De regalito os dejo un cuento fuera de concurso al que le tengo mucho cariño. En su día lo puse en un hilo que abrí para dar el coñazo, pero como no lo leyó ni txus, pues no creo que pille a nadie a deshora.
Concurso de Relatos. VOTACIONES HASTA EL DÍA 31.
La vida al margen del deporte (la hay)
Yo hasta el martes o miércoles no voy a poder, no me cuadran horas, pero ya haré acto de presencia, ya. Igualmente comentaré todo lo que pueda, asín que me ponga. Va, igual hasta me pongo ahora, karajo.
De regalito os dejo un cuento fuera de concurso al que le tengo mucho cariño. En su día lo puse en un hilo que abrí para dar el coñazo, pero como no lo leyó ni txus, pues no creo que pille a nadie a deshora.
De regalito os dejo un cuento fuera de concurso al que le tengo mucho cariño. En su día lo puse en un hilo que abrí para dar el coñazo, pero como no lo leyó ni txus, pues no creo que pille a nadie a deshora.
AMENTIA
El caballero observa con inquietud la corona. Está exhausto. Todo el cansancio de aquellos últimos días de contienda se desploma sobre su espíritu en cuanto la mira. Es un hombre ya maduro, aunque todos aquellos ásperos años de lucha no han podido borrar del todo la vitalidad y el idealismo del joven que fue. Sin embargo, la responsabilidad y el cansancio, de los que hasta ahora no ha sido muy consciente, junto al horror de tanta sangre pesan demasiado. Siente que la culpa le ahoga y para aliviarla decide deshacerse de todo lo que la representa. Al quitarse la armadura, el cansancio se amortigua; cuando se deshace de la espada, aún manchada de sangre, todas las atrocidades que ha cometido en nombre de la libertad se difuminan un poco.
Hace apenas unas horas que la guerra ha finalizado. En el campo de batalla el enemigo aún yace exterminado. Lo que queda de su ejército no es más que un puñado de guerreros dispersos, exhaustos y desesperados que buscan alguna cara amiga entre aquel holocausto de cadáveres. La muerte los rodea por todos los flancos. Conservar la vida ha sido un ejercicio de destreza, instinto y suerte a partes iguales.
En los últimos veinte años, mientras avanzaba por el país capitaneando aquel ejército de infelices, nunca ha dudado mientras iba ganando terreno, al enemigo, a las traiciones y al cansancio. Y ahora que sus anhelos se han visto cumplidos y por fin se halla ante Amentia, la corona que representa al trono, al pueblo que tanto ama y que quiere guiar, se siente inseguro.
Suspira e intenta borrar aquel torbellino de pensamientos de su mente. Se da cuenta de que está nervioso y asustado, pero su determinación es firme. Por fin está allí, en el centro de la gran sala del viejo castillo abandonado. Hace trescientos años que nadie se corona rey de Lea, su patria. Su reino. El último rey, envenenado por su propio hijo, maldijo mientras agonizaba el trono. Después de aquello se han sucedido las guerras y los pretendientes, pero nadie ha sido nombrado rey.
La maldición del antiguo monarca era simple. Sólo aquel que tuviera humildad en su corazón podría ser ungido. Sólo aquel digno de llevar la corona sería rey. Muchos han llegado hasta aquel salón antes que él, tras de salir victoriosos en el campo de batalla, pero todos los que osaron coronarse habían perdido la razón al hacerlo.
Debido a la falta de rey el país ha estado sumido en el caos durante todos estos años. Los ejércitos victoriosos, después de perder a su líder en el castillo, caían en disputas por ver quién gobernaba el país y, aunque finalmente alguien conseguía el poder, la falta de legitimidad ha hecho que las regencias fueran cortas y tumultuosas. Por desgracia, la escasa estabilidad conseguida en estos tres siglos ha sido causada por despóticas tiranías, como la última que ha sacudido al país.
Se arma de valor, y avanza pero la duda le hace detenerse de nuevo. ¿Es él humilde de espíritu? Alguien que ansía el poder difícilmente puede serlo. Sin embargo, él lo desea para impartir justicia; para que su pueblo, que desde hace años sufre el yugo de una regencia tiránica, vuelva a sonreír. Al fin y al cabo él es parte de ese pueblo. Hijo de un molinero, se había visto obligado a huir cuando su aldea fue arrasada por negarse a pagar unos impuestos abusivos. Poco a poco, lo que había sido un pequeño grupo de rebeldes se había vuelto un ejército; lo que empezaron siendo pequeñas escaramuzas desembocaron en una auténtica guerra civil. ¿Quién puede ser más humilde y más digno de aquella corona que alguien surgido del propio pueblo al que representa? No lo sabe. Tampoco sabe si aquellos años de esfuerzo han merecido la pena. Si es digno de la confianza que han depositado en él todos los que aguardan con ansiedad su regreso, y aquéllos que quedaron en el camino. Muchos rostros amigos cruzan por su mente. ¿Es él merecedor de todo aquel sacrificio?
