Efectivamente. macho: el juego está amañado, el gran sueño americano es una filfa y somos simples marionetas. La serie es tremenda, pero también deprimente por lo real. Aparte de lo que comentas (incluso al final vemos al detective del bigotito como el nuevo Mcnulty), me parece especialmente demoledora una escena: durante cincuentaipico temporadas se nos presenta a Omar como el rey de las calles, el temido, el conocido por todos; pero al final, cuando lo mata un niño (ojo, un niño), ni siquiera hay un hueco de tres líneas para él en el periodico de la ciudad. Uno de los protagonistas referencia de la serie se nos muestra como lo que realmente es: un vulgar raterillo, un triste atracador de camellos sin mayor relevancia fuera de ese submundo que tan poco interesa.
The Wire es tremebunda y la revisión una barbaridad.
La primera temporada la vi emocionado, por volver a encontrarme con todos esos hijosdeputa, por atar cabos que la primera vez pasan desapercibidos por la gran cantidad de hilos que se van mostrando. Por Di Angelo, por Avon, por el sofá, por el ****** de Jimmy.
La segunda es, para mí, la mejor; por cercana, supongo. Por cercana a nosotros, me refiero: ya no se trata de unos negratas que venden droga, sino de unos blanquitos que tienen que seguir buscándose la vida; de un perdedor que no da una a derechas, que va enseñando el rabo cada vez que se emborracha, que necesita ostentar para sentirse importante; de una panda de currantes que desayunan un huevo dentro de una cerveza dentro de un chupito de tequila; de un griego que ya te está mirando a los ojos y te está escupiendo que aquí hay algunos que no perderán nunca. De la traición. Del honor. De la familia.
La tercera es un ataque a la línea de flotación de la "guerra" anti drogas, a toda la mierda que nos maneja como títeres, a las cartas marcadas con las que los dioses actuales nos lanzan rayos desde sus butacones. No importa lo recto que seas, da igual que quieras cambiar el mundo, que tus ideales sean loables: esta todo montado para que, si quieres llegar arriba, a donde se supone que realmente se cambian las cosas, tengas que haceerlo a cambio de recibir tantos supuestos favores, de tragar tanto mojón sin doblar, que una vez allí te tienen tan cogido por los huevos que solo te queda poner el cazo para que al menos el camino no haya sido en balde.
La cuarta temporada es deprimente, desgarradora. ¿Qué pasa con esos niños? ¿Qué cojones pasa con esos niños olvidados por el sistema que nos son más que unos puntos que justifiquen un presupuesto, un par de votos? ¿Qué coño pasa con el país de las oportunidades, que todo el mundo mira hacia otro lado hasta que acaban vendiendo en una esquina y matándose entre ellos para que puedan echar la culpa a las drogas?
La quinta temporada es un ajuste de cuentas de su creador con todo lo que vio, lo que le hicieron ver y lo que tuvo que comer. La quinta temporada hay que verla llorando. Porque, nos lo vuelven a repetir hasta la náusea, los malos siguen ganando; porque Estados Unidos es un país en descomposición. Descomposición moral, descomposición ética, descomposición social, descomposición políticia, descomposición económica. Y si Baltimore es así, qué nos espera a los demás, que no hacemos otra cosa que seguir sus pasos. Qué nos espera a los que vemos cómo los delicuentes se van de rositas, cómo los poderosos se llenan los bolsillos con impunidad, cómo los cobardes se protegen entre ellos y se indultan entre EREs, sobres y detectives privados. Qué nos espera a los que no nos queda otra cosa que esperar un golpe de suerte para comprarnos un ganso, ponerle un collar de diamantes y sentirnos felices por un rato.
