El viejo se detiene y se gira sobre sus talones. Os mira a los tres, uno por uno.
—Si vais a seguir acusándome de ser un estafador... Escuchadme bien, yo no obligo a nadie a comerciar conmigo. Soy un honesto vendedor ambulante. Si no os interesa comprar nada, dejadme en paz. Mira hijo, en cuanto a lo de cambiar el precio de las cosas, aquí la vida es dura ¿entiendes? Pero por cincuenta pastillas alimenticias y una caja completa de antibióticos, os daré tres pasajes. En cuanto a ti, hombre de las gafas, ¿Madrid?
El hombre suelta una carcajada. Se está riendo un buen rato, hasta que coloca las manos en sus caderas con los brazos en jarra. Tiene un ataque de tos y la risa y la tos se confunden como dos afluentes llegando al mismo río y escupe al suelo y se limpia la boca con el antebrazo como hizo antes.
—No sé si esto es Madrid. Pero yo apostaría mi dinero a que no. Jesús, recuerdo que cuando vine pensaba que estaba en Manchester. Jesús. Lo que son las cosas. ¿Qué año es ahora allí? Los últimos que vi venían de 2010 y ya ha pasado un buen tiempo desde aquello. Sí, debe ser dosmilquince, calculo cinco años. O quizá más. No estás en Madrid, muchacho. Estás en el infierno. Debes tener cuentas pendientes para haber terminado aquí. Creo que aún no comprendéis donde estáis. Los billetes te llevan al paraíso muchacho. Es algo mucho mejor que tu casa. Pero quizá allí podrás conseguir volver a tu anterior vida, quién sabe, todo es posible. Necesitas uno de estos pasajes muchacho. Y os estoy ofreciendo tres a buen precio. Vamos tíos, esta es una oportunidad de oro. No imagináis la suerte que habéis tenido. Si compras mi pasaje, busca a Mbama y saldrás de aquí. Te dejarán en paz. Si quieres que los demonios te dejen tranquilo necesitarás una de estas cruces bendecidas. Sí señor. Os puedo dar otras tres por otra caja de antibióticos, o por cincuenta pastillas alimenticias. Mirad, daos prisa en decidir porque quiero largarme de aquí. En este sitio no hay agua corriente y además el valle está infestado de esas jodidas ratas. Quiero irme cuanto antes.
Comienzas a recorrer el pasillo y a abrir las puertas. Avanzas en dirección al portón rojo abriendo puertas y comprobando que están vacías. Hasta que das con una que no lo está.
Sentado en la cama. Unos doce años de edad. Lleva puestas unas botas como las tuyas y una mochila abrazada con ambos brazos y tiene un sobre abierto a su lado. Todo te resulta familiar.
— Wer bist du?
No entiendes lo que dice. Aunque deduces que es alemán.
Como has decidido abrir todas las habitaciones, antes de decir o hacer algo respecto a este chico abres la última puerta antes del portón. La habitación en esta ocasión no tiene muebles. Hay una placa de metal en el suelo y una esfera de metal a su lado. La esfera parece un balón de fútbol y tiene una hendidura circular en la parte de arriba. Pegado a la pared hay un capullo blanco del tamaño de un hombre adulto que segrega una especie de líquido viscoso de color gris.
Entras en el cuarto. Fuera oyes al vendedor.
—Mira, chaval, te lo pondré fácil. Sé que se entra aquí con cincuenta pastillas alimenticias, así era cuando yo llegué y diría que así es y será siempre. Dame la mitad y te doy tu pasaje y tu cruz. Es tu última oportunidad. Estos idiotas van a quedarse aquí, pero tú eres más listo. Eres más listo, ¿no? No tengo ningún periódico por aquí. Se imprimen pocos periódicos en este sitio, no he visto muchos en todo este tiempo. Y en cuanto a lo de las pastilla blanca... No olvides, que cuando yo llegué me dieron una mochila como la tuya. Nos la dan a todos.
Es lo que le dice al tipo de las gafas y la barbita en tu ausencia. Algo llama tu atención. Hay algo parecido a un insecto. El tamaño del dedo meñique de un adulto y una forma alargada y cuatro alas que se baten simultaneamente. Revolotea en el aire y se dirige hacia ti.
El viejo te mira mientras uno de tus compañeros abre las puertas de las habitaciones y el otro vuelve a la suya.
—Mira, chaval, te lo pondré fácil. Sé que se entra aquí con cincuenta pastillas alimenticias, así era cuando yo llegué y diría que así es y será siempre. Dame la mitad y te doy tu pasaje y tu cruz. Es tu última oportunidad. Estos idiotas van a quedarse aquí, pero tú eres más listo. Eres más listo, ¿no? No tengo ningún periódico por aquí. Se imprimen pocos periódicos en este sitio, no he visto muchos en todo este tiempo. Y en cuanto a lo de las pastilla blanca... No olvides, que cuando yo llegué me dieron una mochila como la tuya. Nos la dan a todos.
