por Genjuro »
20 Ago 2018, 09:54
246. Sophia Antipolis (Virgil Vernier, 2018) - 6,5
La Francia que explora Vernier en su filmografía es un espacio físico impersonalizado poblado por seres varados emocionalmente, una sociedad multicultural en la que no se percibe calor y cohesión humana. En esta obra cuyos diferentes segmentos se tejen por un fino hilo argumental, unos personajes de sabor documental tratan de buscar vías de escape, oportunidades vitales, un sentido de pertenencia, a través de formas de realización personal que se antojan cosméticas en el fondo, y a veces incluso en sentido literal. El título de la película hace referencia a una pequeña población del sur francés, de reciente creación a rebufo de la prosperidad de un parque tecnológico, y que encarna perfectamente esa falta de arraigo y tejido social que parecen sufrir los protagonistas, un paisaje que en las imágenes de Vernier, de menor poder atmosférico que en su precedente Mercuriales, luce desolado a pesar de su luminosidad. Eventualmente es ese escenario producto del omnipotente capitalismo el que termina fagocitando el drama humano.
247. Suburban Birds (Qiu Sheng, 2018) - 6,5
Dos líneas narrativas se relacionan por misteriosas vías en este film chino que, como tantas otras obras de autor de esa cinematografía, se centra en los efectos secundarios en el individuo del extraordinario desarrollo económico que acontece en el país. Entre la labor de un grupo de agrimensores que buscan la causa de la desnivelación de una zona y las correrías de una pandilla de preadolescentes se trazan sutiles vasos comunicantes, empezando por la homonimia que sugiere un posible único personaje en dos estadios vitales diferentes, ocupando el mismo espacio físico y paradójicamente también el mismo espacio temporal. Hay significativas diferencias en la puesta en escena entre ambos bloques: una mayor frialdad fotográfica o el característico plano fijo roto por la utilización del zoom en la historia adulta, quizás evocando la impersonalidad del nuevo urbanismo y la fractura con el estatus previo; mientras que la historia juvenil adopta formas más seductoras, cálidas, fluidas, como esos travellings que siguen a los chavales, acercándose al espíritu aventurero propio de la edad iniciática, y en suma un estadio que el relato tiende a disolver con la progresiva desaparición de personajes. El poso de fragilidad y precariedad asociado al proceso de brutal transformación económica es más que evidente en una obra que trabaja sobre el tiempo y en la cual memoria y presente confluyen, como si no fuera posible sedimentar un pasado barrido, por ejemplo, a golpe de reordenación urbanística.
248. L'Époque (Matthieu Bareyre, 2018) - 6,5
La noche parece el escenario más propicio para conjurar los deseos, los miedos y las frustraciones, las pasiones y las reivindicaciones, la diversión y la lucha de la juventud. Estamos en la Francia de la resaca terrorista, de las revueltas callejeras, en la transición de Hollande a Macron, y resulta de lo más llamativo el acusado contraste en las preocupaciones que muestra la variopinta galería de personajes que se confiesa ante la cámara de Bareyre, que sospechamos relacionado con el estatus socioeconómico de cada uno en buena medida. Siendo un film construido sobre entrevistas, es de agradecer que no caiga en la rutina y sea capaz de generar una cierta atmósfera a través de los escenarios nocturnos y al excelente uso de la banda sonora.
249. Temporada (André Novais Oliveira, 2018) - 6
Es un poco extraño que esta película comience con uno de sus compañeros de trabajo, aunque sea el más importante a nivel argumental, porque el personaje de Juliana es el epicentro de este film, una mujer recién llegada que acaba de acceder a un precario trabajo de inspección y prevención del dengue en una localidad brasileña. Con una planificación muy austera en movimiento y composición, basada principalmente en el plano general, puede parecer un film un poco soso en algún momento, un típico retrato realista y minimalista de gente humilde. Sin embargo pronto descubrimos las corrientes emocionales que vehiculan nuestra atención, esa multiplicidad de sentimientos que abruman a la protagonista, la frustración por su no-maternidad, la preocupación por la ausencia de su marido, pero también el sentido de pertenencia o la autoestima que le proporciona su nuevo trabajo y el entorno laboral, la liberación de esa relación previa que sospechamos problemática, y que encuentran eco visual en la luz y la calidez de la paleta de colores de los planos del film.
