Granada 74
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EdBrown
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Re: Granada 74

por EdBrown » 12 Mar 2013, 11:40

No conocía esa receta, en casa se hacía mucho el salmorejo con naranja y huevo duro picado, comida más típica cordobesa que sevillana pero se entiende al estar Herrera cerquita de Puente Genil, de hecho el acento logicamente es más cordobés. De niño me encantaban las papas fritas con ese pedazo pan a canto que me hacía mi tía Carmen.

Lo de anarcosindicalista no lo tenía controlado pero ya son muchos años que no voy, ¿no te referirás a Marinaleda? :D , vaya tiempos cuando de noche cogíamos la carretera a Marinaleda y nos metíamos en la viña a por uvas. Para quitarme el regusto pesimista de anoche me acuerdo de un suceso verídico(a lo Paco Gandía) de mi padre, en el cincuenta y pico se fue a Sevilla por primera vez para ir al oculista(se había dado un ramazo en el ojo cogiendo aceitunas), en esas llega a la puerta de la consulta con el ojo malo y más pueblerino que la pringá, no se decide a entrar porque hay un señor que quiere salir y le da el paso cortesmente... usted primero, así varias veces sin obtener respuesta hasta que se da cuenta que es un espejo y no hay señor al que dar el paso :P .

Mi madre tiene una buena recién llegada a Mallorca hace sesenta años, estaba esperando en la cola de una tienda de ultramarinos cuando llega una señora y pregunta en mallorquín ¿qui es sa darrera?(¿quién es la última), mi madre se queda de piedra pensando qué listos son los mallorquines que sin piar la boca ya saben de donde eres :mrgreen: .
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trigus
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Re: Granada 74

por trigus » 12 Mar 2013, 12:20

EdBrown escribió:No conocía esa receta, en casa se hacía mucho el salmorejo con naranja y huevo duro picado, comida más típica cordobesa que sevillana pero se entiende al estar Herrera cerquita de Puente Genil, de hecho el acento logicamente es más cordobés. De niño me encantaban las papas fritas con ese pedazo pan a canto que me hacía mi tía Carmen.

Lo de anarcosindicalista no lo tenía controlado pero ya son muchos años que no voy, ¿no te referirás a Marinaleda? :D , vaya tiempos cuando de noche cogíamos la carretera a Marinaleda y nos metíamos en la viña a por uvas. Para quitarme el regusto pesimista de anoche me acuerdo de un suceso verídico(a lo Paco Gandía) de mi padre, en el cincuenta y pico se fue a Sevilla por primera vez para ir al oculista(se había dado un ramazo en el ojo cogiendo aceitunas), en esas llega a la puerta de la consulta con el ojo malo y más pueblerino que la pringá, no se decide a entrar porque hay un señor que quiere salir y le da el paso cortesmente... usted primero, así varias veces sin obtener respuesta hasta que se da cuenta que es un espejo y no hay señor al que dar el paso :P .

Mi madre tiene una buena recién llegada a Mallorca hace sesenta años, estaba esperando en la cola de una tienda de ultramarinos cuando llega una señora y pregunta en mallorquín ¿qui es sa darrera?(¿quién es la última), mi madre se queda de piedra pensando qué listos son los mallorquines que sin piar la boca ya saben de donde eres :mrgreen: .


No, no me refiero a Marinaleda, me refiero a la pedazo de sede que tiene la CNT en la plaza de entrada al pueblo y me refiero a la brutal represión que sufrió la sierra sur sevillana por parte de la guardia civil durante las décadas de los 40´s y 50´s en la zona, Herrera tiene un ambientillo ácrata simpático (o por lo menos lo tenía hace unos pocos años, no sé si habrá cambiado en menos de 8 años), fíjate que el salmorejo que he tomado por la zona, no se parece en nada al de la campiña cordobesa que conozco bien por mi suegra (que hace un salmorejo para morirse), por la zona el salmorejo me recuerda más a la porra antequerana, mucho más espeso y con múltiples guarniciones.

Las anécdotas de tus familiares son deliciosas :wink:

Un saludo.
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EdBrown
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Re: Granada 74

por EdBrown » 12 Mar 2013, 14:36

Sobre los orígenes de Herrera dentro del marquesado de Estepa, seguro le interesa a Hay.

Es muy difícil poder citar una fecha concreta sobre el origen y la forma en que surgieron los pueblos que pertenecieron a la Orden Santiaguista y posteriormente al Marquesado de Estepa. Hasta ahora sólo se sabía que la fundación de la mayoría de estos pueblos había tenido lugar tras la venta de la encomienda Santiaguista a Don Adán Centurión, pero su existencia como pequeñas aldeas, a las que se les denominaba "Cortijos", era muy posterior.

Tras la conquista por el rey Fernando III de Castilla de estas tierras, se hizo entrega de las mismas a las Órdenes Militares, para así establecer una zona fronteriza a lo largo del Reino de Granada que sirviera de defensa y fundación de lugares con personas que, mediante franquicias, se fuesen estableciendo en ellas. Sin embargo, esta fundación de lugares no fue posible en un principio, puesto que estas tierras sufrían continuadamente el acoso de los ejércitos del Reino de Granada, principalmente de los moros de Archidona y Serranía de Ronda, que eran tribus bereberes muy temidas, llevando a cabo continuadamente destrozos de las cosechas, robos de ganados y captura de prisioneros, siendo la vida imposible fuera de los recintos amurallados.

Tras la conquista de Antequera en 1410, y en especial con la toma de Archidona en 1468, la tierras dejaron de ser zona fronteriza, y con ello llegó un poco de tranquilidad, permitiendo que las personas pudiesen salir y establecerse en los campos. Por lo que a partir de esta última fecha pueden datarse el origen primitivo de Herrera y demás pueblos que pertenecían a Estepa; aunque sólo pueden considerarse con población un poco estable a partir de la conquista de Granada en 1492, salvo Marinaleda y Miragenil, cuyo nacimiento fue en fechas posteriores.