El chaval te mira. Parece entender en el idioma en el que le hablas y te contesta en el mismo.
—De acuerdo ¿Sabes dónde estamos? Mi padre trabaja en la policía alemana, "polizei", él va a encontrarnos. Seguro que sí.
Cuando estás en la habitación se queda en el marco de la puerta, mirando el capullo blanco pegado a la pared.
—Es parecido a los de las orugas, pero mucho más grande.
La placa emite una señal de calor irregular. Algunas partes de la placa emiten calor y otras no. Las que no y las que sí están cercanas y mezcladas, pero puede notarse la irregularidad del calor pues este es muy intenso. La esfera no tiene signos exteriores. Después miras dentro de la misma por la abertura, pero no ves nada.
Sales de la habitación. El chico te sigue en silencio. Tus botas resuenan sobre el pasillo y las del chico tras las tuyas como un ejército de dos, al mismo paso. Llegáis a donde está el viejo y el chico se pega más a ti cuando el hombre del carro lo mira. Preguntas al vendedor por la ciudad de Mizthan y su torre de marfil. Él sonríe y asiente.
—La ciudad de Mizthan está a un día de aquí andando. A un día de este lugar. Aquí los días duran más. Son más largos. Días más largos y noches más largas. Más largas, jesús, a veces son demasiado largas diría yo. No te acostumbras. La torre de Marfil de Mizthan es un grupo de tipos que se creen muy listos. Escriben libros y todo eso. Jesús, esos libros, deberían prenderles fuego, no sirven para nada. Esos libros no van a sacarte de aquí, chico. Mis pasajes sí.
El vendedor y Roge pactan un precio por el pasaje. Roge advierte al vendedor que tendrá que ir con él hasta donde se encuentra Mbama. El vendedor se queda un instante en silencio. Luego vuelve a hablar.
—Mbama está en las minas abandonadas. Están a un par de horas de aquí caminando. Yo te llevaré chico, no te preocupes por eso.
Tú les cuentas lo que has encontrado en las habitaciones. El viejo se vuelve y ves una sombra de temor e incredulidad en sus ojos.
—¿Has dicho que hay una esfera y un capullo? Jesús, nunca había oído hablar de algo parecido. Pero no tiene buena pinta. A veces llegan aquí cosas de la misma forma que llegamos nosotros, pero no son como nosotros. Yo me largo de aquí. Jesús. Ya lo creo que me largo.
Tratas de aplastar al insecto con tu bota, pero fallas y la bota solo golpea la pared. El amigable bicho vuela en círculos entorno a ti y se lanza en picado sobre tu cuello, pero consigues esquivarlo sin problemas. El insecto continua revoloteando alrededor tuyo. Una danza macabra. Emite un sonido extraño distinto al que hacía antes. Es una especie de silbido irregular y chirriante. Se clava dentro de ti. Comienzas a notar un leve dolor de cabeza.
Cuando estás apunto de cerrar el trato con el vendedor, llega Xaviher seguido de un crío con gafas. El chaval tiene unos doce años y aspecto de estar acojonado y una mochila como la vuestra al hombro. Xaviher le pregunta al vendedor por la ciudad de Mizthan y su torre de marfil.
—La ciudad de Mizthan está a un día de aquí andando. A un día de este lugar. Aquí los días duran más. Son más largos. Días más largos y noches más largas. Más largas. Jesús, a veces son demasiado largas diría yo. No te acostumbras. La torre de Marfil de Mizthan es un grupo de tipos que se creen muy listos. Escriben libros y todo eso. Jesús, esos libros, deberían prenderles fuego, no sirven para nada. Esos libros no van a sacarte de aquí, chico. Mis pasajes sí van a sacarte.
El viejo vuelve a mirarte. Le planteas que no te separarás de él hasta que lleguéis juntos hasta Mbama. Tuerce la boca. Ves ira en su mirada. Una mandíbula que se aprieta. Un instante de silencio a veces dura demasiado.
Recupera la sonrisa y palmea tu brazo como si fuese tu amigo y habla de nuevo.
—Mbama está en las minas abandonadas. Están a un par de horas de aquí caminando. Yo te llevaré chico, no te preocupes por eso.
Te extiende un folio de papel y una cruz con una mano. La otra mano esperando recibir las pastillas que has prometido. veinticinco. Xaviher te mira y te dice que ha encontrado al chico de las gafas y en otra habitación un capullo grande y blanco y una esfera de metal y una placa de metal que emite un calor extraño. Entonces el vendedor gira la cabeza hacia él.
—¿Has dicho que hay una esfera y un capullo? Jesús, nunca había oído hablar de algo parecido. Pero no tiene buena pinta. A veces llegan aquí cosas de la misma forma que llegamos nosotros, pero no son como nosotros. Yo me largo de aquí. Jesús. Ya lo creo que me largo.
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