Drogas
He dicho que Intrusos y huéspedes es un relato experimental, en muchos sentidos. Es un pequeño experimento narrativo, es también un pequeño experimento psicológico, y en él, además, se hace un pequeño experimento con drogas. Debo adelantar que veremos al protagonista, a lo largo de los dos diarios, tomar Lexatin, Myolastan, fumar y beber algunos vodkas con naranja; pero en las dos series de días en que lo encontraremos no toma ninguna droga ilegal. Lo que no quiere decir que de algún modo no experimente sus efectos, lo cual constituye, de hecho, otro pequeño y curioso experimento. Pero no es de eso ahora de lo que quiero hablar. Este relato no es tanto sobre tomar drogas, sino sobre cómo se ve tomarlas.
Los principales personajes son un padre y un hijo. Las drogas ilegales, sin duda, en las estadísticas de Occidente, son una de las preocupaciones comunes de los padres. Pero estas preocupaciones están muy predeterminadas por el tipo de discurso que Occidente ha puesto en circulación respecto a las drogas ilegales. Un discurso político, propagandístico, que lucha ferozmente por imponerse con exclusividad: pretende ser, y de hecho casi lo consigue, el único discurso. Baste recordar el tratamiento de las noticias relacionadas con el consumo de drogas para entender eso. Se ha dicho, a pesar de todo, mucho contra este discurso y, siendo el panorama tan escandaloso, uno se siente tentado de seguir diciendo e incluso de decir algo más. Sin embargo, creo que no voy a caer en esa tentación. Intrusos y huéspedes no está escrito a la contra de las consignas y dudosos argumentos de este discurso: toda su contrariedad se centra en presentar las drogas ilegales o el abuso de drogas legales de una forma muy ajena a él; tan ajena, de hecho, que no aparece en el relato, ni siquiera para impugnarlo o desmentirlo. Como no parte de sus presupuestos, sino de otros, no se siente en ningún momento obligado a polemizar. Su réplica consiste en su mera existencia. Las drogas aparecen en este relato vinculadas a cosas que, pese a existir, y a estar debidamente documentadas, nunca refleja la propaganda y rara vez los medios de "información"; están vinculadas a la posibilidad de cambio y transformación, a una psicología de los límites del yo y no de su integridad, a una ciencia alternativa de tipo humanista que no persigue la confirmación de conclusiones teóricas tomadas de antemano sino que se guía por modelos genuinamente, a veces precariamente, experimentales; están vinculadas a cuestiones de conocimiento, de aprendizaje y, curiosamente, también de disciplina; por supuesto a la creación y combinación de placeres, y también a asuntos sociales de comunidad, de amistad, de domesticidad, de familia, y hasta a virtudes morales como la intrepidez, el compromiso, la generosidad, la hospitalidad y la gratitud. Y están vinculadas, finalmente, a una narración que no es trágica ni ejemplar, y ni siquiera costumbrista.
También suele vincularse las drogas a la evasión… Uno se evade de una cárcel, pero se evade a otro lugar. El concepto de evasión no contempla la vuelta a la cárcel. La "evasión" a través de las drogas lleva a alguna a otra parte pero incluye el retorno al punto de partida. Solo que, al volver a la cárcel, uno se da cuenta de que la cárcel se puede cambiar. Se encuentra, de hecho, la cárcel ya cambiada. Descubre que, contra lo que la cárcel trata insistentemente de inculcarle, su realidad no está determinada, no es consistente, no es única ni es total… Vuelve a la realidad, en fin, cargado de experiencias que pueden formularse en argumentos para criticarla. Y, por una vez, dado que el discurso dominante sobre las drogas insiste machaconamente en los porqués, y exige a la vez que elabora sus propias respuestas sobre por qué la gente toma drogas (y por ahí acaba asomando siempre el famoso vacío de valores de la juventud), por una vez, digo, creo que es interesante que alguien nos diga por qué NO toma drogas. Mi personaje se verá, curiosamente, obligado a dar cuenta de esta pregunta, y puedo decir que dará una respuesta atinada y razonable. Pero para mí, en cualquier caso, lo interesante siempre es cuestionar lo instaurado, lo no marcado, lo que se atiene a la norma y se considera, por tanto, normal; creo que es sobre lo que está fijado y no es discutido sobre lo que tenemos principalmente que discutir. Y por eso me parece que nadie debería querer saber de nadie por qué toma drogas (ni mucho menos, por supuesto, ofrecerle las respuestas) sin antes preguntarse a sí mismo por qué no las toma, y darse una respuesta al menos igual de convincente…
http://ctxt.es/es/20170405/Culturas/120 ... drogas.htm