por Genjuro »
01 Oct 2018, 14:02
SSIFF-2018
285. The Lost People (Bernard Knowles & Muriel Box, 1949) - 6,5
Típica película de posguerra que alecciona sobre la necesidad de ser tolerantes para crear un espacio de convivencia en paz. La acción se desarrolla en Alemania, en un centro de redistribución de desplazados dirigido por británicos. El tufillo a paternalismo es inevitable, y la evolución dramática está demasiado sujeta al mensaje, pero es un film con sobrados alicientes. Los diálogos, salvo por lo mencionado, funcionan realmente bien, muestran ingenio y no caen en excesos verbales. Quiero pensar que se nota la mano de Box en la moderna visión que tiene de la mujer para los tiempos que corrían. La puesta en escena es elegante, con algún momento realmente afortunado utilizando el fundido en el cierre de escenas, y con un armonioso fluir visual. Y de hecho, a pesar de la unicidad de espacio, la deuda teatral nunca atenaza la película.
286. Manta Ray (Phuttiphong Aroonpheng, 2018) - 6
Deudor en aspectos temáticos del cine de Weerasethakul, este film tailandés nos presenta una historia fuertemente espiritual en la que se intercambian identidades, se sugiere algún proceso en la línea de la transmigración de almas e incluso parece subyacer la cuestión política en la figura de ese hombre encontrado, herido y que no habla. De hecho apenas hay diálogos a lo largo del metraje, que se desgrana en buena medida a través de tareas físicas y repeticiones. La película consigue conjurar cierta capacidad hipnótica, pero finalmente se revela un tanto calculada en su necesidad de epatar con esa espiritualidad.
287. Netemo sametemo (Ryūsuke Hamaguchi, 2018) - 6,5
La historia de una chica enamorada sucesivamente de dos chicos muy parecidos acaba adoptando la clásica estructura de una comedia romántica, un paso quizás inesperado en la carrera de Hamaguchi tras Happy Hour. Aquí vuelve a demostrar sus dotes de narrador visual, en su manera de capturar el espacio escénico, por ejemplo en sus excelentes planos generales. Pero al contrario que en la otra, los personajes y su interacción no terminan de funcionar, se antojan un demasiado superficiales y caprichosos en su comportamiento.
288. Apuntes para una película de atracos (León Siminiani, 2018) - 6,5
Siguiendo el camino de Mapa, Siminiani retoma el formato de diario filmado consiguiendo limitar la dispersión de aquella. Bajo la fascinación por las heist films, emerge la figura del Robin Hood de Vallecas, maestro butronero que va tomando el protagonismo y (pretendidamente) el control del relato. Su historia y su personalidad, y cómo éstas se reflejan o resuenan en el propio director (por ejemplo en cuestiones como la paternidad o las diferencias de clase), propician un jugoso material hábilmente compuesto y montado. Siminiani ofrece un film empático en el cual el sentido del humor siempre está a la vuelta de la esquina.
289. Familia sumergida (María Alché, 2018) - 6
La pérdida de una hermana detona la crisis de una mujer madura, atrapada de alguna manera por el peso familiar, tanto presente como pasado. El film se resuelve mayormente en escenarios interiores, creado una atmósfera infecciosa, casi un limbo descontextualizado de referencias temporales, en el que pueden emerger fantasmas de manera inopinada.
290. Three Faces (Jafar Panahi, 2018) - 6,5
Panahi coge de nuevo el volante para denunciar la situación de la mujer, con la historia de una joven de un remoto pueblo a quien no permiten estudiar y que escenifica su propia muerte. Me recuerda en algunos aspectos temáticos y estilísticos a Y la vida continúa de Abbas Kiarostami, con ese obsesivo trayecto en automóvil y la importancia de la geografía, también el choque del habitante urbanita intelectual con el paisanaje rural y poco instruido. El conflicto argumental quizás no da demasiado de sí, pero la aproximación a los personajes es honesta y la puesta en escena está muy cuidada, incluyendo el uso de la luz natural dentro de la unicidad temporal del film (que transcurre en apenas 24 horas).