En los terrenos que hoy ocupa el pueblo se estableció una dehesa boyal de unas 1800 fanegas, a la que acudían personas con sus ganados, y donde se formaron cuatro o cinco huertas en el borde del arroyo que cruza el pueblo, Pozo Antonio y Álamo del Campo; ya que, son éstas las primeras zonas dedicadas a la agricultura en el denominado ruedo de Herrera, y donde estas personas construirían pequeñas chozas o albergues, en lo que hoy es nuestro pueblo, para los ganados y aperos de labranza que con el tiempo dieron lugar al Cortijo de Herrera. Herrera surgió como cortijo entre el año 1511 al 1514. Un ejemplo de cómo surgió Herrera lo podemos ver en los cortijos de Las Carrizosas, donde podemos apreciar adosarse unos edificios a otros llegando a formar casi una especie de calle. Otro ejemplo lo podemos observar en la aldea La Salada, donde la agrupación de sus casas van formando una pequeña calle.

Durante muchos años, la Dehesa del Cortijo de Herrera permaneció dedicada exclusivamente al uso del ganado, hasta que con la venta a D. Adán Centurión hay un espectacular aumento de población en todo el Estado de Estepa, cuyo hecho no hay que atribuirlo porque pasara a manos privadas, sino porque la paz hizo posible la roturación de tierras que antes habían sido de peligrosa ocupación, así como el asentamiento de personas venidas de fuera. En nuestro pueblo, según los archivos de protocolos de Estepa, se comienza a roturar pequeñas extensiones de tierra por la periferia de la Dehesa y sus arrendatarios van usurpando, poco a poco, parte de sus terrenos.

Hasta el año 1610, fecha que coincide con la definitiva expulsión de los moriscos del Reino de Granada, los documentos referentes a nuestro pueblo son muy escasos, aumentando éstos, especialmente entre los años 1610 y 1630. Entre estas dos fechas se asientan definitivamente en Herrera un grupo de labradores y ganaderos. Caracterizándose la población del Cortijo de Herrera, anterior a estas fechas, por su movilidad, yendo de un sitio a otro en busca de trabajo. Este grupo de vecinos de Estepa que se asientan en estos años forman lo que hoy es la calle Puente.
El herrero, la figura más emblemática del pueblo que incluso aparece en su escudo.

Coincidiendo con la expulsión de los moriscos todos los lugares del término de Estepa crecen en población. Hecho que podemos comprobar en el repartimiento del servicio ordinario (impuesto para gastos de guerra) de estos lugares en el año 1611.

En todos los documentos de estas fechas, a nuestro pueblo se le nombra siempre como el Cortijo o Partido de Herrera, hasta que en el año 1631 hay un gran aumento de documentos referentes al mismo y nos aparece como la Puebla de Herrera. Aquí es donde esta la importancia de nuestro pueblo en la historia de España, pues, en este año, según las escrituraciones de ese año y siguientes, el Consejo de la Villa de Estepa decide parcelar en suertes y trances, la mayoría de tres a seis y algunas de ocho fanegas, las dos terceras partes de la Dehesa del Cortijo de Herrera, y su arrendamiento mediante censo enfitéutico, favoreciendo de esta forma que nuestro término estuviese compuesto por pequeños minifundios que han llegado hasta nuestros días. La parte de la Dehesa del Cortijo de Herrera que se comenzó a arrendar, era la zona comprendida entre Herrera, Cerro Chirino, Pozo Antonio, laderas del Cerro gordo y zona del Cerro de Martos. El motivo de esta venta era hacer un donativo del Estado de Estepa al Rey Felipe IV, cosa que se lleva a efecto en el año 1634, para costear la guerra que se preparaba contra Portugal y Cataluña.

En el legajo 334 del Archivo de Protocolos de Estepa del año 1636 todavía figuran contratos de arrendamiento entre el Consejo de Estepa y algunos vecinos de Estepa, siendo uno de los últimos el de Juan Muñoz de Estepa, que arrienda la octava suerte del tercer trance de la Dehesa de Herrera. En el mismo legajo hay otros contratos similares referentes a la Dehesa de las Carrizosas y Alhonoz, efectuados a resultas de la decisión del Consejo de la Villa de Estepa de donar al Rey 5000 ducados "para guerras y otros efectos". En 1641, con motivo de la guerra con Portugal y Cataluña, el Estado de Estepa ayuda al Rey con un nuevo donativo de 600 ducados, y después, en diferentes ocasiones, con hombres y dinero.

Como vemos por estos datos, la fundación de Herrera como pueblo se produce en 1631 como consecuencia de querer obtener el Consejo de Estepa para continuas guerras en las que se encontraba metida España en esos años y los apremiantes socorros que pedía el Rey Felipe IV para el sostenimiento de estas guerras, llevándose a cabo en Herrera una repoblación con vecinos de Estepa y algunas familias oriundas del Reino de Portugal, Reino de León y gallegos, que son los que dan lugar a que se forme la calle de los Labradores, según se ha podido comprobar con las numerosas escrituraciones de estos años, aunque a partir de 1634 comienzan a venir a Herrera algunos vecinos de los pueblos de nuestro alrededor. Posteriormente, entre los años 1700 y 1750, se observa en Herrera una fuerte inmigración de vecinos de Marinaleda.

La forma de arrendamiento de la Dehesa del Cortijo de Herrera, denominada "censo enfitéutico", era cosa extraña fuera del Reino de Castilla, siendo en estas tierras lo más usual la venta real; sin embargo, se llevó a cabo en algunas zonas aisladas como ocurrió en Herrera, y ello era ventajoso para el arrendamiento, pues, éste se convertía prácticamente en dueño de los terrenos con el pago de un tributo anual, que bien podía ser en dinero o en especies de trigo o cebada; pudiendo pasar este tipo de arrendamiento de padres a hijos y sucesores y pudiéndose practicar el subarriendo e incluso la venta de este contrato.

