La verdad es que no solía caminar con fin placentero y mucho menos terapéutico, sino funcional. Tanto es así, que no sabía exactamente qué debía hacer para pasear.
Pero bueno, estaba decidido a ello. Cuando ella le colgó el teléfono, se puso el chaquetón y le dijo a su madre que iba a la calle. "¿A dónde?" preguntó, "Pues a casa de esta muchacha...", mintió.
Al salir a la calle, se dio cuenta de que no tenía ningún lugar al que ir, así que en cuestión de segundos su mente confeccionó lo que podríamos denominar "Itinerario poco funcional para almas penantes" (IPFPAP). Empezó a seguirlo a un ritmo más pausado de lo habitual, pero que seguía siendo rápido. Cuando se percató, redujo el paso, porque un paseo se hace con calma.
Llevaba un par de kilómetros andados y pensó "Si sigo un itinerario predeterminado del tipo IPFPAP, no estaré paseando, sino yendo a sitios", y creo que tenía razón. Pero como no sabía andar sin rumbo, lo que hizo fue doblar la siguiente esquina a la derecha, porque sabía que iba a la cuesta de Borrego, bajaba hasta la Ardila y luego hasta Pery Junquera y desde allí, seguiría por el Parque del Oeste hasta la Casería, pero lo hizo sin seguir ningún IPFPAP. Así de lanzado es.
La Ardila no es un barrio aconsejable a según que horas, por lo que se planteó que alguien podría atracarle o violarle. La idea de que algún sujeto malcarado se acercara a él con un cúter oxidado y lo amenazara le parecía divertida y casi casi le apetecía. Le diría "¡Pues si vas a rajarme, empieza por la garganta y hazlo ya, me harías un favor!". O le daría el reloj para que se fuera, es una de dos.
Nadie le molestó en su camino hasta el Parque. Empezó a pasear por allí, entre atletas que lo recorrían de punta a punta persiguiendo a su propio aliento mientras se les escapaba, señores con perritos, mujeres con carritos y luces de farolas. Hacía frío, pero no era una noche desagradable.
Fue a sentarse en un banco frente a una farola que estaba apagada. El camino que había seguido en aquel parquecito, estaba franqueado a ambos lados por una larga hilera de árboles (no sabía de qué tipo) que bailaban agitando suavemente las ramas. Observó (no tenía nada mejor que hacer) el árbol que tenía justo delante y reflexionó sobre su vida (la del árbol). Ese ser vivo, tenía un ciclo que duraba 24 horas al igual que el de los humanos y el del resto de animales, con la diferencia de que aquel ser las veía pasar a velocidad distinta. El mundo rotaba a otra velocidad, las personas pasábamos a su lado a otra velocidad distinta a la suya. Y sin embargo, allí estaba, de pie frente a él, sin inmutarse, balanceando sus hojas lentamente, sin prisas, de forma plácida. Aquel árbol (no sabía de qué tipo de árbol se trataba) era la imagen de la serenidad y la calma.
Imaginó ser un árbol y en aquel momento creyó que comprendía que siendo uno de ellos, te vuelves sosegado y tranquilo de pura impaciencia.
Echó la cabeza hacia atrás y vio que una luz entre las ramas y las hojas de este árbol, de aquel y de el de al lado del otro que había más para allá. Era Venus, sin ninguna duda, y lo estaba espiando impunemente entre la vegetación, siendo voyeur en su soledad. O quizás solamente estuviera observando los árboles (sin saber qué tipo de árbol era).
Sin darse apenas cuenta, tras tanta reflexión vanal ahora estaba mucho más tranquilo, no notaba ninguna opresión interior. Consideró que cualquier persona ya no necesitaría seguir en aquel parque y que debería volver a casa. Se puso en pie y emprendió el camino de vuelta siguiendo un "Itinerario de regreso más o menos funcional para almas más o menos aliviadas" (IDRMOMFPAMOMA).
Dijo "Bueno, pues ya me voy". El árbol contestó "Me parece bien, espero que te mejores y que no tengas que venir con frecuencia". "Muchas gracias, doctor...", "Álamo", "Vaya, nunca lo habría adivinado".
Y se alejó de su particular psiquiatra.
Salu2