Respira hondo y por fin se decide. Se acerca con temor hasta ella. Amentia reposa sobre un pedestal cubierto con una tela de terciopelo en el centro de la gran sala. Es de color negro alabastro. Su hermosura llama su atención y durante unos segundos siente que su mente es arrastrada hacía aquella espesa negrura. El instinto le hace cerrar los ojos. Cuando los vuelve a abrir, se cuida de mirarla de frente. Avanza con precaución.
Cuando se halla ya a escasos centímetros, todo aquel cansancio y miedo le vencen. Siente la inmensa fuerza de la corona y, recordando más que nunca sus orígenes humildes, comprende que no es digno de ella. Ha cometido demasiadas atrocidades; ha infligido demasiado dolor para serlo. Se arrodilla lleno de respeto y temor.
Sin previo aviso, el espectro del último rey coronado se materializa ante él y con solemnidad le ciñe la corona. Mientras lo hace, una voz estruendosa retumba por todo el castillo hasta llegar al cercano campo de batalla.
“Ningún rey se corona a sí mismo, caballero. Siempre ha de ser investido por otro, de rodillas y desarmado, como respeto al pueblo que representa. Vos sois el esperado. ¡Viva el nuevo rey!”
El caballero observa con inquietud la corona. Está exhausto. Todo el cansancio de aquellos últimos días de contienda se desploma sobre su espíritu en cuanto la mira. Es un hombre ya maduro, aunque todos aquellos ásperos años de lucha no han podido borrar del todo la vitalidad y el idealismo del joven que fue. Sin embargo, la responsabilidad y el cansancio, de los que hasta ahora no ha sido muy consciente, junto al horror de tanta sangre pesan demasiado. Siente que la culpa le ahoga y para aliviarla decide deshacerse de todo lo que la representa. Al quitarse la armadura, el cansancio se amortigua; cuando se deshace de la espada, aún manchada de sangre, todas las atrocidades que ha cometido en nombre de la libertad se difuminan un poco.
Hace apenas unas horas que la guerra ha finalizado. En el campo de batalla el enemigo aún yace exterminado. Lo que queda de su ejército no es más que un puñado de guerreros dispersos, exhaustos y desesperados que buscan alguna cara amiga entre aquel holocausto de cadáveres. La muerte los rodea por todos los flancos. Conservar la vida ha sido un ejercicio de destreza, instinto y suerte a partes iguales.
En los últimos veinte años, mientras avanzaba por el país capitaneando aquel ejército de infelices, nunca ha dudado mientras iba ganando terreno, al enemigo, a las traiciones y al cansancio. Y ahora que sus anhelos se han visto cumplidos y por fin se halla ante Amentia, la corona que representa al trono, al pueblo que tanto ama y que quiere guiar, se siente inseguro.
Suspira e intenta borrar aquel torbellino de pensamientos de su mente. Se da cuenta de que está nervioso y asustado, pero su determinación es firme. Por fin está allí, en el centro de la gran sala del viejo castillo abandonado. Hace trescientos años que nadie se corona rey de Lea, su patria. Su reino. El último rey, envenenado por su propio hijo, maldijo mientras agonizaba el trono. Después de aquello se han sucedido las guerras y los pretendientes, pero nadie ha sido nombrado rey.
La maldición del antiguo monarca era simple. Sólo aquel que tuviera humildad en su corazón podría ser ungido. Sólo aquel digno de llevar la corona sería rey. Muchos han llegado hasta aquel salón antes que él, tras de salir victoriosos en el campo de batalla, pero todos los que osaron coronarse habían perdido la razón al hacerlo.
Debido a la falta de rey el país ha estado sumido en el caos durante todos estos años. Los ejércitos victoriosos, después de perder a su líder en el castillo, caían en disputas por ver quién gobernaba el país y, aunque finalmente alguien conseguía el poder, la falta de legitimidad ha hecho que las regencias fueran cortas y tumultuosas. Por desgracia, la escasa estabilidad conseguida en estos tres siglos ha sido causada por despóticas tiranías, como la última que ha sacudido al país.
Se arma de valor, y avanza pero la duda le hace detenerse de nuevo. ¿Es él humilde de espíritu? Alguien que ansía el poder difícilmente puede serlo. Sin embargo, él lo desea para impartir justicia; para que su pueblo, que desde hace años sufre el yugo de una regencia tiránica, vuelva a sonreír. Al fin y al cabo él es parte de ese pueblo. Hijo de un molinero, se había visto obligado a huir cuando su aldea fue arrasada por negarse a pagar unos impuestos abusivos. Poco a poco, lo que había sido un pequeño grupo de rebeldes se había vuelto un ejército; lo que empezaron siendo pequeñas escaramuzas desembocaron en una auténtica guerra civil. ¿Quién puede ser más humilde y más digno de aquella corona que alguien surgido del propio pueblo al que representa? No lo sabe. Tampoco sabe si aquellos años de esfuerzo han merecido la pena. Si es digno de la confianza que han depositado en él todos los que aguardan con ansiedad su regreso, y aquéllos que quedaron en el camino. Muchos rostros amigos cruzan por su mente. ¿Es él merecedor de todo aquel sacrificio?