De la misma forma también se llevó a cabo en nuestro pueblo la parcelación de solares para poder construir casas para vivienda, mediante un contrato denominado "Tributo de Gallina", por medio del cual, su propietario tenía que pagar anualmente y a perpetuidad, al Marqués de Estepa, una gallina o en su defecto un valor en reales, quedando por este método el inquilino y sucesores como dueño de la vivienda con la condición de que ésta estuviese terminada antes de tres años. Estas gallinas, a su vez, eran enviadas a la Corte de Madrid, en concepto de otros pagos que tenía que realizar el Estado de Estepa al Rey de España
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Hay_sinla
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 16 Mar 2013, 13:01

EdBrown escribió:Sobre los orígenes de Herrera dentro del marquesado de Estepa, seguro le interesa a Hay.

Es muy difícil poder citar una fecha concreta sobre el origen y la forma en que surgieron los pueblos que pertenecieron a la Orden Santiaguista y posteriormente al Marquesado de Estepa. Hasta ahora sólo se sabía que la fundación de la mayoría de estos pueblos había tenido lugar tras la venta de la encomienda Santiaguista a Don Adán Centurión, pero su existencia como pequeñas aldeas, a las que se les denominaba "Cortijos", era muy posterior.

Tras la conquista por el rey Fernando III de Castilla de estas tierras, se hizo entrega de las mismas a las Órdenes Militares, para así establecer una zona fronteriza a lo largo del Reino de Granada que sirviera de defensa y fundación de lugares con personas que, mediante franquicias, se fuesen estableciendo en ellas. Sin embargo, esta fundación de lugares no fue posible en un principio, puesto que estas tierras sufrían continuadamente el acoso de los ejércitos del Reino de Granada, principalmente de los moros de Archidona y Serranía de Ronda, que eran tribus bereberes muy temidas, llevando a cabo continuadamente destrozos de las cosechas, robos de ganados y captura de prisioneros, siendo la vida imposible fuera de los recintos amurallados.

Tras la conquista de Antequera en 1410, y en especial con la toma de Archidona en 1468, la tierras dejaron de ser zona fronteriza, y con ello llegó un poco de tranquilidad, permitiendo que las personas pudiesen salir y establecerse en los campos. Por lo que a partir de esta última fecha pueden datarse el origen primitivo de Herrera y demás pueblos que pertenecían a Estepa; aunque sólo pueden considerarse con población un poco estable a partir de la conquista de Granada en 1492, salvo Marinaleda y Miragenil, cuyo nacimiento fue en fechas posteriores.

En los terrenos que hoy ocupa el pueblo se estableció una dehesa boyal de unas 1800 fanegas, a la que acudían personas con sus ganados, y donde se formaron cuatro o cinco huertas en el borde del arroyo que cruza el pueblo, Pozo Antonio y Álamo del Campo; ya que, son éstas las primeras zonas dedicadas a la agricultura en el denominado ruedo de Herrera, y donde estas personas construirían pequeñas chozas o albergues, en lo que hoy es nuestro pueblo, para los ganados y aperos de labranza que con el tiempo dieron lugar al Cortijo de Herrera. Herrera surgió como cortijo entre el año 1511 al 1514. Un ejemplo de cómo surgió Herrera lo podemos ver en los cortijos de Las Carrizosas, donde podemos apreciar adosarse unos edificios a otros llegando a formar casi una especie de calle. Otro ejemplo lo podemos observar en la aldea La Salada, donde la agrupación de sus casas van formando una pequeña calle.

Durante muchos años, la Dehesa del Cortijo de Herrera permaneció dedicada exclusivamente al uso del ganado, hasta que con la venta a D. Adán Centurión hay un espectacular aumento de población en todo el Estado de Estepa, cuyo hecho no hay que atribuirlo porque pasara a manos privadas, sino porque la paz hizo posible la roturación de tierras que antes habían sido de peligrosa ocupación, así como el asentamiento de personas venidas de fuera. En nuestro pueblo, según los archivos de protocolos de Estepa, se comienza a roturar pequeñas extensiones de tierra por la periferia de la Dehesa y sus arrendatarios van usurpando, poco a poco, parte de sus terrenos.

Hasta el año 1610, fecha que coincide con la definitiva expulsión de los moriscos del Reino de Granada, los documentos referentes a nuestro pueblo son muy escasos, aumentando éstos, especialmente entre los años 1610 y 1630. Entre estas dos fechas se asientan definitivamente en Herrera un grupo de labradores y ganaderos. Caracterizándose la población del Cortijo de Herrera, anterior a estas fechas, por su movilidad, yendo de un sitio a otro en busca de trabajo. Este grupo de vecinos de Estepa que se asientan en estos años forman lo que hoy es la calle Puente.
El herrero, la figura más emblemática del pueblo que incluso aparece en su escudo.

Coincidiendo con la expulsión de los moriscos todos los lugares del término de Estepa crecen en población. Hecho que podemos comprobar en el repartimiento del servicio ordinario (impuesto para gastos de guerra) de estos lugares en el año 1611.

En todos los documentos de estas fechas, a nuestro pueblo se le nombra siempre como el Cortijo o Partido de Herrera, hasta que en el año 1631 hay un gran aumento de documentos referentes al mismo y nos aparece como la Puebla de Herrera. Aquí es donde esta la importancia de nuestro pueblo en la historia de España, pues, en este año, según las escrituraciones de ese año y siguientes, el Consejo de la Villa de Estepa decide parcelar en suertes y trances, la mayoría de tres a seis y algunas de ocho fanegas, las dos terceras partes de la Dehesa del Cortijo de Herrera, y su arrendamiento mediante censo enfitéutico, favoreciendo de esta forma que nuestro término estuviese compuesto por pequeños minifundios que han llegado hasta nuestros días. La parte de la Dehesa del Cortijo de Herrera que se comenzó a arrendar, era la zona comprendida entre Herrera, Cerro Chirino, Pozo Antonio, laderas del Cerro gordo y zona del Cerro de Martos. El motivo de esta venta era hacer un donativo del Estado de Estepa al Rey Felipe IV, cosa que se lleva a efecto en el año 1634, para costear la guerra que se preparaba contra Portugal y Cataluña.

