por Genjuro »
08 Ene 2018, 09:49
1. The Epic of Everest (J.B.L. Noel, 1924) - 6
Documental que atesora las imágenes del intento de escalada del Everest acometido por una expedición británica en 1924 y que resultó en la muerte de dos de sus participantes, Irving y Mallory. Resulta llamativa la belleza de sus imágenes, incluso cuando se detiene en el retrato de los lugareños, y por supuesto cuando se enseñorea con el paisaje montañoso. La narración viene tejida por prolijos letreros explicativos, a veces excesivamente entregados a la épica (sobretodo la introducción), en contraste con la sobriedad visual que la caracteriza. Un punto de misterio se va adueñando de sus imágenes, con la inevitable fractura física entre cámara y acción, lo cual alimenta esa vena casi mística que la película busca cultivar en su tramo final.
2. Wonder Wheel (Woody Allen, 2017) - 5
Lo que parece en principio una pintoresca mirada a la América de los años cincuenta en el icónico escenario de Coney Island, se va revelando como un drama humano cuyo centro gravitacional es una mujer en crisis de mediana edad, atrapada por sus errores y sus neurosis. De hecho partimos de un desenfadado narrador, con un atractivo que raya el artificio (el personaje de Timberlake), cuya intervención en ese menester se va diluyendo (no así el personaje que éste interpreta dentro de la historia). Igualmente no vemos con los mismos ojos las trastadas pirómanas del hijo al principio y al final de la película. Nunca he leído a Eugene O'Neill, pero no me sorprendería que fuera la inspiración principal de este Allen dadas las menciones dentro de la ficción, el perfil de los personajes, y de que la película parezca decantarse hacia el artificio teatral. Hay escenas de prácticamente plano y estancia única, de una dramaturgia muy poco contenida, y que además Storaro ilumina con sus típicos colorines, que supongo (espero) juegan con el remedo teatral. La verdad es que me parece más interesante racionalizado que mientras lo estaba viendo. Hay algo que no termina de fluir en la película y en los personajes (por ejemplo con un James Belushi que ni siquiera parece capaz de dar un puñetazo decente sobre la mesa).
3. The Disaster Artist (James Franco, 2017) - 6
En una operación asimilable a la llevada a cabo por Tim Burton en Ed Wood, James Franco recrea el desempeño profesional de otro director de culto en el segmento del cine de derribo, Tommy Wiseau, especialmente del rodaje de su mítica The Room. La excéntrica personalidad de Wiseau, hilarantemente encarnado por el propio Franco, se adueña de la pantalla, también porque el interés del resto de personajes es bastante limitado. Al final tengo la impresión de que no estamos ante un acto de celebración del séptimo arte, del hecho de hacer cine, como era Ed Wood (al menos, no en igual medida); eventualmente el éxito es lo que importa, quizás un reflejo del diferente espíritu que anida en Hollywood en las épocas descritas en cada uno de los films (aunque tampoco hay que mitificar, que el dinero siempre ha sido la fuerza motriz de la industria). En cualquier caso, es una película divertida que Franco rueda con bastante libertad formal, se diría que evocando la precariedad artística de sus personajes.
4. Marie-Octobre (Julien Duvivier, 1959) - 5
La cena que reúne a los antiguos compañeros de una célula de la Resistencia se convierte en una who-do-unit para discernir quien les traicionó con la Gestapo provocando la disolución del grupo y la muerte de uno de sus miembros. Hay una radical unidad de tiempo y espacio, ya que en esencia la película transcurre en una única estancia y no se produce salto temporal alguno, por pequeño que sea. Fiada la función a una muy notable colección de actores (Darrieux, Reggiani, Blier, Ventura, etc.), su desarrollo resulta sin embargo demasiado mecánico, una dinámica de sospechas desmontadas por giros más o menos imprevistos que tampoco creo que aporte excesivamente al enriquecimiento de los personajes. Incluso la obsesión de uno de ellos por ver un combate de lucha libre en la televisión, una pretendida distensión cómica, es más molesta que otra cosa.