250. Ceux qui travaillent (Antoine Russbach, 2018) - 5
Pocas películas ofrecen un cuadro moral más terrorífico del capitalismo salvaje que ésta. Y quizás en su virtud se encuentran también algunos de sus pecados, ya que el periplo de un empleado de una compañía de transporte internacional resulta demasiado obvio en cuanto a las intenciones del film. El sistema le ha convertido en un hombre sin empatía ni escrúpulos, un adicto al trabajo cuya familia ha caído en las garras del consumismo. Resulta un poco forzada hasta la interpretación de Olivier Gourmet, con un esforzado rictus en su rostro la mayor parte del tiempo que pasa ante la pantalla (que viene a ser toda la película). La puesta en escena no pasa de la mera corrección, sin ninguna apuesta estética de calado.
251. Golden Exits (Alex Ross Perry, 2017) - 6,5
La llegada de una atractiva y seductora joven hace tambalearse el ya de por sí frágil ecosistema sentimental de dos parejas neoyorquinas. Inevitable pensar en la influencia de Woody Allen en este retrato de las neurosis del urbanita acomodado. Es interesante cómo Perry encuadra sus escenas, en las que generalmente interactúan dos de los siete personajes esenciales del film, a los que a menudo el plano recorta y les niega una imagen equilibrada y armoniosa dentro de los luminosos y cálidos escenarios de Brooklyn, el marco para la agridulce melancolía de unas criaturas en permanente insatisfacción.
252. First Reformed (Paul Schrader, 2017) - 6,5
El sacerdote que encarna Ethan Hawke en el último film de Schrader pasa a engrosar su lista de personajes torturados en via crucis personal y en busca de una redención que les libere del sufrimiento. Además de sentirse responsable de la muerte de su hijo en Iraq, hereda de alguna manera la preocupación medioambientalista de un feligrés radical, y así el film explora conceptos como la fe, el compromiso o el sacrificio. Utilizando tonos de color muy apagados y una luz mortecina, Schrader busca conferir a su película de una austeridad casi monacal, que la puesta en escena esencialmente respeta hasta la rotura estilística del clímax final.
253. Duvidha (Mani Kaul, 1973) - 8
Bajo las coordenadas de un sencillo cuento de fantasmas, Kaul compone un poema visual de una belleza tan discreta como penetrante. Los retratos, los planos detalle o las (escasas) composiciones paisajísticas nos invitan a pensar en términos pictóricos, pero siempre lejos de cualquier veleidad exhibicionista. Es la fuerza y la capacidad de sugerencia de la imagen, y de hecho en ocasiones se trata sencillamente de fotos fijas, la que va componiendo un relato desgranado principalmente en voz en off. En el mismo, en medio de su historia de adulterio espectral, destaca poderosamente el papel de la mujer, esa joven esposa sujeta a los designios masculinos, y por eso mismo su acto de decidir resulta tan trascendente y en el fondo subversivo.
254. Fausto (Andrea Bussmann, 2018) - 7
En esa línea fronteriza que se encuentra entre la desconocida inmensidad marina y las certidumbres terrestres se localiza este film de vocación fabuladora y atmósfera de duermevela. Diferentes relatos relacionados con más o menos vaguedad se acumulan con fruición, en una relación que va gravitando hacia el mito fáustico, seguramente la alargada sombra de un oscuro pasado colonizador. Realidad y ficción, vigilia y sueño, personajes entre lo humano y lo animal, entre lo táctil y lo inapresible de sus sombras, la película parece deshacerse entre los dedos, sin llegar a formar un hilo narrativo claro, con una apuesta visual plena de misterio, entre imágenes sugerentes de la noche, la playa, en una falible concordancia con la voz en off que domina el film.
255. Outrage Coda (Takeshi Kitano, 2017) - 6,5
Punto final de la trilogía yakuza protagonizada por el implacable Otomo, aunque en esta entrega la mayor atención recae sobre los complots y las luchas de poder que se establecen para hacerse con el control del clan de los Hanabishi. La imagen del mundo yakuza se ofrece ausente del menor rastro de glamour, sin ética alguna, sólo una competición por acaparar cuotas de poder en la que todo es sacrificable, y protagonizada mayormente por caracteres groseros. Incluso un relativo outsider como Otomo es consciente prisionero del sistema. Kitano lo muestra con el pertinente grado de austeridad expresiva que caracteriza toda la saga, con un gran sentido del encuadre y el manejo del tiempo narrativo, punteado por escogidas explosiones de violencia expeditiva. Echo de menos una mayor hondura y poso en los personajes, especialmente en el caso de Otomo, que sí mostraba la segunda entrega, con mayor carga melancólica, pero no deja de ser una obra muy bien facturada.
