por mecir »
26 Abr 2010, 13:07
Gampe-Saevri
En Alemania la gente común tenía gran fe en el estiércol líquido como preventivo de la combustión espontánea. Cuando un jornalero de pocas luces o un tonto de pueblo se consideraba en peligro de estallar en llamas espontáneas después de una buena borrachera, se llenaba la boca con estiércol líquido y agua fangosa. Esta cura tan absurda incluso apareció en un estudio serio sobre el abuso de alcohol en 1838, del médico alemán Carl Rösch.
La medicina popular escandinava recomendaba una sustancia aún más insólita para extinguir las llamas espontáneas: la orina humana, preferentemente de mujer, vertida en la boca llameante del borracho.
Relacionado con esta original “cura” de la combustión espontánea con orina, existe un curioso caso documentado que acabó trágicamente, pero no para el borracho, sino para quien trató de curarle al suministrarle tan absurdo “remedio”:
Sucedió en el pueblo de Gauland, en Telemark (Noruega). Su párroco protestante, de nombre Gampe-Saevri, abandonaba la iglesia después del servicio dominical cuando vio a un hombre borracho tendido sobre el césped de la iglesia, con la llama azul de la combustión espontánea brotando de su boca abierta.
El párroco filantrópico, que deseaba salvar la vida hasta de aquel intemperante que nunca asistía a la iglesia “orinó sobre el hombre para apagar la llama”.
El paciente fue despertado rudamente de su estupor alcohólico por este tratamiento, y como no sabía nada de la terapia al uso para combatir la combustión espontánea, se sintió muy agraviado. La congregación se puso de parte del borracho y Gampe-Saevri tuvo que correr para salvar su vida. El párroco logró llegar hasta un bote de remos pero la muchedumbre vociferante lo siguió en otros botes.
Tras una cacería furiosa por tierra y por mar, el desdichado párroco fue matado a golpes que le propinaron con los candelabros del altar de su propia iglesia.
En cada punto armaba un asombro, en cada asombro donaba una sutileza y en cada sutileza promovía un aplauso
El que no quiere razonar es un fanático; el que no sabe razonar es un necio; el que no se atreve a razonar es un esclavo.