POST DE FILOSOFÍA
La vida al margen del deporte (la hay)

Hay_sinla
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 05 Feb 2011, 17:18

matthau escribió:
Hay_sinla escribió:Sin duda alguna, los procesos del caminante pueden registrarse en mapas urbanos para transcribir sus huellas (aquí pesadas, allá ligeras) y sus trayectorias (pasan por aquí pero no por allá). Pero estas sinuosidades en los trazos gruesos y en los más finos de su caligrafía remiten solamente, como palabras, a la ausencia de lo que ha pasado. Las lecturas de recorridos pierden lo que ha sido: el acto mismo de pasar. La operación de ir, de deambular, o de “comerse con los ojos las vitrinas” o, dicho de otra forma, la actividad de los transeúntes se traslada a los puntos que componen sobre el plano una línea totalizadora y reversible. Sólo se deja aprehender una reliquia colocada en el no tiempo de una superficie de proyección. En su calidad de visible, tiene como efecto volver invisible la operación que la ha hecho posible. Estas fijaciones constituyen los procedimientos del olvido. La huella sustituye a la práctica. Manifiesta la propiedad (voraz) que tiene el sistema geográfico de poder metamorfosear la acción para hacerla legible, pero la huella hace olvidar una manera de ser en el mundo. (Michel Certeau)

http://www.bifurcaciones.cl/007/reserva.htm


Parece Deleuze.

¿Será por lo jesuita?

Levantarl a empalizada, llenar y construir "el espacio de los intervalos" es el impulso del arquitecto; es igualmente su ilusión pues, sin saberlo, trabaja en la congelación política de los lugares y sólo le queda, cuando se da cuenta de la obra hecha, huir lejos de las cárceles de la ley. El relato, al contrario, privilegia, mediante sus historias de interacción,
una "lógica de la ambigüedad". "Convierte" la frontera en travesía, y el río en puente. Relata en efecto inversiones y desplazamientos: la puerta quecierra es precisamente la que uno abre; el río permite el paso; el árbol marca los pasos de una avanzada; la empalizada, un conjunto de intersticios por donde se cuelan las miradas.
Port odas partes surge la ambigüedad del puente:unas veces suelda y otras opone insularidades. Las distingue y las amenaza. Libera del encierro y destruye la autonomía. Así es como, por ejemplo, interviene en calidad de personaje central y ambivalente en los relatos de los habitantes de la isla de Noirmoutier, antes, durante y después de la construcción, en 1972, de un puente entre La Fosse y Promentíne. Continúa una doble vida en innumerables memorias de lugares y leyendas cotidianas, que resumen a menudo nombres propios, paradojas ocultas, elipsis de historias, enigmas por descifrar: Pont-a-Mousson,Pont-Audemer, Pontcharra,Pontcháteau,Pont-Croíx, Pont-de Beauvoísln,Pont-deI'Arche, Pont-de-Roide, Pont-du-Diable, Ponthieu, etcétera.
Con toda razón, por todas partes es signo de lo diabólico en las pinturas donde Jerónimo Bosco inventa sus modificaciones de espacios. Transgresión del límite, desobediencia a la autoridaddel lugar, representa la partida, el perjuicio de un estado, la ambición de un poder conquistador, o la fuga de un exilio, de cualquier forma la "traición" de un orden. Pero al mismo tiempo erige ese otro lugar que confunde, deja o hace resurgir fuera de las fronteras la extrañeza que estaba controlada en el interior; da objetividad (es decir, expresión y representación) a la alteridad que se ocultaba de este lado de los límites, de manera que al volver a cruzar el puente y estar de vuelta en el recinto el viajero encuentra en lo sucesivo el otro lugar que primero había buscado al partir y que al regresar
había huido en seguida. En el interior de las fronteras, el extranjero estaría ya del otro lado, exotismo o aquelarre de la memoria, inquietante familiaridad. Todo sucede como si la delimitación misma fuera el puente que abre el interior a su otro.
Ya va tomando el camino su arambol.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 26 Mar 2011, 15:27

Hemos llevado a cabo una especie de descomposición ideal del objeto. En un primer tiempo (todo esto ha sido puramente operacional), hemos comprobado que el objeto se presenta siempre ante nosotros como un útil funcional: es tan sólo un uso, un mediador entre el hombre y el mundo: el teléfono sirve r>ara telefonear, la naranja para alimentarse. Luego, en un segundo tiempo, hemos visto que, en realidad, la función sustenta siempre un sentido. El teléfono indica un cierto modo de actividad en el mundo, la naranja significa la vitamina, el jugo vitaminado. Pero sabemos que el sentido es un proceso no de acción sino de equivalencias; dicho de otra manera, el sentido no tiene un valor transitivo, el sentido es de alguna manera inerte, inmóvil; puede, por ende, decirse que en el objeto hay una suerte de lucha entre la actividad de su función y la inactividad de su significación. El sentido desactiva el objeto, lo vuelve intransitivo, le asigna un lugar establecido en lo que se podría llamar un cuadro vivo del imaginario humano. Estos dos tiempos, a mi entender, no son suficientes para explicar el trayecto del objeto, añadiré por mi parte un tercero: es el momento en que se produce una especie de movimiento de retorno que va a llevar al objeto del signo a la función, pero de una manera un poco particular. En efecto, los objetos no nos dan lo que son de una manera franca, declarada. Cuando leemos una señal del código de circulación recibimos un mensaje absolutamente franco; ese mensaje no juega al no- mensaje, se brinda verdaderamente como un mensaje. De la misma manera, cuando leernos letras impresas tenemos la conciencia de percibir un mensaje. A la inversa, el objeto que nos sugiere sigue siendo sin embargo siempre a nuestros ojos un objeto funcional el objeto parece siempre funcional, en el momento mismo en que lo leemos como un signo. Pensamos que un impermeable sirve para proteger de la lluvia, aun cuando lo leamos como el signo de una situación atmosférica. Esta última transformación del signo en función utópica, irreal (la moda puede proponer impermeables que no podrían proteger en absoluto de la lluvia), es, creo, un gran hecho ideológico, sobre todo en nuestra sociedad. El sentido es siempre un hecho de cultura, un producto de la cultura ahora bien, en nuestra sociedad ese hecho de cultura, es incesantemente naturalizado, reconstruido en naturaleza, por la palabra que nos hace creer en una situación puramente transitiva del objeto. Creemos encontrarnos en un mundo práctico de usos, de funciones, de domesticación total del objeto, y en realidad estamos también, por los objetos, en un mundo de sentido, de razones, de coartadas: la función hace nacer el signo, pero este signo es reconvertido en el espectáculo de una función. Creo que esta conversión de la cultura en pseudonaturaleza es lo que define la ideología de nuestra sociedad.

(Roland Barthes, Semiótica del objeto)
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 02 May 2011, 17:55

¡Con qué abundancia se soñó en todo tiempo, se soñó con una vida mejor que fuera posible! La vida de todos los hombres se halla cruzada por sueños soñados despierto, una parte de ellos es simplemente una fuga banal, también enervante, también presa para impostores, pero otra parte incita, no permite conformarse con lo malo existente, es decir, no permite la renuncia.
Esta otra parte tiene en su núcleo la esperanza y es transmisible.
Ernst Bloch, El Principio Esperanza
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 18 Sep 2011, 18:36

El individuo es el indivi-duo, pero en cuanto entra en contacto con la historia se convierte en un gran individuo creador de la historia o en un simple individuo aplastado por la historia. De este modo, la historia aparece bajo un aspecto diferente según se refiera al individuo histórico o al simple ser humano. ¿Significa esto que hay dos clases de historia, una para el individuo histórico y otra para el simple ser humano? ¿Acaso el individuo sólo es auténtico en la medida en que crea la historia y ésta no es auténtica más que en la medida en que aparece como resultado de la actividad de los individuos históricos?
(Karel Kosik, El individuo y la historia)
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 19 Nov 2011, 15:53

"En el pensamiento liberal, la inquietud despertada por los "muchos" fue aquietada mediante el recurso de la dupla público- privado. La multitud, antípoda del pueblo, cobra la semblanza algo fantasmal y mortificante de lo denominado privado. Téngase en cuenta: también la dupla público- privado, antes de volverse obvia, se forjó entre sangre y lágrimas en mil contiendas teóricas y prácticas; y ha derivado, por lo tanto, en un resultado complejo. ¿Qué puede ser más normal para nosotros que hablar de experiencia pública y experiencia privada? Pero esta bifurcación no ha sido siempre tan obvia. Y es interesante esta fallida obviedad, pues hoy estamos tal vez en un nuevo Seiscientos, en una época en la que estallan las antiguas categorías y deben acuñarse otras nuevas. Muchos conceptos que aún parecen extravagantes e inusuales- por ejemplo, la noción de democracia no representativa- tienden a tejer un nuevo sentido común, aspirando, a su vez, a devenir "obvias". Pero volvamos al tema. "Privado" no significa solamente algo personal, atinente a la interioridad de tal o cual; privado significa antes que nada privo: privado de voz, privado de presencia pública. En el pensamiento liberal la multitud sobrevive como dimensión privada. Los muchos están despojados y alejados de la esfera de los asuntos comunes.

¿Dónde hallamos, en el pensamiento socialdemócrata algún eco de la arcaica multitud? Quizá en el par colectivo- individual. O, mejor aún, en el segundo término, el de la dimensión individual. El pueblo es lo colectivo, la multitud es la sombra de la impotencia, del desorden inquieto, del individuo singular. El individuo es el resto sin importancia de divisiones y multiplicaciones que se efectúan lejos de él. En aquello que tiene de singular, el individuo resulta inefable. Como inefable es la multitud en la tradición socialdemócrata.
"
Paolo Virno, Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 22 Mar 2012, 14:20

Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano y partidario.

Indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso, odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos.

La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la fatalidad, es aquello con lo que no se puede contar, aquello que confunde los programas, que destruye los planes mejor construidos. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la sofoca. Lo que ocurre, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos.

Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder hombres que después solo una sublevación podrá derrumbar.

Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se preocupa. Por eso, abomino a los indiferentes. Desprecio a los indiferentes, también porque me provocan tedio sus lamentos de eternos inocentes. Vivo, soy militante. Por eso detesto a quien no toma partido. Odio a los indiferentes.
(Antonio Gramsci)
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emvipi
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por emvipi » 02 Abr 2012, 17:21


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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 07 Abr 2012, 15:41

El cineasta húngaro Béla Tarr firma una de las películas más duras, portentosas, arriesgadas y convenientes de lo que llevamos del siglo XXI.
'El caballo de Turín' es una hermosa e impecable lección nietzscheana
El 3 de enero de 1889, por la mañana, Friedrich Nietzsche abandona su casa de la calle de Carlo Alberto, en Turín, para dirigirse al centro de la ciudad. En el transcurso de su paseo es testigo de una escena que le hace detenerse: un cochero está maltratando a su caballo que, exhausto, no quiere continuar la marcha. Nietzsche interviene. Rodea el cuello del caballo con sus brazos y rompe a llorar. Sus últimas palabras son: “Madre, soy tonto” (“Mutter ich bin dumm”). Luego viene el derrumbe, una pérdida del habla y de la conciencia que durará diez años, hasta su muerte justo en el cambio de siglo, en 1900. Simultáneamente se inicia uno de los destinos más prodigiosos y contradictorios que haya podido tener el pensamiento de un hombre. En esta década de exilio mental Nietzsche sigue siendo un completo desconocido en los circuitos académicos europeos; sin embargo, lentamente, sus escritos se van filtrando, como agua profunda, en determinados ambientes literarios y artísticos. Strindberg lo presenta como el visionario del inmediato futuro; Munch le pinta un extraordinario retrato a partir de la fotografía del filósofo que le regala un amigo.
Nietzsche y el caballo
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por kmpanilla » 07 Abr 2012, 16:52

Hay_sinla escribió:Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano y partidario.

Indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso, odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos.

La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la fatalidad, es aquello con lo que no se puede contar, aquello que confunde los programas, que destruye los planes mejor construidos. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la sofoca. Lo que ocurre, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos.

Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder hombres que después solo una sublevación podrá derrumbar.

Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se preocupa. Por eso, abomino a los indiferentes. Desprecio a los indiferentes, también porque me provocan tedio sus lamentos de eternos inocentes. Vivo, soy militante. Por eso detesto a quien no toma partido. Odio a los indiferentes.
(Antonio Gramsci)

Me gusta, y mucho.
Gracias. :)

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Re: POST DE FILOSOFÍA

por magari_ » 07 Abr 2012, 17:06

Iba a escribir exactamente lo mismo que ha dicho kmpa. Y van dos de dos :)
Cuidado con lo que deseas, puede que se haga realidad.

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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 01 May 2012, 19:59

Más de El principio esperanza, de Ernst Bloch:

"Traspasemos lo existente: el futuro no es una mera prolongación del presente"
Tomar el mensaje esperanzador cristiano y aplicarlo al marxismo. Sólo la pura ensoñación (un mero Wishful Thinking) puede ser frustrada. La esperanza fundada debe ser el principio rector del pensamiento.
El futuro depende de nosotros, no nos dejemos llevar por la inercia del día a día ni por el derrotismo. El optimismo es una cuestión de voluntad, centrémonos en lo modificable y en lo que depende de nosotros.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 15 Jul 2012, 13:24

Entrevista a Castoriadis

Rolando Graña






Como Foucault, tiene la cabeza rapada. Además, sus parpados casi no tienen pestañas. Cornelius Castoriadis parece un intelectual a la antigua, esto es, habla de política, propone la utopía —que palabra— de una sociedad autogobernada, polemiza. En su juventud, cuando aun no se habia radicado en Francia, fue miembro del PC y resistió a los nazis. Luego, se pasóo al trotskismo donde también fue disidente y fundóo la revista Socialismo o barbarie junto a Claude Lefort, que se disolvió en 1967 pero que adelantó algunas críticas contra el capitalismo moderno y el socialismo real que luego serían moneda corriente entre los intelectuales. Con el tiempo, y como buen griego, Castoriadis volvió a la filosofia para discutir la política, para criticar a Marx y redescubrir a Freud.



