Mi exclusiva jurisdicción
La vida al margen del deporte (la hay)

eleaga
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por eleaga » 25 Jul 2012, 21:32

Que abran otra vez el hilo de las drogas!
Regalo cuenta con 5.000 mensajes, un poco usada pero con todos los extras. Cargos a cuenta del depositario. Interesados aquí

Metzger1985
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Metzger1985 » 25 Jul 2012, 21:33

Hay_sinla escribió:“Es inaceptable la guerra contra la marihuana porque destruye los fundamentos básicos legales de la democracia: ¿por qué el Estado debe saber qué es bueno y malo para el individuo?, ¿cómo atreverse a calificar de crimen un hecho en donde no hay víctimas? Si un toxicómano era criminal antes de la marihuana, lo seguirá siendo cuando no la tenga. ¿O creen que, por privarlo de ella, lo convertirán automáticamente en ciudadano honorable y productivo? Y lo mismo ocurre a la inversa: nadie va a adoptar una conducta criminal por fumar cannabis. La marihuana no es más que un revelador de las pulsiones humanas”.
MILTON FRIEDMAN



Hasta un reloj parado acierta dos veces.
A Starokoltseva (2002-2014) asesinada x las políticas UE. DEP.

"Todos los grandes cambios empiezan con reflexiones inútiles" Slavoj Zizek.

Hay_sinla
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 02 Sep 2012, 17:45

Walter Benjamin, segunda inmersión en el haschisch
DÍA CON DÍAHéctor Aguilar Camín

2012-02-03 •
La semana pasada ofrecí aquí algunos registros de la primera inmersión en el haschisch de Walter Benjamin, escritos por él mismo.

Aquí van unas líneas de la segunda inmersión, del 15 de enero de 1928.

*El recuerdo es menos rico, a pesar de que el ensimismamiento era menor.

*Las partes exóticas, extrañas, turbias, de la embriaguez, se apegan más al recuerdo que las luminosas.

*Me acuerdo de una frase satánica. Se hizo determinante para mí el rojo de las paredes.

*Mi risa cobró rasgos satánicos, pero más la expresión del saber satánico, de la suficiencia satánica, que la de la acción satánica destructiva.

*El espacio se disfraza ante nosotros, se va poniendo el traje de los estados de ánimo.

*Experimento la sensación de que en el cuarto vecino podrían haberse desarrollado tanto la coronación imperial de Carlomagno como el asesinato de Enrique IV, la firma del tratado de Verdún o el asesinato de Egmont.

*Las cosas no son más que maniquís. Responden a los guiños ambiguos del Nirvana.

*Se padece una aversión contra el espacio libre que convierte en casi un tormento la idea de “afuera”.

*También se forman rudimentos de un comportamiento inamistoso respecto de los presentes, miedo de que le estorben a uno, de que puedan arrastrarnos afuera.

*La gran esperanza, el anhelo de acercarse en la embriaguez a lo nuevo, a lo intacto, apenas puede esta vez lograrse en el rápido aleteo, sino más bien cuesta abajo, en una peregrinación ensimismada.

*Crece la molesta simultaneidad de la necesidad de estar a solas y de querer permanecer junto a los otros.

*Se siente que el abandono al guiño ambiguo del Nirvana sólo es posible muy a solas y en profunda calma.

*En la primera embriaguez trabé conocimiento con el carácter alado de la duda; dudar estaba en mí mismo como una indiferencia creadora. Pero el segundo intento hizo que las cosas apareciesen dudosas.

*Se me formuló la cercanía de la muerte en la frase siguiente: la muerte está entre mi embriaguez y yo.

*Todas las sensaciones, sobre todo las espirituales, tienen una pendiente muy pronunciada y arrastran en su cauce a las palabras.

*Nos atrae infinitamente aquello de lo cual nos proponemos hablar; extendemos los brazos amorosamente hacia lo que nos encandila. Pero apenas lo hemos tocado; nos desilusiona.

*La primera embriaguez aflojaba las cosas y las acaba seduciéndolas, de su mundo habitual; la segunda las instala muy pronto en uno nuevo muy inferior.

(Walter Benjamin: Haschisch. Traducción de Jesús Aguirre. Taurus, 1974)
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Eye of Rol » 06 Oct 2012, 00:18

Hay_ eres un grande, mantienes hilos de mucha gente aparte de los tuyos.

mis once

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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 17 Nov 2012, 13:05

eleaga escribió:Que abran otra vez el hilo de las drogas!
¿No te vale este? :D

"Se administra un dracma (3'2 gramos) si el paciente debe tan sólo animarse y pensar en sí mismo; el doble, si debe delirar y sufrir alucinaciones; el triple, si ha de quedar permanentemente loco; se administrará una dosis cuádruple si debe morir" (Teofrasto, hablando de la datura metel))
Ya va tomando el camino su arambol.
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 17 Dic 2012, 13:35

¡Adormideras! Feliz neblina, humo de opio que ama la china.

¡Coca! A tu arcana norma energética rimo estas prosas de apologética.

¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales de Paraísos Artificiales! A todos vence la marihuana que da la ciencia del ramayana ¡Oh marihuana!, verde neumónica; Cannabis índica et babilónica. Abres el sésamo de la alegría, Cáñamo verde, kif de Turquía. Yerba del Viejo de la Montaña, el Santo Oficio te halló en España. Yerba que inicias a los faquires, llena de goces y Dies Ires. Verde esmeralda –loa el poeta Persa- tu verde vistió el profeta! (Kif –yerba verde del persa- es al achisino bhang bengalés. Charas que fuma sobre el diván entre odaliscas el gran sultán.) Se apagó el fuego de mi cachimba, y no consigo ver una letra. Mientras enciendo –tarumba y timba, tumba y taramba- ponga una &. (LA PIPA DE KIF, de Ramón del Valle Inclán)
Ya va tomando el camino su arambol.
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 19 Ene 2013, 13:26

Esto de ver de rodillas donde hay montañas, lo
supondrá el lector, es porque la muchachita ha probado
ya sus drogas... Entonces empecemos: la mariguana me
daba pesadez de estómago, pensadera inútil, odio,
horquilla, pereza, insomnio; luego vendrían los
riecitos de fuego excavando, cienpiés, pequeños y
mordientes en mi cerebro (allí caí en cuenta que tenía
un cerebro), melancolía de boca, flojera de piernas y
punzones en las ingles de tanto en tanto.
Pero, oh, ¿qué cuenta eso al lado de la extendida
tierra eternamente nueva, de arena dura y negra que uno
descubre y jamás explora del todo cuando la música
suena? Y ya dije que yo no tenía cultura, pero podía
sentir cada sonido, cada ramillete de maravillas. ¿Así
cómo hace uno, ellos?
Le cerré los ojos a las montañas. Del parque, ni
hablar; todavía no me arrastraba allá: ya saldría a mi
paso, con su abrazo, una vez que yo descendiera al día.
Pensando en esto me comenzaron a distraer unas como
libélulas diminutas: si forzaba los ojos a cada lado
las veía triple; hice bizco: localicé un enjambre en la
punta de mi nariz. Eso sí no me gustó. Cerré mucho los
ojos para olvidarme. El olvido vino bueno: vi fue miles
de colores, luego sólo dos colores, verde y gris más
triste del mundo, crucigramas, globitos de tira cómica
sin ninguna palabra adentro, disgregación del verde
hasta ser millones de puntitos como alfileres
enterrados profundo, entonces abrí los ojos.
(Andrés Caicedo, Que viva la música)
Ya va tomando el camino su arambol.
Somos Gary Cooper y Sara Montiel

Hay_sinla
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 23 Feb 2013, 19:26

