por Hay_sinla »
04 Sep 2008, 23:25
Macrocéfalo sacó del bolsillo de la levita una petaca: en la petaca había una miniatura: era el retrato de Friné. Le contempló con deleite y volvió a decir. No, no hablan, los animales no hablan. ¡Bueno estaría que yo hubiese sostenido un error toda la vida!
En aquel momento la mosca sabia dejó oír su zumbido, voló, haciendo una espiral en el aire, y acabó por dejarse caer sobre la miniatura de Friné.
Macrocéfalo se puso pálido, miró a la mosca con ojos que ya no arrojaban chispas sino rayos, y dijo con voz ronca:
-¡Miserable!, ¿a qué vienes aquí? ¿Te ríes? ¿Te burlas de mí?
-¡Como V. decía que los animales no hablan!
-No hablarás mucho tiempo, bachillera -gritó el sabio, y quiso coger entre los dedos a su enemiga. Pero la mosca voló lejos, y no paró hasta meter las patas en el tintero. De allí volvió arrogante a posarse en la petaca-. Oye, dijo a Macrocéfalo: los animales hablan... y escriben. -Y diciendo y haciendo, sobre la piel de Rusia, al pie del retrato de Friné, escribió con las patas mojadas en tinta roja: Musca vomitoria. D. Eufrasio lanzó un bramido de fiera. La mosca había volado al cráneo del sabio; allí mordió con furia... y yo vi caer sobre su cuerpo débil y raquítico la mano descarnada de Macrocéfalo. La mosca sabia murió antes de que llegase D. Eufrasio a la filosofía sintética.
Sobre la tersa y reluciente calva quedó una gota de sangre, que caló la piel del cráneo, y filtrándose por el hueso llegó a ser una estalactita en la conciencia de mi sabio amigo. Al fin había sido capaz de matar una mosca.
FIN