—Marx se equivocó en sus vaticinios sobre la economía capitalista dice—. El quiso ser el Newton de la economía capitalista: establecer leyes inmutables. Pero fue desmentido por la realidad. El problema es entender por qué y en qué se equivocó. Mi opinión es que había un error de origen que consistía en creer que el capitalismo engendraría cada vez más miseria. No hubo tal pauperización, paradójicamente, porque los obreros resistieron, lucharon y pudieron arrancar mejoras casi equivalentes al aumento del nivel de productividad. Por el contrario, entonces, el nivel de vida aumentó considerablemente. Es curioso, pero Marx, que había dicho que la Historia era la historia de la lucha de clases, cuando llegó al analisis del capitalismo moderno olvidó la resistencia de los obreros, o sea, la acción de los seres humanos. Detrás de todo esto hay una especie de determinismo objetivista: la historia de la humanidad está regida por la historia de las fuerzas productivas y no le queda ningún lugar a la creación humana, los hombres no importan.

—Algo que en Lenin se volvió autoritarismo.

—Pero ya en Marx había algo que en manos de Lenin se volvió un arma criminal: la idea de la ortodoxia. Una teoría es verdadera, las otras falsas: "Nosotros los marxistas poseemos la única concepción verdadera y esta única concepción corresponde a los intereses de clase del proletariado y por ende nosotros y sólo nosotros somos los representantes del proletariado. Los otros son enemigos de la clase obrera y por ende hay derecho a fusilarlos". Marx no fusiló a nadie pcro Lenin sí.

—Usted suele decir que este liempo se caracteriza por el triunfo del imaginario capitalista. ¿Cuáles son sus caracteristicas y sus consecuencias?

—Asistimos a la dominación integral del imaginario capitalista, que consiste en la centralidad de lo económico, la expansión indefinida y pretendidamente racional de la producción, del consumo y del ocio, que cada vez es más planificado y manipulado. Los rasgos del imaginario capitalista son bastante difíciles de precisar y tanto Marx como Weber vislumbraron algunos de ellos pero ni uno ni el otro (precisamente porque ambos eran racionalistas) pudieron calificarlo de "imaginario capitalista''. Marx hablaba de la expansión de las fuerzas productivas. Hay una frase muy bella en El Capital: "Acumular, acumular, esa es la ley y el profeta". Pero como Marx no tuvo en cuenta el deseo de los hombres no vio que había una segunda parte para su proverbio. Que no era solamente "acumular, acumular", sino también "consumir, consumir". La ley es "acumular", pero el profeta se llama ''consumir". Y esto ni él ni Weber lo vieron. El tercer imperativo del capitalismo es "racionalizar, racionalizar": la producción, la educación, todo. Y hay un cuarto imperalivo que es ''dominar, dominar": todo puede ser dominado, la naturaleza, la sociedad, hasta la muerte.

—El sueño de dominar la naruraleza derivó en catásrrofes ecológicas.

—Sí. Y por eso estos verbos hay que ponerlos entre comillas porque en definitiva es muy relativo lo que se domina, como es relativo lo que racionaliza un sistema cada vez más irracional. Ahora bien, un universo regido por estos cuatro verbos, producir, consumir, racionalizar y dominar, es un universo de pesadilla.

—¿El hombre moderno vive hoy una alienaciónn diferente de la que imaginó Marx?

—Marx veía la alienación sobre todo como forma de explotación económica y en muchas sociedades modernas no está enteramente allí el problema. Aun cuando uno no se vaya a lamentar por su suerte, nadie puede decir que los que mandan en la sociedad estén menos alienados que los que no mandan. Esto quiere decir que la victoria de las clases dominantes es relativa. Temerosamente replegada en la esfera privada, toda la población participa de esta alienación y se contenta con pan y espectáculo. El espectáculo está asegurado por la televisión y los deportes, y en los países desarrollados, de un modo u otro, la mayor parte de la población tiene acceso a un confort mínimo del que se excluye a una minoría. Parece que se hubiera logrado el modo de comprimir la miseria que engendra la sociedad en un 15 o 20 por ciento de población "inferior" (los negros e hispánicos en Estados Unidos, los inmigrantes en Europa). La mayor parte de la población parece estar conforme con este ocio, este onanismo televisivo, este confort mínimo y sólo se verifican algunas reacciones puntuales o corporativistas que no tienen mayores consecuencias para el sistema. Parece que no hubiera ningún proyecto, ningún deseo colectivo que no sea la salvaguarda del statu quo. Las sociedades modernas se construyeron en base a dos proyectos antinómicos: uno es el de la dominación capitalista; el otro, anterior, es el de las autonomías individual y colectiva. Que nació en Grecia, desapareció con el Imperio Romano, que volvió con las primeras burguesías de Europa Occidental, que motorizó el Renacimiento y el Siglo de las Luces y que fue retomado por el movimiento obrero, que antes de ser controlado por el marxismo era un movimiento emancipador. Más acá encontramos este espíritu en el movimiento feminista, en los movimientos juveniles. Pero lo que se constata hoy es que todo sucede como si este proyecto hubiera sufrido un eclipse. Desde 1950 y a pesar de manifestaciones como las delos años 60, vemos a la población sumergirse en la apatía y la privatización. De modo tal que sólo queda en pie el proyecto capitalista.

—Y puede verse a la gente aceptar cosas increíbles hace apenas 15 años.

—Hemos visto cómo los obreros aceptaron bajo Reagan —y aún hoy en Europa— reducciones de salario. Hoy se acepta una tasa de desocupación de alrededor del 12 por ciento. Yo mismo escribí hace 30 años que si la desocupación seguía aumentando el edificio social explotaría. Y fue falso.

—¿Y cómo explica usted esta apatía en la gente?

—La respuesta correcta es que no hay explicación. Del mismo modo que no se pueden explicar las fases de creación en la historia, no se pueden "explicar", en el sentido absoluto de la palabra, las fases de descomposición, de decadencia, etc. No digo que estemos definitivamente en una etapa de descomposición. Digo que por el momento esto es lo que pasa, aunque cambie mañana. La aparición de nuevas formas sociales e históricas no es predecible porque no se las puede deducir enteramente de lo que precede. Un sociólogo marciano que hubiera aterrizado en Grecia hacia el 850 a. C. no hubiera podido vaticinar la democracia ateniense. Ni, en 1730, la Revolución Francesa. Creo que hay explicaciones más profundas. La sociedad moderna es la primera sociedad no religiosa en la historia del hombre. Hasta ahora la religión había tenido un papel muy importante que no sólo consistía en justificar el orden social existente diciéndole a la gente que no importa si uno es infeliz aquí en la Tierra ya que la vida y la muerte de cada uno tienen un sentido, una significación.

—El problema de las sociedades laicas es entonces qué sentido darle a la vida...

—Tener un proyecto de autonomía individual quiere decir no esperar que el sentido de su vida y el de su muerte —si hay uno— le sea provisto por otra persona o institución. Esto puede de lograrse.

—¿Puede lograrse?

—Puede lograrse. Pero no se ha hecho (risas). El resultado de la descristianización de las sociedades desarrolladas es una fuga, un olvido del dato fundamental de la vida que es muerte. El hombre contemporáneocomo un niño un poco tonto, que se siente infeliz pero que desea compensar esa infelicidad con un lego, un videogame o las Tortugas Ninja. El consumo, el ocio, son dispersión búsqueda de olvido, como decia Pascal. La gente mira televisión hasta quedarse dormida y mañana será otro día. Es este olvido el que está en le apatia, el embrutecimiento que se vive hoy. Nadie quiere saber que es mortal, que se va a morir, que no existe el más allá y que no hay ninguna retribución ni recompensa por lo que nos pasa en esta vida. Uno se olvida de todo esto mirando televisión pero esto no significa solamente una sociedad del espectáculo sino una sociedad del olvido, del olvido de la muerte, de la constatación de que la vida no tiene más sentido que aquel que uno fue capaz de darle. No tenemos, parece, ni el coraje ni la capacidad de admitir que el sentido de nuestra vida individual y colectiva ya no nos será dado por una religión o por una ideología, que somos nosotros quienes es debemos crearlo.

—EI triunfo del imaginario capitalista y la consagración de esta sociedad de olvido, como usted la llama, no solo está dado por la derrota de otras utopías, sino también por la ausencia de modelos alternativos de gestión que no sean el tecnocrático—empresarial que, por cierto, nada tiene que ver con la democracia y la autonomía individual.

—El capitalismo contemporáneo no es un capitalismo de mercado, como dicen sus ideólogos. Es un capitalismo burocrático con empresas a veces más poderosas que los propios Estsdos. Yo creo sin embargo que hay otros modos de gestión de la sociedad, que el autogobierno es posible. Pero una cosa son las ideas escritas en un papel, que son importantes, claro está, pero otra cosa, imprescindible, es una actitud totalmente diferente de una parte de la gente hacia la política.

—¿No alcanza con el voto?

—Efectivamente, no alcanza con el voto. Hay que entender que los asuntos públicos también son asuntos personales; que la política también es mi problema. Uno puede formular un programa político pero ese programa no vale nada si la inmensa mayoría de la población no está lista, no solo a votar por él, sino a participar activamente en su realización, su desarrollo y, si fracasa, en su reforma. Un proyecto de autogobierno no tiene ningún sentido si la gente no tiene ni el deseo ni la voluntad de autogobernarse. De más está decir que no es esto lo que constatamos hoy. Ahora bien, ¿quiere decir que hay que olvidarlo como proyecto? No creo. Nunca hay predicciones serias en política ni en historia. Es verdad que la gente no cree hoy en la posibilidad de una sociedad autogobernada y eso hace que tal sociedad resulte imposible. La gente no cree porque no quiere creer y no quiere creer porque no cree. Pero si algún día quieren, creerán y podrán.

—Hace unos meses, cuando pasó por Buenos Aires, Edgar Morin dijo que.la guerra de Bosnia era a los 90 lo que la Cuerra Civil Española a los 30, si se compara la indiferencia con que los gobiernos europeos están dejando que el conflicto siga adelante.

—A mí me parece que en el cuadro actual al que ha llegado el conflicto no hay solución. Es verdad que la actitud de los gobiernos europeos y de Estados Unidos es criminal por defecto, pero es verdad también que dada la actitud de los diferentes pueblos es muy difícil decir algo diferente que "hay que hacer algo". Pero ¿hacer qué? ¿Hay que ocupar Bosnia durante 50 años para obligar a vivir juntos y en paz a serbios, croatas, bosnios'? Los pueblos tienen la suficiente solidaridad social como para entender que, por ejemplo, cada año miles de soldados van a morir bajo las balas de guerrilleros serbios para que el país pueda ser pacificado. Mire lo que pasa en Irlanda del Norte, hace más de 60 que empezó el conflicto y la gente sigue matándose.

—¿Este nacionalismo exacerbado que sobrevuela Europa no es también un mecanismo para dar sentido a la vida de la gente, para combatir la sociedad del olvido?

—Por supuesto. La gente se repliega sobre las identidades nacionales para encontrar un sentido a su vida.

—Usted suele llamarla atención sobre los excluidos de la sociedad, los inmigrantes, los desocupados. "Alguien que se muere de hambre no puede ser considerado un ciudadano", dijo usted hace poco. ¿Las sociedades modernas necesitan a estos excluidos o son una consecuencia no deseada del modelo?

—Buena pregunta pero difícil de responder. Creo que hay algo de las dos causas. No creo que los excluidos hayan sido creados a propósito, sino que son el resultado de un funcionamiento automático de la sociedad. En Estados Unidos los jóvenes negros de los ghettos cometen la mitad de los crímenes del país, a pesar de que los negros representan el 12 por ciento de la población . No se puede pensar que esto haya sido buscado porque hoy es un problema para el propio sistema. En Europa, en cambio, los excluidos son los desocupados, que sí tienen una función en el mercado de trabajo como mano de obra disponible, que tiene además un efecto disuasivo extraordinario sobre el resto de la clase obrera.

—Hoy la política bien intencionada, progresista, se basa sobre todo en batallas contra ia corrupción del poder, en causas hurnanitarias. ¿A usted qué le parecen?

—Que son una manera menor de hacer política. Hablamos ya del consumo y del olvido, pero no todo el mundo ha sido ganado por ellos. Hay una porción de la gente que quiere hacer algo: mandar alimentos a Somalía, ropa a Sarajevo, un grupo ecológico contra tal represa, evidentemente es mejor que el olvido enfrente de una pantlla, pero esto no resuelve los problemas.

—Es política defensiva.

—Sí, se corre detrás de las grandes y graves consecuencias de la irracionalidad del slstema pero no se tocan las causas. Estas ideas son utilizadas como una prótesis para el vacío político. ¿Quién puede estar contra los derechos humanos? Muy poca gente. Pero ¿cuándo se comenzó a hablar de ellos? Comenzaron a ser invocados contra las tiranías totalitarias del Este. Muy bien. Pero luego se quiso hacer de ellos la sustancia de toda política, algo que no es correcto. Porque, una vez que los derechos humanos están garantizados, hace falta saber qué se hace en sociedad y con la sociedad. Por cierto, hay una respuesta ultraliberal que dice que ésa no es una pregunta legítima porque cada uno no tendrá más que hacer lo que le venga en gana. Pero esta respuesta ignora completamente la naturaleza profunda de toda sociedad. Una sociedad no puede vivir si cada uno hace lo que quiere, aun cuando respete el Código Penal.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 26 Ago 2012, 09:36

Descanse en paz Francisco Fernández Buey.

Trascripción de Sebastián Martínez Solás


Nota: Acto organizado por IU-Linares celebrado en el salón de actos de la Casa del Pueblo el 27 de noviembre de 1997.
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PRESENTACIÓN A CARGO DE CARLOS ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL


En primer lugar, quiero felicitar a los organizadores de este acto porque, entre otras cosas, me hacen la presentación muy fácil. Creo que reunir en un sólo acto de homenaje a Antonio Gramsci a Francisco Fernández Buey y a Juan Carlos Rodríguez es algo inédito. No recuerdo, o no se, si alguna vez han compartido mesa en algún acto, creo que no... ¿Sí? ¿Sobre Gramsci en Granada?... Entonces es casi inédito. Lo digo porque para nosotros hablar de Antonio Gramsci, o presentar a Antonio Gramsci es un recuerdo también de nuestra propia historia. En Granada, en los años de la transición, en el entorno del Partido Comunista se organizó una experiencia inédita que fue la Agrupación Antonio Gramsci. Eso ocurrió en los años del 76 al 78-79. En esos mismos años Paco Fernández Buey publicaba dos libros sobre Gramsci que son absolutamente inexcusables: Ensayos sobre Gramsci en 1978, y en 1977, bajo su dirección editorial apareció Actualidad del pensamiento político de Gramsci.