En el legajo 334 del Archivo de Protocolos de Estepa del año 1636 todavía figuran contratos de arrendamiento entre el Consejo de Estepa y algunos vecinos de Estepa, siendo uno de los últimos el de Juan Muñoz de Estepa, que arrienda la octava suerte del tercer trance de la Dehesa de Herrera. En el mismo legajo hay otros contratos similares referentes a la Dehesa de las Carrizosas y Alhonoz, efectuados a resultas de la decisión del Consejo de la Villa de Estepa de donar al Rey 5000 ducados "para guerras y otros efectos". En 1641, con motivo de la guerra con Portugal y Cataluña, el Estado de Estepa ayuda al Rey con un nuevo donativo de 600 ducados, y después, en diferentes ocasiones, con hombres y dinero.

Como vemos por estos datos, la fundación de Herrera como pueblo se produce en 1631 como consecuencia de querer obtener el Consejo de Estepa para continuas guerras en las que se encontraba metida España en esos años y los apremiantes socorros que pedía el Rey Felipe IV para el sostenimiento de estas guerras, llevándose a cabo en Herrera una repoblación con vecinos de Estepa y algunas familias oriundas del Reino de Portugal, Reino de León y gallegos, que son los que dan lugar a que se forme la calle de los Labradores, según se ha podido comprobar con las numerosas escrituraciones de estos años, aunque a partir de 1634 comienzan a venir a Herrera algunos vecinos de los pueblos de nuestro alrededor. Posteriormente, entre los años 1700 y 1750, se observa en Herrera una fuerte inmigración de vecinos de Marinaleda.

La forma de arrendamiento de la Dehesa del Cortijo de Herrera, denominada "censo enfitéutico", era cosa extraña fuera del Reino de Castilla, siendo en estas tierras lo más usual la venta real; sin embargo, se llevó a cabo en algunas zonas aisladas como ocurrió en Herrera, y ello era ventajoso para el arrendamiento, pues, éste se convertía prácticamente en dueño de los terrenos con el pago de un tributo anual, que bien podía ser en dinero o en especies de trigo o cebada; pudiendo pasar este tipo de arrendamiento de padres a hijos y sucesores y pudiéndose practicar el subarriendo e incluso la venta de este contrato.

De la misma forma también se llevó a cabo en nuestro pueblo la parcelación de solares para poder construir casas para vivienda, mediante un contrato denominado "Tributo de Gallina", por medio del cual, su propietario tenía que pagar anualmente y a perpetuidad, al Marqués de Estepa, una gallina o en su defecto un valor en reales, quedando por este método el inquilino y sucesores como dueño de la vivienda con la condición de que ésta estuviese terminada antes de tres años. Estas gallinas, a su vez, eran enviadas a la Corte de Madrid, en concepto de otros pagos que tenía que realizar el Estado de Estepa al Rey de España

Me interesa y me encanta veros por aquí, elevando exponencialmente el nivel del hilo. :) :) :)
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Re: Granada 74

por EdBrown » 18 Mar 2013, 10:49

Estepa, vecina y hermana de Herrera con sus calles empinadas, sabor a canela y mantecado.

Estepa, el balcón de Andalucía.

http://www.youtube.com/watch?v=Dkq4xbWlyPU
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Re: Granada 74

por trigus » 18 Mar 2013, 11:50

EdBrown escribió:Estepa, vecina y hermana de Herrera con sus calles empinadas, sabor a canela y mantecado.

Estepa, el balcón de Andalucía.

http://www.youtube.com/watch?v=Dkq4xbWlyPU


Pasear por Estepa en Octubre es respirar gloria bendita :mrgreen:

Un saludo.
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Re: Granada 74

por EdBrown » 18 Mar 2013, 15:03

trigus escribió:Pasear por Estepa en Octubre es respirar gloria bendita :mrgreen:


Soy más de ochíos y magdalenas, cuando mi madre viene cargada del pueblo se me caen las lágrimas.

Y ese peaso morcilla.
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trigus
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Re: Granada 74

por trigus » 18 Mar 2013, 15:54

EdBrown escribió:Soy más de ochíos y magdalenas, cuando mi madre viene cargada del pueblo se me caen las lágrimas.

Y ese peaso morcilla.


Pero para morcilla, la de Coripe, ahí hay que morir.

Ochíos, qué ricos :)

Un saludo.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 24 Mar 2013, 18:34

trigus escribió:
EdBrown escribió:Soy más de ochíos y magdalenas, cuando mi madre viene cargada del pueblo se me caen las lágrimas.

Y ese peaso morcilla.


Pero para morcilla, la de Coripe, ahí hay que morir.

Ochíos, qué ricos :)

Un saludo.
Pensaba que los ochíos eran de Úbeda :o En Siles somos más de hornazos, pero la próxima vez que vaya a Linares sé dónde me voy a comer un ochío relleno de bodrio(caldera). Bueno, si la vigilia me deja.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 24 Mar 2013, 19:39

(De El último edén, de José Gómez Muñoz)

Qué bonita es la sierra y cuánto duele. Qué bonita es tu sierra. Al remontar la carretera, la misma de aquellos tiempos pero hoy ya mejor arreglada, con asfalto nuevo y más ancha, enseguida el pueblo al frente. Aplastado en la ladera, entre pinares, al sol de la media mañana y todo hermoso. Ahí están las huertas, las casas blancas, algunas todavía con el color de los ladrillos, el río amado que me atraviesa el alma, la nave, las ovejas, los tornajos, los álamos, el bosque de majuelos, el rumor de agua, tu perfume y el silencio de siempre. El terrible silencio que tanto me ha matado y dado vida a un mismo tiempo.