5. Glomdalsbruden (Carl Their Dreyer, 1926) - 6,5
Una clásica historia de amor entre jóvenes que tiene que sobreponerse a los impedimentos para llevar adelante su relación, en este caso la voluntad del padre de la novia de casarla con el hijo de un rico granjero. Es una obra de ambiente rural y muy sobria en todo su desarrollo, sin mayores complicaciones argumentales, en la cual se defiende la autonomía de la mujer para tomar las decisiones que atañen a su vida. Sin llamar la atención a nivel estilístico, sí que me parece una película visualmente muy cuidada, en composiciones sencillas y equilibradas, y que ni siquiera pasa del plano medio cuando necesita acercarse a los personajes, abundando en la sobriedad que destacaba antes.
6. The Great White Silence (Herbert G. Ponting, 1924) - 5
Otro documental británico que glosa las proezas exploradoras en la obsesión por conquistar los confines de la Tierra. En este caso se trata de la famosa expedición a la Antártida comandada por el capitán Scott entre 1910 y 1912 en la carrera por ser el primero en llegar al Polo Sur. El film atesora algunas imágenes realmente fascinantes de la aventura polar, de icebergs, de la progresión del rompehielos, de las formaciones heladas y los paisajes blancos. Pero Ponting no podía estar en todo el recorrido y tiene que recurrir a reconstrucciones y multitud de letreros explicativos. Incluso cuando se detiene en la fauna del lugar trata de establecer una forzada narrativa a través de la inevitable profusión de intertítulos, además de caer en la dispersión narrativa. En definitiva, me parece más interesante como testimonio histórico que como obra cinematográfica.
7. Twin Peaks: Fuego camina conmigo (David Lynch, 1992) - 6,5
Precuela de la celebérrima serie, se centra especialmente en las jornadas previas al asesinato de Laura Palmer. De nuevo asistimos a la visión de Lynch de una sociedad bajo cuya pátina brillante que emana del Sueño Americano esconde todo tipo de engaños y perversiones que a menudo afloran en pantalla con la lógica de una pesadilla. Se nota el mayor control y elaboración en la puesta en escena por parte de Lynch, ya libre de los cánones televisivos, una mayor focalización argumental, y hay varios momentos especialmente brillantes (por ejemplo, la utilización de la fotografía/cuadro de la habitación vacía con la puerta entreabierta que llega a manos de Laura). Pero también es cierto que pone imágenes a aquello que la serie se iba encargando de evocar, y sin decepcionar en el resultado, tampoco me generó la fascinación que cabría esperar.
8. Teresa Venerdi (Vitorio de Sica, 1941) - 6
Un De Sica en su etapa primigenia como realizador, antes de aventurarse en el neorrealismo, todavía en su faceta de galán dando continuidad al cine de "teléfonos blancos" que popularizó en los años 30, generalmente a las órdenes de Mario Camerini. Aquí interpreta a un mujeriego pediatra en la ruina que comienza a trabajar para un orfanato, convirtiéndose en el objeto del amor de una interna que quiere ser enfermera. El humor y los equívocos, el contraste de las clases sociales (desde la amabilidad y el conformismo) típicas del género están presentes, aunque se observa quizás una mayor afección sentimental que De Sica cultivará en el resto de su carrera.
9. ¡Rompe Ralph! (Rich Moore, 2012) - 6
La fórmula no es nueva: el personaje marginal convertido en protagonista y héroe, el cambio de punto de vista sobre un universo reconocible, unas reglas del juego claras y la amenaza de una gran catástrofe. El mundo de los arcades es el hábitat de Ralph, el "malo" que está cansado de su vida al margen de la sociedad de su juego. A pesar del relativo formulismo y la inevitable espectacularización, hay momentos ocurrentes y divertidos, y el sentimentalismo se mantiene en cotas razonables.
Un saludo.