Respira hondo y por fin se decide. Se acerca con temor hasta ella. Amentia reposa sobre un pedestal cubierto con una tela de terciopelo en el centro de la gran sala. Es de color negro alabastro. Su hermosura llama su atención y durante unos segundos siente que su mente es arrastrada hacía aquella espesa negrura. El instinto le hace cerrar los ojos. Cuando los vuelve a abrir, se cuida de mirarla de frente. Avanza con precaución.
Cuando se halla ya a escasos centímetros, todo aquel cansancio y miedo le vencen. Siente la inmensa fuerza de la corona y, recordando más que nunca sus orígenes humildes, comprende que no es digno de ella. Ha cometido demasiadas atrocidades; ha infligido demasiado dolor para serlo. Se arrodilla lleno de respeto y temor.
Sin previo aviso, el espectro del último rey coronado se materializa ante él y con solemnidad le ciñe la corona. Mientras lo hace, una voz estruendosa retumba por todo el castillo hasta llegar al cercano campo de batalla.
“Ningún rey se corona a sí mismo, caballero. Siempre ha de ser investido por otro, de rodillas y desarmado, como respeto al pueblo que representa. Vos sois el esperado. ¡Viva el nuevo rey!”
Ledicia ao Orballo escribió:Bueno, voy a empezar con los dos primeros relatos.
saa12121, relato muy acorde con los tiempos que corren. Me gusta la parte inicial (un poco sobrecargada de adjetivos y expresiones trilladas), pero es interesante. Luego el discurrir de la historia me deja un poco frío, se vende el pescado demasiado rápido. El final, con la matanza de los rebeldes y del traidor, está muy bien traído, mis dieses en esta parte. Y la moraleja, que no deberíamos olvidar.
TAN SÓLO ERAN UNAS COPAS, este me ha gustado menos. La conversación no me la trago, las escenas de sexo no me han puesto cachondo, y el final está un poco trillado. Ya sé que tendría que decir algo positivo, pero el autor me voto negativo en el pecherio y yo soy un niño rencoroso.
Anyway, yo como crítico no valgo una mierda así que no me hagáis ni puto caso
Bueno, aunque me gusta escribir, reconozco que no es lo que mejor se me da del mundo. Si además le añades la dificultad del tiempo, lo más probable que me salga un truñaco. Si he participado es por diversión y porque sé que me vais a dar cañita buena para que mejore.
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cuan_burda
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seudonimo: B0nder
pie: estremeciera - señor - maravilloso
Hace un día maravilloso. El cielo se abre impoluto, sin mancha de nubes, coronado en el horizonte por un bosque de abetos y una vieja urbanización de chalés. "Estoy hasta los huevos de estar en casa", pienso. No salgo desde hace semanas. Me miro las manos, pálidas como las de un octogenario. "Esto no puede seguir así", me digo a mí mismo. No recuerdo cuándo ni cómo empezó toda esta mierda exactamente. Lo que sé es que me faltan las fuerzas para atravesar esa maldita puerta.
Una tras otra expongo las razones para salir y las excusas para no hacerlo. Intento reunir fuerzas para enfrentarme a este miedo irracional pero me boicoteo a mí mismo. "¿Para qué quieres salir? ¿Qué crees que vas a encontrar ahí fuera? Vas a seguir siendo igual de desgraciado que aquí dentro".
Suena el teléfono. "Mierda, si estaba descolgado", murmuro mientras aprieto los puños, deseando con todas mis fuerzas que el gilipollas que esté llamando se canse de una **** vez. Sigue sonando. "No te cansas, eh. ¡Hijo de ****! ¡Cuelga de una **** vez!". No lo puedo soportar más, agarro el teléfono y lo lanzo contra la pared.
- ¿Hola? ¿disculpe?- una voz entrecortada trata de comunicarse desde el otro lado de la línea. El puto teléfono sigue funcionando y el auricular se ha descolgado con el golpe. Cojonudo. Atrapo el auricular y lo golpeo con todas mis fuerzas contra el suelo, una y otra vez, una y otra vez. Hasta que lo reviento. Hasta que el plástico se abre, el auricular se despega el cable y todo se convierte en una amalgama de desechos.
Ahora estoy sentado en el centro de la habitación, con las rodillas contra el pecho y la cabeza entre ellas. Mis oídos zumban a una velocidad que siento que van a estallar. Aprieto las rodillas con fuerza, pero sólo consigo que el zumbido se intensifique.
- ¡No puedo más! ¡No puedo mas! ¡Dejadme vivir!- estoy de pie, gritándole a los muros, al mundo, a la **** humanidad.
