por Genjuro »
24 Jul 2018, 09:59
220. Baby Face (Alfred E. Green, 1933) - 7
Por lo que he visto de su carrera, Barbara Stanwyck no frecuentaba al inicio de la misma los papeles de femme fatale que darían tanto lustre a su época de madurez, pero aquí encontramos un ejemplo temprano de eso mismo. Eso sí, la película abunda en las desgraciadas circunstancias personales y en el machismo reinante que la convierten en una mujer despiadada que sin ningún escrúpulo utiliza a los hombres para medrar. El film está muy bien narrado con los escasos medios de que dispone. Valga como ejemplo su primer "intercambio carnal", en la oscuridad de un vagón, con un cruce de miradas y el plano detalle de unos guantes arrojados dando paso al preceptivo fundido a negro. Estamos en la era pre-Code, eso está claro.
221. Distinto amanecer (Julio Bracho, 1943) - 6,5
Una trama político-criminal y una historia de amor se entretejen en este clásico del cine argentino. El Macguffin son unos documentos de trascendente importancia que el protagonista debe llevarse consigo y que también anhelan unos esbirros enviados por el gobernador de la provincia. En su intento de zafarse de ellos, se reencuentra con su antiguo amor, ahora infelizmente casada con el tercer vértice del inseparable triángulo de amigos que formaban en la facultad. Me pareció un film muy equilibrado y muy bien estructurado, en el cual casi nada parece gratuito. Bueno, quizás algún recurso anticipatorio resulte un poco manido (el sueño de ella), y el tono se haga demasiado solemne en ocasiones. Pero hablamos de personajes angustiados que intentan llevar con la mayor entereza sus encrucijadas vitales. La realización es muy solvente, y los claroscuros de Figueroa le sientan muy bien tanto a la vertiente noir como al retrato en primer plano de ese triángulo sentimental.
222. Akenfield (Peter Hall, 1974) - 7
Las vidas de tres generaciones de campesinos se evocan confluyendo en el día del entierro de abuelo, la misma jornada en la que el nieto sopesa dejar la aldea inglesa que ha servido de hogar y de "prisión", fuente de sustento pero también de trabajo extenuante, de relaciones amorosas y de dependencia. Con cierto vuelo poético y con la ayuda de la narración en off del abuelo, como si se dirigiera a su nieto, el film marca los paralelismos y las diferencias entre tres épocas, entre tres personajes cogidos en momentos vitales comparables, y de hecho interpretados por el mismo actor. Él, como el resto del elenco, no es profesional, y ayuda a darle un aire auténtico a la película, igual que una fotografía granulosa que se apoya únicamente en la luz natural y en puntos lumínicos diegéticos. El cuidado de la puesta en escena, en los encuadres, el pictoricismo que a veces asoma también ayudado por el uso de grandes distancias focales, el tono elegíaco, todo ello desactiva en parte la impresión documental, pero no deja de ser el retrato que de sí mismo se hace un lugar y unas gentes. Hay escenas simplemente brillantes, como la del himno cantado en la iglesia durante el funeral que, a través de una panorámica sin solución de continuidad, nos retrotrae a un tiempo pretérito en el mismo espacio en el que unos soldados interpretan el mismo himno, condensando en un movimiento el espíritu de toda la película.
223. Lo que importa es vivir (Luis Alcoriza, 1987) - 6,5
Alcoriza se distinguió durante su carrera por su espíritu de subversión respecto a los cánones arrastrados por la sociedad mexicana, y en esta historia de un trotamundos que llega a una decadente hacienda y la pone patas arriba esto se hace muy evidente, aunque quizás ya en los años ochenta su discurso tenía ya menos capacidad de impacto. Lo que daría para un clásico melodrama de relaciones prohibidas de trágicas consecuencias, se transforma aquí en otra historia diferente en la que los roles de los personajes quedan subvertidos. Candelario emerge así como otro héroe típico de Alcoriza, como el Aurelio de Tiburoneros, hombres prácticos, de acción, ajenos a las convenciones sociales y religiosas y refractarios a los agasajos de la llamada "sociedad". Aunque se eche a faltar un tanto de estilización, de acabado técnico, la narración es vigorosa y se hace una película realmente divertida.
