Nuestros ases. (60) Una serie de Manuel ESPIN
CARLOS LUQUERO: UN CASO HISTORICO
Gracias a él, los profesionales disfrazados de “amateurs” tienen un arma real
El veterano Club Canoe madrileño, modélico y ejemplar donde los haya, puede ufanarse de haber dado, al basket español una profusión de figuras que obtuvieron su consagración en la Selección Española. Canoe y Estudiantes solieron ser en toda época canteras insuperablemente cultivadas… en provecho, es obligado decirlo, de aquellos otros clubes, ¿hace falta dar nombres? —que prefirieron el más cómodo y expeditivo método del talonario de cheques...
El Canoe, la cuna
Carlos Luquero fue uno de los tantísimos jugadores formados en su niñez en la cancha del Pez Volador. Nacido en Ávila, el 3 de mayo de 1947, el basket lo captaría de inmediato.
—Aunque fue en el Colegio Chamberí; de Madrid, donde me sentí atraído por este deporte, fue en el infantil del Canoe, en el que jugaba el campeonato escolar, donde puede decirse que me inicié como jugador de baloncesto. Allí estaba, precisamente, José Luis Sagi Vela. Ganamos dos años el Campeonato escolar.
Lo que decíamos: el Madrid, con perspicaces oteadores, descubriría pronto a aquel espigado juvenil del Canoe
—En el Madrid estuve dos años, uno como juvenil y otro como júnior. Allí estaban “Toncho” Nava, Paniagua, Cristóbal, Blanch, Juan Manuel Escorial, nombres todos ellos, que sonarían mucho al cabo de pocos años. Y de entrenador, Pepe Auseré, un técnico de quien aprendí mucho. Aquel equipo, como es lógico, no podía ascender de categoría, y ello me indujo a volver al Canoe, que estaba en Primera División. Un año en el Canoe, con Palmero, López, Nacho Rodríguez Márquez, el comentarista de la “tele”, un hermano de éste, Javier y Bernal. Y nada más cumplir los 18 años fiché por KAS, de Vitoria, que acababa de ascender a Primera División. Conmigo fueron al club alavés Capetillo, Sarriá, Iradier, Graña, Beneyto y Abascal. Aquel año quedamos subcampeones de Copa —perdimos con el Madrid, en Vitoria, por 80-85- y fuimos cuartos en la Liga.
Vitoria- Bilbao, ida y vuelta
A la calidad específica de su juego —buena técnica y talento para obtener de ella el mejor rendimiento— unía Carlos Luquero su considerable estatura —1,95—, poco corriente en aquellos tiempos.
—Sin embargo —precisa— pivot-pivot nunca lo fui; aunque jugaba dentro yo tiraba mejor desde fuera. En el KAS estuve cuatro años, los dos primeros, en Vitoria, y los restantes en Bilbao, donde el club había trasladado su sede. En ese tiempo jugamos una Recopa y llegamos a las semifinales, en las que nos eliminó el AEK, de Atenas.
De Bilbao nuevamente a Vitoria, pero a otro club, nuevo para Carlos Luquero: el Basconia. Un recuerdo poco grato por las circunstancias que dieron pie a este cambio.
—En el KAS, de acuerdo con el entrenador Lester Lane, estaba en unas condiciones que Arrondo, al hacerse cargo del equipo, quiso cambiar, cosa que yo no acepté. La situación no tuvo otra salida que la de obtener del club la carta de libertad. Condicionada, eso sí; a que tenía que fichar por un club de categoría inferior. Lo que me obligó a rechazar unas muy buenas ofertas que había recibido del Picadero y del Círculo Católico de Badalona. Así las cosas, tuve que fichar por el Basconia. Fuimos subcampeones de Segunda División y jugamos la promoción con el Breogan, que nos ganó por 2 puntos. Al año siguiente quedamos campeones y ascendimos a la Liga Nacional. En el Basconia estuve diez años de los que guardaría un gratísimo recuerdo de no haber surgido la incidencia que motivó mi baja en el club
Vitoria- Bilbao, ida y vuelta
Era obvio que en este punto nuestro interlocutor iba a referirse al famoso “caso Luquero” que, al principio de esta década, sería tema de palpitante interés.
—Ocurrió que en la empresa donde venía prestando mis servicios tenía que disfrutar las vacaciones de verano en el mes de agosto, razón por la cual el club venía relevándome de la obligación de entrenar durante ese mes, para poder así disfrutar con mi familia el período de vacaciones de mi actividad laboral. Pero llegó Pepe Paso, como nuevo entrenador, y se trató de revocar ese acuerdo mantenido durante diez años. Aquel verano, previo a la temporada 1980-81, recibí, por carta, la orden de incorporarme el 18 de agosto. Tal como estaba establecido me presenté el día primero de septiembre. El club me sancionó con multa de 100.000pesetas que quedaron después en 50.000. Recurrí a Magistratura que se declaró incompetente. Recurrí por medio de un suplicatorio ante el Tribunal Central de Trabajo y dos años y medio después, la sentencia, que iba firmada al 14 de octubre, no dejaba duda sobre las competencias de las Magistraturas para afrontar casos similares al mío. Mi caso, en suma, sirvió para dejar bien sentado que los jugadores de baloncesto pueden recurrir a la jurisdicción laboral ordinaria, tras haberse creado una figura jurídica nueva, surgida de/a simple consideración de que según consta en el fallo del Tribunal Central de Trabajo al que recurrimos, “todos aquellos deportistas calificados de aficionados por Federación respectiva, pero que realmente cobran una remuneración o sueldo del club en el que se encuadran, por cuya cuenta y provecho actúan, estando so metidos a la dirección y disciplina del mismo, tienen la consideración de profesionales desde el punto de vista jurídico”. En fin, que el asunto fue devuelto a Magistratura y un nuevo juicio, fijado para el primero de diciembre, que ganamos, creó la ley, tan necesaria hasta entonces, que permite a todos los jugadores que cobran dinero acogerse a la jurisdicción laboral. Para mí, por supuesto resultó desagradable todo este embrollo, pera lo doy por bien empleado pensando en los beneficios que del caso se han derivado para todos los jugadores.
Recuerdos
En el capítulo de sus mejores recuerdos acopiados en sus veinte años de sumar rebotes y canastas, Luquero incluye sus 28 presencias en el equipo nacional.
—En el Mundial de Chile, en 1966, vi cumplida mi máxima ilusión: ser internacional y jugar contra las máximas figuras de los más poderosos conjuntos mundiales, tales como la Unión Soviética, Estados Unidos, Brasil. Del Europeo de Helsinki, al año siguiente, guardo también un imborrable recuerdo. Una experiencia inolvidable, que espero que puedan vivir también algún día Carlos, mi hijo, mayor, que viene jugando muy bien, como juvenil, en los Corazonistas, así como Sergio y Raúl, que también juegan, y estudian, en el mismo colegio. Y como reservas, tengo a Jorge Mariano, de 6 años, y Víctor Manuel, con 5. Ya les llegará también la hora...
También ellos podrán beneficiarse, con el tiempo, de las óptimas consecuencias de aquel famoso “caso” protagonizado por papá Luquero…
http://hemeroteca.mundodeportivo.com/pr ... 9/pdf.html