por Genjuro »
22 Jul 2017, 17:15
314. Jánosik (Martin Fric, 1936) - 7
Segunda colaboración que veo entre Fric y el mítico e imponente actor Palo Bielik en la que éste interpreta a un montañero eslovaco en tiempos de la dominación húngara. En este caso transcurre a principios del siglo XVIII y la opresión de la nobleza ocupante le lleva a convertirse en una suerte de Robin Hood. No hay gran sutileza en la descripción de personajes, es una película de buenos y malos, pero no resulta un gran problema dado el enfoque aventurero, aunque puntualmente la película se ponga trágica. Entre sus escaladas montañeras, los planos contrapicados y la gran altura del propio Bielik, el film busca cincelar una figura mítica y ejemplar, y lo hace con gracia y sentido lúdico. Por otro lado Fric maneja con mucha habilidad las escenas de acción, con una planificación corta intensiva en montaje de imágenes y movimientos más bien esenciales, que proporciona fuerza visual sin caer en la confusión.
315. La hija del Nilo (Hou Hsiao-hsien, 1987) - 7
La juventud problemática, la familia, las presencias y ausencias, han sido temas habituales en el cine de Hou. En este film el protagonismo recae en una adolescente y su disfuncional familia, en la que brillan por su ausencia los referentes sólidos para guiar la vida de la protagonista y sus dos hermanos. Hay una melancolía inherente a la narrativa, al uso recurrente de la voz en off de la chica para relatar sucesos en pasado, también producto de un sutil romanticismo necesariamente trágico. En la puesta en escena de Hou, excelente como siempre, destaca la repetición del punto de vista en los planos, especialmente el del interior de la casa familiar filmado desde un pasillo en el cual se ve una puerta transparente que da al exterior, una mesa y una fracción del espacio interior. La limitación de espacio que ofrece y el movimiento de los personajes genera una tensión muy particular al respecto de las presencias y ausencias que mencionaba antes, además de que esa conjunción de interior y exterior en el mismo plano también evoca falta de solidez hogareña.
316. The Flying Classroom (Kurt Hoffmann, 1954) - 6,5
Adaptación del relato de Erich Kästner, se trata de un amable cuento navideño sobre un grupo de niños que vive en un internado al cuidado de un bondadoso tutor. No hay grandes dramas en su historia, se abordan de las andanzas de los chavales, cuyo cuarteto principal está muy bien caracterizado con sus pequeños conflictos individuales. Incluso más interesante resulta la mirada sobre ese profesor bajo cuya responsabilidad se encuentran, y cuya entrega se visualiza a través de la repetición de rutinas y la puesta en escena (los reiterados planos desde el exterior en los que mira a través de una ventana de su dormitorio me parecen de lo mejor del film). En definitiva, sin ser ninguna maravilla, sí que resulta una obra entrañable que se hace querer.
317. Nannerl, la hermana de Mozart (René Féret, 2010) - 6,5
El papel de la hermana de Mozart ha sido objeto de elucubraciones varias, ya que al parecer era una intérprete musical excepcional e incluso se cree que escribió varias partituras, aunque ninguna se conserva. Féret aborda el personaje en el intervalo de un largo viaje de exhibición que emprendió la familia Mozart por Europa, fabulando con un hipotético enamoramiento con el heredero al trono francés. En esencia es un film sobre la tragedia que suponía ser una mujer en aquella época (especialmente, que hoy tampoco es un camino de rosas), y sobre cómo podía anularse la capacidad de realización de una persona. Significativas son las escenas en las que la chica se viste de hombre por cuestiones de protocolo en su relación con el delfín de Francia, la significación que adquieren como sueño vano de liberación. Féret lo muestra sin altisonancias, con la sencillez propia de su estilo, quizás menos riguroso a nivel formal que otros empeños, pero que rezuma naturalidad con la dificultad que supone el corsé del cine de época.