Rock y futbolines en el 64

Ahora que las revistas hablan tanto de los movimientos juveniles, de los hippies, de los anarquistas y de los comuneros, nosotros, que tenemos ya más de veinticinco años y que formamos parte de las primeras tribus barcelonesas de hippies y «freaks» (en inglés, freak es «raro», «extravagante»), queremos explicar unas cuantas cosas para mayor vacile de propios y extraños. Ante todo, que toda esta avalancha de artículos y revistas nos aburren con sus tonterías. Nos aburren porque escriben sobre América y Europa y no sobre aquí y nos aburren porque hablan de generalidades, elucubraciones, tópicos y personajes míticos y no de la vida de cada día. y esto es así porque los que escriben sobre rockeros, hippies, freaks y comuneros casi nunca son ni han sido ni lo uno ni lo otro ni lo de más allá. Son más bien chupatintas profesionales de letra al por mayor. Además, la gente lanzada a la vida “rara” raramente tiene el tiempo y las ganas de ponerse a escribir, y menos de ponerse a escribir sobre lo que les está pasando en concreto. Estamos demasiado acostumbrados a que en las revistas salgan artículos espectaculares y elucubraciones “finas”. Nosotros, teniendo el tiempo y las ganas de recuperar nuestra pequeña historia personal frente a tanta falsa historieta yanqui, queriendo continuar el rollo y viendo que a lo mejor nos pagan algo, pues nada, nos ponemos a escribir desordenadamente y con furia, intentando ser concretos, verídicos y, en todo caso, algo sinceros. Es importante repetir que durante el surgimiento en Barcelona de los rockeros y después de los hippies, nadie, ninguno de ellos, escribió nada sobre lo que estaban viviendo. Nunca salió nada publicado, nada que fuese escrito por rockeros y hippies sobre ellos mismos. Llegaron libros yanquis y aparecieron articulistas y pensadores. Nada directamente surgido de los «protagonistas» del asunto. y luego salen artículos, como los de Ajoblanco, en los que se “entierra” al hippismo calificándolo de invento de snobs americanos ricos. Es natural que los Racioneros y Ribas y cia de Ajoblanco piensen esto, porque ellos mismos, gente procedente de ambientes intelectuales ricos y con vocación elitista, si fueron hippies lo fueron al estilo snob y, si no lo fueron, la idea que pudieron hacerse venía de amigos hippies ricos y de cuatro libritos yanquis de lo más académico y tonto. Así, esta gente entierra de hecho el hippismo más cercano a ellos, el hippismo más snob. Lo cual, por otra parte, está muy bien. A ver qué nuevas modas se inventan ahora. ¿Quizás el “espíritu libertario” y la “autogestión” y también en versión snob?
La “masa” hippie y freak de Barcelona y comarca poco tuvo que ver con esta gente. Eran más bien, en sus orígenes izquierdistas desengañados o agotados, pequeño burgueses más bien pobretones, mezclados con grifotas de la línea tradicional (gente del barrio chino) y extranjeros peregrinantes. Y los rockeros de antes, los de los años 60-65, estaban muy lejos de los intelectuales snobs. Eran «chavas», «charnas» y hasta «pijis», pero no mentes destinadas al comercio de la letra.
El baile Tokio fue cerrado por cuestión de drogas allá por el año 1964. No eran drogas destinadas a hippies ni a freaks. Era grifa de la de siempre, la que, según se decía, fumaban los “Lejías” (legionarios) y gente afín. Barcelona, por tener puerto de mar, colonias gitanas, barrio chino y legionarios en el norte de África, tiene una larga historia
de grifa, de “caramelitos” de “gloria” a cinco duros (tiempo ha), de gente que se juntaba para “ir a escupir el muerto”. La gente que iba al Tokio como la que iba al Trolebús (por la zona de Arco del Triunfo), era una mezcla de catalanes hijos de pequeño burgueses, de barrios como el Ensanche más pobre, el casco antiguo, Horta o Pueblo Seco y “chavas”, hijos de andaluces inmigrados. También iba gente más rica con ganas de desmadre, gente golfa, de los que están entre los últimos de la clase. y allí estaban el macarra, el tipo con “nomeolvides” en la muñeca, el grifota de siempre. Allí actuaban los Salvajes, los más ye-yé, los más “joteros” como entonces se llamaba a los rockeros charnas. (Charna de charnego, hijo de inmigrante más o menos catalanizado.) Los Salvajes habían estado en Alemania (España y Alemania quedaban muy cerca, gracias a la inmigración forzosa de centenares de miles de trabajadores). De allí volvieron con largas melenas y vestidos de negro, no al estilo beatles de entonces (americana sin cuello y melenita) sino más bien al estilo Rolling Stones. Todos los yeyé, los chavas de camisa negra, cuello levantado por detrás, pantalones negros de tergal, acampanados (32 centímetros de ancho por abajo), los bitelianos de botines en punta, los “pijis” (que eran los ye-yé más ricos, conjuntos de chicos de Preu, seiscientos trucado), los asiduos del Tokio, del Trole, y hasta del San Carlos, los niños ricos engolfados (los expulsados de los colegios de pago, los de las academias disciplinarias), todos se encontraron juntos formando masa en los conciertos del Palacio de los Deportes en el año 64. Actuaron los Sirex, los Mustang, los Salvajes, los Brincos, Lone Star, etc. y también los Moddy Blues. La policía estaba allí y se produjeron algunos incidentes. Aquella gente, subiendo por la calle Lérida en largas colas hacia el Palacio de los Deportes, miraban asombrados hacia todos lados, dándose cuenta de que eran bastantes los que vestían de forma rara y llevaban el pelo largo. Se sentían fuertes.