David Simon: "Otro motivo por el que la serie puede parecer muy distinta al resto de la televisión es que nuestro modelo no es tan Shakespereano como el resto de las series de gama alta de la HBO. Los Soprano y Deadwood -dos series que admiro- ofrecen mucho Macbeth o Ricardo III o Hamlet al centrarse en la angustia y las maquinaciones de los personajes principales (Tony Soprano, Al Swearengen). Mucho del teatro moderno parece basado en el descubrimiento Shakespereano de la mente moderna. Nosotros robamos de un constructo anterior y menos explotado -los griegos- y tomamos todo nuestro material temático de Esquilo, Sófocles y Eurípides para crear protagonistas condenados sin remedio que se enfrentan a un juego amañado que no pueden ganar y a su propia mortalidad. A la mente moderna -particularmente en Occidente- ese fatalismo le parece antiguo e incómodo, creo. Somos una panda de adoradores de nosotros mismos, siempre a la última, muy posmodernos, de modo que la idea de que nuestro destino todavía depende de dioses indiferentes nos hace sentir antiguos y supersticiosos. Ya no aceptamos a nuestros dioses en esos términos; en general, con la excepción de los fundamentalistas ni siquiera reconocemos al propio Yaveh ese tipo de autoridad intervencionista sin límites.
Pero en lugar de los viejos dioses, The Wire es una tragedia griega en la que las instituciones posmodernas operan como las antiguas fuerzas olímpicas. Son el departamento de policía, o la economía de negocio de las drogas, o las estructuras políticas, o la administración de las escuelas, o las fuerzas macroeconómicas las que están lanzando rayos que golpean a la gente sin que haya ningún motivo decente para que sean castigados. En mucha televisión, y en buena parte del teatro actual, se retrata cómo los individuos se alzan por encima de las instituciones para conseguir la catarsis. En nuestro drama las instituciones siempre se demuestran mayores que nadie y aquellos personajes que tienen la hubris suficiente como para desafiar el constructo posmoderno que es el imperio americano acaban inevitablemente ridiculizadas, marginalizadas o aplastadas. Es una tragedia griega del tercer milenio, por así decirlo. Precisamente porque buena parte de la televisión consiste en alcanzar la catarsis y la redención y en el triunfo del individuo, un drama en el que las instituciones posmodernas aplastan la individualidad, la moralidad y la justicia parece, creo, diferente a lo demás"
Ya sabes, The pursuit of happinessEfectivamente. macho: el juego está amañado, el gran sueño americano es una filfa y somos simples marionetas. La serie es tremenda, pero también deprimente por lo real. Aparte de lo que comentas (incluso al final vemos al detective del bigotito como el nuevo Mcnulty), me parece especialmente demoledora una escena: durante cincuentaipico temporadas se nos presenta a Omar como el rey de las calles, el temido, el conocido por todos; pero al final, cuando lo mata un niño (ojo, un niño), ni siquiera hay un hueco de tres líneas para él en el periodico de la ciudad. Uno de los protagonistas referencia de la serie se nos muestra como lo que realmente es: un vulgar raterillo, un triste atracador de camellos sin mayor relevancia fuera de ese submundo que tan poco interesa.
The Wire es tremebunda y la revisión una barbaridad.
La primera temporada la vi emocionado, por volver a encontrarme con todos esos hijosdeputa, por atar cabos que la primera vez pasan desapercibidos por la gran cantidad de hilos que se van mostrando. Por Di Angelo, por Avon, por el sofá, por el ****** de Jimmy.
La segunda es, para mí, la mejor; por cercana, supongo. Por cercana a nosotros, me refiero: ya no se trata de unos negratas que venden droga, sino de unos blanquitos que tienen que seguir buscándose la vida; de un perdedor que no da una a derechas, que va enseñando el rabo cada vez que se emborracha, que necesita ostentar para sentirse importante; de una panda de currantes que desayunan un huevo dentro de una cerveza dentro de un chupito de tequila; de un griego que ya te está mirando a los ojos y te está escupiendo que aquí hay algunos que no perderán nunca. De la traición. Del honor. De la familia.
La tercera es un ataque a la línea de flotación de la "guerra" anti drogas, a toda la mierda que nos maneja como títeres, a las cartas marcadas con las que los dioses actuales nos lanzan rayos desde sus butacones. No importa lo recto que seas, da igual que quieras cambiar el mundo, que tus ideales sean loables: esta todo montado para que, si quieres llegar arriba, a donde se supone que realmente se cambian las cosas, tengas que haceerlo a cambio de recibir tantos supuestos favores, de tragar tanto mojón sin doblar, que una vez allí te tienen tan cogido por los huevos que solo te queda poner el cazo para que al menos el camino no haya sido en balde.
