Mi experiencia con la Codependencia.
( Carta personal de otra mujer que relata su experiencia )
Cuando mi compañera estuvo enferma, debido a su adicción (trastorno compulsivo de la alimentación) y a la profunda depresión que le acompañaba, creía que la única que necesitaba cuidados era ella, puesto que yo no tenía ninguna dependencia, quería vivir y no estaba tan triste todo el día.
Sin embargo, me involucré tanto en sus problemas, en sus angustias, en su adicción y en toda su depresión que la identifiqué a ella como una parte mía, de la que tenía que estar pendiente en todo momento, aunque físicamente estuviéramos alejados, que me alegraba cuando las cosas salían como había esperado y me angustiaba y enfadaba cuando no era así, estaba feliz cuando ella lo estaba y triste cuando no lo estaba. Es decir, que mi autoestima dependía en buena medida del comportamiento o reacción que ella tuviese.
Nunca se me ocurrió que esto pudiera ser una enfermedad, puesto que parecía un noble empeño ayudar y preocuparme por mi compañera cuando la vida no le sonreía. Así cuando en el Grupo me dijeron que tenía el papel de salvador y que a la vez tenía una "Codependencia", tuve que reestructurar mis esquemas mentales y empezar a revisar mis emociones y actitudes, de primero reconocer lo que me ocurría y comenzar a "soltar" a mi pareja, lo que parecía fácil, pero nada más lejos de la realidad.
Comencé dejar de controlar, de vivir pendiente de sus problemas para comenzar a ocuparme de mi mismo, como paso previo para disfrutar de mi propia vida, Sin embargo, emociones y actitudes negativas que pensaba que serían transitorias, como su enfermedad, habían arraigado en mi profundamente y mi seguridad emocional se había hecho añicos, progresiva y casi completamente, sin apenas percatarme.
Me había dedicado en cuerpo y alma a salvar a aquella persona desvalida y llena de conflictos, que me pedía ayuda constantemente y a la que consideraba incapaz, en aquellos momentos, algo por mi misma lo que yo hacía gustosamente por ella.
Sin darme cuenta había asumido perfectamente los papeles de guía, salvador, cuidador y rescatador, pero también de controlador, de los que me costaría desprenderme. No sólo intentaba satisfacer sus necesidades, sino que si podía me anticipaba a ellas.
Fueron momentos de caos, de confusión, de desesperación, de angustia y de mucha tensión. Se aglutinaban y me consumían sentimientos de rabia, de ira, de cólera, de nerviosismo, de amargura, de miedo y, en ocasiones, de culpabilidad irracionales. El sentimiento de culpabilidad me hacía darle y "ayudarle" a resolver su vida con mayor impulso, como medio para mantener mi autoestima.
Ella comenzó, con ayuda del Grupo de Autoayuda, a encauzarse y yo, cuando fuí consciente de mi situación, quise dejar de vivir absorto en sus problemas para identificar y resolver los míos, tener que dejar de sufrir por ella, dejar de sentirme responsable de su felicidad o su infelicidad, aprender a ocuparme de mi propia felicidad y dejar de considerarla como un apéndice mío.
En definitiva, quería vivir mi propia vida y no vivir totalmente en función de ella, independientemente de que tuviéramos una relación de pareja. De esta manera le iba a permitir que fuera ella misma, le daba libertad de ser responsable y de madurar y me daría esa misma libertad a mi mismo, para vivir mi vida al máximo de mi capacidad. Desde este punto de vista, la recuperación resultaba sencilla, puesto que se basa fundamentalmente en asumir que "cada persona es responsable de si misma".
Sin embargo, el desapego, aunque fuera sencillo, no resulta fácil, si bien tampoco es imposible. Tuve que bregar mucho para recuperar mi vida, mis emociones, mis actitudes, mi paz interior y mi alegría.
Quería liberarme principalmente de mi comportamiento obsesivo hacia ella, de mi ira y, ante todo, recuperar el control sobre mi mismo, no quería seguir estando arrastrado por ese "algo" que me controlaba. Mi cerebro racional sabía que no era adecuado mi comportamiento en algunas ocasiones, pero actuaba como un "acto reflejo", incapaz de atender a raciocinio alguno, pues reaccionaba de manera impulsiva y sin reflexión.
Me di cuenta que había llegado a conocer demasiado los comportamientos de mi compañera. Sin embargo, me desconocía yo mismo y necesitaba ayudarme, concentrar mi energía en mi mismo, quería dar rienda suelta a todos aquellos sentimientos contenidos durante los momentos más duros y que me estaban aprisionando, saliendo en estampida en algunos momentos de forma descontrolada.
Todos estos problemas me brindaron la oportunidad de abrir mi pequeño mundo metódico y racional a la apacible senda del crecimiento personal y espiritual. Para ello he tenido que conocer primero lo que me ocurría (autoconocimiento), qué me faltaba, qué necesitaba, qué me ayuda, qué es lo que no me sirve.
Con todo ello me realicé un chequeo general a mi vida y me propuse cambiar y desechar todo aquello que no me servía y que me sobraba (autotransformación), para lo cual fue básico hacer una limpieza a través de la sanación de mi niño interior, que no había podido “salvar” a su madre y lo que quería hacer con su compañero. Y así permitiéndome sentir mis emociones y liberarme de la pesada losa del pasado, para posteriormente y en la medida de lo posible, canalizar las emociones, adoptar nuevos hábitos que me benefician y desechar o modificar, cuando se pueda, aquellos otros que me perjudican.
De esta manera comencé a realizar ejercicio físico regularmente, realizo diálogos internos positivos, agradezco y despido los pensamientos negativos (de castigo, culpabilidad, vergüenza, arrepentimiento, etc.), me animo, me perdono, soy tolerante conmigo y con los demás (soy consciente de que no existe la perfección en las personas y que todos estamos constantemente aprendiendo), no reprimo mis sentimientos, saco la rabia de mis entrañas, me acepto plenamente con mis virtudes y mis defectos, alimento mi espíritu con lecturas agradables y enriquecedoras, escucho relajaciones y música relajante y por último no me critico y procuro no hacerlo a los demás. En definitiva, una de las bases de mi problema considero que estaba en la autoestima, la cual la he ido incentivando a través de la mejora de la relación que tenía conmigo mismo, lo cual repercutiría después en la que tenía con los demás.
Con estos ingredientes y en este proceso continúo en la actualidad, avanzando por el fascinante y maravilloso sendero de la superación persona