Tengo la sensación de que yo no soy yo, estoy dentro de mi cuerpo pero no lo controlo, todo pasa más rápido de lo normal, como en una película de cine mudo. Estoy saliendo del piso, no cierro la puerta pero no sé porqué.
Ahora atravieso el jardín con grandes zancadas, casi corriendo. El aire del mar me golpea la cara. Siento como si me estremeciera. Me dirijo hacia el muelle. Una niña me señala con el dedo: "Mira papá, ese señor está llorando". Pero no es una voz normal, proviene de un lugar muy lejano.
Estoy parado en el borde del muelle. No hay mucha altura, tal vez dos metros. Se ven las manchas de gasoil que han dejado las motoras al volver al puerto, arrastradas por las olas hacia las piedras. El cielo impoluto, sin mancha de nubes. Hace un día maravilloso.
pie: estremeciera - señor - maravilloso
Hace un día maravilloso. El cielo se abre impoluto, sin mancha de nubes, coronado en el horizonte por un bosque de abetos y una vieja urbanización de chalés. "Estoy hasta los huevos de estar en casa", pienso. No salgo desde hace semanas. Me miro las manos, pálidas como las de un octogenario. "Esto no puede seguir así", me digo a mí mismo. No recuerdo cuándo ni cómo empezó toda esta mierda exactamente. Lo que sé es que me faltan las fuerzas para atravesar esa maldita puerta.
Una tras otra expongo las razones para salir y las excusas para no hacerlo. Intento reunir fuerzas para enfrentarme a este miedo irracional pero me boicoteo a mí mismo. "¿Para qué quieres salir? ¿Qué crees que vas a encontrar ahí fuera? Vas a seguir siendo igual de desgraciado que aquí dentro".
Suena el teléfono. "Mierda, si estaba descolgado", murmuro mientras aprieto los puños, deseando con todas mis fuerzas que el gilipollas que esté llamando se canse de una **** vez. Sigue sonando. "No te cansas, eh. ¡Hijo de ****! ¡Cuelga de una **** vez!". No lo puedo soportar más, agarro el teléfono y lo lanzo contra la pared.
- ¿Hola? ¿disculpe?- una voz entrecortada trata de comunicarse desde el otro lado de la línea. El puto teléfono sigue funcionando y el auricular se ha descolgado con el golpe. Cojonudo. Atrapo el auricular y lo golpeo con todas mis fuerzas contra el suelo, una y otra vez, una y otra vez. Hasta que lo reviento. Hasta que el plástico se abre, el auricular se despega el cable y todo se convierte en una amalgama de desechos.
Ahora estoy sentado en el centro de la habitación, con las rodillas contra el pecho y la cabeza entre ellas. Mis oídos zumban a una velocidad que siento que van a estallar. Aprieto las rodillas con fuerza, pero sólo consigo que el zumbido se intensifique.
- ¡No puedo más! ¡No puedo mas! ¡Dejadme vivir!- estoy de pie, gritándole a los muros, al mundo, a la **** humanidad.
Tengo la sensación de que yo no soy yo, estoy dentro de mi cuerpo pero no lo controlo, todo pasa más rápido de lo normal, como en una película de cine mudo. Estoy saliendo del piso, no cierro la puerta pero no sé porqué.
Ahora atravieso el jardín con grandes zancadas, casi corriendo. El aire del mar me golpea la cara. Siento como si me estremeciera. Me dirijo hacia el muelle. Una niña me señala con el dedo: "Mira papá, ese señor está llorando". Pero no es una voz normal, proviene de un lugar muy lejano.
Estoy parado en el borde del muelle. No hay mucha altura, tal vez dos metros. Se ven las manchas de gasoil que han dejado las motoras al volver al puerto, arrastradas por las olas hacia las piedras. El cielo impoluto, sin mancha de nubes. Hace un día maravilloso.
Espero que algún alma caritativa se líe a soltar pies mañana por la mañana. Ya tengo ganas de participar!!!
Madrugadores!!!! Dadme palabras!!!
Madrugadores!!!! Dadme palabras!!!
"How does he do it??? HOW-DOES-HE-DO IT?????"
Ledicia ao Orballo. Untitled.
Poco original, pero bueno, está bien escrito.
La cosa es que le corta el cuello un asesino en serie que le había seguido desde su casa, ¿no? imagino su sangre manando a borbotones mientras el semen dibuja un surco oscuro en la pernera de sus vaqueros. De los de ambos. Depredador depredado. He dicho.
P.D.: Constanza, mis negativos no son mis negativos, son los positivos de alguien. Collateral damages y esas cosas.
KINDJE. MILF
Bien escrito, y el toque final me ha gustado. Is good.