291. Le Livre d'image (Jean-Luc Godard, 2018) - 6
Godard da continuidad al formato ensayístico que ha adoptado en los últimos años a rebufo de la monumental Histoire(s) du cinema. Su film es un collage de imágenes (extractos cinematográficos principalmente, con la ocasional irrupción de la hiriente realidad) y sonidos (reflexiones y flashes musicales, combinados con los propios del material visual). La devenir histórico, la guerra y la violencia, la representación, son temas en los que vuelve a abundar Godard. En cualquier caso, reconociendo el ocasional atractivo y la capacidad de sugerencia de las combinaciones que utiliza, me supera ampliamente el dispositivo.
292. Coincoin et les z'inhumains (Bruno Dumont, 2018) - 6,5
Dumont retoma los personajes de P'tit Quinquin para realizar una nueva mini-temporada en la que apuesta por la deriva fantástica, con evidentes ecos de algunos clásicos del subgénero extraterrestre. El frenopático de la zona ha debido volver a quedarse vacío para esta entrega trufada de gañanes y alelados, y donde de nuevo brillan los dos hilarantes policías que hacen de su estupidez una forma de vida. Los modos visuales de Dumont siguen siendo muy elegantes, aunque no juega con tanto descaro al contraste de forma y contenido como en Ma Loute. Así todo, aunque igual fue por el cansancio acumulado de verla seguida del tirón, tuve la impresión de que perdía fuelle según avanzaba el metraje y se volvía un poco redundante, y además el cierre me decepcionó bastante.
293. Girl (Lukas d'hont, 2018) - 6
En la lucha del protagonista de esta película por convertirse definitivamente en una chica y en bailarina de ballet hay una poderosa historia de sacrificio y superación, y sobretodo una lacerante necesidad por cuajar identitariamente y poder sentirse normal. Es llamativa la omnipresencia de esta chica en la pantalla, en una operación de puesta en escena que busca la introspección y el aislamiento respecto a su entorno, seguramente con el objetivo de reforzar su sentimiento de diferencia y (auto)marginación. La cámara fluye con la protagonista en todas las escenas de ballet, sin prestar apenas atención a sus compañeros, ni siquiera fijándose en el contexto de su desempeño, que como mucho podemos escudriñar. D'hont busca una obra inmersiva en la que el espectador conecte con la heroína, con su lucha, y sienta el dolor cuando éste se pone de manifiesto. La verdad es que maneja con habilidad el tono emocional del film, hay algunos planos trabajados (como el del clímax), pero tampoco me enamoran sus dotes narrativas, quizás porque prefiero que se tome más distancia con los personajes, aparte de que termina resultando un tanto reiterativa.
294. Teatro de guerra (Lola Arias, 2018) - 6,5
Seis veteranos de la Guerra de las Malvinas, tres por bando, rememoran y representan sus vivencias e interactúan entre ellos. Una escena, una memoria, que obsesiona a uno de los soldados británicos, se vuelve obsesiva también para el film, la muerte en sus brazos de un soldado argentino que le habla en inglés. Ese momento sintetiza la cuestión de la interacción entre seres humanos en el cual la naturaleza bélica cobra la verdadera dimensión monstruosa que la caracteriza, y es la interacción sin duda la razón de ser del film. El dispositivo, la forma de representación, devienen en cuestiones mayores, y su condición de film que se piensa a sí mismo queda evidenciada en el hecho de que incluso estos veteranos reflexionan sobre su participación en el mismo.
295. Las herederas (Marcelo Martinessi, 2018) - 6
Hay un componente claustrofóbico muy evidente en este film, en la decadencia y el recogimiento con que vive su protagonista, una mujer madura que convive con su pareja lesbiana en una vieja casa heredada (su particular prisión de cristal) que refleja pasados esplendores y de la que se ven obligadas a vender buena parte de sus elementos para salir adelante. Ya en la primera escena escudriña a unos posibles compradores a través de una puerta entreabierta, sin salir de la falsamente protectora oscuridad. Y la puesta en escena apenas le deja aire para respirar, llenando el encuadre de elementos, acercándose llamativamente a los personajes. Cuando a su compañera la meten en la cárcel por una deuda bancaria se van abriendo resquicios vitales, de mayor autonomía personal, anhelos sentimentales. La puesta en escena no termina de dar réplica abriendo el cuadro, pero sí me parece que la imagen gana luminosidad, y el plano final resulta inequívoco al respecto de este planteamiento. Más allá de estas cuestiones me parece una obra correcta sin mayores hallazgos visuales.