La carretera sube un poco, remonta al pueblo y de ella se aparta un tramo menor que se va río arriba. Por ahí me voy a meter para recorrer algunos de los mil rincones bonitos que por ahí tenemos. Los tengo yo soñados, pisados, llenos de la mejor belleza y la mejor aroma. El río con su vega de huertos a un lado y otro, sus álamos jugando con el suave viento, las chicharras arropándolos con sus cantos y el gran silencio de esta sierra tan amada por mí. La carretera que remonta al pueblo. Dios mío cuánta belleza por aquí. La higuera de la curva donde nos paramos tantas veces a coger higos hoy no está. La busco con mis ojos y no la veo. Cuando arreglaron esta carretera, al quitarle la curva, se la llevaron por delante. ¿Te acuerdas de aquel verano, del siguiente y de los siguientes? Seguro que tienes que acordarte porque tus juegos por aquí fueron muchos, tu sonrisa y el gozo por la vida y el momento. Fueron muchos y todos muy bellos. Todos impregnados de una fuerza y vida que se escapaban al tiempo y a la belleza de estos paisajes. ¿Te acuerdas? ¿Quién me iba a decir a mí que después de tantos años, tantas heridas en el alma, tantas batallas perdidas, tantos sueños rotos y tantas veredas recorridas buscando un sorbo de agua fresca, iba a volver por aquí? ¿Quién me iba a decir a mí que este verano, sin nombre, más árido que nunca en mi espíritu y en la soledad más grande iba a volver por aquí?

Me paro en la curva de la higuera donde, en aquellos veranos, tantas veces cogimos higos maduros y miro despacio. Y no está, la higuera no está. Para arreglar la carretera rompieron el pequeño cerrillo por donde corrías tras tus juegos, se llevaron por delante a la higuera y a todas las plantas que por aquí crecían. Varios pinos, algunas carrascas, retamas y el cerrillo de tus juegos en aquellas tardes de verano. Me duele la soledad que traigo en mi alma y me duele lo que mis ojos ven por aquí y por allí. ¡Qué rara ha sido mi vida a mi paso por este mundo! Se me va acabando y por eso siento con más intensidad lo extrañamente rara que ha sido mi vida a mi paso por esta tierra. Te voy viendo, en ausencia, en cada puñado de tierra, cada metro de la carretera, cada recodo del río, cada sombra de álamos, pinos y encinas y en la silueta de las montañas que me rebosan por los lados. Te voy viendo y no estás. Sólo estuviste en aquellos días y aunque eras real y muy bella, fuiste como un sueño dulcísimo y suave que se tragó el mismo viento que en cada momento por aquí nos abrazaba.

La carretera remonta recta para el pueblo y por la derecha se aparta la que voy a tomar. La que lleva a donde el río se remansa, crecen los romeros, saltan las ardillas y por la sombra de los pinos aun revolotean tus juegos y sonrisas. Un poco antes de la piscina natural donde la gente se baña y te bañaste tantas veces me encuentro el camping. Lo construyeron al año siguiente de irte de mi vida. Por eso no tengo en él ni recuerdos ni añoranzas tuyas. Lo siento y me duele porque en el fondo es igual. Por esta estrecha carretera que sigue igual pasaste y pasamos muchas veces y por eso saben a tanto a ti. Mientras avanzo lento por esta estrecha carretera de asfalto rugoso me voy encontrando con las huertas. Por la derecha y entre la carretera y el río siguen las huertas y como en aquellos veranos repletas de tomates, pimientos, lechugas, cebollas y las acequias por donde llega el agua que riega las tierras. Todo igual. Como si lo de aquellos días fuera hoy mismo. ¡Cómo pasa el tiempo y cómo silenciosamente va tiñendo de gris lo que ayer fue azul, alegre y bello!

No puedo apartar de mis oídos el canto de las chicharras que en estos momentos desgranan sus conciertos por entre estos pinos y álamos y aunque todo es en otro tiempo y otro verano suenan con las mismas notas de aquel verano. El perfume que mana de los romeros, la mejorana y los espliegos es el mismo y sabe a muerte. Sabe a ti y por eso acentúa el amargor de tu ausencia y la belleza de lo perdido. Qué normal sigue siendo todo lo que por aquí mis ojos van redes cubriendo. La misma normalidad que encontraba por aquellos días en la gente que por aquí vi y es la aceptada por la gran sociedad. Y sin embargo sigo creyendo que el más rico y hermoso de todos los estados del ser humano es la LOCURA. Sólo este estado permite sentir y percibir sensaciones y realidades que de ningún otro modo es posible gustar. La paz, la tranquilidad y el equilibrio no llevan nunca a la locura. La pasión que siempre ardió en mi alma, en aquellos veranos y en este de hoy, me llevaron a sentir y gustar el sabor de la vida y de la muerte. Por eso ahora lloro mientras recorro la estrecha carretera que lleva al rincón de los pinos y a la piscina remansada. Suenan las notas del piano que tocaba el otro día. Es un tema que me salió de pronto y lo grabé en una cinta. Ahora, mientras voy recorriendo los rincones que pisé en aquellos veranos en que estabas, voy gozando de la belleza de estas notas. Me ayudan a que el dolor sea más dolor y la soledad más densa. Nunca oíste esta música porque ha nacido no hace mucho. Por eso no la conoces ni tengo esperanza que la conozca nunca. Es una música única, mía, salida de mi alma, tocada y grabada por mí con la fuerza de tu añoranza y tu lejanía y por eso me ayuda en estos momentos. A sentirme más triste y a sentirte más lejos y ausencia.

