por iNsTaNte_aLepH »
15 May 2009, 01:06
continuación...
La puerta del despacho de Kraken se abrió en silencio para dejar pasar a Arren, que al momento recibió en su interfaz la ostentosa tarjeta de visita del dueño del despacho, y de la empresa.
Bienvenido al despacho de Adrian Hakken, señor Arren. El señor Hakken fundó la compañía Octo Technologies hace veinticuatro años, con el objetivo de cambiar para siempre la relación de las personas con las redes de comunicación…
La aparición de Kraken le dio una excusa para cancelar la locución. Nadie se lo llamaba a la cara, pero todos usaban ese mote para referirse al célebre propietario de Octo. En lo alto de una compañía cuyo logotipo era un pulpo tenía que haber un pulpo gigante.
Además, no era un hombre de aspecto agradable, lo que hacía menos absurda la comparación. Era muy alto y corpulento, con cabello rubio ensortijado, ojos saltones y boca de pez. Su aspecto era intimidador, y Arren sospechaba que eso no le desagradaba.
Y usaba gafas, una rareza en esos tiempos, que delataban su condición de no-i. Carecía del implante necesario para el uso de una interfaz.
Un hombre no interfaciado dirigía la compañía más importante en el campo de las interfaces. Arren siempre se recreaba con la idea.
Las gafas de Kraken contenían un pequeño proyector retinal que le suministraba información y respondía a sus comandos, casi exactamente igual que si poseyera una interfaz. Pero no disponía de las posibilidades de registro o acceso neural directo que proporcionaba el implante, que conectaba la interfaz directamente al sistema nervioso. Un no-i siempre necesitaría sus gafas. Pese a que la desventaja que ello suponía era menor, mucha gente les veía como se ve a quien necesita una silla de ruedas.
- Arren. Gracias por venir tan pronto. – Kraken le estrechó la mano. Usaba un
tono grave, pero profesional. Ambos sabían quién de los dos sentía más lo sucedido.
Quince años atrás, Trevor Aldrin había introducido a Arren en la empresa. Juntos habían trabajado en una nueva generación de interfaces de integración total, capaces de difuminar hasta el límite la barrera entre la realidad y la virtualidad. Hicieron realidad todas las posibilidades que ofrecía el enlace neural, y crearon algunas nuevas. La interfaz pasó de ser “un simple ordenador invisible”, como decía despectivo Trevor, a una puerta a la inmersión total en mundos virtuales. Aldrin ideó y desarrolló una interfaz capaz de comunicarse con su portador de tal manera que podía potenciar, o suplir enteramente, la realidad misma. El enlace se llevó a un nivel tan profundo que desafiaba la definición de realidad.
Cuando el portador estaba inconsciente, la interfaz podía tomar el control absoluto de su percepción, y proyectar en su mente la realidad que el portador hubiera programado. Era posible soñar lo que se deseara. Solo que no era un simple sueño, sino tan real como la vida misma. La interfaz proyectaba directamente al sistema nervioso central los estímulos que el soñador experimentaría, de estar viviendo la ensoñación. Alguien que quisiera soñar con montar a caballo sentiría las sacudidas del galope en su cuerpo, el roce del viento, el sonido de las pisadas, el olor del animal…
Las vidas virtuales se habían convertido en la principal industria dentro del sector del ocio, y millones de personas destinaban buena parte de sus ingresos a disponer de las ensoñaciones más sofisticadas. Y Octo era dueña absoluta del mercado de la interfaz.
Cuando Aldrin debería haber ascendido a un puesto en el consejo de administración, declinó la oferta y en su lugar propuso a Arren. Adujo que era demasiado mayor para cambiar el laboratorio por el despacho, y prefería seguir trabajando en lo que siempre le había apasionado.
A Arren le había aguijoneado cierta vergüenza al aceptar lo que debía ser de Trevor. Pero en su momento creyó que era el paso lógico en su carrera. Aunque a menudo echó de menos las horas en el laboratorio de Aldrin, examinando diagramas, repasando interminables tablas, o compartiendo una botella de vino mientras discutían teorías hasta el amanecer…
Aldrin era el padre de la interfaz. Arren apenas había sido un ayudante con el privilegio de presenciar cómo rompía una barrera tras otra. No era su demérito: nadie pudo nunca estar a la altura del genio de Trevor Aldrin. Lo mejor que llegaron a hacer sus colaboradores, como Arren, había sido no frenarle.