296. Cold War (Pawel Pawlikowski, 2018) - 6,5
Pawlikowski recupera los tiempos y la imaginería de la Guerra Fría, aunque amplía su espectro más allá de las fronteras polacas para narrar una turbulenta historia de amor con el Telón de Acero como trasfondo. Las circunstancias políticas reverberan en una relación que transmite una creciente frustración e incomodidad vital, aunque tanta ida y vuelta sentimental amenaza con desactivar el conflicto. Repite operación estética con el uso de la pantalla cuadrada y un pristino blanco y negro, de nuevo con notable resultado merced a unos encuadres muy cuidados.
297. Manbiki Kazoku (Hirokazu Koreeda, 2018) - 7
Las relaciones familiares siempre han vertebrado la filmografía de Koreeda y aquí su protagonismo es total. Podríamos definir al pequeño grupo humano que convive y sobrevive a base de trabajos poco cualificados y hurtos en tiendas como una familia reestructurada, que suple con su unión alegal las carencias afectivas de sus particulares lazos de sangre. El film transmite una cierta imagen de Japón en precariedad social y económica, pero si hay ánimo de crítica al sistema siempre sería desde la sutileza, poniendo a los personajes en primer lugar, unos caracteres con aristas, pero que ponen de manifiesto sus contradicciones sin aspavientos. Es interesante cómo opera el punto de vista, más o menos informado, sobre las relaciones y hechos que vemos. Estilísticamente no hay novedades reseñables, simplemente el elegante y discreto trabajo visual al que nos tiene acostumbrados el realizador nipón. En definitiva, un notable jalón en su carrera.
298. Leto (Kiril Serebrennikov, 2018) - 6
El relato de los primeros pasos en la carrera musical de la leyenda rusa Viktor Tsoi, líder de Kino, le sirve a Serebrennikov para trazar el retrato de una época, un espíritu y una generación, aunque quizás un tanto mitificado. Contra la realidad diegética en blanco y negro de sus imágenes pugnan el artificio de los números musicales, las irrupciones del color, el imaginario de las estrellas del bloque capitalista, la actitud antisistema, esa necesidad de superar el gris contexto para encontrar vías de libertad expresiva (en un determinado momento un personaje sale literalmente de esa realidad para entrar en una pantalla). Entre medias también nos presentan un triángulo sentimental bastante bien tratado, aunque por momentos puede sonar a servidumbre argumental. Sinceramente los tres o cuatro números extradiegéticos, lo que da inequívoco carácter genérico de musical al film, me parecen bastante cutres. Y por lo demás se me hace un poco artificiosa, una obra de pose, dentro de que también es efectiva a su manera.
299. In Fabric (Peter Strickland, 2018) - 6
Strickland vuelve a mirar al giallio para confeccionar su último artefacto, que combina terror y ajustadas dosis de humor siguiendo los pasos de un vestido asesino salido de una siniestra galería comercial. El film relaciona consumismo y vampirismo, y la analogía a la represiva atmósfera victoriana de los clásicos del género podría encontrarse en las sofocantes exigencias del mundo laboral que se muestran, trazando de alguna manera el círculo de opresión del capitalismo consumista. No soy muy amigo de la estridencia de la película (supongo que difícilmente evitable si había que rendir tributo a los referentes), y en su artificiosa puesta en escena tampoco termino de encontrar la seducción visual de su anterior película, pero no deja de ser una obra con indudables elementos de interés.
300. The Years Between (Compton Bennett, 1946) - 6,5
El anuncio del fallecimiento de un coronel en la Segunda Guerra Mundial desata una pequeña revolución en la vida de su viuda, que consigue superar el dolor consagrándose a sustituir a su difunto esposo en la labor parlamentaria que le ocupaba. Esto da lugar a diferentes circunstancias en las que se (re)plantea el papel de la mujer en la sociedad. Y hay que destacar que la modernidad del discurso de igualdad de género es sorprendente en el guión escrito por Muriel Box junto a su marido. Además, la realización de Bennett maneja con oficio y delicadeza los avatares sentimentales por los que tienen que pasar los protagonistas. Lástima que de nuevo el tramo final malogre en alguna medida el film, con un discurso y una lectura en clave política de las relaciones personales que termina desvirtuándolas.