224. North to Alaska (Henry Hathaway, 1960) - 4,5
Poco funciona en esta comedia western que combina una historia de disputas por una mina de oro y el embrollo sentimental que se produce cuando un mujeriego (John Wayne) le busca mujer a su socio. Peleas gratuitas o efectos de sonido alimentan ese lado humorístico demasiado chabacano en demasiados momentos, con el cual el personaje de la chica y su enfoque interpretativo (con una emotividad latente y contenida) nunca terminan de encajar. También se hace raro ver a Wayne poner caretos como si de una farsa se tratara. Y argumentalmente se la ve venir a leguas, desde los primeros instantes en que su protagonista aboga por una vida libre del matrimonio.
225. 1000-nen kizami no hidokei (Shinsuke Ogawa, 1987) - 7
Monumental retrato sobre una comunidad de campesinos con la que Ogawa estuvo conviviendo muchos años. El cultivo del arroz emerge como la lógica espoleta del relato, la base económica de la población local. Ogawa entra en el detalle del proceso vital y agricultor del cereal, pero progresivamente se abandona a otros ámbitos de tipo social, cultural, histórico o mitológico, en una red de interconexiones antropológicas. Los relatos y las fabulaciones sobre el pasado se ponen en escena en sugerentes y elegantes fugas dramáticas interpretadas por los propios lugareños. Resulta muy apropiado que la narración se disuelva con una anciana que parece encadenar historias sin mucho concierto ni solución de continuidad, sugiriendo la inagotabilidad del acervo popular, para rematar con un desfile de los habitantes de la aldea que se revela ulteriormente como circular. Hay altibajos y no todos los segmentos tienen el mismo interés en una obra que se extiende hasta casi las cuatro horas (el momento arqueológico, por ejemplo), pero es un peaje que merece la pena pagar para asistir a esta inmersión física, histórica y espiritual en un pequeño espacio sociocultural que supongo no deja de ser asimilable a buena parte del Japón rural.
226. I Agni tou limaniou (Yorgos Javellas, 1952) - 6
Una historia pasional portuaria con mujer fatal cuyo comportamiento el film tiene a bien fundamentar. La película navega en ocasiones por las aguas del melodrama, entre confesiones de moribundos, hijos no reconocidos, o venganzas. Los vínculos paternofiliales acaban siendo el eje temático de una obra que acierta a construir efectivos clímax emocionales (eso sí, no todos en la misma medida). Echo en falta un mayor grado de depuración estilística, porque tengo la impresión en ocasiones de que los encuadres están hecho un poco de cualquier manera, sin aparente sentido estético ni intención dramática.
227. Toi... le venin (Robert Hossein, 1958) - 5
Este film se propone como un juego de identidades y seducción. Un hombre tiene un encuentro amoroso fortuito en la noche con una mujer cuyo rostro e identidad desconoce. Sigue su pista hasta una casa en la que viven dos atractivas hermanas, una inválida en silla de ruedas con tendencia a la manipulación y otra sana con pinta de recatada, y allí se queda a vivir tras aceptar la invitación. Hossein juega al despiste, a veces con algún elemento tramposillo, y su artefacto termina devorando a los personajes, deudores antes de la mecánica argumental que de su propia entidad y coherencia individual, lo que resulta particularmente evidente en el cierre de la película. Por lo demás está bastante bien filmada, como un permanente duelo entre el trío protagonista en el cual siempre adquieren peso incluso quienes no están en la escena.
228. The Haunting (Robert Wise, 1963) - 6
Título clásico dentro del subgénero de casas encantadas, es un film de terror gótico en el que una mansión parece cobrar vida para aterrorizar fatalmente a sus ocupantes de turno, un científico, sus dos ayudantes (dos chicas con experiencia en sucesos extrasensoriales) y el futuro heredero de la misma. Algunos recursos técnicos y de puesta en escena lucen pasados de moda, pero Wise mayormente acierta con el uso de la luz y las sombras, con el abigarrado trabajo sobre las angulaciones de cámara para hacer cobrar vida a lo invisible. Quizás no era necesaria tanta voz en off para ponernos en situación de la chica protagonista, que satura y sobreexplica lo que estamos viendo, pero el resultado es un film bastante digno.
229. Show People (King Vidor, 1928) - 5,5
Una comedia romántica en la cual la crisis se produce tópicamente cuando uno de los dos enamorados sube de estatus y se olvida del otro. Marion Davis es la estrella absoluta (también la productora) interpretando a una chica sureña que pretende triunfar en Hollywood como actriz dramática pero cuyo fuerte es la comedia, aunque en esta ocasión tuve la sensación de que abusaba de alguna de sus muecas más reconocibles. No me parece un film especialmente brillante y el alcance de su comedia no pasa de simpático incluso en los momentos más inspirados, pero también es cierto que deja muy buen sabor de boca con su notable cierre. La ambientación dentro del mundo cinematográfico es un aliciente y, entre rodaje y rodaje, se ofrecen algunos cameos de postín, como el del propio Chaplin.