No me voy a referir a la trayectoria posterior de Paco porque creo que es bastante conocida, y muy importante. Solamente me voy a referir a esos años. En cuanto a su labor, creo que con citar dos revistas de la importancia de Materiales y mientras tanto, queda más que suficientemente clara. Por tanto, es cierto que hablar de Gramsci teje una red invisible entre las personas que vamos a hablar aquí, yo, muy brevemente, y ellos, espero que largo, porque disfrutaremos.

En cuanto a Juan Carlos, lo he tenido que presentar en muchas ocasiones, y creo que lo mejor que puedo decir es que cuando se habla de él, muchas veces se le presenta como simplemente un profesor o catedrático de universidad y escritor, cuando yo lo que mantengo desde hace bastante tiempo, y así siempre lo vengo presentando, y hoy lo voy a volver a hacer, es como un filósofo. La labor teórica de Juan Carlos en un campo como el de la ideología, no solamente en la literatura, tiene categoría para considerarlo como uno de los pensamientos más radicales, sobre todo del marxismo, y no sólo en España. Quizá ese rótulo de filósofo a pie de página le sentaría bastante mejor que a muchos, que siendo simplemente profesores de filosofía se afirman ya directamente como filósofos, olvidando lo que decía Schopenhauer: que una cosa es la filosofía de los profesores y otra la filosofía de los filósofos.

Hablar de Gramsci hoy, en 1997, con todo lo que ha llovido, creo que puede tener una justificación perfecta. Si pensamos, y si yo tuviera que hablar hoy de Gramsci, probablemente circularía en torno a una idea básica: Gramsci siempre nos conmueve porque en tiempos de derrota, que fueron los que le tocó vivir a él, en concreto el tiempo de una derrota espantosa en los años 20 y 30 a manos del fascismo, siempre defendió que lo fundamental era mantener la lucidez y la veracidad. Lucidez y verdad son dos planteamientos indiscernibles del pensamiento marxista gramsciano. Y como no quiero extenderme, voy a terminar con unas palabras de Lessing. Lessing decía que él no se hacía responsable de los problemas que había suscitado. Bien, este precisamente no es el caso del marxismo. El marxismo tiene que resolver los problemas que él mismo ha ido planteando a lo largo de la historia, y en este sentido, volver a leer a Gramsci, que es lo importante, no sólo recordarlo en un acto público, volver la mirada, creo que es la mejor invitación que se puede hacer hoy ante la situación, también de derrota... Primero de retirada desde la transición, después de derrota, y finalmente de catástrofe en la que estamos ahora mismo hundidos. Y esta es la primera constatación que hay que hacer. Sin embargo el hecho de que un acto como éste tenga esta presencia de público ya implica, por lo menos, que podemos sostener uno de los dos axiomas de Gramsci: el optimismo de la voluntad.

Muchas gracias. Cedo la palabra a Paco Fernández Buey.

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INTERVENCIÓN DE FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY


Buenas tardes a todos. Quiero empezar agradeciendo a los organizadores de este acto la oportunidad que me dan para volver a hablar de Gramsci veinte años después. Decía Carlos en la presentación que el momento en que conmemoramos el 60 aniversario de la muerte de Gramsci no es bueno... Desde luego, no es el mejor de los momentos, es verdad. Eso es así. Anecdóticamente, hace sólo unos meses, en un congreso que se celebraba en Italia para conmemorar este 60 aniversario, se daba la circunstancia de que la persona que más ha trabajado en Italia, y probablemente en el mundo, sobre la figura de Gramsci, Valentino Gerratana, que ha sido el editor, el que ha hecho la edición crítica de los Cuadernos de cárcel, ni siquiera era invitado por los organizadores. Y, en cambio, en la sesión de clausura con la que se cerraba este congreso, intervenían Massimo D’Alema y Felipe González, el último de los cuales, que yo sepa, nunca ha escrito ni ha trabajado particularmente sobre Gramsci. Creo que eso es un síntoma. Es un síntoma de por dónde están yendo los tiros, y seguramente es un síntoma también de que hablar hoy sobre Gramsci en un ambiente así, es también un acto de resistencia, en los tiempos que corren.

Yo me voy a referir, fundamentalmente, a la figura de Gramsci desde el punto de vista ético, y desde el punto de vista político. No voy a centrarme, o no voy a dedicar muchas palabras a su biografía, entre otras cosas porque en el tríptico que han hecho los organizadores hay una noticia biográfica yo creo que suficiente. Así que centrándome en la relación entre ética y política en Gramsci, voy a subrayar aquellos aspectos que me parece que siguen teniendo actualidad, o que nos pueden decir cosas hoy en día.

Si hoy preguntáramos a las personas más jóvenes, de las aquí presentes, y de las ausentes, personas jóvenes que se sigan considerando marxistas, socialistas, comunistas o libertarios, acerca de aquellas personas de sus propias tradiciones en las cuales la ética y la política han ido más unidas, estoy seguro de que en cualquier país el mundo, y no sólo aquí, la respuesta sería la misma: Antonio Gramsci y Ernesto “Che” Guevara. Si seguimos preguntando a personas más jóvenes por otras de sus propias tradiciones, es casi seguro que la lista se podría hacer más larga, pero es también casi seguro que inmediatamente después entraríamos en discusiones más o menos partidistas, de estas en las cuales mi Marx tira de la barba a tu Marx; tu Mao golpea duramente a mi Trotski, etc... Creo yo que hoy en día, sólo Gramsci y Guevara de los héroes, por así decirlo, de la tradición marxista y comunista están fuera de discusión. Y que eso sea así, es decir, que desde experiencias y vivencias muy diferentes, haya hoy en día una coincidencia tan grande de opiniones, por encima incluso, diría yo, de las diferencias generacionales, es algo que debemos subrayar, aunque sea algo que parezca obvio. Lo que más allá de las diferencias culturales y las diferencias generacionales se aprecia y se valora positivamente en Gramsci como en Guevara, yo creo que es la coherencia entre su decir y su hacer. En los dos, la palabra dicha y lo que hicieron fue muy coherente y muy consecuente. Yo creo que por eso podemos considerarlos a ambos, al cabo de los años, con verdad, como ejemplos vivos de aquellos ideales ético-políticos por los que combatieron.

Si a mí me preguntaran qué es lo que hace a Gramsci un personaje tan universalmente apreciado, en estos tiempos difíciles, yo creo que podría contestar diciendo que, siendo como era un dirigente, en algún momento el más importante dirigente del Partido Comunista de Italia, él se entregó a la realización del ideal comunista como uno más. Sin ponerse a sí mismo como excepción de lo que preconizaba y sin intentar racionalizar ideológicamente, como tantos otros, la excepcionalidad del “yo mismo” como intelectual. Gramsci fue un hombre en el que el “yo mismo” y el “nosotros” se fundieron. Y creo que para valorar suficientemente esta característica peculiar del dirigente que actúa como uno más, siendo como era un dirigente, no hay más que fijarse en su forma de entender la relación entre lo que él llamaba la filosofía espontánea (afirmando taxativamente que todos los hombres son filósofos), y la filosofía en sentido técnico, es decir, la reflexión crítica, ya particularizada acerca de las propias prácticas, las propias concepciones del mundo. Ya esa relación que estableció entre la idea de que todo hombre es un filósofo, y que hay que enlazar el que todo hombre sea un filósofo con el filosofar técnico, no necesariamente académico o licenciado, acerca de lo que se hace, acerca de las propias prácticas, da una idea de quién era el personaje. O, lo mismo, su forma de entender la relación entre intelectuales, en un sentido tradicional, o restringido, y lo que él mismo llamó intelectual colectivo, como una manera de decir y de entender lo que debería ser el partido político de los de abajo.

Entender el partido político de los de abajo como un intelectual colectivo es una gran idea, porque permite pensar que los trabajadores manuales y los trabajadores intelectuales que están en él tienen un trato, vamos a decirlo así, de igual a igual, un trato igualitario. Yo creo que sólo a un hombre que se ofrece a los otros como parte orgánica de un intelectual colectivo y de un ideal colectivo y que, además, como en el caso de Gramsci cumple con su vida esa promesa, sólo a un hombre así se le puede ocurrir la idea de que el partido político de la emancipación humana, es un intelectual colectivo en el que el intelectual tradicional por antonomasia no queda diluido, sobredimensionado, sino precisamente integrado, es decir, convertido en intelectual productivo al servicio de los otros, al servicio de los demás, junto a los trabajadores manuales. Porque un hombre así es un hombre que ha renunciado precisamente a lo que es característico del intelectual tradicional: a su privilegio. Sólo un hombre que da más importancia al filosofar, entendido como reflexión acerca de las propias prácticas y tradiciones y concepciones del mundo, que a las filosofía académica, que a las filosofías con título de licenciado, y que además se pone al servicio de los otros para elevar esa filosofía espontánea de todo hombre que es filósofo a lo que él mismo llama “ sentido común ilustrado” de los más, de la mayoría, sólo a un hombre así se le puede ocurrir la idea, en principio extraña, de que todos los hombres son filósofos. Eso parece que va contra la concepción que generalmente tienen los filósofos y los intelectuales del filosofar. Y también en este caso, porque un hombre así, es alguien que renuncia a su privilegio como filósofo técnico en favor del filosofar que sirve para ayudar a la colectividad de los de abajo. Y sólo a un hombre que ha asumido la contradicción entre ética de las convicciones profundas, de los ideales, y ética de la responsabilidad política; la contradicción entre ética el interés y ética del deber; sólo a un hombre que ha asumido esa contradicción como una cruz con la que hay que cargar necesariamente en una sociedad dividida, como es la sociedad capitalista, y hacerlo sin aspavientos, sin pretensiones elitistas, se le puede ocurrir la idea de que un día la política y la moral harán un todo al “desembocar la política en moral”. Porque un hombre así, aunque diga, como decía Gramsci en más de una ocasión, que él es como “una isla en la isla”, aunque se haya sentido muchas veces solo, está en realidad comunicando que, a pesar de su psicología él no es una isla, sino que es un continente de verdad, que enlaza con los sentimientos y creencias de los de abajo, de los humillados, los ofendidos, los proletarios de este mundo

Creo que el proyecto de Gramsci se puede entender desde este presente nuestro como un continuado esfuerzo por hacer de la política comunista una ética de lo colectivo. Gramsci no escribió ningún tratado de ética normativa, no era un filósofo académico. Tampoco era un político al uso, especialmente preocupado por la propia imagen, como lo son tantos políticos de hoy día. Y tampoco puso las páginas de su obra luminosa, los Cuadernos de cárcel, las cartas,... bajo ningún rótulo académico con los cuales se enseña ética, filosofía política o filosofía moral en nuestras universidades. Yo creo que, como tantos otros grandes, Gramsci habló poco y escribió muy poco de ética, pero dio con su vida una lección de ética. A mí me parece que es característico que los hombres grandes, y muy particularmente de los revolucionarios de este siglo, el que hablen muy pocas veces de ética. Con razón, porque la verdad es que en las sociedades en las que vivimos, a veces da cierto asco el uso y el abuso repetido de la palabra “ética”. Yo siempre digo que este término se suele poner de moda en los momentos malos de la historia de la humanidad, en los momentos en que nuestros pañales, nuestros calzoncillos están sucios moralmente... De ética no hay que hablar. Hay que practicar. Y en este caso se trata precisamente de eso, de una lección de ética, de esas que quedan en la memoria de las gentes, de esas que acaban metiéndose en los resortes psicológicos de las personas, y que sirven, y esto es lo importante, para configurar luego las creencias colectivas. Esta es una idea muy repetida por Gramsci: Que las ideas cuajen, se materialicen en creencias colectivas en el marco de una tradición crítica y con intención alternativa al orden existente. Y trabajar en eso tratando de materializarlo ya en la propia vida fue una aspiración de Gramsci desde joven.

Ya antes de ser detenido y encarcelado por el fascismo mussoliniano en 1926, en los años entre la Primera Guerra Mundial y 1926, Gramsci había desarrollado una intensísima actividad como crítico de la cultura y como hombre político revolucionario en Turín, en Moscú, en Viena, y en Roma. No me voy a referir a eso. El testimonio de su actividad está recogido en seis volúmenes con los artículos que fue publicando en las revistas en que colaboró desde 1914-15 hasta 1926. En 1921, cuando se funda el PCI, Antonio Gramsci era ya conocido sobre todo como teórico de una de las más interesantes experiencias del movimiento obrero italiano, y probablemente europeo, del siglo XX: la experiencia de los consejos de fábrica de Turín, que habían llegado a ocupar por algún tiempo las instalaciones de la más importante de las empresas de la época, la FIAT. Voy a hacer una referencia a esto porque a pesar del paso del tiempo y de lo que hemos dicho antes sobre los tiempos distintos en que vivimos, hay algo de esto que me interesa particularmente. Y es que aquél Gramsci joven, que era muy espontáneo en la consideración de la actividad política, al que se acusó muchas veces de voluntarista y de idealista por alguno de sus compañeros de entonces, fue, en efecto, un idealista en la moral y un duro crítico de los sindicatos entonces existentes, a los cuales consideraba él como parte de la cultura establecida bajo el capitalismo. Querría detenerme un momento en estas dos cosas (el idealismo moral y la crítica de los sindicatos). Lo de duro crítico de los sindicatos lo quiero subrayar porque ahora se suele poner en primer plano, y muy críticamente, esta terrible idea según la cual aquél que critica las políticas sindicales ya no es de izquierdas, o deja de ser de izquierdas, o hace pinza con la derecha. Este es un grave error, porque olvida y tergiversa lo mejor de la historia del movimiento socialista y comunista obrero y revolucionario europeo. Hay que decir taxativamente que todos los más importantes dirigentes revolucionarios de la tradición marxista que en el mundo han sido empezando por Marx, siguiendo por Rosa Luxemburg, continuando por Lenin y siguiendo también por Gramsci, han sido en algún momento de su vida críticos, y la mayor parte de las veces críticos muy duros, de las direcciones sindicales existentes. Lo cual no dice nada en contra de su carácter revolucionario. Y en el caso de Gramsci está muy claro; su crítica del burocratismo sindical de la época entre 1919 y mil novecientos veintitantos va por ahí.