301. Rojo (Benjamín Naishtat, 2018) - 6,5
Tras El movimiento, Naishtat demuestra de nuevo su querencia por el cine político en su último film, aunque la aproximación es menos frontal y discursiva. Estamos en Argentina en los prolegómenos del Proceso, y la historia se centra en un abogado de prestigio en una pequeña población. Los conflictos en los que se ve envuelto, que generan humillación, usurpación y negocio, desaparición o travestismo, terminan resonando en lo que posteriormente sería la dictadura, y muestran el caldo de cultivo para la misma. El personaje está muy lejos de caer en el menor maniqueísmo, y se plantea su periplo desde una sana excentricidad.
302. The Man Within (Bernard Knowles, 1947) - 6,5
Una muy solvente película de aventuras que adapta la novela homónima de Graham Greene en la cual se gestionan conceptos como la amistad, la lealtad y el valor. Un primerizo Richard Attenborough interpreta a un joven que se embarca junto a su admirado tutor como contrabandista, sufriendo el escarnio del resto de la tripulación, lo cual le conduce a la tradición. Como también se puede apreciar en The Lost People, Knowles se muestra como un eficaz artesano con una clásica y fluida narrativa visual esperable en el género al tiempo que pone énfasis en el conflicto dramático interno de su protagonista.
303. Trote (Xacia Baño, 2018) - 5,5
La muerte de una madre desencadena una serie de tensiones en una familia gallega. La mirada sobre sus conflictos y el entorno rural, geográfico y etnográfico, en el que se mueven se ofrece oblicua y huidiza. Abundan los planos detalle, las figuras cortadas, borrosas, de espaldas o perfil, o directamente fuera de campo. E igualmente el argumento se va armando a base de retazos de información y elipsis. Todo ello sugiere un universo cerrado, de difícil acceso para el extraño, de personajes de carácter fuerte y recio, que se asaltan entre ellos como si fuera necesario domarlos (y ahí entiendo que engarza con el tema de los caballos salvajes que también aparece en la película, en una metáfora un poco simple). Mi problema es que, a pesar de todo, no me termina de resultar atractiva la estética, ni los personajes (de tan esquivos, es difícil empaparse de ellos), pero no se le puede negar coherencia a la propuesta.
304. Quién te cantará (Carlos Vermut, 2018) - 5
En su tercer largometraje, Carlos Vermut realiza otro ejercicio de construcción narrativa para componer un juego de espejos y mimetismo a partir dos personajes, una diva de la canción retirada que sufre amnesia y una fan que gusta de imitarla en karaoke, con sus respectivos traumas familiares a cuestas. El anclaje con la realidad circundante, la contextualización socio-ecónomica, que estaba presente en sus dos primeras películas, aquí brilla por su ausencia entre las artificiales líneas de los alojamientos vacacionales y de diseño, pero tiene su sentido en un argumento en el cual el vampirismo y la imitación son elementos clave. Sin embargo alimenta la sensación de artefacto de una obra cuyo planteamiento y estructura se impone sobre la densidad de los personajes.
305. Vision (Naomi Kawase, 2018) - 2,5
La deriva del cine de Kawase está tomando tintes casi caricaturescos. En su último film se lleva a Juliette Binoche a los bosques japoneses en busca de una hierba milagrosa (Vision) que aparece cada mil años. Si la primera mitad ya muestra una querencia por los atajos espiriuales y sentimentales, por un preciosismo a veces de postal, en el tramo final ya es una orgía de luces doradas y catarsis místicas. Hay cosas muy ridículas, como la escena del parto o la del incendio (las imágenes de los rescoldos pedían a gritos una resolución paródica con una cajita de comprimidos con un logo de Vision emergiendo de entre las cenizas). Yo me bajo aquí de su cine; no siento ninguna necesidad de comprobar hasta dónde puede seguir cayendo.