230. Khareda da Gogia (Giorgi Shengelaya, 1987) - 6
Con la progresión argumental típica de las historias sobre un grupo de hombres que pone en jaque a un poder muy superior, Shengelaya realiza una obra de exaltación nacionalista con una soterrada vena aventurera en la que manifiesta la opresión zarista en la Georgia presoviética. El espíritu lúdico está presente en muchas ocasiones, en un film cuya agilidad narrativa compensa la relativa falta de estilización visual (estamos lejos de Pirosmani en este sentido).
231. Yuki Yukite shingun (Kazuo Hara, 1987) - 7
Este documental escarba en el trauma de la Segunda Guerra Mundial en Japón, en uno de los aspectos más escabrosos de aquella ignominia bélica, el canibalismo, una práctica relativamente extendida en ciertas áreas hacia el final de la contienda, y que películas de ficción como Nobi o Gunki hatameku motoni ya habían tratado de alguna manera. De hecho este film tiene bastante que ver con la obra cumbre de Fukasaku, pues se plantea como la investigación de la muerte de unos soldados, ejecutados por sus superiores, a través de sucesivas entrevistas con testigos y protagonistas del hecho. El propio conductor de las pesquisas no deja de ser inquietante, un veterano de la misma compañía que reclama justicia divina y que muestra una acusada inclinación por la violencia. No hay veleidades estilísticas, simplemente una cámara que sigue a los personajes y trata de atrapar la violencia que subyace en las palabras, también la confrontación de unas rostros y figuras corrientes, incluso frágiles, con el excepcional horror que finalmente se evoca.
232. Rouge (Stanley Kwan, 1987) - 6,5
Como también haría en la posterior Central Stage, Kwan pone a la mujer en el centro de la narración, víctima propiciatoria de las relaciones sentimentales, dentro de un relato que abarca diferentes franjas temporales. En esta ocasión, desde la evocación de los años 30 se realiza un salto acrobático al presente a través de la presencia de un fantasma que, además de proporcionar una pátina romántica y melancólica, replantea el punto de vista de la película (pasa a ser una historia contada) y confronta un presente dominado por tonos grises y relaciones afectivas convencionales con un pasado estilizado, colorista y pasional.
233. Babettes gæstebud (Gabriel Axel, 1987) - 6,5
Se percibe un cierto tufillo a cine de qualité en esta historia que confronta la vida puritana de dos hermanas en la agreste costa de Jutlandia con las posibilidades del arte y el placer que sublima la imponente cena que ofrece su sirvienta francesa Babette. Apenas hay aristas en la historia, clara, diáfana y sencilla. Pero también es cierto que Axel evita los edulcorantes artificiales y sus imágenes se aproximan ocasionalmente a un discreto pictoricismo en la austera tradición nórdica (o eso entiendo yo desde mi desconocimiento de la materia).
234. Laveata tietä (Valentin Vaala, 1931) - 6
Todavía en formato mudo, Vaala narraba en este film las andanzas sentimentales de un seductor violista con pocos escrúpulos. La historia no ofrece demasiada densidad en sus personajes, y el final se antoja un poco moralista. Es una obra urbana (Vaala es más conocido por sus ambientaciones rurales) de montaje bastante intenso, técnicamente un poco tosca, pero que ocasionalmente ofrece momentos de singular atractivo en encuadres o montaje (como la escena de la cita con la mujer casada, con esa concatenación de planos nocturnos vacíos de personajes en paralelo al adulterio). Como curiosidad, el protagonista está interpretado por Teuvo Tulio, a la postre director estrella de melodramas finlandeses.
235. The Curse of the Cat People (Robert Wise & Gunther von Fritsch, 1944) - 6
Secuela de la mítica Cat People concebida en clave de fantasía infantil y cuyo discurso versa alrededor de las relaciones paternofiliales. En esta ocasión apenas queda espacio para el terror más allá de alguna sugerencia visual y sonora, hay menos ambigüedad entre la realidad diegética y la fantasía de los personajes, y realmente el título del film está traído muy por los pelos. Pero esta historia de una niña soñadora que encuentra una amiga sobrenatural (la mujer pantera del film original) atesora algunos momentos seductores muy propios de las producciones de Val Lewton, en los cuales las sombras y la posibilidad de lo misterioso, o incluso de lo ominoso, se adueñan de los fotogramas.
Un saludo.