Y también quiero subrayar el otro punto, lo del idealismo moral. Porque a veces se confunde idealismo ontológico o metafísico con idealismo moral, o se piensa que el idealismo moral implica o supone un cierto idealismo en la comprensión del mundo o de la naturaleza, de las relaciones de los hombres con los hombres y de los varones con las mujeres... Eso no es así. Son dos cosas distintas. Gramsci era un materialista histórico y al mismo tiempo fue desde joven hasta su muerte un idealista moral. La mejor manera que se me ocurre para dejar claro qué es lo que se está queriendo decir cuando se habla de idealismo moral es recoger unas palabras que pronunció alguien al que normalmente no consideraríamos un idealista: un científico, el mas importante probablemente de los científicos del siglo XX, Einstein, que fue también en ciertos aspectos un filósofo moral, justamente en el momento de la muerte de Walter Rathenau, un político y economista alemán asesinado por la extrema derecha. Einstein dijo una cosa muy breve pero que me parece muy interesante: “Ser idealista cuando se vive en Babia no tiene ningún mérito, pero lo tiene en cambio, y mucho, seguir siéndolo cuando se ha conocido el hedor de este mundo”. Es una diferencia fundamental. Una cosa es el idealista, el “boca abierta” en el país de las maravillas para decirlo como lo dicen los italianos... el que se chupa el dedo; y otra cosa es el que sigue siendo moralmente idealista a pesar de saber la mierda que es el mundo en que vivimos, y eso Gramsci lo sabía muy bien. Lo sabía de joven y lo continuó sabiendo mejor todavía en su madurez.

Hay otra cosa del Gramsci joven que querría subrayar, y es su visión originalísima, me parece, de la Revolución Rusa. Gramsci interpretó los acontecimientos del octubre ruso de 1917 como una revolución contra El Capital. Pero atención, y ese es el título de uno de sus artículos, no como una revolución contra el capital en general, sino como una revolución contra El Capital de Marx. E intuyó con eso varias de las contradicciones por las que estaba pasando precisamente la construcción del socialismo en la Unión Soviética, ya al inicio de los años 20. Contradicciones que luego, con el tiempo, han resultado decisivas a la hora de explicar la crisis y la disolución de aquel sistema. Diré un par de palabras sobre esta interpretación de Gramsci porque me sigue pareciendo interesantísima, y muy útil para explicar lo que ha ocurrido allí. Gramsci pensó que la Revolución Rusa del 17 había sido una rebelión tan inevitable como voluntarista que, contra las apariencias entraba en conflicto con las previsiones hechas por Marx en el primer volumen de El Capital, efectivamente, donde se pensaba o se teorizaba acerca de la maduración de las condiciones objetivas para lo que podía llegar a ser el socialismo. Esta interpretación de Gramsci es tan atípica como sugerente, y en el fondo acertada. Gramsci no había llegado a conocer las opiniones del viejo Marx de los últimos de años de su vida, del Marx entre 1874 y 1883, acerca de la comuna rusa, y sus relaciones con los rusos y particularmente con Vera Sassulich. Y a pesar de no haber conocido eso, la idea de Marx según la cual tal vez el carácter excepcional de una sociedad como la rusa en la cual todavía quedaba la implantación de la comuna rural se podría pasar al socialismo por una vía diferente de la que estaban siguiendo los países occidentales, intuyó algo que me parece que es importantísimo para su época. Intuyó esa situación contradictoria de un proletariado, el ruso, que no tenía apenas nada que llevarse a la boca, y que sin embargo resultó ser hegemónico en un océano de campesinos durante el proceso revolucionario abierto por la Primera Guerra Mundial. Esa situación paradójica en la cual una clase social no tiene nada excepto nominalmente el poder político es una novedad histórica, y Gramsci lo vio muy bien. Esa es una contradicción que quizá sólo resulta de verdad comprensible cuando se la analiza en términos parecidos a los que usaban el gran poeta Bertolt Brecht y el gran crítico literario Walter Benjamin cuando en los años 30, después ya de los procesos de Moscú, se referían a la Unión Soviética de entonces con el término, en broma, de “el pez cornudo”, decían ellos. La Unión Soviética es un pez cornudo. Algo muy parecido a lo que había intuido Gramsci.

Ahora, dicho esto, la pregunta interesante, y me parece que actual, que vale la pena hacerse hoy en día en esta situación en la que estamos, ya tan cambiada; cuando hay gente que va por ahí diciendo que de la historia comunista no va a quedar ni rastro, yo creo que la pregunta que hay que hacerse es justamente ésta: ¿por qué motivos un hombre tan sensible y crítico como Gramsci, que se daba cuenta de las contradicciones internas de aquel sistema surgido de la revolución del 17 no sólo despreció la argumentación socialdemócrata contemporánea, según la cual el atraso económico de Rusia hacía inviable el triunfo de la revolución allí, sino que exaltó la Revolución Rusa siendo consciente de sus contradicciones; ateniéndose al hecho de que aquella revolución expresaba el anhelo de las gentes de un orden nuevo, el anhelo que brote de los de abajo, de los asalariados, explotados, aliados en aquel caso con los campesinos pobres? ¿Porqué prefirió Gramsci aquel pez cornudo al viejo orden capitalista tal como existía en la Europa de entonces?... Yo creo que esa no es una pregunta gratuita. Y que es una pregunta que debe tener hoy en día una connotación especial, sobre todo para los más jóvenes. Porque sin una respuesta cumplida y precisa a esa pregunta podría parecer que la historia del movimiento comunista del siglo XX, pues no ha sido otra cosa que una equivocación integral en la cual los hombres, incluido Gramsci habrían caído por mera ignorancia o por simple maldad. El que Gramsci y otros muchos hombres y mujeres como Gramsci en toda Europa hayan aceptado pensar la contradicción y seguir siendo comunistas, es decir, no retirándose, es en mi opinión un motivo para no dejarse llevar ahora por las trivializaciones y las simplificaciones de los libros sólo negros del comunismo que se están publicando en los últimos tiempos. Ese es un motivo. El mismo motivo, por supuesto, que puede tener en la sociedad actual un cristiano, un liberal, un pacifista, etc, para seguir dándose a sí mismo ese nombre. Digo esto muy explícitamente porque creo que hay que decirlo. Una vez no hace mucho tiempo, después de una de estas cosas parecidas a lo que estamos haciendo aquí, una periodista me preguntó inmediatamente y a bocajarro: “¿Y cómo usted puede seguir considerándose marxista y comunista hoy en día después de la caída del muro de Berlín y de todo lo que ha ocurrido en la Unión Soviética?”. Y yo le dije: “ ¿Usted es cristiana?” y me dijo: “¡Por supuesto!” Y le dije: “¿Y cómo usted puede seguir considerándose y llamándose cristiana después de la Inquisición, que ocurrió hace mucho más tiempo, después de los crímenes de los grandes inquisidores no en la URSS sino en este país? ¿Y cómo alguien se puede llamar liberal después de los crímenes contra los comuneros de París?” Etc, etc... Esto, lo que tiene que hacer pensar en la línea gramsciana es precisamente que hay, ha habido dos comunismos; como hay, ha habido dos cristianismos; como hay, ha habido dos liberalismos. A mí, por ejemplo, no me gusta nada esto de que se llame neoliberalismo a esta mierda de política autoritaria que no tiene nada de liberal, ni de “neonada”, porque eso entra directamente en contradicción o en conflicto con lo que ha sido precisamente el liberalismo en sus orígenes. Y los liberales que quedan, de verdad, en el mundo lo suelen decir así, por ejemplo Marichal. O Bergamín, este que decía con toda razón: “yo soy liberal en todo menos en política, y estoy con los rojos en todo, naturalmente”. Esos eran los liberales. Yo creo que hay que seguir la misma línea. Hay que saber que los grandes idearios normalmente a lo largo de la historia se dividen en dos, particularmente en el momento en que los idearios se transforman en poder. A partir de ese momento, todo ideario de transformación, de emancipación o de liberación que en el mundo haya sido, se ha dividido en dos. Y a partir de ese momento, normalmente hay que elegir con qué parte de las dos se está. Gramsci no llegó a conocer bien, vamos a decirlo así, con detalle lo que estaba pasando entre mil novecientos veintitantos y mil novecientos treinta y tantos pero intuyó muchas cosas, algunas de ellas yo creo que muy importantes y muy actuales. La más importante, que ahora diré, y con eso acabo para dar la palabra a Juan Carlos es que una de las principales aportaciones de Antonio Gramsci a la historia del pensamiento marxista y comunista: su esfuerzo a lo largo de toda su vida por pensar la relación entre vida pública y vida privada, o dicho de otra manera, por intentar superar esa doble moral característica de la cultura burguesa que rompe, que separa lo privado de lo público constantemente. Hay muchos ejemplos a lo largo de su obra. Los más hermosos, los más interesantes están seguramente recogidos en sus cartas.

La lectura que Gramsci hace acerca de la relación entre lo público y lo privado, la vida pública y la vida privada de un político, se encuentra en dos cosas interesantísimas. La primera de ellas es una recuperación del gran filósofo y teórico de la política de todos los tiempos, y creo que hay que decirlo así: Maquiavelo. Gramsci ha hecho una excelentísima lectura de Maquiavelo contra la idea corriente vulgar de Maquiavelo que quiere representar eso que todos llamamos maquiavelismo con lo que queremos decir torticero, cabroncete, etc... Nada de eso. Maquiavelo no era eso sino todo lo contrario. De Maquiavelo Gramsci recoge dos grandes cosas. Primero la distinción entre ética y política, pero no para negar la ética, sino para distinguir analítica y metodológicamente dos planos: el plano de la ética y el plano de la política, y considerar a partir de ahí que el ámbito de la política es un ámbito autónomo. Y que la actividad política se tiene que juzgar autónomamente en ese ámbito, no tirando de la cuerda de los vicios privados de los políticos, como habitualmente se suele hacer. Hay que saber separar los campos. Pero la versión vulgar de Maquiavelo viene a decir que eso es sin más la afirmación de la razón de Estado, la afirmación de la política en contra de la ética. Falso. Eso en Maquiavelo no es así y Gramsci lo vio muy bien. Eso lo que significa es un tipo distinto de entender la relación entre lo ético y lo político en la cual lo político es prioritario, y esta es una concepción que Maquiavelo recoge de los antiguos y que Gramsci repite. Esta es la concepción griega, clásica, aristotélica de la relación entre lo ético y lo político. Porque el hombre es un zoon politikón, un animal social político, dirá Aristóteles, lo político es metodológica y analíticamente prioritario respecto de lo ético; lo político es ética de lo colectivo. Donde el hombre público en sociedad pone de manifiesto sus valores es en la participación en la vida en la polis. Esto que Maquiavelo recoge, no sólo en El Príncipe, sino en otras obras suyas, y que Gramsci vuelve a poner en primer plano, es fundamental. Tan fundamental como que esta es, vamos a decirlo así, la crítica más importante y radical que se puede hacer a la hipocresía cristiana en los orígenes de la modernidad. Maquiavelo no está criticando la ética. Lo que está criticando es la hipocresía moral de un cristianismo que dice que hay que hacer, pero que luego justifica lo que se hace, que es lo contrario de lo que se dice que hay que hacer. Y Gramsci también. Y esto le lleva a la reflexión sobre el hacer propio, sobre el mismo hacer. Y tampoco sobre eso se hace demasiadas ilusiones, puesto que no se trata sólo de criticar a los otros, sino también de pensar reflexivamente sobre lo que hacemos nosotros mismos. Y este es el segundo punto que subrayaré.

Hay unos cuantos pasos en las cartas de Gramsci que son interesantes en este sentido porque ponen de manifiesto cómo el Gramsci maduro se da cuenta de hasta qué punto es empobrecedora la dedicación exclusivamente a la política. El sólo político. Esto lo repite en cartas desde Viena y Roma a su mujer, Julia Schucht, con la que lleva muy poco tiempo casado. Él se da cuenta de que la dedicación a la que está obligado el político profesional y más si es, como en su caso, alguien que tiene que estar saltando fronteras en una época de clandestinidad, es empobrecedora desde el punto de vista de la formación el individuo. En una de ellas hay una cosa muy característica que enlaza directamente con uno de los grandes poemas de Bertolt Brecht que se titula “A los por nacer”, donde Brecht viene a decirnos a nosotros, a los que hemos nacido después: “nosotros”, o sea, los rojos, los comunistas, los socialistas, los anarquistas de los años 30, “que luchábamos por un mundo en el que estuviera en primer plano la amabilidad, no pudimos ser amables; miramos la naturaleza con impaciencia”. Pues bien, paradójicamente Gramsci fue de ésos. No podía ser de otra manera. Él mira tan con impaciencia la naturaleza que cuando está haciendo política escribe cartas desde los sitios paisajísticamente más maravillosos de Italia y no ve nada, no se entera de nada, no quiere enterarse de nada. Y, sin embargo, cuando ya es detenido, está en el destierro y tiene un momento de tranquilidad de espíritu respecto de la actividad política, entonces escribe las más hermosas páginas sobre la naturaleza. Esto puede parecer paradójico, pero en realidad es así. Cualquiera que tenga una cierta edad y haya tenido la experiencia de pasar de la vida política en la clandestinidad a la cárcel seguramente recordará que hay momentos en el inicio de entrar en la cárcel en que uno se siente tranquilo, por así decirlo, en que puede ver las cosas con una dimensión que no tenían antes.