Durante esos años (1962-64) el régimen de Franco pretendía modernizarse un poco. Ya habla acabado la política de puertas cerradas y de miseria de post-guerra. Los yanquis ya estaban aquí con sus productos, con sus marines y con sus modas. Los falangistas iban de baja. Se tenía que disimular. El Plan de Desarrollo estaba de moda. Los turistas venían cada vez más. La Universidad empezaba a moverse un poco y en Asturias los mineros hacían las huelgas más importantes desde el 39. Las salas de baile que habían estado controladas por Falange (al acabar sonaba el himno nacional) empezaban a convertirse en “dancings” primero y en “Boites” y “Discotheques” después. En este momento de cierta presión modernizada cuando la gente ye-ye puede reunirse en masa por primera vez. Los permisos se daban algo más fácilmente. Las sesiones musicales de los domingos por la mañana en el Novedades fueron todo un acontecimiento. Unas 1.000 personas acudían fielmente a los “matinales”. Aquello lo montaba la “cadena Red star”. Todo lo que sonaba a yanqui pasaba. Si el nombre de la “cadena” hubiese sido castellano (o sea, literalmente, “Estrella Roja”) evidentemente no hubiesen podido ni empezar. La “Red star” era en realidad cuatro amigos, cuatro ye-ye catalanes espabilados. Delante del Novedades, que entonces tenía sala de futbolines, se formó una manifestación de ye-yés menores de 16 años, la edad mínima exigida para poder entrar, como pasa todavía hoy en muchos sitios. Los chavales de 14 años gritaban: “si a los 14 trabajamos, a los 14 bailamos”. Allí actuaron más o menos los mismos que en el Palacio de los Deportes, más los “gatos Negros”, “Alex y los Finders”, .‘Mangas Verdes”. También en el Price se hacían festivales esporádicos, el último de los cuales fue despedido con el mayor destrozo de butacas que se recuerda en Barcelona. Todo esto coincide con el auge de los Beatles, con la fase más puramente rockera de los Beatles, cuando estaban mucho más de moda entre los chavas y los ye-yes golfos que entre los estudiantes de familias más ricas o más cultas, que hacían las “fiestecitas de los sábados’. A base de música francesa, italiana y americana nostálgica (Elvis). Toda esta oleada rockera recogió a los supervivientes de las grandes ‘bandas’. de los barrios. Bandas de jóvenes con un espíritu territorial muy fuerte, rozando a veces la delincuencia, Imponiendo su “ley” en la zona que les correspondía, enfrentados o mezclados con elementos falangistas según la zona, sin ningún lugar al que ir aparte de alguna sala de futbolines. La Banda era la forma espontánea de organizar el tiempo libre y de escapar de una sociedad super-controlada, rígida, miedosa, mísera. Bandas como la del Titi eran conocidas en toda Barcelona. La Banda del Titi “operaba” entre Via Layetana y Arco del Triunfo. El robo sistemático y tenaz era su norma. Desde camiones de Coca-Cola vaciados en 10 minutos hasta partidas de tela al por mayor. Todo lo que pasaba por la zona. “Los Correas” todavía aguantan, mantenidos por elementos de extrema-derecha según se decía ya entonces. Las bandas no se formaban solamente en barrios obreros nuevos y marginados, en los que la Falange intentaba aprovechar el anticatalanismo (que como forma de defensa ante una sociedad extraña y más rica aparecía en algunos sectores de recién inmigrados), sino que también se formaban en barrios típicamente catalanes. En general todas las bandas, con alguna excepción, eran demasiado localistas y orgullosas de sí mismas como para dejarse manipular por mucho tiempo por la Falange o por cualquiera otra forma de autoridad institucionalizada. Con el período de desarrollo, turismo y capital yanqui que empieza de verdad en 1960, las bandas se hacen más fuertes primero, estimuladas por las mayores posibilidades de acción que da la mayor circulación de dinero, productos importados y modas. A la larga, sin embargo, tienden a diluirse en un movimiento más amplio y más homogéneo sin dejar de existir. Cuando hay más dinero, más sitios a donde ir, bares, películas extranjeras, festivales, cuando en la radio y en los grandes almacenes se comercia ya con productos ye-ye, las posibilidades de pasar el rato y de identificarse al margen del taller, la oficina o la academia son mayores para todos. La banda del barrio como único reducto diferente del taller, de la escuela y de la familia va dejando paso a los grupitos que pasean por toda Barcelona buscando rollo porque saben lo que hay .
Debo confesar que escribiendo toda esta historia me doy cuenta de las pocas referencias que poseo. Las personales, las de algunos amigos y poca cosa más. Anécdotas y datos sueltos unidos por las cuatro hipótesis de siempre y por un cierto vicio de coherencia. Y es que resulta que en la prensa no salía nada. Los estudiosos tampoco se han entretenido en ver la vida cotidiana de la juventud en este país durante todos estos años. Hay historias de luchas sociales importantes, de la literatura durante el franquismo, del desarrollo económico, de los movimientos políticos, de poesía y pintura. Pero, aparte de alguna película y alguna novela nadie cuenta nada de lo que hacía la gente durante su tiempo libre, los “usos y costumbres” sus manías privadas. No se si esto resulta necesario. En todo caso es una parte importante de la vida de la gente. y frente a tantas historias como nos cuentan resultarla saludable saber o simplemente ver lo que hemos sido, lo que hemos hecho en realidad. Nosotros, nuestros compañeros de más edad y todos. En un país en el que no se podía hacer casi nada, en el que la mentira oficial era tan gorda que, en el fondo, nadie la creía, la gente se debió ver obligada a pasar, en cierta manera, de todo. A pasar de todo calladamente, en cualquier rincón. Dándose a diversiones y manías casi íntimas, escapando de todo a base de aprovechar lo que fuese. Ahí está el típico joven catalán, pequeño-burgués, escéptico, agarrado a ocupaciones o manías increíbles. Arreglar radios viejas, cuidar canarios. Sin salir a la luz pública, porque luz pública ni habla. Sexualmente reprimido, lleno de utopías modestas pero igualmente irrealizables. Y al mismo tiempo extraordinariamente hábil para aprovechar cualquier posibilidad. Para desarrollar habilidades peculiares. La estrechez del mundo en que vivían les ahogaba, pero al mismo tiempo les hacía expertos en el truco dominando con facilidad las contradicciones del pequeño mundo, acostumbrados a pensar que toda cara oculta una cruz, que cada cosa tiene su trampa. Los más proletarios se veían más obligados a tragarlo todo sin posibilidad de trampa, sin truco. O a ponerse del otro lado arriesgándolo casi todo. En fin, que buenos niños convencidos y satisfechos debían haber pocos. Buen niño significa aprender lo que te dicen, creerlo o hacer ver que lo crees. Esto último ha debido ser más posible. Hacer ver que se cree y por debajo mantener cierta desconfianza permanente y cierto maquiavelismo. Aquí ha habido y hay todavía mucha gente acostumbrada a sentirse en la ilegalidad. En la ilegalidad social y en la ilegalidad moral. Cantidades de matrimonios por embarazo (muchos más de lo que normalmente se cree) , cantidad de sexualidad degradada, de “chachas” utilizadas como carne de cañón para el inicio sexual. ilegalidad en la diversión. Bares de puertas cerradas, bandas, grupetes espabilados que alquilaban bares para las “fiestas”. Los buenos niños más ricos pronto quedaban defraudados. No era posible ser buen niño convencido por mucho tiempo. La realidad era demasiado diferente de lo que se enseñaba. Entonces el buen niño, si es rico, o se convierte en golfo demostrando que él puede ser más ilegal que nadie o queda algo amargadillo. Y de esta amargura, de esta comprobación de la imposibilidad de ser “bueno”, sale gente rebelde, gente que lo prueba todo porque no cree que todo pueda ser tan malo como resultarla ser si se comparase con la estrechez de lo que le han dicho que es lo bueno, o de lo que ha creído que es lo bueno. Esta gente, con menos recursos: de emergencia, con menos dominio de los truquillos, menos acostumbrados a las pequeñas ilegalidades diarias, se ven obligados a plantearse la ilegalidad como algo nuevo, inmenso, extraño a su “pequeño buen comportamiento”. Y entonces se dedican a ello con furia. Organizan su nueva legalidad, a veces de forma muy extrema. Pasan a engrosar las filas de los rebeldes que lo han sido desde siempre. O quizás se añaden a ellos desde fuera, intentando descubrir en ellos y en todo lo definido como “malo” algo que pueda ser convertido en “bueno”, pero de verdad. De ahí la mitificación y el endiosamiento que algunos jóvenes burgueses hacen de los tipos más representativos de lo que está al otro lado de su propio ambiente. Los ídolos proletarios, los ídolos lumpemproletarios. Y así se forman estudiantes empeñados en estudiar lo que no les enseñan, ávidos de textos extranjeros ilegales.

Los universitarios descontentos apenas habían logrado organizar movimientos fuertes en la época de la que hablamos, en los primeros años 60. Las huelgas de estudio les animaron bastante y se lanzaron con más fuerza a cargarse el sindicato falangista que ya estaba medio muerto. Eran minorías clandestinas que empezaban a conseguir asambleas multitudinarias. Gente muy entregada a aquello. No creo que tuvieran muchos contactos con los chavas, con las bandas, o con los rockeros. Su cultura era más bien europea, poco yanqui. Su música era la canción francesa y el jazz. Iban a divertirse a las Ramblas y al barrio viejo, pero desconocían los trucos del lugar. Los chavas, los pijis y compañía habían recibido la moda yanqui e inglesa como confirmación de su derecho a ser diferentes. El contacto con los turistas trabajó también en este sentido. El ligue en Lloret era aire renovado. los intelectuales se mostraron más reacios hacia lo yanqui porque su manera de ser diferente estaba ya reafirmada por la vía ideológica y política. Sólo más tarde, cuando el propio movimiento estudiantil fue masivo y fuerte, cuando la mística de la conspiración fue dejando paso al trabajo de organización a mayor escala, empezaron a surgir contradicciones más “vitales” en los estudiantes izquierdistas. Además lo yanqui empezaba a ser más interesante para ellos. Salió Bob Dylan, salió el movimiento de protesta de la juventud americana, empezaron a haber hippis. Los “setze jutges”, la agrupación de cantantes protestones al viejo estilo francés, tuvieron un hermano menor devoto a Bob Dylan, el “grup de folk”, Pau Riba, Sisa. Empiezan a haber contactos entre gente procedente de la Universidad y del izquierdismo con gente procedente de las bandas de barrio, de los ambientes grifotas y del mundo rockero. Los Beatles hablan llegado a ser lo suficientemente refinados como para gustar a más gente que a los rockeros puros. Los diferentes submundos, más desarrollados, encontraban canales de comunicación cosas comunes de las que poder hablar, un mercado musical más amplio y uniforme, locales especializados, discotecas. Todo esto, sin embargo, quedó como endurecido porque el famoso desarrollo empezó a quebrar. A medio lanzamiento la cosa volvía a congelarse. Los ánimos estaban ya disparados, pero la economía empezó a ir en sentido contrario. Esta tensión, esta confusión, la confusión del que coge carrerilla para saltar y antes de hacerlo ya le dicen que pare, marcó de una forma especial el nacimiento de esta mezcla de grifotas, rockeros y estudiantes, esta mezcla que aquí fue la protagonista del primer hippismo. La devaluación de la peseta del año 67 acompañó a los primeros hippis de Barcelona, como señal del hambre que iban a pasar.
Todo esto, señores, ya forma parte del próximo capitulo de este cuento. Tenemos cantidad de datos ya preparados. Esta época preliminar explicada aquí nebulosamente (yo y la gente amiga consultada éramos muy jóvenes) puede servir al menos para entender que en todas partes cuecen habas, pero en cada parte a su manera. El hippismo americano es una cosa y el de Barcelona otra. los grifotas son una cosa y los intelectuales snobs son otra. Todo el mundo ha vivido su historia Esta es una de ellas, Y la que explica Ajoblanco es otra.