Cruzo el viejo control. Donde ya en aquellos días no controlaban nada y aún sigue igual. Pero aquí sigue la vieja construcción, los postes que cortaban el paso, los pinos y el asfalto de la carretera. Rozo las rocas que escoltan a un lado y otro y antes mis ojos ya tengo las aguas azul diamante en la piscina remansada en el río. La que primero fue un charco, luego una balsa natural y más tarde una piscina artificial para que las personas se bañen en ella. Lo hiciste muchas veces en aquellos años de tu gran belleza porque eras inocente como las flores de la primavera en estas sierras. Mis ojos te vieron y aunque era cierto que estabas y eras tú nunca llegué a creérmelo. Tan bello me resultaba a mi alma y a los sueños de mi corazón que nunca llegué a creérmelo aunque podía tocarte y sentir los latidos de tu corazón.

En aquellas misteriosa y hondas tardes de verano nunca podía creerme que fuera cierto tu presencia surcando las aguas de este delicado charco. Tampoco me lo creía cuando ya la tarde caía y la sombra de la noche me arropaba con tu recuerdo en mi mente. Una vez y otra soñaba, saboreaba los juegos que por la tarde habías jugado y aunque daba gracias al cielo jamás me convencía de que aquella realidad me estuviera pasando a mí. Pero era cierto y por eso ya en aquellos momentos mi dolor era tan grande o más a como lo es hoy. Sabía que el tiempo me lo arrancaría y solo pensarlo se me llenaba el alma de angustia. Y el tiempo me lo arrancó. El tiempo te alejó de mi, te borró de mi mente, de mi corazón, de la sangre de mis venas y aunque grité como el loco más loco que nunca haya existido nada cambió. Nadie lo supo, nadie me echó una mano, nadie me ayudó ni me regaló un sorbo de agua para calmar un poco el dolor que me mataba en vivo. Tampoco tú. Y mi amor era sincero. Yo que lo conozco porque se hizo muerte y vida en el corazón que aun me late en el pecho digo que fue el amor más sincero y grande que nunca jamás nadie haya experimentado bajo el sol. Pero te fuiste, te alejaste llevándote la vida, el perfume de estas sierras, mis ríos de sueños y los latidos de las primaveras que por aquí me abrazan y me quedé con mi dolor. Por aquí paso hoy y sigo con mi dolor. Más grande, extraño y ácido que nunca porque ahora ya ni siquiera puedo venir, de vez en cuando, por estos rincones. Aunque ni estés ni vuelvas nunca más yo ahora ya ni siquiera puedo venir por estas sierras a llorar mi dolor mientras se me remueven los recuerdos. Ahora soy un desterrado en una ciudad que muchos llaman hermosa pero que está lejos de aquí y allí sigo muriendo. Muriendo más triste aún que cuando estabas y mis ojos podía verte y más triste que en estos mismos momentos. En aquella tierra extranjera y ácida para mí me muero entre cuatro paredes, frente a unos árboles que ni me conocen ni conozco y contemplando un trozo de cielo que ni es azul ni tiene belleza. Lo siento y lloro mi dolor y por eso como tantas veces ni doy gracias al cielo ni le pido nada. Sé que todo me viene de él y todo se me regala para mi dicha pero como a tantos otros en este mundo me siento desgraciado, muy desgraciado e injustamente tratado. Tanto he amado y creo que desde lo más limpio que no merezco la cárcel y la angustia que día tras día estoy viviendo. No doy gracias al cielo ni pido nada porque aunque todo sea digno y todo sea hermoso se me está obligando a vivir una vida que no es la que me pertenece según el alma y el corazón que llevo en mi cuerpo. Lo siento.

Rozo las aguas de este azul charco que ni siquiera me conoce aunque tanto me duela y sigo. Sigo sin poder seguir porque hasta mis oídos llega el rumor del agua en forma de chapoteos y juegos tuyos. No quisiera oír, no quisiera oler, no quisiera sentir pero sucede todo ello y con una fuerza que me tortura. Miro y descubro que las aguas son azules verdes, transparentes y claras. Como en aquellos días y también como en aquellos días juegan los niños y las personas mayores se lo pasan bien jugando con ellos. Los coches se amontonan bajo los pinos, junto a las mesas se apiñan las personas frente a los vasos llenos de cerveza y los chorizos recién asados. Cantan las chicharras y el sol quema. Hace calor. Tonto o más como en aquellos días.

Mientras voy pasando y me muero a chorros también como en aquellos días me digo que tampoco hoy tiene sentido mi presencia por aquí. No tiene sentido y por eso me digo que es absurdo el que haya vuelto. Es absurdo que haya vuelto y pasa por este rincón tan solitario como en aquellos días y con el mismo amargor. La sombra de los pinos me acaricia levemente para que el sol me queme un poco menos y mis ojos se fijan en el mural de azulejos que tantas veces vi. Es el mural que levantaron para dibujar en él un breve mapa con los puntos y caminos más importantes que rodean a este rincón. Siempre me resultó simple este panel y me lo sigue resultando pero es indudable que tiene su utilidad. Para los que por aquí vienen por primera vez este sencillo mapa seguro que les sirve. Todo sigue en su monotonía, en su silencio.

Son ya las doce y media de la mañana. Cae el sol y calienta con fuerza. Desde aquí para adelante en la dirección que llevo, barranco arriba la sombra de los pinos va arropando delicadamente. La carretera sigue con su mismo asfalto. Desde aquellos días a pesar de haber pasado tantos años no la han arreglado. ¿Para qué quieren arreglarla? A mí desde luego no me sirve para nada pero a los que son de por aquí, a los que viven en estos pueblos les vendría muy bien. Cuando termine de hacer la breve visita que en estos momentos estoy realizando será mi final total. Nunca más volveré a venir ni a pasar por aquí. Ahora sí que ya será nunca más. Por eso digo que no me sirve para nada o en el fondo me da igual que arreglen esta carretera o hagan cualquier otra cosa. Pero ya lo he dicho: creo que las personas que viven en este pueblo y en los otros que conozco tienen derecho a una carretera mejor y a otras muchas cosas.