Esto yo creo que es un lección sumamente interesante contra el politicismo, la politiquería y la consideración del todo político, y un apunte sugerente me parece a mí, para pensar, en los tiempos que corren, acerca de la importancia que tiene para nosotros, los que seguimos queriendo ser rojos, comunistas, socialistas, libertarios, anarquistas... el fijarnos en consideraciones no sólo políticas, sino también prepolíticas, éticas, antropológicas, anteriores desde todos los puntos de vista a la consideración fundamentalmente política. Porque sólo así, me parece a mí, siguiendo el ejemplo de Gramsci, es como se puede lograr la plenitud en la vida de cada uno, que intenta prefigurar lo que podría ser una sociedad mejor, de iguales, esto de juntar la actividad ética con la política.

Seguro que de Gramsci se pueden decir muchas cosas más. Yo he puesto el acento sobre todo en el asunto de la relación entre lo ético y lo político y con eso acabo.

Muchísimas gracias por la invitación y por la atención.





INTERVENCIÓN DE JUAN CARLOS RODRÍGUEZ


Voy a tratar de resumir lo más posible la charla que yo tenía preparada ya que hemos empezado un poco tarde.

En primer lugar quiero decir que, efectivamente, es muy distinta la situación en que Paco y yo nos encontrábamos hace 20 años en Granada cuando, digamos, ser marxista, ser comunista, ser de izquierdas, era un privilegio. Era algo que quien no lo era parecía que no existía y, hoy somos una isla... o un continente, más bien un continente negro, como decía Freud. Y ya vamos quedando ciertamente pocos... Pero esta es una situación momentánea. Hay una cuestión que pienso que a todos nosotros, y a todos vosotros, os puede interesar. Ya que Paco ha hablado de Brecht y de Gramsci, yo creo que ha podido añadir a Benjamin, Korsch, Lukács..., es decir, la gente que más nos ha interesado en este sentido. La cuestión está en un poema de Brecht que pienso que explica un poco la situación en que nos encontramos ahora, sobre todo los que seguimos creyendo en el marxismo y en el comunismo, o cualquier otra opción de izquierdas. Ese famoso poema de Brecht que se llama “Cambio de rueda”:



Sentado al borde del camino

miro al chófer cambiando la rueda.

No me interesa el sitio de donde vengo.

No me importa el sitio donde voy.

Entonces, ¿por qué miro el cambio de rueda con impaciencia?



Esta pregunta señala esa situación de perplejidad que nos hacemos todos los que deberíamos, según el ideario capitalista, haber abandonado nuestros planteamientos, nuestras creencias, nuestras ideas, nuestros sentimiento, por tanto, lo más profundo de nosotros mismos. ¿Por qué no lo hemos abandonado? “No me interesa el sitio de donde vengo. No me importa el sitio donde voy. Entonces, ¿por qué miro el cambio de rueda con impaciencia?”

De esta impaciencia es de la que quisiera un poco hablar, es decir, de la inquietud que nosotros tenemos hoy. No se si estamos de acuerdo en algo, pero sí se de algo que nos une, y lo que nos une es obvio: la explotación no cesa; y, en realidad, no tenemos respuesta a ella. Jamás habíamos estado tan desarmados. Por supuesto que el marxismo no nace de los libros, nace de la explotación, el hambre y de la miseria, y, por supuesto, también, hoy más que nunca, de la insatisfacción subjetiva. Podíamos decir así que junto a la expansión asfixiante del capital, que ha contraído el mundo, que lo ha metido en sus redes, nosotros, sin embargo, estamos en un proceso de acumulación de insatisfacciones, una curiosa acumulación primitiva, que indudablemente estallan por un lado o por otro, aunque inmediatamente sean fagocitadas.

Desorientados, nos acercamos a Gramsci. Quizá para pedir ayuda a sus textos o para hablar simplemente de lo que significa Gramsci para el marxismo y para el conjunto de la izquierda. Y pedir ayuda a Gramsci significa también algo tremendamente sintomático, significa, sin más, la necesidad de estudiar y aprender. Así decimos que acudimos a los textos de Gramsci como necesitamos recurrir a Brecht o al propio Marx, es decir, acercarnos a la política precisamente alejándonos de la miseria de la política actual. Yo diría que necesitamos subjetivizar la política para entendernos a nosotros mismos y para saber lo que está pasando alrededor, y eso antes de poner la palabra “política” entre comillas. Porque de lo que se trata en el fondo es de situarnos ante el proyecto de vida global e individual de todos nosotros, y de cada día, ya que ese cada día resulta clave, y ya que nuestra vida subjetiva es lo que más nos importa: nuestro trabajo, nuestro cuerpo, nuestros deseos, nuestro estar vital en el interior de una concepción del mundo que nos defina y nos identifique. Seguir pensando que la política es algo que está ahí fuera y que la vida subjetiva es otra cosa, es una trampa virtual que corresponde a la ideología burguesa, como se ha señalado anteriormente. La ideología burguesa de lo privado y lo público. En esa trampa hemos caído muchas veces, y es, sin duda una de las claves de nuestra opacidad actual. Parece como si sólo los políticos burócratas hubieran roto esa dicotomía al convertir su vida política, en efecto, en su vida cotidiana, es decir, en el sillón que les da de comer cada día. Cuando hablo de subjetivizar la política hablo estrictamente de cambiar la concepción de la política. Hablar en abstracto de partido, sindicato, etc... como si fuera algo que apenas nos incumbe resulta hoy absurdo. También resulta absurdo hablar hoy de teorías abstractas y de análisis del lenguaje para conseguir una solución teórica. Pero que no se me mal entienda, igual de absurdo resultaría hablar de prácticas subjetivas sin más; o hablar simplemente de la razón democrática, como si ésta no fuera también un teorema abstracto, una teoría abstracta; o incluso de la libertad, como si estuviéramos en el siglo XVIII. Conquistar la libertad está muy bien, es obvio, es uno de los objetivos básicos. Pero no olvidemos que en absoluto nacemos libres, que la libertad se conquista y que, precisamente, sólo podemos hablar de libertad, hoy por hoy, en un sentido de privacidad. Porque libertad, como igualdad y fraternidad, no es un lema humano abstracto. Es un lema básico del capitalismo, pues, amigos míos, si al capitalismo se la quita la libertad de explotar se queda en nada.

Para mí el comunismo es libertad para todo menos para explotar. Si al capitalismo le quitamos la explotación, el capitalismo no es nada. No se trata, pues de cambiar de algún modo el sentido de nuestras categorías, sino de transformar esas categorías conceptuales, pues efectivamente, hablar hoy de lo abstracto y lo concreto, de la teoría y la práctica, etc... me parece un túnel sin salida, un espacio tan negro como las pinturas de Goya. Eso quizá fue necesario en los años 20 y 30, cuando la revolución parecía al alcance de la mano, pero así nos fue. Esas polémicas quizá fueron necesarias en la España de los años 60 y 70, pero así nos fue, y este es el resultado. Eran polémicas estériles en cualquier sentido porque nos obligaban a jugar en el terreno del enemigo, nos obligaban a jugar con las categorías burguesas de las relaciones capitalistas. Y cuando se juega en el terreno del enemigo se suele perder.

Plantear el problema de la lectura de Gramsci desde las polémicas de los años 60 y 70 nos va a llevar a pocos resultados excepto en un solo caso, y es el hecho de comprobar, no sin asombro, que las polémicas de entonces eran bastante parecidas a los planteamientos teóricos y políticos en los que se vio obligado a vivir Gramsci en los años 20 y 30. Un horizonte donde se alternaban la guerra de trincheras y la guerra de asalto; entre el clase contra clase y el frente popular; entre el avance y el retroceso; entre el teoricismo y el voluntarismo; entre la disciplina y el espontaneísmo; etc... Salvo por un matiz. En los años 20 y 30 la URSS existía y parecía que el proletariado había tomado el poder. Los planteamientos de Gramsci, con todas las matizaciones que se quieran, están sujetos a esta perspectiva en la que la lucha política sí que está asentada en la clase obrera, y por supuesto en sus alianzas con los campesinos, en la salubridad de las masas de trabajadores que parecían poder asaltar el cielo. En efecto, la clase obrera sí que está hoy en el paraíso, como en el titulo de la famosa película, pero no precisamente en la idiotez del paraíso comunista, sino transformada cualitativamente y encerrada en el paraíso del supermercado. No me estoy refiriendo, obviamente, sino a los países occidentales.

No es que Gramsci fuera siempre un político alineado con Moscú o la III Internacional, pero en el fondo no había otra perspectiva posible. También es la situación en que se encontraba Brecht, por ejemplo, y podríamos hablar como decíamos al principio de la situación ambigua de Brecht, Benjamin, Korsch, Lukács... Pero el pensamiento marxista se fue forjando a fuerza de contradicciones, y en contradicciones vive. “La vida es terriblemente dialéctica”, decía Gramsci en una carta a su mujer. Y sin que entremos a analizar la frase está claro que simplemente intentaba dar una impresión de lo que él estaba sintiendo, viviendo y pensando. Porque, además, hay otro matiz decisivo: todo el planteamiento táctico y estratégico de Gramsci gira primero en torno al poder obrero y campesino, pero en seguida tiene que volcarse en la lucha contra el fascismo. El 80% de su escritura está basada en la derrota del fascismo y en la alianza con otros sectores de la sociedad italiana, con lo que su pensamiento se amplía y se flexibiliza. Pero hay más. Gramsci pudo polemizar con los textos salidos de la URSS, como el manual de sociología de Bujarin; o darse cuenta de la importancia del trabajo industrial en los EEUU; y analizar el taylorismo y el fordismo en relación con el stajanovismo que estaba ocurriendo en la URSS. Pero como el horizonte clave de una sociedad lo constituyen siempre las ideas, o el inconsciente ideológico de las clases dominantes de esa sociedad, Gramsci se ve empapado por el pensamiento más representativo de los ideólogos liberales del momento en Italia, es decir, Benedetto Croce, y por supuesto, por el hegelianismo. Y al estar empapado de él, hay veces en que en realidad rompe con Croce y otras en las que no sabe salir del atolladero, y simplemente trata de responder a las preguntas ya planteadas.

Pero no me quiero referir estrictamente a los escritos de Gramsci, ni siquiera a sus interpretaciones italianas o europeas, sino que prefiero, por el momento plantear la cuestión de los análisis de Gramsci en España en esos años 60-70 a los que aludíamos. Por supuesto que el pensamiento marxista español no podía sino caer en algunas trampas a las que acabo de aludir. Además, que si es dudoso hablar de un pensamiento marxista en bloque, mucho más lo es hablar de un mínimo pensamiento marxista en la España de Franco y en el postfranquismo. Aquí sí que nuestro único referente básico fue acabar con el franquismo y conseguir la famosa ruptura de izquierdas, y por tanto es lógico que lo que hoy se nos plantean sean las realidades de aquellas miserias que fueron nuestros planteamientos, y nos encontremos con los problemas que entonces procuramos olvidar; o que nos resultaba imposible ver con nuestra propia ceguera teórica, política o ideológica. Esos blancos del olvido de la ceguera son los que nos han traído aquí hoy, porque el panorama actual sí que parece el viaje de los ciegos pintados por Brueghel. Cuestiones, por ejemplo como la siguiente: ¿en qué sentido el franquismo fue realmente un fascismo?. Esto es algo que habría que analizar profundamente desde el punto de vista de clase. Mas si en efecto hubo en los 40 años de franquismo una lucha de los comunistas, la hubo sobre todo en el nivel de los trabajadores y de los jóvenes. Pero sólo ahora vemos lo que no veíamos, esto es, que un sistema no se mantiene únicamente por la coerción, por la represión policial o paternal, por las cárceles, ni siquiera por el apoyo americano de la guerra fría. Que un sistema se mantiene durante 40 años porque hay un consenso casi global de la población. Esto quiere decir que en el franquismo casi todo el mundo era franquista, y eso fue algo que nosotros no supimos ver. No supimos establecer una estrategia real frente al poder inmenso del capitalismo, que era el consenso ideológico que realmente sostenía a Franco. Al no saber establecer una estrategia real contra el capitalismo, hemos aceptado sin más la identificación entre capitalismo y democracia, pese a que la democracia sí que es una conquista popular. Al carecer de estrategia frente al capitalismo en todos los ámbitos moleculares de la sociedad, no sólo carecemos de un verdadero proyecto alternativo de gobierno, sino a la vez de un lenguaje y una táctica política realmente alternativa. Nos olvidamos de la ideología como inconsciente vital, como inconsciente social, y así todo se ha ido convirtiendo en palabras vacías. Gramsci admiraba a la Iglesia por haber creado la acción católica. Eso sí que era un movimiento de masas una vez que se prendía en todas las pieles. Por eso la democracia cristiana, con la ayuda de los americanos, ha podido dominar Italia durante 40 años. Nosotros seguimos reduciéndonos, o seguíamos reduciéndonos a grupos minúsculos, incluso a meternos con los cristianos de izquierdas, pero, eso sí, hablando a la vez de las masas y las masas.

Al no darnos cuenta de que el verdadero peligro no era el fascismo sino las capas burguesas y pequeño burguesas que lo sustentaban, y que pudieran haber sido nuestras aliadas en algún momento (en el fondo el capitalismo de base, que era la clave de todo en sus diversas transformaciones), al no darnos cuenta de eso nos quedamos desarmados en cuanto el capitalismo apareció como forma política e ideológica sin tapujos. Nos encontramos así con que el problema ya no era socialismo frente a fascismo, sino que el problema se reducía a unas líneas de juego muy determinadas. Las establecidas hoy: ser de izquierdas o de derechas dentro, únicamente dentro, de la reglamentación establecida por el propio capital, a nivel económico, político e ideológico. Se me dirá que esto ha ocurrido en todos los sitios, pero está claro que no en todos los sitios de la misma manera. Además de que mal de muchos, consuelo de tontos, no me parece una respuesta válida. Pero hay algo más. ¿ Qué sentido tiene un partido de izquierda dentro del capitalismo salvo el de aludir a la metáfora del capitalismo salvaje, como si hubiera alguno que no lo fuera, y establecer unas mínimas líneas de defensa? Claro que cualquier planteamiento revolucionario sería una estupidez, pero el problema concreto radica en que las masas no están en absoluto por la labor de socavar el capitalismo, y eso es culpa nuestra. Y la cuestión se complica mucho más porque implica a los sindicatos, como acaba de decir Paco, no sólo por su burocratización, sino porque por una parte hay que hablar de la clase obrera y del proletariado hoy en gran medida fuera de la fábrica. Hay que hablar de lo que Negri nebulosamente ha llamado el trabajo social. Pero esa masa de trabajadores sociales está imantada por la ideología capitalista. Está a gusto en el sistema, y el marxismo le parece una antigualla.