La cuarta temporada es deprimente, desgarradora. ¿Qué pasa con esos niños? ¿Qué cojones pasa con esos niños olvidados por el sistema que nos son más que unos puntos que justifiquen un presupuesto, un par de votos? ¿Qué coño pasa con el país de las oportunidades, que todo el mundo mira hacia otro lado hasta que acaban vendiendo en una esquina y matándose entre ellos para que puedan echar la culpa a las drogas?
La quinta temporada es un ajuste de cuentas de su creador con todo lo que vio, lo que le hicieron ver y lo que tuvo que comer. La quinta temporada hay que verla llorando. Porque, nos lo vuelven a repetir hasta la náusea, los malos siguen ganando; porque Estados Unidos es un país en descomposición. Descomposición moral, descomposición ética, descomposición social, descomposición políticia, descomposición económica. Y si Baltimore es así, qué nos espera a los demás, que no hacemos otra cosa que seguir sus pasos. Qué nos espera a los que vemos cómo los delicuentes se van de rositas, cómo los poderosos se llenan los bolsillos con impunidad, cómo los cobardes se protegen entre ellos y se indultan entre EREs, sobres y detectives privados. Qué nos espera a los que no nos queda otra cosa que esperar un golpe de suerte para comprarnos un ganso, ponerle un collar de diamantes y sentirnos felices por un rato.
David Simon: "Otro motivo por el que la serie puede parecer muy distinta al resto de la televisión es que nuestro modelo no es tan Shakespereano como el resto de las series de gama alta de la HBO. Los Soprano y Deadwood -dos series que admiro- ofrecen mucho Macbeth o Ricardo III o Hamlet al centrarse en la angustia y las maquinaciones de los personajes principales (Tony Soprano, Al Swearengen). Mucho del teatro moderno parece basado en el descubrimiento Shakespereano de la mente moderna. Nosotros robamos de un constructo anterior y menos explotado -los griegos- y tomamos todo nuestro material temático de Esquilo, Sófocles y Eurípides para crear protagonistas condenados sin remedio que se enfrentan a un juego amañado que no pueden ganar y a su propia mortalidad. A la mente moderna -particularmente en Occidente- ese fatalismo le parece antiguo e incómodo, creo. Somos una panda de adoradores de nosotros mismos, siempre a la última, muy posmodernos, de modo que la idea de que nuestro destino todavía depende de dioses indiferentes nos hace sentir antiguos y supersticiosos. Ya no aceptamos a nuestros dioses en esos términos; en general, con la excepción de los fundamentalistas ni siquiera reconocemos al propio Yaveh ese tipo de autoridad intervencionista sin límites.
Pero en lugar de los viejos dioses, The Wire es una tragedia griega en la que las instituciones posmodernas operan como las antiguas fuerzas olímpicas. Son el departamento de policía, o la economía de negocio de las drogas, o las estructuras políticas, o la administración de las escuelas, o las fuerzas macroeconómicas las que están lanzando rayos que golpean a la gente sin que haya ningún motivo decente para que sean castigados. En mucha televisión, y en buena parte del teatro actual, se retrata cómo los individuos se alzan por encima de las instituciones para conseguir la catarsis. En nuestro drama las instituciones siempre se demuestran mayores que nadie y aquellos personajes que tienen la hubris suficiente como para desafiar el constructo posmoderno que es el imperio americano acaban inevitablemente ridiculizadas, marginalizadas o aplastadas. Es una tragedia griega del tercer milenio, por así decirlo. Precisamente porque buena parte de la televisión consiste en alcanzar la catarsis y la redención y en el triunfo del individuo, un drama en el que las instituciones posmodernas aplastan la individualidad, la moralidad y la justicia parece, creo, diferente a lo demás"
Ya sabes, The pursuit of happiness.
¿Porqué Omar entra a la tienda de coreanos sin cojear?