- Nos ha sorprendido a todos, Arren. Era un hombre tan enérgico, tan activo… Creo que nunca estuvo enfermo en todos estos años.
- Era… - a Arren le chocaba hablar de Aldrin en pasado-, era muy vital. Estuvo enfermo varias veces, pero nunca dejó de trabajar por ello.- No pudo evitar que sonara a reproche.
Arren era quien era gracias a Trevor. Kraken también, pero nunca hizo nada por reconocerlo expresamente. Le concedió a Aldrin todo cuanto pidió, e hizo lo imposible para retenerle en la compañía cuando la competencia intentó atraerle. Pero jamás hablaba en público de él, y se limitaba a encogerse de hombros si alguien le mencionaba en su presencia. Arren pensaba que era una actitud poco agradecida hacia la persona que había convertido a Adrian Hakken en el cuarto hombre más rico del mundo.
Kraken no pareció apreciar el tono.
- ¿Cómo ha sucedido?- dijo Arren, deseoso de pasar página.
- Un derrame cerebral. Fue repentino. No sufrió.
Arren lo asimiló por unos instantes. Kraken siguió.
- Estaba en el laboratorio.
- Como siempre.
- Al parecer, estaba desarrollando algo nuevo…- el tono de Kraken había cambiado. Se miraron mutuamente por un instante. Arren comprendió que Kraken esperaba que él continuase.
- ¿El qué?
- Pensaba que usted lo sabría. Creía que eran íntimos amigos.
- Lo éramos. Trabajé junto a él mucho tiempo, antes de mi ascenso a la gerencia. Hablábamos a menudo, y a veces acerca de sus proyectos e ideas. Pero últimamente no había dicho nada de estar en algo nuevo.- Kraken estaba evidentemente decepcionado. - ¿Cómo saben lo que estaba haciendo? ¿Había algún prototipo en su laboratorio? ¿Notas?
Ahora Kraken pareció incómodo.
- Le encontraron ayer por la mañana. Estaba en la tumbona de su despacho.- Arren conocía la costumbre de Trevor de tumbarse y cerrar los ojos, trabajando furiosamente en su interfaz mientras parecía estar durmiendo una siesta.- Según parece no era raro verle así, pero cuando uno de sus ayudantes se acercó a decirle algo… Al parecer, falleció de madrugada.
“No podíamos tocar nada de su despacho hasta el esclarecimiento de la causa de muerte, así que no fue posible acceder al laboratorio y a sus registros hasta entrada la tarde. Cuando los inspeccionamos, al fin, no había nada.
- ¿Nada?
- En blanco. Todo borrado.
Arren calló. Era imposible que los registros de Aldrin hubieran estado en blanco. Siempre estaba trabajando en algo. A menudo, en tres cosas a la vez.
- ¿Alguien los manipuló?
- Naturalmente. El caso es quién, y por qué.
- ¿Un ataque informático?
- Está comprobado. No, imposible. Los registros fueron borrados intencionadamente, por supuesto. Pero no hay el menor rastro de uso no autorizado.
- ¿Quiénes tuvieron acceso a ellos?
- Sus ayudantes. Ya están siendo interrogados.
Arren meditó un momento lo que esas palabras implicaban.
- ¿Por la policía?
- No. De momento, por nuestro departamento de seguridad.
- ¿Esto no debería ponerse en manos de la justicia?
Ahora Kraken se apoyó en su mesa. Inhaló profundamente antes de volver a mirar a Arren.
- Aún no tenemos la certeza de que falte nada. No podemos denunciar que quizá nos han robado algo, no sabemos qué. Mientras no tengamos esa certeza, esto debe tratarse como una cuestión estrictamente interna de la empresa, Arren.
Las últimas palabras habían sido una orden. Arren prosiguió.
- Hay una manera de comprobar qué hacía Trevor antes de su muerte. Y seguro que eso no han podido borrarlo…- Kraken asentía con la cabeza, sin mirarle.
- Su interfaz. Ya hemos pensado en ello.