306. El motoarrebatador (Agustín Toscano, 2018) - 5,5
La relación entre un joven delincuente y la señora a quien hiere y queda amnésica después de darle el tirón vertebra el argumento de este film. Es una recomposición familiar entre dos personas que de alguna manera se han quedado solas. El tratamiento dramático está bastante bien, pero el esforzado estilo visual afea la función, los ejes inclinados, los primerísimos planos, ciertas decisiones que estresan el ojo sin suficiente justificación narrativa, creo yo.
307. Sueño Florianópolis (Ana Katz, 2018) - 6
Comedia agridulce sobre una familia en estado de potencial descomposición que se va de vacaciones a la costa brasileña. Los padres están separados provisionalmente y los hijos tienen edad de empezar a levantar el vuelo sólos. En el retrato de esta crisis de madurez, Katz no rehuye cierta acidez, pero no hace escarnio de sus personajes y se impone una mirada humana. Con un estilo funcional de cámara en mano, la puesta en escena no busca generar aristas ni tensiones en la imagen, resultando en una obra agradable sin excesivas pretensiones.
308. Long Day's Journey into Night (Bi Gan, 2018) - 7
El tiempo sigue siendo materia fundamental con la que trabaja Bi Gan en su segundo largometraje, pero la memoria toma el primer plano, también el dualidad realidad-ficción que memoria y arte proponen. Los puntos en común con Kaili Blues son abundantes, el regreso de un personaje, que aquí va en busca de un amor perdido, o la irrupción de un monumental plano-secuencia que cartografía un espacio, en este caso onírico y en 3D. Entiendo que es una manera, el 3D, de dar densidad y volumen a ese estadio de recreación que se vuelve esencial como obsesión, igual que el plano-secuencia aporta esa infecciosa continuidad tan propia de los sueños. En sí se trata también de un giro metalingüístico, puesto que se presenta como una película que ve el propio protagonista, también quizás el sueño que tendría dormido en el cine. La primera parte también brilla en el apartado visual, con planos largos y morosos de gran precisión en sus calculados movimientos, con una iluminación (y cierto sentido romántico) que remite al cine de Wong Kar-wai. Es una obra muy críptica (se impone revisión), pero de gran fuerza inmersiva.
309. High Life (Claire Denis, 2018) - 6,5
Si bien Denis ya había probado suerte en el fantástico con Trouble Every Day, nunca se había zambullido a estos niveles, con toda una imaginería de ciencia ficción poblando la pantalla. Porque la acción se desarrolla casi exclusivamente en una nave espacial, donde varios convictos redimen sus penas en una misión aparentemente sin muchas posibilidades de éxito y/o retorno. La sexualidad emerge como tema mayor, cuando no hay horizonte vital en los personajes y los instintos más primarios amenazan con tomar el control, en su doble e indisoluble condición de fuente de placer y garantía de supervivencia de la especie (hay incluso una velada pero evidente insinuación de potencial incesto). Denis retrata esa desesperación con cierta profilaxis que se rompe en puntuales estallidos de desahogo primario.
310. Entre dos aguas (Isaki Lacuesta, 2018) - 6
Lacuesta retoma algunos de los personajes principales de La leyenda del tiempo para componer una especie de docudrama en el que no es tan sencillo distinguir donde termina la realidad y comienza la ficción. Con un estilo menos luminoso que aquella, quizás también producto de un estadio vital muy diferente, retomamos sus vidas ya adultos, con multitud de problemas y responsabilidades no siempre atendidas, con una pesado bagaje emocional y en contexto socioeconómico muy precario. Cuando Lacuesta rescata imágenes del pasado y las pone en relación al presente, el film se eleva claramente. Pero para mi gusto resulta una obra excesivamente larga, un tanto reiterativa y demasiado editada (por ejemplo en la escena de la fiesta).
311. Ash Is Purest White (Jia Zhangke, 2018) - 7
En los avatares de la relación entre un cabecilla mafioso y su novia, una mujer de familia minera, se aprecian los cambios que se van produciendo en la China moderna, una constante del cine de Jia. El film parece mostrarnos un país en el cual la delincuencia organizada se sustituye progresivamente por el capitalismo, la violencia por el orden, pero también cierto sentido de la ética se habría sacrificado en aras del individualismo y el culto al dinero. La narración de Jia avanza fluida, a base de un estilismo progresivamente orgánico dentro del devenir del film. Hay secuencias sutilmente coreografiadas pero que no se sienten como tal. Quizás el tramo final resulte un poco menos satisfactorio, cuando la heroína toma decisiones con las que empatizamos menos, pero no dejan de tener lógica con la cultura oriental respecto a la mujer y con esa vieja escuela que ella pasa a representar.