Pau Malvido (Seudónimo de Pau Maragall, hermano de Pasqual y de Ernest)
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 28 Jul 2013, 17:18

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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 20 Oct 2013, 11:33

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HUMO GUERRERO

Las aspiraciones españolas en el Norte de África, que se fueron gestando a lo largo del siglo XIX, recibieron luz verde en la Conferencia de Algeciras (1906), al legitimarse la protección europea sobre Marruecos y concretarse un marco exterior favorable a su expansión colonialista en la zona. Aunque su viabilidad estuvo seriamente comprometida desde antes de que se viera materializado, tanto por la resistencia de los marroquíes a aceptar el dominio español como por la de los sectores sociales españoles más perjudicados por la aventura colonialista (recuérdese, por ejemplo, el desastre del barranco del Lobo y la rebelión popular de la Semana Trágica, acaecidos en 1909), finalmente el Protectorado español en Marruecos fue establecido en 1912.

En realidad, en aquel momento se desconocía casi todo acerca de Marruecos. Ni siquiera se sabía con exactitud la extensión de la zona sometida a tutela española (unos 20.000 km² de terreno abrupto, aunque de innegable importancia estratégica, pobremente comunicado y sin importantes salidas al Mediterráneo, excepción hecha de Ceuta y Melilla, en el que escarpadas montañas y áridas llanuras dejaban poco espacio para tierras cultivables). Se ignoraba también el número de habitantes al que había que proteger (las estimaciones variaban entre 600.000 y una cifra superior a un millón), aunque era sabido que se trataba de una población eminentemente rural (prácticamente en un 95%), con tan sólo dos núcleos urbanos de cierta entidad (Tetuán con unos 20.000 habitantes y Larache con apenas 10.000, pues Tánger, declarada zona internacional, quedó fuera del Protectorado).

Una costumbre exótica

Poco se sabía asimismo de las costumbres locales. Sin embargo, se tenía conocimiento desde hacía tiempo de que el consumo de kif, grifa, hachís y otros derivados cannábicos era una de ellas. Ilustres viajeros, que habían visitado Marruecos por distintos motivos, como el geógrafo Juan León Africano y el cronista Luis del Mármol Carvajal, ambos granadinos, que ya lo habían recorrido durante el siglo XVI, el aventurero Doménech Badia i Leblich (más conocido como Ali Bey), el liberal renegado León López Espila y el erudito Nemesio Fernández Cuesta y Picatoste, que hicieron lo propio en el siglo XIX, el escritor Pío Baroja, quien estuvo en calidad de corresponsal de guerra a principios del siglo XX, etcétera, habían dejado testimonio de primera mano del uso que de esta planta psicoactiva se hacía en el Norte de África. Y en casos de evidente desconocimiento, se imponía cierta curiosidad. Así, el novelista Pedro A. de Alarcón, quien estuvo como cronista de guerra en Marruecos en primera línea de fuego, en el frente de batalla, se refirió al kif en su Diario de un testigo de la Guerra de África (1860) como una «embriagadora hierba que no conozco todavía».

De todos modos, si tenemos en cuenta que España, como potencia colonial, invirtió quince años, es decir, la tercera parte del tiempo que duró el Protectorado, en pacificar y controlar la zona que se le había asignado en la Conferencia de Algeciras, no es descabellado suponer que prácticamente hasta los años 30 el uso de cannabis se mantuviera circunscrito a la población autóctona, no despertando demasiado interés en los colonizadores, sino más bien sentimientos de animadversión y desdén. De hecho, la mayoría de la colonia española que allí se estableció siempre mantendría esa actitud ante un hábito que el psiquiatra Luis Martín Santos, natural de Larache y autor de la excepcional novela Tiempo de silencio (1961), consideraba una «toxicomanía de países subdesarrollados». De ahí que el también psiquiatra Enrique González Duro asegure que «numerosas personas que por aquel entonces pasaron su juventud en Ceuta, Melilla, Tánger o Tetuán, no mostraron el menor interés o curiosidad por probar esta droga» y que «en los años cuarenta, y aún en los cincuenta, se la consideraba como una despreciable droga de moros, sólo apta para pobres y para gentes de mal vivir». Es más, incluso bastante tiempo después de que Marruecos alcanzara su independencia todavía sería «considerada como una minidroga un tanto plebeya», según expresión acuñada por el periodista Julio Camarero.

Sin embargo, en el momento en que las hostilidades abiertas dejaron de presidir las relaciones entre protegidos y protectores, el hábito de fumar kif, grifa y hachís comenzó a extenderse también entre los segundos, al menos entre unos cuantos. La inicial, y a la postre, principal vía de penetración fue el ejército colonial, y más concretamente los tercios de la Legión, así como mehalas y tropas regulares, compuestas íntegramente por soldados indígenas, pero cuya oficialidad estaba compuesta básicamente por españoles.

Una droga para el Glorioso Movimiento Nacional

Al estallar la guerra civil, el cannabismo no sólo había arraigado entre el contingente de marroquíes (rifeños, yebalas, gomaras e incluso combatientes originarios de la zona bajo dominio francés) que tomó parte en la contienda, en contra del gobierno legítimo de la República, en las filas del mismo ejército que los había aplastado no hacía ni una década, sino también entre los soldados españoles. En este sentido, algunos investigadores como el antropólogo Joan Pallarés y el filólogo José F. Batiste Moreno han apuntado la posibilidad de que hasta el propio Franco hubiera fumado kif ocasionalmente; pero lo innegable es que el co-fundador de la Legión llegó a pagar parte de la soldada de sus tropas bereberes en especia, en este caso cannábica, tal y como han puesto de manifiesto Roger Joseph, director de investigación del Institute of Science, Technology, Arts and Culture, en Fullerton (California), y el historiador David T. Courtwright. Más aún, después de que las tropas africanistas —principal baza de la facción del ejército sublevado— cruzaran el Estrecho, y a medida que fueron avanzando sobre territorio peninsular, llegaron a organizarse suministros regulares de kif y grifa desde los valles del Lukus y las serranías de Ketama hasta los frentes de batalla, con el conocimiento de la oficialidad de Intendencia, del Estado Mayor y hasta del Alto Mando. Tanto es así que, a juicio del escritor Fernando González, autor de la novela titulada Kábila (1980), el cannabis fue —junto con el aguardiente a granel, cantinero, más conocido como saltaparapetos— «la mayor motivación espiritual» que impulsó al «Glorioso Alzamiento Nacional, al menos en las trincheras».

Finalmente, la Victoria de Franco determinó que el consumo de derivados cannábicos se extendiera de forma considerable sin demasiados problemas en ciertos ambientes marginales propios de un régimen autárquico, tradicional y subdesarrollado, no sólo ya en el Protectorado sino también en las grandes capitales de la Península (Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla) y en las ciudades litorales más próximas a las costas norteafricanas: Huelva, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, Cádiz, San Fernando, Barbate, Tarifa, Algeciras, La Línea de la Concepción, Málaga, Almería, Cartagena, Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, etcétera.

