Frozen escribió:Yo vengo sólo a decir que a Armenia le tengo cariño por ser el pais de Petra Arkanian.
Es una buena razón para tenerle cariño.
Un poema de
Paruyr SevakLAMENTO POR LOS MUERTOS
Una isla montañosa colgada del cielo armenio.
En el centro de esa montaña dos enormes campanas,
Que no han sido forjadas por manos de artesanos,
Tan gigantescas, tan colosales son
Que no podrían colgar de ningún péndulo,
Descansan, pues, firmemente asentadas sobre el suelo.
El nombre: monte Ararat;
O bien, Sis y Masis, sus dos más altos picos.
Los badajos, fusiformes, se hunden en las mismas entrañas de la tierra,
Y, como pedestales, encuentran sólido apoyo
En la profanidad del magma ardiente del planeta.
Cuando se agitan esas lengüetas de bronce ,
Despiertan, entonces, los componentes de su mecanismo sísmico,
Y regístrase la tremenda conmoción
En las pálidas páginas de los periódicos
Con luctuosos titulares.
El que tiene oídos para escuchar y fe para creer,
Oirá siempre la voz de esas campanas,
Su vibrante tañido!
Nadie las hace sonar
Suenan por sí mismas,
Sin pausa, una y otra vez, incesantemente!
Repican con el ritmo y la cadencia de los cantares de los trovadores de la antigua Goghtan,
Al son melodioso de las cítaras,
Y al influjo de las modulaciones de la música litúrgica,.
Sis y Masis son las que tañen siempre,
Sin pausa, una y otra vez, incesantemente!
El que tiene oídos para escuchar y fe para creer,
Ha de oír constantemente resonar esas campanas
Que echadas a vuelo,
Elevan su voz alta y suave hacia el cielo, con una imprecación:
¡Lamento de los muertos!
En esta isla montañosa, ¿abundan más las voces o las lápidas labradas?
¿Los árboles o las sagradas cruces de piedra que se alzan hacia el cielo?
¿Se han tronchado más bosques o se han destruido con manos sacrílegas, mayor número de monolitos con cruces grabadas devotamente?
¡Oh, cómo ha sido agotadora esta isla montañosa
Por las olas y las vicisitudes durante siglos y siglos!
Sin embargo, hoy y cada día de mi vida,
Invadido el ánimo por íntima congoja,
Deploro con desgarrante pena silenciosa el infortunio, la
Tragedia de los que no tuvieron lápida ni sepulcro,
Ni se les puso mortaja, ni se les pudo celebrar en su nombre.
Ni siquiera un sencillo responso
Por el descanso de sus almas!
¡Lamento por los muertos, sí
Por los muertos insepultos!
No fue solo uno, ni fueron dos, si no miles y miles
Poblaciones enteras…
¡El holocausto de toda una nación!
Ninguno de ellos murió en su lecho de muerte natural:
Ni el chiquillo inocente ni el venerable anciano
Ni la débil mujer ni el varón desarmado.
No perecieron por epidemia:
Fueron salvajemente masacrados
En pequeños grupos o como si fueran simples rebaños!
No fueron abatidos en batallas,
Fueron ultimados en sus casas, en sus campos, en sus viñas,
En sus graneros subterráneos, tan pletóricos de trigo,
Como rebosaban de bondad sus corazones.
Cayeron en sus valles profundos y hermosos como sus almas,
Custodios de eternos e insondables arcanos.
‘Todos despiadadamente silenciados,
Sin que nadie pudiera librarse de ese cruento destino!
¡Lamento por los muertos, sí, por tantos y tantos muertos!
¿Cómo habré de saber lo acaecido?
¿Quién podrá decirme, darme
el nombre de la primera víctima?
Al número uno se le sumó ceros y más ceros…
Primero medio millón…, un millón, y hubo más: ¡dos millones!
¡Lamento por los muertos, sí,
Por los millones de muertos!
Se tiñó el suelo de sangre,
La boca retorcida mostró una mueca pavorosa,
El aire se agitó en incesante azul.
Se tornó lívido, reflejando el brillo apagado de los ojos aun abiertos
De aquellos infelices mártires.
Los cuerpos brutalmente mutilados,
Los restos informes, diseminados por doquier, reclamando por su horroroso aspecto una nueva ciencia geométrica, que, en aquellos fatídicos días comenzaba ya a gestarse
En la tenebrosa mente del Lobo Gris,
Apoyado, dobladas las rodillas,
Contra la tumba de Euclides
Contemplando ufano tantos seres humanos sin vida,
A quienes en su propio terruño se les negaba un mísero puñado de tierra para cubrir sus muertes.
¡Lamento por los muertos, sí
Por los muertos ultrajados!
Se abrieron de par en par las puertas de las cárceles,
Y los homicidas, instigados, en libertad,
Se lanzaron a perpetrar una orgía de sangre…
‘A consumar el primer monstruoso genocidio del siglo XX!
¡Viva Barbarás! ¡Soltad a Barbarás!
Las celdas vacías fueron de nuevo colmadas.
Por los hermanos de los que yacían:
Eran ahora los sembradores de la verdad,
Exhalaban el último suspiro, ¡sin ver su ansia de justicia!
Desde el monte Ararat
Hasta el monte Sinaí,
En toda la extensión del desierto de Der-El-Zor,
Los cadáveres tomaron venganza de sus verdugos
Diseminando, por doquier, toda clase de pestes.
Esta isla montañosa, colgada del cielo,
Se convirtió entonces en un inmenso escenario.
El fuego era allí el calor trágico, que encarnaba diversas y múltiples imágenes.
Ultimaron vanamente… ¿por qué y para qué?
¡Para nada y para todo!
¡Fueron dos millones de almas que se inmolaron en las arcas de las profanaciones!
Dos millones de seres fueron crucificados.
Sin embargo, dos millones de cruces no se alzaron sobre la tierra.
El país entero era un gigantesco féretro abierto,
Mientras fríos dormían inertes los cadáveres insepultos.
Somos nosotros, Sis y Masís, los que anunciamos sonoramente,
“a la ciudad y al universo”
Esta locura genocida…
Sin pausa, día y noche incesantemente,
Con la entonación violenta de los cantares de Goghten,
Y al influjo de los vigorosos acordes de las cítaras.
El que tiene oídos para escuchar,
Y fe para creer, ha de oír siempre resonar esas campanas,
¡Desgranando en el aire sus vibrantes tañidos!