312. Portrait from Life (Terence Fisher, 1949) - 5,5
Uno de los primeros films dirigidos por Fisher, realizado bajo el paraguas de los Box. Cuenta la búsqueda de una joven judía desaparecida en el fragor de la Segunda Guerra Mundial pero que alguien parece haber pintado en un cuadro. Realmente el interés es limitado, pero repunta cuando el film coquetea precisamente con el género que hará famoso a Fisher, el terror, en varias secuencias que tienen al pretendido padre de la chica como protagonista. Es ahí cuando el film coge volumen y expresividad, ya que por lo demás resulta bastante rutinario.
313. The Sisters Brothers (Jacques Audiard, 2018) - 6,5
Curioso western el que ofrece Audiard, que va de la brutalidad al humanismo con la comedia siempre matizando el tono del film. En una estrategia de tipo buddy movie, los dos hermanos protagonistas ejercen un marcado contraste de caracteres y colisionan no pocas veces en su labor de asesinos a sueldo. Es una película trufada de eventos, de eficaz humor y notable resolución.
314. Blind Spot (Tuva Novotny, 2018) - 4
Un sólo plano secuencia se encarga de llevarnos de lo anodino al shock y subsiguiente proceso del dolor intenso de unos padres en este film noruego. Si yo no soy muy amigo de los sentimientos exacerbados en primer plano, esto me resulta una sobredosis de difícil digestión. La decisión de hacer un continuo visual puede tener su lógica al detallar esa batalla que libran los personajes contra el dolor, pero siempre lleva aparejadas unas servidumbres de puesta en escena que no creo compensen el alarde técnico.
315. Roma (Alfredo Cuarón, 2018) - 8
Roma es un barrio pudiente del DF y allí sitúa Cuarón su último film, cuyo protagonista es sin embargo una humilde sirvienta. Como si hiciera su particular La regla del juego, entiendo que el contraste social es el sustrato principal de todo lo que vemos en pantalla. Pero no se trata de una obra de denuncia, una exposición de injusticias, ni nada por el estilo; el conflicto ni siquiera existe en primer término, es mucho más soterrado pero se filtra a través de las monumentales imágenes. Cuarón apuesta por el gran formato que integra a los personajes en un contexto que les enmarca y excede. En riguroso blanco y negro, la cámara se mueve armónica a través de panorámicas o travellings sumando un ruido social cuyo fragor va ganando en importancia. Me molestó un poco el exhibicionismo en la escena del bebé, pero me parece algo muy puntual, y me parecen justificados los momentos de mayor shock dramático.
316. The Happy Family (Muriel Box, 1952) - 5,5
Comedia sin mayores pretensiones sobre una familia que se resiste a dejar que derriben su casa para permitir llevar a buen término las costosas obras de una ambiciosa feria organizada por el gobierno. Si quisiéramos hacer lecturas sociopolíticas, entiendo que se defendería el derecho individual sobre un pretendido bien común. En fin, es simpática, incluso divertida a ratos, aunque su puesta en escena nunca pasa de la simple corrección.
317. Un om la locul lui (Hadrian Marcu, 2018) - 5,5
Siguiendo la estela del Nuevo Cine Rumano, no sorprende comprobar que Marcu tiene en su currículum el haber sido ayudante de dirección de Radu Muntean, porque la combinación de película rumana y triángulo amoroso rápidamente evoca Marti, dupã Crãciun. El planteamiento es muy interesante, la circunstancia de un hombre que mantiene dos relaciones de pareja y que por sucesos inesperados le embarga un sentimiento de obligación respecto a ambas. Hay una cierta dosificación de la información, pero la impresión que me queda es que la película sufre profundos baches narrativos que las dudas y el agobio de su protagonista no terminan de llenar. Quizás sin la radicalidad de otras obras provenientes del mismo país, sí se observa la querencia por planos más bien largos, especialmente en aquellas secuencias de mayor importancia argumental, pero tampoco me ha parecido que brille especialmente a nivel estético.