Autor: saa12121
Pie: Superhéroe - Desierto - Muchedumbre
El problema de contar una historia tan compleja en tan pocas líneas es que se queda en una generalidad sin chicha ni limona. Como sinopsis de una serie de 28 capítulos y 13 temporadas no está mal. Al final un relato necesita, aunque se intuya un cuerpo más grande detrás, centrarse en un momento concreto, presentar una trama y unos personajes de manera más elaborada, para poder trasmitir sensaciones e ideas.
Está bastante bien escrito, y espero que no te tomes la crítica a mal, pero este es un mal que yo he sufrido bastante a menudo, y al que yo llamo el de los cuentos escritos por lectores de novelas largas. Nos vamos a tramas complejas, y que nos exigen para explicarlas de un espacio que se come lo concreto. Huye de eso.
Poco original, pero bueno, está bien escrito.
La cosa es que le corta el cuello un asesino en serie que le había seguido desde su casa, ¿no? imagino su sangre manando a borbotones mientras el semen dibuja un surco oscuro en la pernera de sus vaqueros. De los de ambos. Depredador depredado. He dicho.
P.D.: Constanza, mis negativos no son mis negativos, son los positivos de alguien. Collateral damages y esas cosas.
KINDJE. MILF
Bien escrito, y el toque final me ha gustado. Is good.
Autor: saa12121
Pie: Superhéroe - Desierto - Muchedumbre
El problema de contar una historia tan compleja en tan pocas líneas es que se queda en una generalidad sin chicha ni limona. Como sinopsis de una serie de 28 capítulos y 13 temporadas no está mal. Al final un relato necesita, aunque se intuya un cuerpo más grande detrás, centrarse en un momento concreto, presentar una trama y unos personajes de manera más elaborada, para poder trasmitir sensaciones e ideas.
Está bastante bien escrito, y espero que no te tomes la crítica a mal, pero este es un mal que yo he sufrido bastante a menudo, y al que yo llamo el de los cuentos escritos por lectores de novelas largas. Nos vamos a tramas complejas, y que nos exigen para explicarlas de un espacio que se come lo concreto. Huye de eso.
minixaxo89 escribió:Esto ya parece más un taller que un concurso de relatos
Desde luego que nos va la posturita y el más difícil todavía, la leche.
Cuando los pies sean, a saber, prestidigitador, chupete y volován, me voy a reír y todo.
GIPSY KING
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Bonder
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- Ubicación: Grecia, Roma, el cristianismo y Europa.
¡¡PIE ALEATORIO NOCTURNO!!
-Prestidigitador
-Chupete
-Volován
-Prestidigitador
-Chupete
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Bonder escribió:¡¡PIE ALEATORIO NOCTURNO!!
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Lo prometido es deuda.
GIPSY KING
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cuan_burda
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- Registrado: 18 Abr 2009, 14:32
Joder, no pillo ni uno aleatorio. Aunque este último... 
Pongo uno que me han enviado tarde, por lo que en teoría está fuera de concurso.
Título, Jimmy desenmarañado
Autor, Tim Bellagio
Pie, estremeciera - señor - maravilloso
Jimmy era un chico risueño, jovial. Era todo lo feliz que podía ser un chaval de 13 años que estaba descubriendo la vida en los suburbios de New Orleans a finales del siglo XIX. Era tan feliz que cuando caminaba por las calles recién asfaltadas prefería pisar el barro que se formaba en la canaleta que la rúe forma con la acera, por donde circulaba un auténtico y jodido río de mierda calle abajo, a hacerlo por la zona seca. Y había días que era más feliz todavía. Como aquel en que su madre le regaló una estilográfica Reiston, de la colección numerada. Ese día Jimmy se revolcó en la bazofia de los cerdos del señor Trenchard-Smith. El olor perduró en su ropa semanas, fué maravilloso.
Entonces, recordó Jimmy, mamá aún se acercaba por el salón de Madame Crocherie a ayudarle a planchar ropa. Ella siempre le contaba al día siguiente como le había ido. "Jimmy, hoy estoy muy cansada porque ayer planché mucha ropa, docenas de prendas. Blancas, negras, amarillas, sudamericanas, mulatas, indias...De todo grosor y tamaño". Jimmy la escuchaba con cara de gilipolias, con su sonrisa absurda enseñando las encías. El tio Martin a menudo le decía que parecía un asno. Jimmy se reía mientras su tio le pasaba la mano por la chepa.
- Jeanette, me estremecía por completo. Lo que ese señor hacía era lo contrario a maravilloso. Qué manera de arrancarme la muela dolorida. Si. Jimmy, no muerdas el pasamanos. Te oigo como si estuvieras en Dumpor, Missouri. A ver cuando inventan la fibra óptica.
La hija de los señores Price era alta, desgarbada, más o menos de la edad de Jimmy (ambos se sentaban juntos en clase, lo que quería decir que estaban en un radio de 3 años de edad), con mandíbula prominente y labios finos, como el canto de una moneda de 5 centavos. Tenía cara de endogámica enfervorecida por alguna religión monoteista. Hacían una gran pareja, y él sabía que algún día ese adefesio sería su mujer. La señora de James Spencer Hoyt.