Los «grifotas» del subdesarrollo

Hay numerosos testimonios que confirman y a la vez ilustran el consumo de cannabis en esos ambientes marginales, que por lo demás eran ignorados o pasaban desapercibidos casi por completo a los abundantes e intransigentes moralistas y demás gente de orden de la época, entre otras cosas, porque era cosa de hombres, es decir, se trataba de una costumbre típicamente masculina. Por ejemplo, el novelista Alfonso Grosso dejó constancia de un recuerdo muy preciso que conservaba en su memoria de la Sevilla de 1946: la imagen de grupos de legionarios apostados en la Alameda de Hércules, que exhibían sus «brazos tatuados bebiendo mosto o copas de coñac de garrafa y fumando grifa, sin que nadie se lo prohibiera estimándose formaba parte de sus azarosas y frustradas vidas». Asimismo, Martín Santos consideraba que en el Madrid de 1949 la grifa se movía preferentemente entre «dos clases de clientela posible: el golfo arrabalero y el señorito degenerado». Según el doctor González Duro, en la capital del Estado, se podía comprar «de tapadillo» en un «cuartel de moros» cercano a la Plaza de Oriente y en otros lugares como «en la Plaza Mayor, en la Plaza del Dos de Mayo, en Vallecas, en Carabanchel, en algunos bares del barrio de Lavapiés, en ciertas bocas del Metro, en los cafetines de La Bombilla y hasta en el mismísimo banderín de Enganche de la Legión», e incluso había quien «plantaba el cáñamo en un terreno propio». El propio psiquiatra aclara que «se fumaba al aire libre, en las plazas públicas, en el Retiro, en la Casa de Campo, en la Plaza de Tirso de Molina, en ciertas tabernas, en fiestas populares, verbenas, salones de baile, etcétera». Por su parte, el periodista Raúl del Pozo recuerda que el camello más conocido de Madrid era El Cebolla, «que abastecía la puerta de los cabarets, donde los macarras charlaban toda la noche con los porteros vestidos de almirante hasta que salían las jais». El veterano periodista añade que la grifa corría abundantemente entre «los legionarios, los flamencos, los chulos, los carteristas, los burlas y las putas», y que solían venderla «las cigarreras de la Plaza de Tirso de Molina, las madamas de los prostíbulos de la calle de San Marcos o algún taxista gaditano, porque allá abajo los marineros y los braceros han vacilado con grifa desde siempre». Por lo que respecta a Barcelona, sabemos por el escritor y ensayista José Mª Carandell, gran conocedor de los entresijos de la vida cotidiana del momento, que la grifa «circulaba por los ambientes obreros y marginados de la capital catalana, y especialmente por el barrio chino», que la consumían «la mayoría de los delincuentes habituales y algunos obreros como evasión tras las interminables jornadas laborales» y que solían traerla «los legionarios, los soldados destinados a África, o los trabajadores emigrados a Argelia y a Marruecos». El doctor González Duro confirma que podía adquirirse «en su famoso barrio chino, en la calle de las Cadenas, en la calle de San Jerónimo, en la Barceloneta o en el Campo de la Bota». Gracias al antropólogo Oriol Romaní conocemos también la existencia de algunos minoristas de grifa como El Botas, un ex legionario que se había criado en las callejuelas del barrio chino, y El Jefe, un limpiabotas que solía apostarse en la calle de las Tapias, junto a las puertas del que fue Cine Diana. Para completar este esbozo acerca del panorama cannábico de la Barcelona de la autarquía, también podemos citar al novelista Luis Goytisolo, que en su recuento personal evocaba el ambiente de las «callejas intrincadas con sus antros que olían a grifa» y apuntaba el caso de un preso de confianza de la cárcel Modelo que abastecía a los demás reclusos de alcohol «y hasta de grifa».

A finales de los años 40, los Servicios de Neuropsiquiatría del Hospital Provincial de Madrid atendieron algunos casos, seguramente excepcionales, de fumadores de kif y grifa. El psiquiatra J. López de Lerma Peñasco, de la cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Madrid, estudió y describió siete casos clínicos de usuarios de cannabis, todos ellos varones, que ingresaron en dicho servicio entre 1948 y 1950, y recogió el testimonio de un octavo consumidor del que había tenido conocimiento a través de uno de los anteriores pacientes. Todos, sin excepción, se habían iniciado después de la guerra civil: dos en la Legión, dos durante el servicio militar que habían cumplido en África, uno en Prisiones Militares y tres en Madrid. Uno era camarero (20 años), otro cabo del Escuadrón de la Remonta de Caballería (23 años) y un tercero vendedor ambulante de ajos y limones (34 años), también había un sastre (24 años), un pintor de coches (28 años) y tres sin empleo conocido (23, 21 y 18 años). Lo cual sugiere que, a estas alturas, el empleo de kif y grifa ya estaba muy extendido en la Península, y no sólo entre la soldadesca africanista o ex africanista y entre marginales, sino también entre individuos socialmente integrados.

Otro psiquiatra que también había prestado servicios en la Clínica Psiquiátrica del Hospital Provincial de Madrid, el doctor Antonio López Zanón, publicaría con posterioridad otro estudio sobre catorce casos de fumadores de grifa, iniciados en su mayoría durante los años 40 y 50, que vino a reforzar la vinculación entre dicho hábito y el Tercio, pues diez de los sujetos investigados se habían alistado en dicho cuerpo. Sin embargo, también puso de manifiesto el arraigo del uso de grifa en el territorio peninsular, ya que uno de los fumadores había tenido su primera experiencia en un salón de baile de Madrid, otro había sido iniciado por una prostituta en Barcelona, un tercero había sido «inducido por unos muchachos de Carabanchel» a la edad de diez años y, finalmente, había otro que ya había fumado antes de enrolarse en las filas de la Legión. Sabemos por este estudio que algunos hacían del uso de grifa un hábito solitario, pero la mayoría fumaba en grupo e incluso uno de ellos había consumido grifa en «una especie de círculo sexual-toxicómano en el que se reunían tres o más parejas». La cantidad consumida por estos grupos podía variar entre «un kilo de kifi por semana» o «un kilogramo diario de la droga». Gracias a uno de los testimonios recogidos tenemos noticias del incremento que sufría el precio de la planta en la Península con respecto al precio de origen (en territorio marroquí): un kilo de kif en Larache valía unas 50 pesetas, mientras que un simple «petardo de grifa», comprado en Madrid, podía costar entre 5 y 15 pesetas. Finalmente, podemos considerar que el estudio de López Zanón evidencia la existencia de cierta subcultura, que se manifestaba en la observancia de ciertos rituales y en el empleo de un argot asociado específico en los círculos de fumadores de cannabis de la época («rollo», «rollo chungo», «enrollarse», «vacilar», «vacilón», «colocarse», «muermo», «petardo», «mandanga», «puerro», que con el tiempo derivaría en «porro», etcétera) y que en buena medida perviven en la actualidad.

Por lo demás, cabe decir que el consumo de derivados cannábicos no se limitó a la zona del Protectorado, sino que también estaba muy extendido en el enclave español de Ifni. Sin ir más lejos, el teniente coronel José Mañoso Flores y el capitán Manuel Cortés Blanco, en su Perspectiva histórica de las drogas desde un punto de vista militar (2000), recogen el siguiente testimonio de otro militar que estuvo destinado en su capital, Sidi Ifni, durante la guerra que se libró entre 1957 y 1958 contra fuerzas irregulares del Ejército de Liberación del Sur Marroquí: «La grifa era de uso habitual [...] allí se fumaba mucho y bastaba con andar un poco por determinadas calles para poderla encontrar. Había gente que pasaba el día con ella; gente a la que, por estar aparentemente idos, les llamábamos “grifotas”, una palabra entre grifa (lo que tomaban) e idiotas (como parecían quedarse después de dicho consumo) [...] También entre mis propios compañeros hubo quien la consumió. Muchas veces no había nada que hacer y la hierba ayudaba a sobrellevar el calor, el aburrimiento, la tensión del combate o el estar lejos de casa».