No es el internacionalismo marxista el que ha triunfado. Es el internacionalismo del mercado mundo, y el supermercado de cada ciudad, de cada pueblo o de cada calle. Incluso, ¿cómo no pensamos que el mercado mundo era global y que incluía a la URSS, como capitalismo de segundo grado y capitalismo de Estado? El poder económico político y militar ha sido decisivo en este sentido, pero qué duda cabe de que lo verdaderamente decisivo ha sido el poder ideológico. La gente no sabe pensar su vida sino a través de las perspectivas capitalistas. Es la ideología capitalista actual la que ha roto las fronteras entre lo privado y lo público, entre el interior y el exterior, y esas fronteras se han roto porque cada vida particular está de acuerdo con el sistema global. A eso se la ha llamado postmodernidad. Es una estupidez como otra cualquiera, pero es un síntoma. Es un hecho que el subjetivismo capitalista implica exactamente esa ruptura e fronteras, pero, curiosamente ,despolitizándonos, no diciendo que se trata de una cuestión política o de explotación de clase, sino señalando el egoísmo pragmático y la subjetivización empirista propia del mundo americano, del capitalismo nacional, donde en cada casa hay una bandera de barras y estrellas. Esa curiosa subjetivización aparente, despolitizada, lo es sólo en tanto la vida no se concibe sin las barras y estrellas, es decir, sin una politización global asumida, aceptada en cada molécula de la piel. Esto, por supuesto, es nacionalismo. Pero ese nacionalismo norteamericano se ha extendido por todo el mundo a través de las multinacionales, de las coca-colas y las hamburguesas, de los horarios de trabajo, pero sobre todo de las formas de vida de cada uno. Y para qué hablar de los media y del espacio cibernético internacional. Y todo ello, amigos, curiosamente en nombre de la libertad y la democracia, no en nombre de la explotación. Y nos hemos ido desarmando.

Ante este panorama simplemente descriptivo, es evidente que nuestras salidas están bloqueadas, no sólo en la política objetiva, puesto que nosotros también tenemos que hablar en nombre de la libertad y la democracia, sino sobre todo en esa subjetivización vital de la política asumida como no política y como no explotación. Es por eso por lo que yo he hablado al principio de subjetivizar la política desde otro punto de vista, es decir, desde un punto de vista real. Somos sujetos, sujetos al poder, pero somos sujetos porque el capitalismo nos ha convertido en libres para poder explotarnos. Esa es la realidad que existe, y por eso nuestro lenguaje no se entiende, pues, en efecto, ¿qué proyecto vital subjetivo ofrecemos nosotros realmente en nuestro mensaje, tanto a los jóvenes como a los viejos como a cualquiera? Ninguno. Sencillamente porque no tenemos categorías alternativas que ofrecer como proyecto colectivo y mucho menos como proyecto individual. Nuestro único paradigma parece ser la razón democrática, pero ese territorio está ya ocupado. Nosotros somos siouxs que sólo habitan en la reserva.

Hubo un momento, en efecto, en que quizá deberíamos haber aprendido algo más. Me refiero a un momento de crisis total del capitalismo, en el año 29, y que provocó una serie de cuestiones, en cierto modo, similares a las nuestras. Pero Keynes y Roosevelt crean el New Deal. Se fomentó al máximo la cuestión pública y se permitieron incluso los movimientos de liberación más importantes que han existido jamás, en muchos años, en los EEUU; desde el cine al teatro, desde la novela negra a la importancia del pensamiento radical. Evidentemente, el capitalismo americano se salvó gracias a la Segunda Guerra Mundial y a la industria de armamento. Pero para el marxismo la Segunda Guerra Mundial fue su tumba, a pesar de Stalingrado y el ejército rojo. Parece claro que, sin embargo el New Deal puede ser un ejemplo de cómo se puede luchar en situaciones adversas y cómo el propio capitalismo está lleno de contradicciones. Quiero decir que podemos aprovecharnos de esas brechas y esas contradicciones, pero ya sin soñar con triunfos como la Larga Marcha de Mao o la victoria en Saigón. La derrota de los americanos en Saigón les enseñó que no debían volver a luchar en tierra, sencillamente tendrían que usar la soga del ahorcado, es decir la asfixia económica. Que el nacionalismo USA y el multinacionalismo capitalista han impregnado el mundo parece ser una obviedad, y lo es, sin duda, pero lo es sobre todo, insisto, por esa impregnación de la piel, porque nadie sabe pensar ni sentir de otra manera que no sea la de las formas de vida capitalistas. La estupidez del marxismo de aferrarse a la razón frente al supuesto irracionalismo fascista y el no menos absurdo supuesto de que el capital también era irracional, es el verdadero vacío teórico e ideológico que aún seguimos pagando.

Nos encontramos, pues, ante el momento de preguntarnos de nuevo ¿qué hacer? Y sólo sabemos recurrir a los llamados movimientos alternativos, desde el feminismo al ecologismo, que son, desde luego realidades evidentes, pero que en absoluto hemos sabido desarrollar en su sentido más profundo, quiero decir extendiéndolos a la comprensión y al inconsciente de las masas. No digo que no se esté haciendo nada en ningún sentido; digo que en seguida el sistema nos fagocita... Confieso que no veo ninguna salida, confieso que me encuentro en la misma situación en que Gramsci se encontraba al escribir en la cárcel a su cuñada, Tatia. Le escribe el 29 de agosto del 32: “He llegado a un punto tal que mi capacidad de resistencia está a punto de romperse”. El 16 de marzo del 33: “Tú no has comprendido que verdaderamente estoy acabado”. El 2 de julio del 33 le escribe que después de dos años de desgaste muy lento “no tengo nada que decir, ni a ti ni a nadie. Estoy vacío, ya no se puede hacer nada”.

¿Ya no se puede hacer nada? Yo pienso que hay una cuestión fundamental: seguir creyendo en la contradicción, seguir creyendo en la explotación, que no cesa. Y sobre todo seguir creyendo en que los bancos se abren cada día a las 9 de la mañana y ese dinero no cae como el maná del Sinaí. Se extrae de nuestros bolsillos. Y que el 80% del planeta se está muriendo por la explotación. Y que el 80% de la humanidad se está muriendo de hambre y de miseria. Y recordemos que nosotros, los marxistas tenemos que estar ahí cuando ese estallido más pronto o más tarde se produzca... Efectivamente, Gramsci tenía razón: sin esperanza, pero con convencimiento.

Muchas gracias.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 31 Ago 2012, 18:56

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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 02 Sep 2012, 17:48

"La época sigue indigente no solamente porque Dios haya muerto, sino porque los mortales apenas conocen lo que tienen de mortal" (Martin Heidegger)
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 03 Nov 2012, 12:53

Slavoj Žižek escribió, en otoño de 2003:

UN BUDA, UN HÁMSTER Y LOS FETICHES DE LA IDEOLOGÍA

Hoy una especie de sabiduría agnóstica, oriental, de la nueva era, o usualmente alguna clase de falso Taoísmo o Budismo se está convirtiendo en la forma predominante de ideología. ¿Cómo funciona este Budismo? ¿Por qué es la ideología ideal para el capitalismo tardío?
El mensaje fundamental [de esta nueva corriente] es "no persigas el éxito material, no participes en el juego social por entero, hacélo con distancia." Ustedes saben como son usualmente los posters de propaganda de los cursos budistas. Hay un primer párrafo anticapitalista: "No te dejes atrapar en esta lucha por lo material, retírate a la paz, etc., etc.". Pero el segundo párrafo siempre es "de esta manera vas a ser aún más exitoso en los negocios".
La visión es que el funcionamiento de nuestra vida capitalista de todos los días es tan frenética, tan alocada, que para sobrevivir necesitaás tomarlo como si fuera un juego, no un compromiso real, porque si estás demasiado comprometido te volvés loco. Creo que el funcionamiento de la ideología es, en este punto, fetichista. ¿Qué significa el fetichismo en este contexto? Los fetichistas no son idiotas, son realistas. Un fetichista es alguien que, aferrándose a su fetiche, puede soportar la realidad tal como es.
Déjenme contarles una historia, que es real, le sucedió a un amigo mío recientemente, cómo hizo para sobrevivir a la muerte de su esposa. Fue la trágica historia frecuente, él estaba felizmente casado, la esposa fue al doctor, de pronto le dijeron "tenés cáncer de mamas" y murió en tres meses. Pero la gran sorpresa para sus amigos fue descubrir cómo después de la muerte de su esposa, este tipo podía hablar bastante fría, normalmente, aún de los más dolorosos momentos de la muerte de su esposa. No teníamos que simular, que evitar el tema traumático... era absolutamente normal, él podía hablar sobre todo. Entonces nos preguntamos, "¿Pero este tipo es un monstruo o qué? ¿Cómo puede tratar tan fríamente la muerte de su esposa?".
Pronto descubrimos el secreto. Es tan simple y ridículo que sólo porque es verdad puedo contarlo seriamente y creerlo. Nos dimos cuenta que siempre que hablaba de su mujer, de los momentos más dolorosos de su muerte, él jugaba en su regazo, con sus manos, con un pequeño hámster, la mascota de su mujer; y que este hámster era su fetiche. Funcionaba como una especie de negación simbólica de lo que estaba diciendo. Él era capaz de admitir racionalmente la muerte de su esposa, pero con el hámster bloqueaba la verdad contenida en su aceptación de esta muerte. Ustedes se preguntarán si esto es una especie de análisis salvaje muy primitivo, y cómo podemos saber que realmente esto era así. Desafortunadamente tengo la prueba, como saben los hámsters viven por muy poco tiempo: medio año después de la muerte del hámster, el tipo se quebró y debió ser hospitalizado por un intento de suicidio.
Así es como creo que sobrevivimos hoy a la realidad capitalista, podemos ser muy realistas, actuar con crueldad, no tener ilusiones sobre la vida social, pero cuando encontramos a alguien que dice "No tengo ninguna ilusión, puedo aceptar la vida tal como es, cruel, sin ideales", háganle una simple pregunta: ¿Dónde está tu hámster?
Mi idea es que este budismo occidental es un hámster gordo y grande. Podés participar completamente en el salvaje juego capitalista mientras tu entrenamiento y tu meditación y demás te dan la ilusión de que esa no es la vida real, sólo estas jugando el juego social, en realidad estás en cualquier otro lado.
Creo que ni siquiera podemos decir que esto es sólo una falsificación occidental, que la verdadera sabiduría oriental es algo totalmente diferente. Recientemente leí un libro maravilloso de un autor llamado Brian Victoria, Zen y guerra, que demuestra que en los 30s y 40s, con la excepción de algunos disidentes, las autoridades budistas zen japonesas apoyaron completamente al militarismo imperial japonés [...] Pero lo interesante es cómo los budistas justificaron al militarismo. Un nivel fue la justificación teleológica usual, que también conocemos en occidente, "a veces tenés que hacer un mal menor por el mayor bien, no deberíamos matar, pero matemos un poquito para prevenir una gran matanza". Pero la legitimación clave fue mucho más interesante y siniestra: la idea era que la obediencia militar absoluta e incondicional, la ejecución inmediata de órdenes, era la vía directa de la mayoría de la gente para conseguir la iluminación espiritual. Porque la idea era que el oro del esclarecimiento budista, la superación del falso "sí mismo" (self), se logra a través de la disciplina militar perfecta, donde uno se convierte en una máquina, sólo ejecuta órdenes, te sobreponés a vos mismo.
Déjenme evitar un malentendido, no estoy diciendo que esto significa que el budismo zen es una falsedad, un falsedad militar secreta. Afirmo que lo mismo puede decirse de los grandes místicos de Europa occidental. Si miran de cerca a muchas de las grandes figuras místicas descubrirán que también eran políticamente activas y extremadamente crueles. Mi conclusión es simplemente que aún el esclarecimiento místico y espiritual más auténtico es éticamente neutral.
No hay nada que nos prevenga de cometer los peores crímenes. Déjenme contarles un extraño hecho que pienso que es aquí profundamente indicativo. ¿Saben cuál era el libro favorito de Himmler, el jefe de la SS de Hitler? Era un libro encuadernado en un cuero especial que llevaba todo el tiempo en su bolsillo: el Bhagavad-Gítá. La idea es que así es como un soldado nazi debe cometer sus asesinatos, con una distancia interior, sin participar en ello.
Ahora, para concluir realmente, pienso que por lo que debemos esforzarnos no es en las [hipocresías religiosas, no las religiones si no su utilización hipócrita]. Necesitamos una lógica diferente de compromiso colectivo, de compromiso ético. ¿Dónde encontramos esto? ¿Cuál es la solución? Me encantaría desarrollarlo, pero me piden que termine. Muchas gracias.

Artículo publicado en la edición de agosto/diciembre de 2003 de la publicación PLAN V, Una Revista Argentina de Política, Economía, Cultura y Futuro.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 22 Nov 2012, 13:19

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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 13 Feb 2013, 22:54

billy_danze escribió:Para empezar a leer filosofía. Creo que esta pregunta la había hecho pero no tenía Kindle.