Y cuando despertó, la estilográfica Reiston aún seguía allí.
Pongo uno que me han enviado tarde, por lo que en teoría está fuera de concurso.
Título, Jimmy desenmarañado
Autor, Tim Bellagio
Pie, estremeciera - señor - maravilloso
Jimmy era un chico risueño, jovial. Era todo lo feliz que podía ser un chaval de 13 años que estaba descubriendo la vida en los suburbios de New Orleans a finales del siglo XIX. Era tan feliz que cuando caminaba por las calles recién asfaltadas prefería pisar el barro que se formaba en la canaleta que la rúe forma con la acera, por donde circulaba un auténtico y jodido río de mierda calle abajo, a hacerlo por la zona seca. Y había días que era más feliz todavía. Como aquel en que su madre le regaló una estilográfica Reiston, de la colección numerada. Ese día Jimmy se revolcó en la bazofia de los cerdos del señor Trenchard-Smith. El olor perduró en su ropa semanas, fué maravilloso.
Entonces, recordó Jimmy, mamá aún se acercaba por el salón de Madame Crocherie a ayudarle a planchar ropa. Ella siempre le contaba al día siguiente como le había ido. "Jimmy, hoy estoy muy cansada porque ayer planché mucha ropa, docenas de prendas. Blancas, negras, amarillas, sudamericanas, mulatas, indias...De todo grosor y tamaño". Jimmy la escuchaba con cara de gilipolias, con su sonrisa absurda enseñando las encías. El tio Martin a menudo le decía que parecía un asno. Jimmy se reía mientras su tio le pasaba la mano por la chepa.
- Jeanette, me estremecía por completo. Lo que ese señor hacía era lo contrario a maravilloso. Qué manera de arrancarme la muela dolorida. Si. Jimmy, no muerdas el pasamanos. Te oigo como si estuvieras en Dumpor, Missouri. A ver cuando inventan la fibra óptica.
La hija de los señores Price era alta, desgarbada, más o menos de la edad de Jimmy (ambos se sentaban juntos en clase, lo que quería decir que estaban en un radio de 3 años de edad), con mandíbula prominente y labios finos, como el canto de una moneda de 5 centavos. Tenía cara de endogámica enfervorecida por alguna religión monoteista. Hacían una gran pareja, y él sabía que algún día ese adefesio sería su mujer. La señora de James Spencer Hoyt.
Y cuando despertó, la estilográfica Reiston aún seguía allí.
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minixaxo89
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- Registrado: 22 Sep 2011, 22:02
A ver si me puedo leer los relatos, pero si saco una conclusión de ahí es que me ha salido un truñaco de la leche, sobretodo porque para eso había que completarlo más. En todo caso, creo que el misterio no se me da bien ni de coña
El último relato me ha gustado. A ver si puedo leer el resto.
El último relato me ha gustado. A ver si puedo leer el resto.
Metzger1985 escribió:Hoy es un buen día para recordar que la riqueza de los ricos procede de la pobreza de los pobres.
Vengo a pidil. Dame un leuro. Dame un leuro!
Una limosnita, pol caridá!
Nadie tira tres pies para un relato?
:-p
Una limosnita, pol caridá!
Nadie tira tres pies para un relato?
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"How does he do it??? HOW-DOES-HE-DO IT?????"
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Bonder
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¡¡PIE ALEATORIO MAÑANERO!!
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Bonder escribió:¡¡PIE ALEATORIO MAÑANERO!!
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Entregado a Cuan_Burda!!!!!
"How does he do it??? HOW-DOES-HE-DO IT?????"
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Ledicia ao Orballo
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- Registrado: 06 Oct 2012, 01:55
saa12121 escribió:Bueno, aunque me gusta escribir, reconozco que no es lo que mejor se me da del mundo. Si además le añades la dificultad del tiempo, lo más probable que me salga un truñaco. Si he participado es por diversión y porque sé que me vais a dar cañita buena para que mejore.
Es un poco lo que te dice SINVER, al condensar un argumento tan amplio en un espacio tan corto, el grueso de la historia pierde mucha fuerza porque todo sucede demasiado deprisa. El inicio y el final me gustan, quizá con más tiempo y espacio habrías podido desarrollar más esa parte central y sacarle más jugo.
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El ignorante que se cree sabio, realmente es un ignorante.
El ignorante que se sabe ignorante, entonces es un sabio.
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Ledicia ao Orballo
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SINVER escribió:Ledicia ao Orballo. Untitled.
Poco original, pero bueno, está bien escrito.
La cosa es que le corta el cuello un asesino en serie que le había seguido desde su casa, ¿no? imagino su sangre manando a borbotones mientras el semen dibuja un surco oscuro en la pernera de sus vaqueros. De los de ambos. Depredador depredado. He dicho.