Voces de alarma

A comienzos de la década de los 50 comenzaron a manifestarse algunas voces de alarma ante el consumo de derivados cannábicos. Así, en 1952 Javier Blanco Juste, un farmacéutico que había visitado el Protectorado (,) y se ufanaba de no haber dispensado en cincuenta años de profesión ni una sola fórmula de cáñamo indiano (,) —pues a su juicio no sólo carecía de interés terapéutico, sino que además le resultaba «antipático» como fármaco—, escribió un artículo titulado «La grifa marroquí» (,) en la revista El Monitor de la Farmacia y de la Terapéutica, con el ánimo de contribuir a la desaparición de «un vicio tan repugnante y peligroso para la sociedad». El boticario (,) describía el uso de grifa como un vicio preferentemente solitario, que circunscribía a nativos y a «la mujer prostituida», pero mencionaba la existencia de «fumaderos» y temía que «legionarios, regulares, mehalas, comerciantes, gente española en relación con Marruecos» pudieran «exportarlo» al territorio peninsular. Según Blanco Juste, las plantaciones de cannabis se encontraban «en las tribus o cábilas de Ketama y Tamoró», aunque reconocía que se cultivaba hasta en los huertos de Xauen. También informaba de que el kif estaba «intervenido por la Tabacalera marroquí y perseguido como contrabando», pero se lamentaba de la pasividad de las autoridades ante «la elaboración y venta de la grifa», a la vez que no dudaba en proponer la persecución de «fumaderos y fumadores [...] y si preciso fuera, destruir las plantaciones de cáñamo».

Acto seguido la misma revista publicó otro artículo insistiendo sobre el empleo de grifa en la zona del Protectorado. Su autor, Carlos Rodríguez Iglesias, manifestaba el «asombro e indignación» que le producía el incremento que había experimentado el uso de «ese tabaco maldito», que ya alcanzaba a toda la zona tutelada: «Larache, Alcazarquivir, Xauen, Tetuán etcétera, y en las plazas de soberanía de Ceuta y Melilla y su territorio; es decir, desde la costa marroquí del Atlántico hasta el río Muluya, límite de nuestro Protectorado». Residente en la zona y buen conocedor del territorio, Rodríguez Iglesias no sólo denunciaba la extensión de un hábito «tan enorme y descarado», sino que se mostraba escandalizado por la «indiferencia» con que se contemplaba «tan funesto vicio». Según este observador, el empleo era «corriente, tan corriente que en la kábila, en las calles de los poblados y de las ciudades, en los cafetines morunos (aquí está el cuartel general de los fumadores) y hasta en ciertos cines de barrio» se fumaba «grifa a placer». También aportaba algunas apreciaciones sobre el perfil sociológico de los consumidores de grifa al asegurar que «un 80 por 100 de los delincuentes marroquíes y una buena parte de los delincuentes cristianos» eran «grifotas», que según aclaraba era el término que se empleaba en el Protectorado para «designar al fumador empedernido de grifa». Nada decía, sin embargo, acerca del 20% de «grifotas» marroquíes y de la mayor parte de «grifotas» españoles no delincuentes, ni tampoco si, además de fumadores empedernidos, había usuarios ocasionales. No importaba porque, en definitiva, su intención no era otra que «dar la voz de alarma y atacar el mal de raíz» y provocar el celo de las autoridades competentes.

Al año siguiente, dos diplomados en Neuropsiquiatría con amplia experiencia en Ceuta, los doctores Amador Fernández Sánchez y Rafael González Mas publicaron en otra revista científica un trabajo sobre los «clubs de fumadores de haschisch en el Marruecos Español» y que según los citados médicos se encontraban «rodeados del mayor misterio y al margen de la ley». El hecho de hablar precisamente de «clubs», (y no de fumaderos, reuniones o cualquier otro genérico,) sugería que en su opinión el empleo de cannabis no era tanto una actividad espontánea e informal, sino vinculada a ciertos círculos más o menos organizados. A diferencia de Rodríguez Iglesias, que hablaba de un consumo básicamente urbano, según Fernández Sánchez y González Mas, las reuniones se efectuaban en «sitios aislados y alejados de los centros de población, muy frecuentemente en el campo o en determinadas casas musulmanas» y sus concurrentes solían ser «europeos», aunque unidos todos ellos no por el perfil de su conducta criminal —tal y como había apuntado Rodríguez Iglesias— sino por el «denominador común de su pertenencia al círculo de las personalidades psicopáticas».

Ambos autores cifraban «de seis a doce» el número de asistentes que solían integrar cada reunión, dando lugar a unos «especiales rituales» que, a juicio de los dos neuropsiquiatras, lindaban con «el mundo de lo novelesco», y que abarcaban desde el manicurado de la planta hasta su consumo compartido en un marco grupal, pasando por el empleo de un argot y unos útiles que, cuanto menos, se les antojaban pintorescos. Los doctores Fernández Sánchez y González Mas describieron una figura inédita hasta el momento en los anteriores trabajos publicados, pero fundamental a juzgar por su papel integrador en las reuniones de fumadores de hachís: el «rollista», que no era sino cualquiera de ellos que se erigía espontáneamente en «director de las conversaciones», estimulando la imaginación y fantasías del resto del grupo. Por lo demás, los dos neuropsiquiatras hablaban de «obediencia ciega» por parte de los usuarios de hachís, aunque no decían a quién —¿al «rollista», quizá? —, pero destacaban la ausencia de efectos secundarios especialmente adversos.

Al mes siguiente de aparecer este artículo, el doctor Rafael González Mas en solitario publicaba un nuevo artículo en otra revista científica sobre lo que él denominaba «toxicomanía por cáñamo indiano». La única novedad de interés que aportaba el doctor González Mas era la constatación de que el consumo de hachís no obedecía jamás a «una apetencia tisular, metabólica o funcional, orgánica, en fin», sino que respondía a un deseo psicológico. En cualquier caso, y dado el carácter gremial de los fumadores, apuntaba hacia la clausura de sus centros de reunión —al igual que había propugnado el farmacéutico Blanco Juste— como principal medida preventiva y profiláctica.

Algunas medidas represivas

Es verdad que, tal y como recuerda el psiquiatra Enrique González Duro, «en cierto modo la policía lo toleraba o hacía la vista gorda, porque no consideraba la grifa en sí mismo peligrosa, y los jueces, prácticamente tampoco se preocupaban de ello». Pero hablar de pasividad por parte de las autoridades gubernativas de la época no es del todo riguroso. De hecho, coincidiendo con las primeras voces de alarma expresadas, prensa de todo el Estado informaba del descubrimiento de un «fumadero de grifa» por parte de la policía en una casa del barrio de Capuchinos, en pleno centro de Málaga, así como de la detención de «varios delincuentes» que se encontraban reunidos en dicho local. También sabemos, por una memoria de la Junta Provincial del Patronato de Protección a la Mujer de Sevilla, que el «empleo y uso» de grifa, que «procedente del Marruecos Español se introdujo en la Península», podía «considerarse casi con caracteres alarmantes» y que en el trienio comprendido entre 1950 y 1952 se instruyeron en la provincia andaluza cuatro sumarios «por el comercio y consumición de la mariguana». Asimismo, en 1952 el fiscal de la Audiencia de Tenerife informó al fiscal del Tribunal Supremo sobre algunos delitos cometidos en su jurisdicción por comercio ilícito de grifa.

Posteriormente, a través de un dahir de 29 de diciembre de 1954 se aprobó un reglamento para la represión del contrabando de tabaco y kif en la zona del Protectorado español en Marruecos y a los pocos meses el Diario de Barcelona informaba de una redada policial practicada en un fumadero de grifa que regentaba una mujer en la calle San Ramón, en pleno corazón del barrio chino, siendo detenidos (de) tres individuos que «fumaban plácidamente», así como (de) «otros muchachos que esperaban turno para adquirir por tres pesetas un pitillo de dicha droga con esa inconsciencia propia de la juventud». Iniciativas como estas vinieron a coincidir con una disminución del tráfico de grifa registrado por los fiscales de Cádiz y Tenerife en 1956, lo que les llevó a valorar positivamente la «eficaz persecución y ejemplar represión».

Con todo, en 1962, ya después de haber alcanzado Marruecos su independencia, el juzgado de Almería informó acerca de un sumario incoado contra varias personas en relación con los «15 kilogramos de cáñamo indio que habían adquirido en Marruecos para su venta en la Península» y el fiscal de la Audiencia Provincial de Tenerife acusó «el arraigo de la venta y especulación con la grifa, como figura contra la salud pública», de lo cual tomó buena nota el fiscal del Tribunal Supremo, Ildefonso Alamillo Salgado, en su memoria anual.