318. La última cena (Tomás Gutiérrez Alea, 197) - 6,5
En esta época de su filmografía, parece que Alea tenía especial preferencia por mostrar universos cerrados, endogámicos y decadentes, microcosmos en cuyo seno habita la opresión y la explotación, el clasismo, la religión y todas sus siniestras contradicciones, la representación de la historia cubana anterior a la Revolución. Este film que transcurre durante una Semana Santa del siglo XVIII en una plantación de caña de azúcar pivota sobre el eje de su larga escena central, una delirante recreación de la Última Cena en la que el noble dueño de la hacienda ejerce de Jesucristo, mientras que doce de sus esclavos encarnan a los apóstoles. Es una brillante sátira del maridaje entre poder y religión, pura tragicomedia. Aunque esta parte en concreto aparezca más estilizada, quizás para darle un aire de representación, el estilo visual del resto del film tiende un poco a lo mostrado por ejemplo en Una pelea cubana contra los demonios, que busca el nervio y la inmediatez con la cámara al hombro y abundantes planos cerrados sobre los personajes.
319. Divine (Max Ophüls, 1935) - 7
Otra de tantas películas que por entonces pintaba a la ciudad como un espacio tan tentador como amenazante para las inocentes jóvenes de campo. En este caso la chica protagonista decide hacer caso a una amiga y probar suerte como bailarina de un local de variedades. Su virtud peligra, no sólo las apetencias masculinas o por la naturaleza de los números que ejecuta, sino que especialmente por la droga que circula por el lugar. El argumento en sí no tiene gran cosa de especial, pero la puesta en escena de Ophüls le da un toque de gracia a través del encuadre y un infatigable movimiento en el que toman parte la cámara y el montaje.
320. Der Stolz der 3. Kompanie (Fred Sauer, 1932) - 7
Parece que las comedias militares eran bastante populares en Alemania en los primeros años del sonoro (baste recordar Der Hauptmann von Köpenick) y aquí el protagonismo recae sobre Heinz Rühmann, uno de los actores de referencia del momento, ideal para un personaje, el de un soldado que pretende a la misma chica que el sargento mayor, que suple vulnerabilidad con ingenio (y suerte). Igualmente apropiado resulta el carismático y seductor Anton Walbrook como príncipe cuya intervención aboca a la comedia hacia el equívoco. Argumentalmente la jerarquía castrense queda bastante en entredicho, hasta un poco ridiculizada, y si bien no creo que quepa calificarla como una obra subversiva, parece que molestó lo suficiente para que se terminara prohibiendo (entiendo que con el ascenso al poder de los nazis). De su puesta en escena destacaría el montaje de escenas enlazando ideas y concatenando acciones, que da a la película un alto ritmo narrativo e incluso la sensación de cierto frenesí en algunos momentos. En todo caso me ha parecido muy simpática y divertida.
321. No quiero ser un hombre (Ernst Lubistch, 1918) - 7
Practicamente un mediometraje en tres actos, de acción frenética y lleno de humor, nos cuenta las andanzas de una alocada chica de aficiones un tanto hombrunas (por entonces), cuya frustración cuando le colocan un estricto tutor le lleva a disfrazarse de hombre para poder disfrutar de la libertad con la que sueña. Lo que menos me gusta del film es que termina dando la vuelta a esa dinámica de sexos y poco menos que viene a defender que ser hombre es más difícil y menos ventajoso que ser mujer. Pero la función es muy divertida y gozosamente desenfadada, y de hecho incluso se permite unos guiños a la homosexualidad.
322. Días sin vida (Henry King, 1959) - 6
Una obra biográfica que abunda en los últimos años de Francis Scott Fitzgerald, ya en Hollywood, desde el punto de vista de su amante, la columnista Sheilah Graham. La montaña rusa emocional que supone su relación, lastrada por los problemas económicos y alcohólicos del escritor, no siempre está bien resuelta. Creo que el film se mueve mejor en la comedia romántica que en el drama y el melodrama, algunas escenas chirrían bastante, pero la elegancia de la puesta en escena de King nunca abandona las imágenes.
Un saludo.