P.D.: Constanza, mis negativos no son mis negativos, son los positivos de alguien. Collateral damages y esas cosas.
La idea original, o sea la idea que rondaba mi mente mientras lo escribía, es que el gacho no llega a salir de su casa, está imaginando lo que le gustaría hacer. Pero como está planteado de una forma muy abierta, cualquier interpretación es igualmente correcta, de eso se trata.
Yo soy muy del gusto de una escritura que deje espacio a la imaginación. Sin descripciones pormenorizadas, sin arrastrar al lector de la correa de un lado para otro. Y por eso intento escribir un poco lo que me gusta leer. Para mí es más importante lo que sucede en la mente del lector que lo que está plasmado en la hoja, y cuánto más abierto sea lo segundo, más rico será lo primero.
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Viernes antes de comer, buena hora para escribir: LANZO PALABRAS!!!!!!!
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cuan_burda
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LA IDEA DE BALDOMERO
Seudónimo: Mozón
Palabras: Ocurrencia-Bicicleta-Comida
A Baldomero le había empezado a fallar la azotea hacía un tiempo. Si buscaba describir la sensación, al final se veía obligado a echar mano de las metáforas, siempre traicioneras: imaginaba su cabeza llena de agua y en ella una pequeña fisura por la que se le había escapado gota a gota la memoria. Ploc. Ploc. Ploc. En su cabeza, una red para cazar atunes por cuyos agujeros se colaban como veloces boquerones los peces más insignificantes de su recuerdo.
Era una sensación que traía consigo desasosiego. Pena o tristeza no, porque no hay felicidad comparable a la de una mente vacía. Como ya dijo Chalie Kauffman. ¿O fue Alexander Pope? Eternal Sunshine of the spotless mind! Each pray'r accepted, and each wish resign'd. Así Baldomero era ratos inmune a la frustración, porque también a ratos se había olvidado de sus deseos.
Pero vértigo sí sentía, sí. Una duda continua en la cara de esos desconocidos que le miraban con una suerte de familiaridad o de reconocimiento. ¿Serían también ellos boquerones huidos de su poco eficiente cabeza? ¿Esperaban algo de él? Alguno le llamaba Baldomero, y esas eran letras de las que aún se acordaba. B-A-L-D-O-M-E-R-O. Del menú de ayer, por descontado, no era capaz de decir ni el primer plato.
Le cuidaban bien, los desconocidos. Le duchaban y vestían por las mañanas. Le daban de comer y le hablaban con voces siempre sorprendentes. A veces le sonaban de algo, pero no sabía de dónde ni de qué. ¿No le había vestido esa misma mañana una mujer con un rostro parecido? ¿Y si fuera la misma? Cómo saberlo... Baldomero solo era consciente de que una vaga legión de hombres y mujeres sin nombre se ocupaban de sus necesidades más perentorias. El resto de necesidades no las conocía ni él, a excepción de esa vaga sensación de desorientación, de leer un libro al que le faltan páginas pero en las que quedan persiste una pizca del sentido. Estas son las metáforas que usaba Baldomero.
Una mañana, sin embargo, se levantó extrañamente lúcido. Una palabra querida le picó en la punta de la lengua mientras que la desconocida de turno le ponía los calcetines casi como si le lavara religiosamente los pies. ¿Marta? ¿María? Hasta su cara le trajo algún recuerdo: un atún gordo que se enredaba en su cabeza y forcejeaba para salir. Ese destello, al irse, dejó en su cerebro algo que hasta entonces había obviado. La pesada consciencia del olvido.
Como una bombilla que se enciende en una habitación vacía, a Baldomero le vino una frase al colador de la cabeza. ¡Eso es como montar en bicicleta, que nunca se olvida!. Miró en derredor y vio que los desconocidos no se encontraban presentes. Le llegaban voces desde la puerta de la derecha, la que daba a la cocina, pero el camino al recibidor estaba expedito.
Se levantó sin hacer ruido y salió al descansillo. Los peldaños de la escalera descendían como el rabo del cierre de las interrogaciones. Pequeñas respuestas que acababan en la luz diáfana de la calle, increíblemente familiar, nunca olvidada del todo.
Paseó por la acera y se sintió un pescador con una caña de verdad. La esquina le traía el olor de los churros que comía cuando niño. En el parque se vio fumando su primer cigarrillo. Algunas manos peleaban por desnudarse a la sombra de un árbol dentro de sus recuerdos.
Apoyada en una pared vio una bicicleta. Su dueño, que compraba el periódico en el kiosko de al lado, no vio como un anciano pasaba por encima de su lomo una pierna y se daba un pequeño impulso. La bicicleta cogió velocidad con un zumbido y entonces Baldomero oyó gritos. Primero, el del propietario de la bici. Pero pronto quedó lejos. Luego, los de los transeúntes a los que casi atropella. Pero eran poco más que boquerones. Después, el más agudo de todos, el de las ruedas de un coche. Pero ese Baldomero ya no lo oyó muy bien, preocupado como estaba en convertir las caras de los desconocidos en paseos en bicicleta, para no olvidarlas jamás.