La expansión del cannabis en España

Pese a la creciente represión, nada pudo impedir que el cannabismo se siguiera extendiendo paulatinamente. Los autores que se han interesado por el asunto se han limitado a señalar, e incluso amplificar, el papel desempeñado por la Legión[1]. Y es verdad que el rol desempeñado por este cuerpo del Ejército español ha sido decisivo no sólo en la introducción y posterior difusión del hábito cannábico en la Península, sino también en otros países, habida cuenta de la cantidad de extranjeros de distintas nacionalidades enrolados en el Tercio[2]; pero lo cierto es que la influencia hispano-marroquí sobre el conjunto de la sociedad española durante estos más de cuarenta años de Protectorado resultó más compleja y tuvo mayor alcance.

Es verdad que la élite colonial del Protectorado, conformada por industriales vascos y catalanes y financieros madrileños, así como por burócratas encargados de la organización política y administrativa del territorio, no se interesó demasiado por el uso de cannabis, siendo éste un hábito fuertemente extendido entre legionarios y demás patulea africanista (incluidos los soldados de reemplazo que cumplían el servicio militar en África por sorteo), por no mencionar los estratos más marginales e ignorados por la sociedad del momento (limpiabotas, prostitutas, golfos, chulos, rateros, carteristas y otros delincuentes de poca monta). Sin embargo, no es menos cierto que entre 1912 y 1956 se iniciaron en su consumo muchos ciudadanos completamente integrados y socialmente normalizados, de un amplio espectro social, que conocieron la sustancia en Marruecos o gracias a las especiales relaciones entabladas durante esos años con residentes en el Protectorado: comerciantes y modestos capitalistas levantinos y andaluces interesados en aumentar sus exportaciones, funcionarios civiles, policías, empleados de las concesiones ferroviarias, de las compañías eléctricas, del sector naviero asociado al transporte tanto de mercancías como de viajeros, de la banca privada, de agencias de seguros, de la hostelería, del transporte urbano (tranvías en Tetuán) y por carretera, operarios de radiodifusión, de la industria de armamento y de los distintos monopolios, peones y obreros cualificados que se ocuparon de la explotación de los recursos indígenas (mineros, forestales, agrícolas, pesqueros, etcétera) y los ensanches urbanos, marineros y pescadores, arrieros, operarios que acudieron a la tala masiva de árboles en las serranías del Rif (una de las razones, junto al incremento de la demanda, que favorecieron la ampliación de las áreas dedicadas al cultivo de cannabis) y toda suerte de emigrantes peninsulares que desempeñaron los trabajos más duros y peor pagados, desde la construcción hasta el servicio doméstico.

Así, por citar tres ejemplos distintos, el cantante Miguel de Molina fumó kif por primera vez en el cafetín del Barrio Árabe construido en Sevilla con motivo de la Exposición Iberoamericana celebrada en 1929; el escritor y poeta José Manuel Caballero Bonald (n. 1926), siendo todavía alumno de la Escuela Náutica de Cádiz, realizó un viaje organizado de estudios a Marruecos durante el verano de 1947 y en Tetuán adquirió una «pequeña pastilla» de hachís, que ingirió algunos días más tarde ya de vuelta, con «arrebatado regocijo»; y el también escritor Gonzalo Torrente Malvido (n. 1935) se inició en el consumo de grifa entre los años 40-50 en el madrileño Colegio Ramiro de Maeztu, donde funcionaba un internado hispano-marroquí en el que coincidían alumnos españoles, más o menos díscolos, con hijos de mandatarios, altos funcionarios, militares de alta graduación y otros notables de Marruecos.

Mención aparte merece aquella ville de plaisir que fue el Tánger internacional como punto de iniciación cannábica para no pocos españoles, tanto pertenecientes a clases más populares como a la élite colonial. Destaca, en este sentido, el testimonio del novelista marroquí Mohamed Chukri (n. 1935), quien se trasladó con su familia en 1945 a vivir a Tánger y allí comenzó a frecuentar antros y cafetines y a fumar kif con sus amigos —muchos de ellos gitanos y andaluces— porque era «más barato y produce mayor efecto que el tabaco». Y no hace mucho el esteta y decorador Pepe Carleton, quien formó parte con su amigo Emilio Sanz de Soto del círculo de ilustres bohemios norteamericanos y europeos que giraba en torno a Paul y Jane Bowles, recordaba una fiesta celebrada en 1949 en la que «sólo había champaña y kif» y en la que había invitados de la talla del escritor Truman Capote, la decoradora Ira Belline, el fotógrafo Cecil Beaton, la Comtesse della Faille, el también aristócrata David Herbert, el empresario Jay Haselwood, etcétera. Incluso después de la independencia de Marruecos, el hechizo tangerino siguió obrando sobre el imaginario de muchas personas, como el del cómico y humorista Miguel Gila (1919-2001), quien en la primavera de 1957 vivió una «experiencia inolvidable» durante cerca de «dos horas» en un «fumadero de kif», al que acudió acompañado por Marita Salama, que era una mujer «muy respetada por los habitantes de Tánger».

El consumo de cannabis: un hábito cultural enraizado

Tampoco es menos cierto que algunos de los jóvenes que a principios de los 60 decidieron comenzar a fumar marihuana, haciendo de este uso un símbolo contrario al convencionalismo social, como fue el caso de Antonio Escohotado (n. 1941), Mariano Antolín Rato (n. 1943), Gaspar Fraga (n. 1944) y Fernando Sánchez Dragó (n. 1936) entre otros, consiguieron las primeras muestras de grifa que probaron en su vida a través de legionarios que habían acudido a Madrid para tomar parte del entonces llamado Desfile de la Victoria. Este dato anecdótico no viene sino a reforzar algo que ya pusieron de relieve hace años el cronista underground Pau Malvido y el antropólogo Oriol Romaní: (que) en muchos casos la subcultura que habían desarrollado durante los años 40 y 50 los «grifotas» del subdesarrollo en el Estado español conectó y en parte se adaptó, o fue asimilada, por las nuevas subculturas juveniles emergentes (beatniks, hippies). Lógicamente esta fusión o convergencia estuvo propiciada por compartir un carácter esencialmente marginal. Luego, como es sabido, la marihuana pasó a ser la sustancia prohibida demandada y consumida por un mayor número de españoles y, desde entonces, así se ha mantenido. De hecho, algunos autores consideran hoy que el cannabis en España puede entenderse como una especie de «nexo de unión entre generaciones».

Podemos concluir diciendo que el papel del Ejército en la difusión del uso de cannabis, especialmente el desempeñado por la Legión, resultó decisivo. Pero no fue el único factor determinante en la expansión de una cultura —o subcultura— cannábica en el Estado español. Por todo esto, asombra la ignorancia —o el simple interés intoxicador— que demuestran aquellos que se oponen actualmente por sistema a cualquier intento de debate sobre una eventual legalización del cannabis alegando que dicho cambio «supondría incorporar otra sustancia a nuestra cultura, además del alcohol y el tabaco». Y no se trata de crear una «imagen positiva», ni de provocar una «deliberada política de confusión» sobre dicha planta, como acusan otros, sino de ser fieles y respetuosos con la historia.



Juan Carlos Usó, en Cáñamo (La revista de la cultura del cannabis), nº especial 2005, pp. 52-62.

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Hay_sinla
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 20 Mar 2016, 18:22

Vida y locura de
Ken Kesey

Ricardo Vinós

Un artículo de The New York Times señalaba hace poco que Kesey debe su fama principalmente a un libro que no escribió y a una película que no vio. En efecto, Tom Wolfe publicó en 1968 “The Electric Kool-Aid Acid Test”, un largo reportaje del género new journalism centrado en la tripulación y los pasajeros del autobús Furthur conducido por Neal Cassady y capitaneado por Kesey, que lo volvió celebridad contracultural como líder público de los Merry Pranksters, quizá la pandilla de hippies más articulada de la historia. Prankster significa bromista, pero también bufón y fingidor, y los miembros de la tribu seguían el modelo del payaso de los indios estadunidenses, algo así como el huehuenche de los pueblos de México.