Recomendadme libros, por favor.
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 10 Mar 2013, 10:58

Repetir Žižek: el retorno de lo Uno

Verónica Gago y Diego Sztulwark
Rebelión


Hace unos años circuló en Argentina, en el contexto de las revueltas colectivas que marcaron la singularidad de la crisis del neoliberalismo en 2001, un trabajo polémico de Slavoj Žižek bajo el título La revolución blanda [1] . El texto presentaba las posiciones políticas del autor en debate con diversas revueltas que, de Chiapas al movimiento de la resistencia global europea –pasando, claro está, por la dinámica social asamblearia y callejera de la Buenos Aires de entonces–, cuestionaban el modelo revolucionario centralizado en la toma del poder del estado y la declaración desde arriba del socialismo. Años después, con la traducción al español de Órganos sin cuerpo, sobre Deleuze y sus consecuencias, advertimos que el texto en cuestión era la sección dedicada a las consecuencias políticas de la filosofía de Deleuze y Guattari [3. política: un alegato en pro de la revolución cultural]. Nuestra intención es decantar las tesis implícitas, de un autor tan prolífero (como proliferante), que sostienen la confrontación con las políticas radicales libertarias del presente (aún cuando estas últimas puedan beneficiarse ampliamente disfrutando de sus chistes y provocaciones). En particular nos interesa señalar cómo éstas han intervenido o se han conjugado en la coyuntura de América Latina. El método será sencillo: vamos a seguir línea a línea el texto en cuestión, buscando comprender qué es lo que está en juego en la polémica política que Žižek despliega (y que se repite en numerosos textos e intervenciones públicas) y el tipo de posicionamientos que encuentran eco en sus argumentos. Y en medio de tal argumentación, recuperaremos dos críticas “aliadas” que completan y dan consistencia al trabajo de conjunto.

El capital es el enemigo: viva el capital

1.

Un libro como ¿Qué es la filosofía? siendo leído por un yuppie en el subte parisino. Tal es la imagen –irónica, que prepara el ataque, que sabe de su impacto visual– con que Žižek comienza su artículo. Pero es también una puesta en acto precisa de un procedimiento que, en su repetición y aceleración, se vuelve clave de nuestra actualidad: aquel por el cual las preguntas, lanzadas como interrogaciones complejas, como signos de apertura, son metabolizadas y convertidas en “demandas” a satisfacer, en slogans de los que podemos adivinar su simplificación, en fórmulas ya-codificadas. Tal táctica aplicada a la pregunta sobre qué es la filosofía (que Žižek responde imaginando ser el yuppie) se replica, en la lógica argumentativa del autor, como método para banalizar las preguntas de la llamada nueva política radical. Si el yuppie interpretando a Deleuze como un manual de ayuda posmoderna logra plasmar una respuesta “baja” –en un sentido preciso: banal, estetizante–, lo que queda anulado es la posibilidad de exigir, ante cada pregunta, una dramatización conceptual a la altura de la problematización de la que es capaz.

En un texto del 2001, Žižek nos da las pistas –paradójicamente– del proceder que quisiéramos seguir también nosotros. Conciente de los métodos esterilizantes (vía banalización) de las filosofías de la emancipación –tan habituales en las élites financieras–, el autor propone rescatar los núcleos activos de la filosofía de Marx, repitiendo (en un sentido de reactualización) las figuras condenadas de la revolución que supieron darle vida. Ese mismo rescate de los núcleos vivos de la nueva radicalidad política es lo que nosotros quisiéramos “repetir” para el escenario latinoamericano actual [2] .

2.

Cuando Žižek postula a Deleuze como ideólogo del capitalismo tardío (2007: 209), el problema que se plantea es el del isomorfismo actual entre capitalismo y resistencia. La estrategia de Žižek no apunta a replantear esta aparente convergencia, sino a desnudar la ingenuidad de las resistencias, víctimas de una confusión en los términos. El descubrimiento del isomorfismo permite alcanzar dos objetivos simultáneos: el develamiento de la señalada ingenuidad y, de modo sucesivo, el cuestionamiento de todas las construcciones ensayadas sobre dichas premisas. De este modo, dichas resistencias estarían condenadas desde el inicio a ser no sólo absorbidas por el capital, capaz de metamorfosearlo todo, sino a replicar sus consignas, su proceder y sus supuestos. No habría otra política, sino una lógica de lo mismo. Lo que finalmente anima la argumentación de Žižek es un sueño de identidad, de equivalencia, de analogía, de simetría y adecuación. Un sueño que, parafraseando a Irigaray, es requerido por todas las ontologías que se valen del a priori de lo mismo. Como modo de desestimar la diferencia radical y de replegarla como falsa diferencia. La estrategia de argumentación del esloveno supone ignorar al Deleuze autor de una lógica del sentido que apunta, precisamente, a exaltar la diferencia sin concepto como substrato crítico de los isomorfismos sucesivos propuestos por el capital. Como lo explica Peter Pál Pelbart (2009), la “diferencia” que nos ofrece el capital es una pseudo-diferencia o diferencia controlada, mientras que la diferencia ontológica es puro desplazamiento.

3.

Para argumentar tal cosa, Žižek corre con la carga de la prueba: debe, antes que nada, des-ontologizar toda afectividad política entendida como materialidad actuante. Ésta no debería pensarse, según Žižek, “como soporte libidinal de la actividad revolucionaria” (2007: 211). Así, el esquema trascendental žižekiano parte de negar una particularidad de lo sensible –“el exceso errático” (2007:210)–, repudiado por lo que supone ser su ingenuidad empírica primera. Así argumenta que ese “campo relacional de afectos previamente existente” no es “pirateado” ni tampoco obstaculizado por la lógica capitalista, sino promovido por ella. No es lo concreto frente a lo abstracto, advierte, sino lo que está ya íntimamente mediado por el capital devenido “universal concreto”. En fin: no hay ontología primera sensible de la que partir. Pero sí ontología lógica del capital-realidad:

“(…) y, en la medida en que las formaciones sociales alternativas despliegan la misma actitud ontológica, esto no es más que una mera confirmación de que están mediadas, en su núcleo más íntimo por el Capital como su universalidad concreta, como la formación particular que colorea la esfera toda de sus alternativas, es decir, que funciona como la totalidad omniabarcante que media todas las restantes formaciones particulares” (2007: 212)

Que el capitalismo y la dinámica de creación sean presentadas y asumidas como lo mismo implica borrar cualquier asimetría, declararla ya inexistente. Sin embargo, en esa asimilación –que se sintetiza, con un aplanamiento provocador: la realidad del capital es deleuziana–, lo que queda ontologizado, como “totalidad omniabarcativa”, es el propio capital. De modo que al interior del estilo dialéctico pendular, lo que hace Žižek no es más que una inclinación de la balanza: la ontologización de las formas alternativas, que dice combatir y desconfiar, es vaciada pero no llevada a su crítica radical, sino apenas cambiada de signo: ahora la ontología es del capital.

Se trata, en rigor, de una “mala solución” del problema planteado por el último Foucault en torno a la biopolítica y su dinámica de gestión de lo social. A la pregunta sobre cómo salir de la gubernamentalidad neoliberal, Žižek parece responder con un “yendo hacia atrás”: volver al paradigma socialista del partido único y a la centralidad política del aparato del estado, ambos núcleos decisivos de las críticas libertarias al socialismo real. De este modo, Žižek pasa por alto o, mejor dicho, desestima políticamente la relación entre singularización de las resistencias y las crisis del “modelo neoliberal”, particularmente evidente en Sudamérica.

Es la economía, estúpido.

4.

Žižek critica el recurso a la multiplicidad –un baluarte de las políticas que combate– porque, dice, supone la renegación del antagonismo. Sin embargo, su dialéctica invertida (esa que ontologiza la realidad-total del capital) es otro modo de renegación del antagonismo. Sólo que con un lenguaje que lo evoca (fantasmáticamente) todo el tiempo: el de la derrota.

Retomando la tesis del filósofo Santiago López Petit en su texto Politizaciones apolíticas (2007), entendemos que la posición-Žižek debe ser leída en el contexto específico de lo que él describe como “época global”: “nuestra época es postpolítica por cuanto la esfera de la economía se ha naturalizado completamente” (2007:21).

Esta realidad es la que permite una inofensiva proliferación de la diferencia insustancial (de minorías), quedando de lado lo único verdaderamente relevante para Žižek: la repolitización de la economía, auténtico sentido de su consigna “repetir Lenin”. Tal enunciado recoloca a la política en la posición más clásica de la izquierda: es decir, como la postulación de una instancia (el poder del estado) capaz de restringir el poder del capital. Esta posición, dice López Petit, subestima la condición global, y se muestra absolutamente incapaz de responder la pregunta clave: “¿por qué el retorno de la política no tiene efectos de politización en lo social?”. Si Žižek cree haber refutado “a la política pura” [3] , a partir de un redescubrir de la economía como instancia determinante de lo social, López Petit cuestiona esta posición por insistir aún en el “error” de “ver la condición postpolítica como una condición de la política en ella misma, en vez de comprenderla como una condición de la propia realidad y de nuestra inserción en ella”, caracterizada por el “ser precario” (un nuevo tipo de “vulnerabilidad” resultante de la “movilidad global” que interioriza el miedo, fragiliza y generaliza una sensación de abandono), la aparición de un “poder terapéutico” (para tratar las “enfermedades del vacío” y neutralizar los “malestares” que surgen en los intentos de adaptación a las nuevas condiciones de explotación, confundiendo “vida con terapia”), de un “capitalismo global” (que opera según la fórmula de “encerrar el afuera”), y la “multirrealidad” (“apertura sin afuera”, despolitizadora).

5.

Siguiendo la argumentación de Žižek a lo largo de numerosas de sus intervenciones encontramos una secuencia repetida: la denuncia del anacronismo de la crítica respecto de las modificaciones contemporáneas del poder en el capitalismo tardío. Cuando el capitalismo se ha vuelto, como ya hemos visto, una universalidad concreta que sobre-determina todas las particularidades, resulta anacrónico e inofensivo continuar apuntando contra la centralización totalitaria del sistema sin percibir hasta qué punto la ideología de la crítica coincide y refuerza el propio discurso capitalista que se ha abierto, adoptando una ideología flexible y permisiva: “¿no es la tendencia más moderna del propio management corporativo ‘diversificar, delegar el poder, tratar de movilizar la creatividad y la autoorganización local’?, ¿no es la anticentralización el tema del nuevo capitalismo digitalizado?” (2007:211).

De este razonamiento se desprende que el capitalismo tardío ha retirado de la discusión el núcleo duro –economía– para deslizar, en su lugar, una serie de cuestiones secundarias en torno a las identidades y modos de vida de las minorías, y a lo que genéricamente llamamos “la cultura”, sobre las cuales se discute acaloradamente bajo la forma de una pseudopolítica.

Efectivamente, la crítica de Žižek se funda en un ataque irónico en nombre de una “política lacaniana” a la llamada posmodernidad y sus centros de difusión pensantes (particularmente las universidades norteamericanas) que teorizan un orden en el cual ya no hay enemigo político visible, ni confrontaciones reales, sino una suerte de disolución de lo real [4] . De modo que la pregunta final, frente a un capitalismo cuyo principio rector es la producción de diferencias que, a vistas del filósofo, se presentan como inofensivas, es la de cómo revolucionar un orden cuyo principio es el “auto-revolucionamiento permanente”.

Pero volvamos a la economía: denunciando que se la ha perdido de vista como núcleo real, Žižek justifica así la necesidad de repetir a Lenin, de utilizar la maniobra política para reformar los designios del proceso económico. Ya que en la pospolítica, cualquier proceso político puro ha sido vaciado de aptitud constituyente y, por tanto, toda fiesta de la diferencia resulta, según Žižek, favorecida de algún modo por el gran Otro del capital, comprendemos finalmente qué es una política lacaniana (un leninismo lacaniano). Consiste en desprender toda elaboración corporal de la potencia para atribuirla por entero al significante amo “el Capital”.

Si ya Lenin en su ¿Qué hacer? sostenía que los trabajadores no podían emanciparse por sí mismos de las cadenas de la economía capitalista porque su conciencia en las luchas espontáneas permanecía dentro del horizonte burgués (en la medida que se limitaban a la reivindicación sindical) y, por tanto, era el partido el que debía mediar en esas luchas para lograr el acceso a una conciencia propiamente socialista, desplegando desde afuera de la clase el discurso científico de Marx, con Lacan son los cuerpos que gozan de la sujeción los que se verán transformados por efecto de un discurso de analista que en Žižek se pretende político: el Lacan de Žižek es la verdad de la repetición de Lenin. Así repetido, Lenin ha perdido su costado maquiaveliano de lector activo de los rasgos constituyentes de las resistencias. Se ha perdido el Lenin soviético admirador de la comuna y, en su lugar, aparece un Lenin puramente discursivo.

6.

La polémica se puntualiza ahora contra una izquierda que, bajo el nombre de una micropolítica, reconoce el funcionamiento libidinal del fascismo y opone otra “política de las pasiones” [Bloch, Reich, Deleuze-Guattari]. De allí también las conocidas diatribas de Žižek contra el libro Imperio [5] : “¿Qué va a pasar cuando –si éste es realmente el deseo y la voluntad de estos movimientos– “tomemos el poder”? ¿Cómo sería la “multitud en el poder”?”, ironiza.

Contra el sesentayochismo del Deleuze que se asocia con Guattari y la alianza posterior de Guattari con Negri, Žižek traza la línea de trinchera (de las malas influencias) [6] . El enemigo es claro: la filosofía de la inmanencia y la producción de una imagen de la multitud spinozista movilizada por una sustancia-deseo afirmativa, capaz de producir los criterios (también inmanentes) para distinguir entre democracia absoluta y fascismo posmoderno. De allí que las críticas a las experiencias de la nueva radicalidad encuentran su contrapunto, en el caso de América latina, en la figura de Chávez.

Las experiencias de auto-organización inspiradas en el zapatismo [7] se leen, desde la perspectiva Žižek, en contrapunto con la del liderazgo chavista y la construcción de un partido único. Ésta última concentra su efectividad en la unidad de un mando frente al espíritu disperso de las iniciativas autónomas.

Escupamos sobre Žižek



7.

Volvamos sobre la negación de la afectividad primera. Pero volvamos para pensar otra arista: la condición sensible de lo femenino y la posibilidad de fundamentar otra economía. Sobre este punto Rosi Braidotti denuncia en Žižek la aceptación de la noción de feminidad propuesta por Hegel y una lectura conservadora del pensamiento de Lacan. “En términos de pensar lo femenino, el trabajo de Žižek representa una regresión antifeminista que reitera todo el repertorio de la invisibilidad y la especularidad simbólicas contra el que las feministas han estado argumentando desde que comenzara a aparecer la obra de Lacan” (2005: 76).