Seudónimo: Mozón
Palabras: Ocurrencia-Bicicleta-Comida
A Baldomero le había empezado a fallar la azotea hacía un tiempo. Si buscaba describir la sensación, al final se veía obligado a echar mano de las metáforas, siempre traicioneras: imaginaba su cabeza llena de agua y en ella una pequeña fisura por la que se le había escapado gota a gota la memoria. Ploc. Ploc. Ploc. En su cabeza, una red para cazar atunes por cuyos agujeros se colaban como veloces boquerones los peces más insignificantes de su recuerdo.
Era una sensación que traía consigo desasosiego. Pena o tristeza no, porque no hay felicidad comparable a la de una mente vacía. Como ya dijo Chalie Kauffman. ¿O fue Alexander Pope? Eternal Sunshine of the spotless mind! Each pray'r accepted, and each wish resign'd. Así Baldomero era ratos inmune a la frustración, porque también a ratos se había olvidado de sus deseos.
Pero vértigo sí sentía, sí. Una duda continua en la cara de esos desconocidos que le miraban con una suerte de familiaridad o de reconocimiento. ¿Serían también ellos boquerones huidos de su poco eficiente cabeza? ¿Esperaban algo de él? Alguno le llamaba Baldomero, y esas eran letras de las que aún se acordaba. B-A-L-D-O-M-E-R-O. Del menú de ayer, por descontado, no era capaz de decir ni el primer plato.
Le cuidaban bien, los desconocidos. Le duchaban y vestían por las mañanas. Le daban de comer y le hablaban con voces siempre sorprendentes. A veces le sonaban de algo, pero no sabía de dónde ni de qué. ¿No le había vestido esa misma mañana una mujer con un rostro parecido? ¿Y si fuera la misma? Cómo saberlo... Baldomero solo era consciente de que una vaga legión de hombres y mujeres sin nombre se ocupaban de sus necesidades más perentorias. El resto de necesidades no las conocía ni él, a excepción de esa vaga sensación de desorientación, de leer un libro al que le faltan páginas pero en las que quedan persiste una pizca del sentido. Estas son las metáforas que usaba Baldomero.
Una mañana, sin embargo, se levantó extrañamente lúcido. Una palabra querida le picó en la punta de la lengua mientras que la desconocida de turno le ponía los calcetines casi como si le lavara religiosamente los pies. ¿Marta? ¿María? Hasta su cara le trajo algún recuerdo: un atún gordo que se enredaba en su cabeza y forcejeaba para salir. Ese destello, al irse, dejó en su cerebro algo que hasta entonces había obviado. La pesada consciencia del olvido.
Como una bombilla que se enciende en una habitación vacía, a Baldomero le vino una frase al colador de la cabeza. ¡Eso es como montar en bicicleta, que nunca se olvida!. Miró en derredor y vio que los desconocidos no se encontraban presentes. Le llegaban voces desde la puerta de la derecha, la que daba a la cocina, pero el camino al recibidor estaba expedito.
Se levantó sin hacer ruido y salió al descansillo. Los peldaños de la escalera descendían como el rabo del cierre de las interrogaciones. Pequeñas respuestas que acababan en la luz diáfana de la calle, increíblemente familiar, nunca olvidada del todo.
Paseó por la acera y se sintió un pescador con una caña de verdad. La esquina le traía el olor de los churros que comía cuando niño. En el parque se vio fumando su primer cigarrillo. Algunas manos peleaban por desnudarse a la sombra de un árbol dentro de sus recuerdos.
Apoyada en una pared vio una bicicleta. Su dueño, que compraba el periódico en el kiosko de al lado, no vio como un anciano pasaba por encima de su lomo una pierna y se daba un pequeño impulso. La bicicleta cogió velocidad con un zumbido y entonces Baldomero oyó gritos. Primero, el del propietario de la bici. Pero pronto quedó lejos. Luego, los de los transeúntes a los que casi atropella. Pero eran poco más que boquerones. Después, el más agudo de todos, el de las ruedas de un coche. Pero ese Baldomero ya no lo oyó muy bien, preocupado como estaba en convertir las caras de los desconocidos en paseos en bicicleta, para no olvidarlas jamás.
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cuan_burda
- Mensajes: 999
- Registrado: 18 Abr 2009, 14:32
Perdón por no haber podido poner un pie en la hora de hoy, pero me ha surgido un imprevisto (el resto de viernes no tendré problemas).
Un saludo.
Un saludo.
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Ray Drecker
- Mensajes: 15831
- Registrado: 09 Ago 2012, 23:52
Veo que habéis empezado. Eso está bien. Acabo de terminar exámenes, por lo que miraré de ponerme si tengo un rato y pillo las palabras a tiempo.
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