- Pero para acceder a ella hará falta una orden judicial. O pedir la autorización de su familia. En cualquiera de ambos casos, será necesario exponer esta situación…
Ahora Kraken le miraba de lado mientras negaba con la cabeza.
- La situación no es así en este caso, Arren. El trabajo de Aldrin era de una importancia crítica para esta empresa, y debo decir que para toda una industria. Tenía en su contrato unas cláusulas muy especiales en lo que respecta a los derechos sobre su interfaz.- Ahora bajó el tono de voz un poco más. Arren le miraba sin pestañear.- No estamos sujetos, en su caso, a las leyes que protegen la intimidad de la interfaz de cualquier persona….
- ¿Quiere decir…?- Arren no salía de su asombro- ¿…quiere decir que pueden penetrar en la interfaz de Aldrin tras su muerte? ¿Qué tienen derecho a saberlo todo sobre él, después de muerto?- Kraken alzó la mano en gesto conciliador.
- Aldrin aceptó esas condiciones, Arren. Era consciente del valor que los datos de su interfaz podían tener, en especial si fallecía inesperadamente. De hecho, las actuales circunstancias demuestran lo acertado de esa medida, ¿no le parece?- Arren no contestó-. Aldrin quería que su trabajo saliera adelante, incluso sin él. Usted sabe mejor que nadie lo mucho que eso le importaba.
Arren calló, tratando de serenarse. Se esforzó por recordar que estaba frente a Adrian Hakken, un hombre que podía hundir su carrera y su vida con una palabra, pero la indignación seguía hirviendo en su pecho. Violar la privacidad del registro de una interfaz era un acto de allanamiento incalificable, y hacerlo con la de un muerto…
Pero tenía que admitir que era propio de Aldrin el despreciar su propia vida personal con tal de hacer lo mejor para su trabajo.
De pronto, se sintió abofeteado por la pregunta: ¿qué vida personal? ¿Qué hacía Trevor Aldrin que no fuera trabajar? ¿Había otra cosa para él? A lo largo de los años en que se habían conocido, nunca habían hecho nada juntos que no tuviera relación con el trabajo. Se habían encontrado en ocasiones, pero el tema de conversación siempre había acabado siendo los proyectos de Aldrin para Octo.
Arren había admirado tanto a su colega, que jamás se había planteado que podría haber hecho más cosas con su vida. Ahora había muerto, y él no sabía gran cosa de esa vida.
- Comprendo que le desagrade la idea, Arren. Le doy mi palabra – ahora Kraken era solemne- de que no se tocará un solo archivo que no esté relacionado con el trabajo que Aldrin desarrollaba para nosotros. Creo que él mismo aprobaría eso.
- Lo haría- admitió Arren.- Entonces, ¿van a solicitar la interfaz?
- Lo hemos hecho ya. El contrato no ofrece lugar a dudas. Su interfaz se considera un equipo industrial perteneciente a Octo Technologies. Es cuestión de horas que el juez autorice la devolución.
- ¿Qué espera encontrar?- dijo Arren secamente.
- Lo que podamos recuperar de sus trabajos recientes. Y, sobre todo, lo que sea que explique el borrado de sus registros. No nos interesa nada más. Arren, quiero que se encargue usted de la inspección.
- ¿Yo?
- Estoy seguro de que Aldrin le confiaría su interfaz a usted antes que a nadie más. Y creo que usted tiene interés en que nadie indague en la intimidad del señor Aldrin, ¿no es así? Me parece que no hay nadie más indicado.
Arren estaba atónito.
- Usted no es el único que siente reparos ante esa idea, Arren- prosiguió Kraken-. No ha sido agradable tomar esta decisión. Pero no tenemos alternativa. Alguien ha atentado contra el trabajo de su amigo, contra Octo, y en cierto modo contra usted. Necesitamos saber.
Arren miró por la ventana. Suspiró. Y pensar que unos instantes antes había deseado saber algo más de Trevor Aldrin…
- Está bien.- dijo.
- Sabía que lo comprendería. Gracias.- Kraken le estrechó la mano.- Le veré esta tarde en el funeral.
Y, sin añadir más, se dirigió a una puerta lateral y salió del despacho. La puerta principal se abrió, y la voz de Sandra Rexall despidió amablemente a Arren.
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