318. Pájaros de verano (Cristina Gallego & Ciro Guerra, 2018) - 6,5
En un cineasta como Ciro Guerra tan interesado por las costumbres, los mitos, la etnografía y el paisaje colombiano, la historia de cómo una tribu indígena se inició en el tráfico de drogas, desnaturalizándose en el proceso, parece bastante coherente en su filmografía. Lejos de los efectismos más habituales de los films de narcotraficantes, hay una pugna permanente entre el materialismo y la espiritualidad que la segunda tiene visos de perder. Lo que era una búsqueda (o intento de recuperación) en las dos obras anteriores de Guerra, aquí se trata más bien de un proceso de pérdida. Se echa un poco en falta la misma importancia del paisaje en el discurrir narrativo, pero resulta igualmente un film elegante y de notable hondura trágica.
319. Cómprame un revólver (Julio Hernández Cordón, 2018) - 6,5
La cuestión de la violencia en México está más que reflejada y explotada en el cine, y se impone la necesidad de buscar nuevos enfoques a la temática. Aquí se plantea una distopía, un país asolado por la violencia en donde habría escasez de mujeres y niñas, que se convierten en un bien codiciado. La estética es puramente realista, planteando un estado de las cosas "sospechosamente" parecido a la realidad actual. La protagonista es la hija del drogadicto encargado de mantenimiento de un campo de béisbol, quien disfruta una innata suerte o habilidad para mantenerse con vida. A pesar de la violencia que está presente, la película evita ser cruel y cruenta. El punto de vista de la niña lo acerca al film de aventuras e incluso Hernández Cordón corresponde dulcificando la mirada sobre ciertos eventos (como ese travelling cenital en el cual los cadáveres son sustituidos por el dibujo de los mismos). Eso sí, el sustrato y el proceso de aprendizaje sigue siendo tan implacable cómo sería de suponer.
320. Nuestro tiempo (Carlos Reygadas, 2018) - 6,5
En el último film de Reygadas hay un conflicto permanente entre intelectualidad e instinto. Él mismo interpreta a un personaje que es poeta y al mismo tiempo dirige un rancho de toros bravos, precisamente uno de los mayores exponentes del poder sexual en el imaginario colectivo. Ellos simbolizan esa animalidad instintiva e irracional, la necesidad de posesión subyacente en la relación abierta que mantiene con su esposa, construida desde un acuerdo intelectual. Para un director tan acostumbrado al shock narrativo, su film se mantiene dentro de una relativa contención (incluso recurre a textos escritos para articular el conflicto de pareja) que sólo rompen, por supuesto, las escenas de los toros. El excelente arranque, que se detiene en los juegos infantiles primero, los flirteos adolescentes después, para pasar finalmente a la crisis de madurez que ocupa el núcleo argumental, ya exhibe la potencia visual de Reygadas que se dejará ver en bastantes pasajes. Eso sí, la película peca un poco de exceso y pretensión, de autoindulgente por momentos. Por ejemplo en la propia actuación de Reygadas, no especialmente afortunada, aunque hay que reconocer que su progresión física, desde la imponente figura centaúrica inicial hasta la contrahechura final, está muy lograda, revelando que en el fondo se sigue dirimiendo una cuestión de poder, aunque lo llamen relación abierta.
321. Belmonte (Federico Veiroj, 2018) - 7
Retrato de un personaje un tanto ensimismado, inmaduro, un poco misántropo, pero como es habitual en el cine del uruguayo, destila cariño y calidez (dentro de que Veiroj ya tiene un sello personal y continuista, la película me ha recordado a Ramiro de Manuel Mozos). Las andanzas de Belmonte, pintor y padre separado, siempre combinan humor y amargura, un deje de frustración y rabia que cataliza a través de su obra pictórica. El film no busca llegar a ningún lugar en concreto, sólo acercarnos su figura, que Veiroj arropa con encuadres armónicos y cercanos, y con una paleta de colores cálida que incluso se extiende a la banda sonora. Nos movemos en terreno conocido, pero en el que da gusto estar.
Un saludo.