256. Mi amiga del parque (Ana Katz, 2015) - 5,5
La soledad y fragilidad emocional de una recién estrenada madre le sirve al film de Katz para crear una suerte de thriller en potencia. El punto de vista es clave, ya que nos invita a empatizar con la protagonista y su poco consistente comportamiento, y permite jugar con las expectativas del espectador. De trasfondo resuena la aventura de la maternidad como una exploración de lo desconocido. La inestabilidad de su protagonista encuentra reflejo en una puesta en escena que recurre a la cámara en mano y al montaje un tanto abrupto, quizás lejos de mis preferencias estéticas, pero que resulta pertinente para la ocasión.
257. As boas maneiras (Marco Dutra & Juliana Rojas, 2017) - 7
El vínculo maternofilial también es el epicentro de esta curiosa aproximación al fantástico, al clásico mito del licántropo, dentro de una formulación más amplia que abarca la relación con el otro, con el diferente. Ya se intuye en la dinámica entre Clara y Ana que vehicula la primera mitad del film, mediatizada por la diferencia de extracto social, raza o rol laboral, y alcanza toda su intensidad en los clímax intermedio y final, cuando la frontera entre ser humano y bestia se pone en cuestión. La puesta en escena es un acierto en mi opinión, notablemente estilizada, sin un movimiento de cámara de más, concentrando la energía sobre los rostros, especialmente el de Clara, con un excelente trabajo sobre los escenarios y el color, que lucen intensos en las escenas diurnas y muy sugerentes en los claroscuros nocturnos, dentro de una sutil tendencia hacia la irrealidad de un cuento. Y además nos regala caramelos como ese chulísimo flashback resuelto con dibujos en plan cómic, o como las escenas musicales.
258. La telenovela errante (Raúl Ruiz & Valeria Sarmiento, 2017) - 6,5
El espíritu lúdico que se puede rastrear en prácticamente toda la filmografía de Ruiz (por lo que he visto y leído), invade todos los fotogramas de esta obra rodada en 1990 y rescatada ahora por su viuda Valeria Sarmiento. Un film lleno de juegos de palabras, dobles sentido, situaciones especulares, un torbellino hacia el absurdo que abraza el surrealismo en ocasiones. De sketch en sketch, el espíritu de la telenovela invade unos personajes que conectan y desconectan de manera imprevisible, aunque por el camino se aprecie notable irregularidad. Algunos episodios me parecieron sencillamente brillantes, y otros más engorrosos. También tiene que ver con la puesta en escena, que tiende a un rítmico plano-secuencia en muchas ocasiones, pero que también se mete en la cara de los personajes en otras.
259. Foxtrot (Samuel Maoz, 2017) - 6,5
Dos escenarios se combinan en esta película israelí: el hogar de una familia acomodada, espacio de protección y privilegio que se manifiesta por una arquitectura moderna que lo aísla del entorno, pero que no es inmune a la realidad externa, al dolor que penetra de una forma un tanto abstracta; por otro lado nos encontramos con un pequeño puesto fronterizo donde presta servicio militar el hijo de esa familia, un lugar en el cual tragedia y un cierto sentido del absurdo se dan de la mano. El azar, la imprevisibilidad penetra en el pretendido santuario, se traslada de un escenario a otro, pero la desolación de unos también puede ser la alegría de otros. Los personajes están sujetos a la fatalidad, a una estructura de conflicto que les supera y que Maoz refleja a través de unos recurrentes planos cenitales que les someten. Quizás el resultado es demasiado calculado y cerrado, pero no deja de ser una obra sugerente que, en su exploración de la culpa y el dolor, reverbera en el estado de todo un país, en una situación de perpetua beligerancia que sirve a oscuros intereses y sin mucho sentido para el ciudadano de a pie a quien se protege en una burbuja de seguridad.
260. Adventure in the Hopfields (John Guillermin, 1954) - 5
Una de las muchas obras producidas por la Children's Film Foundation, una organización británica dedicada a la realización de pequeñas películas para niños, en su hora escasa de duración nos cuenta las aventuras de un niña que, tras romper accidentalmente un perro de porcelana de sus padres, decide marcharse con unos vecinos a la recolecta de lúpulo sin pedir permiso para ganar el dinero suficiente para repararlo. El film está poblado por casualidades y sucesos fatídicos que de tanta acumulación resultan un poco cansinos, y realmente no ofrece argumentos estilísticos o discursivos de interés, pero es un entretenimiento noble que sortea la escasez de medios con la filmación en escenarios reales.
Un saludo.