Avanzo y mis ojos van recorriendo los paisajes, los rincones, los barrancos, los caminos... Por todos estos sitios estás. No como yo quisiera y necesito pero estás. Eres esencia viva y por eso te palpo, me dueles y me das las vida. Dios mío qué extraño es lo que en esta vida me está tocando beber. Por todos estos sitios estás. En aquellas tardes de primavera, en las mañanas del otoño gris, en las horas de los inviernos repletos de nieve, escarchas, hielos colgando en las cascadas y charcos helados. Por todos estos sitios estás y ni pude beber en aquellos tan bellos momentos ni ahora ni nunca. Nunca podré beberte ni tocarte ni saciarme de ti según me grita la sangre que me da vida.

Cuando el frío, junto a las lumbres que encendimos una vez y otra al borde de los arroyos y cerca de las fuentes. Cuando asábamos las castañas en las brasas de estas lumbres mientras tus juegos y mis juegos llenaban las horas de dicha y luz. ¿Te acuerdas de aquellos chorizos crujiendo sobre las ascuas de las lumbres? ¿De aquellos bocadillos cuando ya el chorizo estaba bien asado y entre aquellos trozos de pan recién amasado? ¿Te acuerdas de aquella ardilla saltando por las ramas de los pinos a cinco metros de donde jugábamos? Tantos días han pasado y tantas cosas nuevas fueron trayéndote cada uno de estos días que seguro ya no te acuerdas de nada de aquello. En el fondo me da igual. Ni gano ni pierdo si recuerdas o has olvidado pero en el fondo no me da igual. Yo salí perdiendo y mucho y desde entonces y hasta final de mis días y puede que toda la eternidad esté añorando la belleza que se me murió a pesar de haberla amado y abrazado tan fuertemente en mi corazón.

En este punto la carretera se empieza a separar del río que va quedando por la izquierda. La carretera se pega al arroyo y unas veces por la derecha y otras por la izquierda sube por el amplio barranco y la espesura de los pinos. A cada metro que recorro me digo las emociones saltan en mi mente. Me sé de memoria esta carretera. Cada curva, cada bache, cada trozo de cuneta, cada pino clavado a los lados… todo me lo sé de memoria y eso que parecía que ni siquiera prestaba atención cuando la recorría en aquellos días. A cada metro que recorro las emociones me brincan en la sangre y en la mente y para auto ayudarme, como tantas veces en esta vida mía, me digo que recorro esta carretera libremente. Solo por el placer, aunque se me vaya convirtiendo en dolor, de revivir las emociones de aquellos días y de sentir la angustia de mi honda soledad.

¿Dónde estás en estos precisos momentos? ¿Qué tienes en tus manos que le hayas arrancado a la vida? ¿Qué casa te cobija, por qué calle vas, qué aire te besa y qué ilusión llena los pliegues de tu alma? También digo en que en el fondo me da igual. Que hagas o seas en estos momentos esto o aquello en el fondo me da igual. Nunca pude gozar ni siquiera de aquello que rozaste y menos de aquello que amaste. ¿Por qué me torturo ahora pensando en lo que es sólo puro sueño en mi mente? Y vuelvo a repetirlo: los sentimientos y realidad que en estos momentos atravieso sé que será para siempre. Para siempre ya.

Por la derecha se me presenta la fuente donde bebimos tantas veces. Entre pinos y álamos se me presenta la fuente y ni siquiera me paro. La miro sin detenerme demasiado y compruebo que por su caño de hierro hoy no corre el limpio caño de agua. Enseguida intuyo que se la han quitado un poco más arriba. Un poco más arriba está el camping que por aquellos días construían. El agua que debería salir por el tubo de hierro que hace de caño en esta fuente la han cogido para las necesidades del camping. Indiferente me digo que también me da igual. Las cosas de por aquí, aun siendo tan importantes en este trozo de vida que me está tocando vivir, me dejan indiferentes. Me da igual que le hayan quitado el agua a esta preciosa fuente donde tantas veces bebimos y por eso tanto sabe de nosotros. Me coge tan lejos y es tan extraña a las realidades del dolor de mi vida que me da igual aunque me duela mucho. Todo lo que voy viendo y recorriendo me duele mucho pero me da igual porque no tengo otra alternativa.

Unos metros más delante de la fuente la carretera se empina ladera arriba. La pendiente por aquí es mucha porque por los lados rebosan grandes montañas. Paso ahora por el sitio donde están los tornajos. Los que pusieron cuando jugábamos aquella tarde casi acurrucados a las llamas de la gran lumbre. Tiene su nombre este rincón y bien que me lo sé pero ¿para qué quiero decirlo? Pero por si algún día alguien lee estas líneas y desea enterarse diré que este rincón se llama Peña del Olivar. En un sentido amplio a todo este rincón y desde la piscina remansada para arriba se le conoce por la Peña del Olivar. Al menos esto es lo que por aquellos días aprendí y todavía recuerdo.

En los tornajos que me van quedando por la derecha y el lado de abajo, entre el arroyo y la carretera, se extiende la llanura de los olivos. Cerca la cascada de la acequia y los pinos de bello porte. En aquellas tardes, más de mil y todas deliciosamente bellas, junto a estos tornajos estuvimos comiendo los bocadillos de chorizo, las castañas asadas en la lumbre de la llanura y jugando los juegos de la ilusión más limpia. En aquellas tardes, al principio, todavía no estaban los tornajos. Sólo había una pequeña fuente con su chorrillo limpio y la música del agua cayendo de este chorrillo. Luego construyeron estos tornajos y aunque nos extrañó un poco enseguida nos acostumbramos a su presencia. Todavía siguen aquí y sólo Dios sabe hasta cuándo.