Una cosa que me deja frío es que Marlo, con lo listo y meticuloso que parece ser, en la escena en la cárcel hablando con su abogado Levy y preguntándose quien es el que ha filtrado el teléfono, ninguno piense en Herc, cuando saben de sobra que es policía y que tiene acceso a los documentos de Levy.
De las escenas que más me impactaron, cuando Omar está detrás del sofá siendo tiroteado, ver la cara que pone cuando su amigo Donnie está muerto es espectacular, y el salto posterior desde la terraza En mi vida había sentido esa sensación de sufrimiento con ninguna serie.
Otra escena que está infravalorada es el "Where the fuck is Wallace?"
David Simon: "Otro motivo por el que la serie puede parecer muy distinta al resto de la televisión es que nuestro modelo no es tan Shakespereano como el resto de las series de gama alta de la HBO. Los Soprano y Deadwood -dos series que admiro- ofrecen mucho Macbeth o Ricardo III o Hamlet al centrarse en la angustia y las maquinaciones de los personajes principales (Tony Soprano, Al Swearengen). Mucho del teatro moderno parece basado en el descubrimiento Shakespereano de la mente moderna. Nosotros robamos de un constructo anterior y menos explotado -los griegos- y tomamos todo nuestro material temático de Esquilo, Sófocles y Eurípides para crear protagonistas condenados sin remedio que se enfrentan a un juego amañado que no pueden ganar y a su propia mortalidad. A la mente moderna -particularmente en Occidente- ese fatalismo le parece antiguo e incómodo, creo. Somos una panda de adoradores de nosotros mismos, siempre a la última, muy posmodernos, de modo que la idea de que nuestro destino todavía depende de dioses indiferentes nos hace sentir antiguos y supersticiosos. Ya no aceptamos a nuestros dioses en esos términos; en general, con la excepción de los fundamentalistas ni siquiera reconocemos al propio Yaveh ese tipo de autoridad intervencionista sin límites.
hoeman escribió:Acabo de terminarla. La hostia. Para volverla a ver.
Iré leyendo vuestros comentarios, pero antes vienen algunos comentarios tipo destripe propios:
- Siempre pensé que Michael se cargaría a Omar y/o Marlo.
- La serie se cierra en círculo: podrán cambiar la personas, pero todo continúa igual. Freemon a un puesto sin relevancia. Michael como Omar. Marlo como lo que quiso ser Stringer. Signor como McNulty. Calquetti igual que su predecesor. Dukie como Bubbles. Etcétera.
- Mola como al inicio parece que el protagonista principal (si existe alguno) será McNulty -BLANCO- y va perdiende peso en favor de Freemon -NEGRO-. Aunque los momentos más cómicos nos los deja el irlandés.
- Mola cómo la serie comienza en los bajos fondos de la ciudad y asciende, mostrando que los de las altas esferas son igual o peores, aunque no se manchen las manos de sangre (como tampoco lo suelen hacer los capos de la droga; ¿a quién mata directamente Marlo, Joe o Barksdale?). También cómo incluye lugares a priori secundarios en una trama policial sobre drogas pero que tienen mucho que ver como las escuelas, el periódico o el funcionamiento del puerto.
- Al final, Cédric Daniels, el que estaba manchado desde el principio, se muestra como uno de los más decentes.
- El juego que nos hacen con Namond y Michael; al final el bocazas es el que logra salir de los suburbios, mientras Michael, el que se supone con una mayor integridad, caer en las redes de los chicos de Marlo.
- Escenas brutales:
*El asesinato de Wallace a cargo de sus "amigos" y las reacciones de D´Angelo.
*El abrazo de despedida entre Stringer y Avon, creyendo cada uno que va a joder al otro. En el mismo episodio, la huida del propio Stringer, dejando el disfraz de tipo duro y corriendo como un desesperado.
*La huida de Omar del tiroteo, como si se tratara de un superhéroe, la leyenda asociada, y cómo muere.
Lo mismo digo. Loq ue pasa es que el tercer visionado esta "reciente" y eetngo muchas cosas pendientes por ver ... pero en un par de años cae otra vez, seguroenrico_bilbao escribió:Cada vez que veo este post me entran ganas de volver a ver la serie. Esta y Los Soprano son mis dos grandes amores.
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