Su última novela, Last Go Round, fue escrita con Ken Babbs, su colega prankster, vecino y cómplice más asiduo.
Kesey sintió en cuerpo y alma la derrota de la revolución social de los años sesenta. La muerte de Neal Cassady, acaecida en San Miguel de Allende en febrero de 1968, le trajo el mensaje inequívoco de la última catástrofe, el inicio de una interminable noche oscura del alma del mundo tras las breves iluminaciones psicoquímicas de los flower children. Puesto que el mundo pertenece a la policía, como injusticia poética observemos que, a fin de cuentas, fueron agentes de la CIA quienes primeramente introdu jeron al escritor al LSD, en los experimentos que durante tantos años efectuaron en Estados Unidos dentro de hospitales y universidades. La revelación inicial del ácido lisérgico que recibió Kesey en ese primer “viaje” fue no confiar en el hombre que administraba la droga en el consultorio –pagaba 25 dólares a cada voluntario que se sometía a la prueba– y dio las respuestas más vagas posible a sus preguntas. Al poco tiempo solicitó y obtuvo empleo en ese mismo hospital, donde concibió y escribió One Flew over the Cuckoo’s Nest, una de cuyas claves es el encuentro con los estados mentales alterados del autor.
Su propia vida no tardó en imitar al arte: fue como una de sus narraciones. En 1966, perseguido por el FBI, Kesey cruzó la fron tera e ingresó a México, bajando por la costa del Pacífico, apenas salvándose de varios encuentros con policías mexicanos y estadunidenses. Se detuvo en Mazatlán, Puerto Vallarta y más largamente en Manzanillo, donde lo alcanzaron sucesivamente su esposa Faye y sus tres hijos, varios camaradas de los Merry Pranksters, Neal Cassady, otros amigos, todos fugitivos libertarios del LSD, y Mountain Girl, que vino a parir el fruto de su vientre y los amores de Kesey en esa orilla del paraíso: fue niña y se llamó Sunshine. El episodio está narrado en diversas memorias por varios de sus muchos actores, pero en todo caso hay que seguir al autor: Ken Kesey’s Garage Sale (1973) contiene el capítulo Over the Border, donde Kesey aparece como su acostumbrado alter ego, “Devlin Deboree”, y Manzanillo se llama “Puerto Sancto”.

Ahí por donde pasaban, los pran ksters y otras máscaras de ese carnaval dionisiaco hippie tenían la costumbre de ir regalando a manos llenas Orange Sunshine y sobre todo Purple Ligh tning, presentaciones límpidas de LSD fabricadas en los laboratorios clandestinos de “the Bear”, en Berkeley: fue así como decenas de miles de “viajes” ingresaron al país como divisa espiritual y motivaron no pocas conversiones de mís ticos por un día. Eran los benditos tiempos en que el LSD se arrojaba como confeti desde globos, o se ofrecía gratuitamente como refresco en las “pruebas ácidas” de San Francisco. El alcaloide era sencillo de fabricar si se tenía la materia prima, que por otra parte era barata y rendía miles de dosis por gramo.
La ineficacia económica del ácido lisérgico, desde la perspectiva de las corporaciones, fue sin duda un aliciente más para añadirlo a la infame lista de sustancias prohibidas el 6 de junio de 1966. El medicamento, sintetizado por Albert Hoffman para los laboratorios Sandoz, que fue utilizado como enteógeno en rituales de la Antigüedad clásica en la forma de un hongo del centeno –claviceps purpurea– mezclado en el pan, y que la rebelión hippie de los años sesenta consagró como alimento sacramental, se agregó a la categoría que por mal nombre lleva el de “narcóticos”. Súbitamente, las travesuras de Kesey y los pranksters se habían vuelto actos criminales.
http://www.jornada.unam.mx/2009/01/18/sem-ricardo.html
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 07 Sep 2016, 20:17

Así actúa la ayahuasca, el alucinógeno de moda en Ibiza

La bebida se obtiene mediante la mezcla de dos plantas originarias de las selvas de Sudamérica: una liana y un arbusto de la familia del café, que tomadas por separado no son alucinógenas
Varios investigadores han analizado su potencial como herramienta en algunas terapias psicológicas, por su capacidad para estimular el pensamiento divergente
Las alucinaciones no son visuales sino sonoras y quienes la toman suelen escuchar amplificados los sonidos de su alrededor
http://www.eldiario.es/sociedad/Ayahuas ... 95218.html
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por beninexpress » 07 Sep 2016, 21:22

Si tu cuerpo es tu estado soberano y blablabla.. cuando te tocas y expulsas líquidos qué es?
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OUCH!

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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 02 Oct 2016, 11:18

beninexpress escribió:Si tu cuerpo es tu estado soberano y blablabla.. cuando te tocas y expulsas líquidos qué es?
¿Que estás resfriado?
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 02 Oct 2016, 11:22

DE HACKBOGADO A DIPUTADO DE PODEMOS

CAMBIANDO EL SISTEMA Y LA POLÍTICA DE DROGAS

Hace unos años ya, cuando comenzaba a trastear con Twitter, tuve la suerte de toparme con un personaje único –en sentido positivo– bajo el pseudónimo de “Hackbogado”. Era Juan Ignacio Moreno, nombre que no me decía nada a pesar de que nació en mi ciudad, pero que en poco tiempo se volvió omnipresente; le encontraba metido en todos los jaleos posibles, desde el 15M a la lucha contra la manipulación bancaria del Euribor/Libor.

Entrevista de Drogoteca a Juan Ignacio Moreno, “Hackbogado”

http://www.cannabismagazine.es/digital/ ... de-podemos
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 05 Nov 2016, 16:42

Cómo actuar si tu novia toma mdma
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 02 Dic 2016, 14:48

Senadores y diputados de Unidos Podemos se reúnen con integrantes del Círculo Cannábico en el Senado

En el encuentro estuvieron presentes los senadores Joan Comorera, Conchi Palencia, Josetxo Arrieta y Margalida Quetglas, así como las diputadas Tania Sánchez, Amparo Botejara, Rita Bosaho y Mae De la Concha, más los miembros del Círculo Cannábico de Podemos procedentes de diferentes puntos de la geografía española .

Unidos Podemos, en su programa electoral del pasado 26 de junio, planteaba una serie de propuestas encaminadas a garantizar las libertades y derechos de aquellas personas que son usuarias del cannabis. En este sentido, la formación morada apuesta por la despenalización del consumo, la tenencia y el cultivo, tanto a nivel individual como colectivo, del cannabis. En su programa también aparecía la propuesta de regularizar la actividad de los clubes sociales de cannabis.

USO TERAPÉUTICO DEL CANNABIS

Estas fueron las principales cuestiones que se abordaron en el encuentro que tuvo lugar por primera vez en el Senado, según ha informado Podemos en nota de prensa, aunque en la reunión también hubo tiempo para tratar el tema de los usuarios terapéuticos del cannabis, es decir de las personas con patologías crónicas que consumen esta sustancia para paliar los efectos de las enfermedades que padecen. Según Podemos, existe sobre estas personas "una ausencia de legislación efectiva que garantice sus derechos y sufren una palpable inseguridad jurídica".

Se trata del primer encuentro que tiene lugar en una institución como es el Senado, y se dio para que los diputados y senadores de Unidos Podemos, que forman parte de la Comisión Mixta para el Estudio del Problema de las Drogas, trasladen al debate parlamentario las propuestas e iniciativas de los usuarios del cannabis.

http://www.eldiario.es/politica/Senador ... 41828.html
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por raul rigodedo » 02 Dic 2016, 19:52

Me voy a hacer un peta.
Alguien más?

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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 02 Dic 2016, 21:07

raul rigodedo escribió:Me voy a hacer un peta.
Alguien más?
Muy buen primer mensaje.
Imagen
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Re: Mi exclusiva jurisdicción

por Hay_sinla » 16 Feb 2017, 23:08

La hierba diabólica
El cánnabis es objeto de un batiburrillo de autorizaciones parciales y de prohibiciones más o menos justificadas
NICOLE MUCHNIK
http://ctxt.es/es/20170215/Firmas/11137 ... rt.twitter
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