad, le sienta en el banquillo de los mumbrús y reys -que no reyes- y ya no le vuelve a dar la oportunidad de explotar su estado de gracia sobre el parqué lo que resta de encuentro. Es lo que ha sucedido con Aguilar y, en menor medida, con Llull, que ha sido el mejor defensor de Parker.
Y sirva como otro ejemplo lo contrario de lo referido anteriormente, de forma que si un jugador no se halla en su mejor momento y los errores superan a los acierto en una proporción de 10 a 0 no se le debe dar la oportunidad de desarrollar y poner en evidencia su inoperancia involuntaria, pues es posible que dicho jugador tenga familia, con cónyuge e hijos biológicos o adoptados, progenitores y hasta abuelos y amigos que están viendo y viviendo el partido en general y la actuación de su ser querido en particular, corriéndose el grave riesgo de que todo el entorno referenciado sienta injustamente vergüenza por el vínculo más o menos estrecho que le unen al errado jugador y decidan esconder las fotos por él dedicadas, que con orgullo lucían sobre repisas o colgadas en la pared. Es lo que ha sucedido con Mumbrú, que también es hijo de Dios y merece nuestro cariño en estos momentos de desasosiego.
Y no digo más que me caliento y luego la ausencia de confort térmico me impedirá dormir.