Pero Braidotti también denuncia la supuesta reconducción de una política verdadera que estaría sustentada en la aceptación de la economía como esfera privilegiada del antagonismo. Economía del capital que organiza toda una economía afectiva y conceptual: “Con la arrogante pretensión de haberla desenmascarado, Žižek perpetúa toda una economía, infundida por el capitalismo, del déficit y de la carencia que inviste la maquinaria conceptual lacaniana y la desposa con cierta concepción de Hegel” (2005: 77).

La economía como esfera privilegiada de lo real reconcilia así las nociones de falta y dialéctica, asumiendo una economía masculina del sujeto gobernada por la carencia y la negatividad. Tal economía deviene ontología. Para Braidotti: “Esta carencia estructurante es central en la ontología de Lacan de la negatividad y da lugar a lo que Derrida describe como la “economía espectral” del sujeto, que consiste en una ausencia presente, constitutiva e irresoluble, o ausencia estructuralmente necesaria, como único modo en que el sujeto puede estar presente para sí mismo o misma” (2005:78). Aún cuando, como subraya la autora, tanto Deleuze (en 1968 con Diferencia y repetición) como Irigaray (en 1974 con Espéculo de la otra mujer) ya marcaron fuertes críticas a la teoría del deseo como carencia. El pensamiento del origen, fundamentado a partir de la relación con lo femenino materno en Irigaray y en las raíces afectivo-materiales del sujeto según Deleuze, toma distancia de la falta en tanto relato falogocéntrico que niega la diferencia sensible como trama de un materialismo encarnado.

8.

Si retomamos los términos del filósofo argentino León Rozitchner, podríamos plantearlo del siguiente modo: la oposición queda trazada entre dos tipos de subjetividades propuestas. Por un lado, una para la cual no hay objeto material arcaico (Žižek) y para quien todo comienza en un simbolismo estructural, siendo todo cuerpo fundamentalmente de palabras, juego de significantes, puro espíritu racional, única fuente posible del sentido. La otra, en cambio, se sostiene sobre una marca [el proceso primario freudiano], o memoria corporal, sobre la base de la cual puede elaborar el sentido, también del lenguaje (Rozitchner). Aquí el lenguaje, portador del sentido, depende de un origen material, amoroso, que da lugar a una regularidad no lingüística o hábito común que orienta a la lengua desde dentro. De modo que el lenguaje no se resume en los tecnicismos del juego de equivalencias y diferencias, siguiendo las prescripciones de unos significantes “amo”.

En esta línea, la perspectiva de Žižek se emparenta (en su común raíz estructuralista) con las del teórico argentino Ernesto Laclau (2005), cuyo relativo éxito dentro del campo de la filosofía política para interpretar los regímenes actuales de América latina como “populismos” se nutre de un esquema según el cual las palabras, en su faz “significante”, poseen la capacidad de reunir y organizar de un cierto modo las representaciones habituales sobre las cosas del mundo y la operación –eminentemente política- por la cual ciertas interpretaciones del mundo se imponen sobre otras en el nivel mismo de la lengua es denominada hegemónica. De este modo, la principal (pre)ocupación de la actividad política es la determinación de ciertos “significantes” llamados “flotantes”.

9.

Una perspectiva rozitchneana del artículo de Žižek Acto o melancolía [8] , abona la dirección de nuestros argumentos. [9]

El argumento del filósofo esloveno es el siguiente: la “doxa dominante” –es decir, la ideología supuestamente transgresora que no ha tomado nota de su isomorfismo con la transformación– relee en su favor la oposición freudiana entre duelo (“aceptación conseguida de la pérdida”) y melancolía “patológica” (“en el que el sujeto persiste en su identificación narcisista con el objeto perdido”), en favor de la afirmación de esta última. Existe un “resto que no puede ser integrado mediante el trabajo de duelo”, que tiende a organizar una fidelidad fundamental. Žižek denuncia el “cinismo objetivo” de esta posición que permite un doble juego oportunista: habilita, por ejemplo, “el lazo étnico con el objeto perdido”, sosteniendo una fidelidad con las “antiguas raíces, al tiempo que participamos plenamente en el juego capitalista global”.

Esta melancolía, acusa Žižek, es la coartada de los “estudios poscoloniales”. ¿Cuál es el error del melancólico?: “ubicar esta resistencia en un objeto positivamente existente aunque perdido” (la identidad étnica, por ejemplo), confundiendo “pérdida y falta”. ¿Cuál es la confusión? “el objeto-causa del deseo falta originariamente, de una manera constitutiva”. La melancolía positiviza el “vacío/falta”, por medio de un desplazamiento engañoso de la falta a la pérdida, desplegando un “anhelo metafísico de otra realidad absoluta”, “híbrido e inconsistente absoluto corpóreo”. Un objeto tal “sólo puede ser poseído en la medida en que se pierde”. El objeto de la melancolía queda sometido a una decadencia: se lo posee incondicionalmente sólo en su pérdida. La estratagema del melancólico para confirmar su relación de pérdida con un objeto sensible consiste en tratar como ya perdido un objeto sensible jamás poseído. De este modo el melancólico se encuentra en la posición paradojal de rechazar el duelo y, al mismo tiempo, realiza un duelo excesivo y superfluo por objetos que ni posee, ni están siendo perdidos.

Para Rozitchner, en cambio, el primer objeto sí existía, lo cual explica que sí pueda haber un resto no eliminable. Se encuentra detrás de todo objeto perdido. Lo que se juega en esta pérdida o subsistencia de un objeto inicial es el cuerpo que sostiene al cuerpo de los significantes, o bien el sistema de flotación por el cual ellos se intercambian sobre la nada misma [preeminencia de lo simbólico]. Se trata de defender, entonces, un tipo de sujeto que, a pesar de los pesares, se resiste a “perder el objeto”, sostén del mater-ialismo. La melancolía es, pues, el cuerpo que resiste la castración/aterrotrizante (madre viva coagulada).





10.

Nos resta invertir el juego. La obra –ingeniosa y erudita– de Žižek recorta la rama sobre la que intenta recostarse: sin identificar la productividad de las resistencias en su singularidad, permanecemos en la más extrema de las indefensiones ante las fuerzas que movilizan a los “significantes”. Donde el terror y la derrota operan como freno a la imaginación política surge un realismo completamente insuficiente para problematizar (sea desde la teoría, o desde el estado) aquello que los movimientos sociales pusieron en juego durante la fase destituyente de la legitimidad neoliberal.

Porque, seamos concretos: hablamos de teorías para hablar de prácticas; y en nuestro caso (y también en el de Žižek, lo crea o no), esas prácticas –las que desafían– son las que llevan a fondo la más inquietante cuestión política: el rechazo de la obediencia y la tentativa de crear nuevos modos de vida. ¿Existe entre nosotros alguna posibilidad de reflexión sobre estas cuestiones sin asumir como trasfondo el Caracazo de 1989, la rebelión zapatista de 1994, la crisis argentina del 2001 y la revuelta boliviana del 2003 [10] ?

No podemos menos que admitir que la provocación de Žižek –su relativo éxito entre nosotros – acierta en delimitar un cierto efecto de cierre de un ciclo de luchas –que es también un oscurecimiento de la efectividad de un cierto modo de leer situaciones y textos–, dando lugar a un nuevo período en el cual la presencia multitudinaria en las calles cede ante un momento de institución, complejo y frágil. Lo que está en juego, sin embargo, no es el despertar decepcionado de la “ilusión sesentiochesca”, sino una urgente y dramática interrogación por un pensar capaz de retomar aquella vitalidad en tiempos de impasse.

Bibliografía



Braidotti, Rosi; (2005) Metamorfosis. Hacia una teoría materialista del devenir, Madrid: Akal .





Colectivo Situaciones; (2002) 19/20. Apuntes para el nuevo protagonismo social, Buenos Aires: De mano en mano.


Escobar, Arturo; (2009) “ Contra el (neo)desarrollismo”, en Conversaciones en el impasse. Dilemas políticos del presente , (AAVV), Buenos Aires: Tinta Limón.


Gutiérrez Aguilar, Raquel; (2008) Los ritmos del Pachakuti. Movilización y levantamiento indígena-popular en Bolivia, Buenos Aires: Tinta Limón.


Holloway, John; (2002) Cambiar el mundo sin tomar el poder, Buenos Aires: Herramienta.


Laclau , Ernesto; (2005) La razón populista. Buenos Aires y México: FCE.





López Petit, Santiago; (2007) “ Politizaciones apolíticas ” en revista La sociedad terapéutica, Materiales para la subversión de la vida, Nº 3-4, Barcelona: Espai en Blanc.





Pál Pelbart, Peter; (2009) Filosofía de la deserción. Locura , nihilismo y comunidad , Buenos Aires: Tinta Limón.





Rozitchner, León; (1997) La Cosa y la Cruz . Cristianismo y capitalismo: en torno a las confesiones de San Agustín , Buenos Aires: Losada.





Žižek , Slavoj; (2007) Órganos sin cuerpo. Sobre Deleuze y sus consecuencias, Valencia: Pre-textos.


___________ (2006) Arriesgar lo imposible. Conversaciones con Glyn Daly, Madrid: Trotta .


___________ (2004) A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío , Buenos Aires: Atuel Parusía .


___________ (2004i) La revolución blanda, Buenos Aires: Atuel Parusía.


___________ (2002) ¿Quién dijo totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal) uso de la noción , Valencia: Pretextos.





Zibechi, Raúl; (2003) Genealogía de la revuelta . Argentina : la sociedad en movimiento , Nordan: Montevideo.









[1] En inglés, el título es The Ongoing " Soft Revolution " , traducido y editado en Argentina por editorial Atuel Parusía en el año 2004 como La revolución blanda. La perdida palabra “ongoing” del título original da cuenta de la referencia a la coyuntura política contemporánea, tanto en Europa como en América Latina, y nos permite hacer referencia a un cierto ciclo de luchas.


[2] “La primera reacción pública ante la idea de reactualizar a Lenin es, por supuesto, un arranque de risa sarcástica: hoy Marx está bien, incluso en Wall Street hay gente que lo ama –Marx, el poeta de las mercancías, el Marx que proporcionó descripciones perfectas de la dinámica capitalista, que retrató la alienación y reificación de nuestra vida diaria– pero Lenin: ¡no, no puede ser en serio! ¿Lenin no simboliza precisamente el fracaso en poner el marxismo en práctica, la gran catástrofe de la política mundial, que dejó su marca en todo el siglo XX, el experimento del Socialismo Real que culminó en una dictadura económicamente eficaz?...” (2004i).


[3] “Esta ‘política pura’ de Badiou, Ranciére y Balibar, más jacobina que marxista, comparte con su gran oponente, los Estudios Culturales anglosajones y su lucha por el reconocimiento, la degradación de la esfera de la economía” (2004:99).


[4] Para comprender el desarrollo de la política filosófica, esto es, el sentido de su polémica con el postestructuralismo y la elaboración de lo que llama una política “lacaniana” ver: S. Žižek , Arriesgar lo imposible. Conversaciones con Glyn Daly; Trotta, Madrid, 2006.


[5] M. Hardt y A. Negri; (2002) Buenos Aires: Paidós. La contraposición de Žižek con Imperio continúa por los carriles ya reseñados: mientras los autores de Imperio intentan identificar la dimensión política constituyente en la multitud (resistencias), la crítica de Žižek reencuentra esa dimensión productiva siempre del lado de los aparatos ideológicos del capital.


[6] Sobre el intento ž i ž ekiano de rescatar un Deleuze lacaniano, previo al encuentro con Guattari, véase Diego Sztulwark , “¿‘Cuestión’ Deleuze?”, en revista Saberes, Natal – RN, v. 2, n.2, mayo 2009 . Es evidente que esta tentativa está precedida (lógica y cronológicamente) por la polémica de Alain Badiou (1997); Deleuze, el clamor del ser, Buenos Aires: Manantial.


[7] Incluso entre quienes sostienen que el zapatismo constituye una rareza más romántica que efectiva se admite la influencia del “mandar obedeciendo” en el imaginario de los movimientos indígenas que recorren el continente, al punto que en su primer discurso de asunción presidencial Evo Morales lo evocó explícitamente como modalidad de relación política.


[8] Extraído de Žižek : 2002.


[9] Como esa crítica fue más bien circunstancial, y no publicada, la reconstruimos ahora a partir de nuestros apuntes, haciéndonos cargo de las parcialidades voluntarias e involuntariamente aquí introducidas.








[10] Cada una de estas conmociones (que podrían extenderse, como sabemos, a Ecuador, Brasil, etc.) proporciona imágenes y conceptos claves para comprender la naturaleza de las fuerzas que empujan a la crisis, capaces de abrir una nueva imaginación instituyente, como lo muestran los trabajos de Raquel Gutiérrez Aguilar (2008), John Holloway , Arturo Escobar (2009) y Raúl Zibechi (2003). Para el caso argentino, proponemos ver Colectivo Situaciones (2002).


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Hay_sinla
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Re: POST DE FILOSOFÍA

por Hay_sinla » 15 Sep 2013, 14:02

Todo ver a otro es verse vivir en otro. En la vida humana no se está solo sino en instantes en que la soledad se hace, se crea. La soledad es una conquista metafísica, porque nadie está solo, sino que ha de llegar a hacer la soledad dentro de sí, en momentos en que es necesario para nuestro crecimiento. Los místicos hablan de la soledad como algo por lo que hay que pasar, punto de partida de la <<ascesis>>, es decir, de la muerte, de esa muerte que hay que morir, según ellos, antes de la otra, para verse, al fin, en otro espejo.
La visión del prójimo es espejo de la vida propia; nos vemos al verle. Y la visión del semejante es necesaria precisamente porque el hombre necesita verse. No parece existir ningún animal que necesite contemplar su figura en el espejo. El hombre busca verse. Y vive en plenitud cuando se mira, no en el espejo muerto que le devuelve la propia imagen, sino cuando se ve vivir con el vivo espejo del semejante.

* María Zambrano (Algunos lugares de la pintura)

(del blog de Joaquín Rabassa)
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