Por el carril de tierra que desde esta carretera se aparta para los tornajos suben dos burros muy viejos y famélicos. Sobre sus lomos dos ancianos sentados que ni siquiera me miran al pasar. Sus caras están arrugadas, tostadas por el sol y resecas. ¿De dónde vienen y quienes son? Ni me conocen ni los conozco. Por la derecha y remontado en todo lo alto de la cumbre me va quedado la Piedra de los Agujeros. Un bonito peñón donde anidan las águilas y que siempre me llamó la atención pero que nunca toqué con mis manos. Por las cumbres de estas sierras nunca anduve. Por eso desde aquellos días me siguen pareciendo misteriosas, lejanas y llenas de secretos. Al fondo veo al pueblo sobre la ladera. Recostado como en aquellos días y sumido en sus sueños también para mí misteriosos. Por aquellos días y hoy también envidiaba y sigo envidiando a las personas que viven en este pueblo. Siempre los sentí mejores que yo. Igual me ha pasado con todos los habitantes tanto de los pueblos como de los cortijos de estas sierras. Todos sois mejores que yo y sin embargo ninguno ha llegado a ser amigo sincero mío. Por más que lo he querido y hasta lo he suplicado en más de una ocasión no logré la amistad sincera de nadie de estas sierras, de sus cortijos, de sus aldeas y de sus pueblos.

La otra fuente a la sombra de los pinos y esta sí tiene su chorrillo de agua. ¡Qué bonito es todo este rincón! Rozo ahora el recogido lugar por donde corría el arroyo y se despeñaba la cascada de aquellos juegos en las tardes y mañanas. Hay una acequia tallada en el tronco de un pico que cruzaba de un lado a otro de la cascada para conducir el agua a las tierras que debía regar. ¡Cuántas veces fuiste y viniste por este tronco de acequia! Te inventabas un juego y enredado entre sus brazos te ponías a hacer equilibrio por los bordes de la acequia tallada en este tronco de pino. Hoy no veo este tronco de pino. Estoy seguro que ya no está. Ha pasado tanto tiempo que no puede estar. Se tiene que haber podrido y seguro que la acequia también se ha roto. Ya no riega ninguna de las tierras que regó en aquellos tiempos porque estos rincones ahora son Parque Natural.

Más adelante del rincón de la cascada y también por la izquierda se aparta un ramal de carretera. Va al rincón del que por aquí llaman antiguo Seminario. Un edificio muy grande que construyeron en tiempos lejanos y que en los últimos años lo fueron adaptando hasta rematarlo en un lujo hotel. Por este ramal de pista me aparto y en unos metros ya estoy en los aparcamientos de este lujoso y amplio hotel. Dejo el coche junto a los otros coches lujosos que esta mañana hay aquí y mientras me dirijo a las puertas de este edificio miro y observo. Desde hace mucho tiempo me intrigó este rincón y el edificio que digo. Pero en aquellos días y los que siguieron no vine nunca por aquí. Era como si respetara algo muy privado y a la vez extraño. Al pasar hoy no he podido contenerme y aquí estoy.

Sé la historia no del edificio viejo sino la del hotel que de aquello construcción ha resultado. Una historia que se mezcla y enreda con las de otros edificios y hoteles dentro de este Parque Natural. Y las personas que protagonizan la leyenda de esta historia tienen mucho a sus espaldas. Una extraña fábula a la que dieron lugar ellos mismos y que ha dañado a muchas de las personas nativas de este Parque. No diré nada más porque creo que de mi parte no debo perder ni un minuto en los cuentos de estas personas. Me duelen porque no las encuentro correctas pero a mí no se me ha perdido nada en esto.

Entro al lujoso y nuevo hotel. Saludo y pido alguna información. Como me esperaba todo está enfocado para gente con mucho dinero. Dormir una noche aquí no está a mi alcance. No puedo yo gastarme el dinero que cuesta una habitación para una sola noche. Lo siento y doy las gracias. Salgo y me retiro. Observo que el edificio está levantado en un rincón muy bello. Quizá el rincón más bello de todas estas sierras. Le han construido amplios y buenos aparcamientos, campos de golf, piscina y hasta algunos espacios para que se lo pasen bien los niños. Han levantado un buen hotel y con mucho lujo en este rincón del Parque Natural.

Me pongo en marcha y por la misma carretera que he llegado regreso, al llegar a la que sube desde la Peña del olivar tuerzo para la izquierda y sigo remontando. A los parajes que ahora voy a recorrer siguiendo la carretera hasta la cumbre se le conocen con el nombre de la Umbría de los Talazos. Una extensa umbría tupida de pinares de la especie laricios que son los que tienen troncos recios, rectos y blancos. A pesar de aquellos “Talazos”, gran tala, quizás descontrolada y por eso a lo bruto, en la hermosísima umbría crecen ejemplares de pinos muy bellos. Por aquí la carretera asciende mucho más llana y va cortando la curva de nivel de los mil trescientos metros hasta llegar a los mil cuatrocientos y algo más.

En poco rato corono a la cumbre. Por aquí la carretera se endereza un poco y lo hace justo cuando ya se torna llana y se mete por entre un espeso y recio pinar de pinos laricios. Es muy bello este rincón. Desde el primer día que lo vi me gustó por la belleza de sus pinos, las tierras que lo conforman, las sombras que proyectan estos pinos, los amplios horizontes que desde aquí se abren y otros mil matices que me llegan a alma y no sé que nombre tienen. Recorro despacio el trozo de carretera que corona y vuelca y al girar para la derecha y comenzar a bajar por la que ahora es vertiente del río Tus y terrenos próximos a las Acebeas, por la izquierda se me queda un carril de tierra. Lo recuerdo. Es el carril que baja a la serrería del río Tus y que recorrí y recogí en mi libro “Desde Segura de la Sierra el pueblo de la Cumbre”. ¡Qué tiempos aquellos y con cuanto sentimiento los revivo en estos momentos!

Ya por aquellos días vivía la angustia del destierro que presentía y que se confirmó tan solo unos años más tarde. Y tengo que decirlo: a lo largo de todos los días que tuve la suerte de pisar estas sierras sentí vivamente la angustia del destierro. Lo temía en todo momento y especialmente al terminar el curso. Y un día, tal como lo había presentido el destierro se confirmó. Se hizo realidad y hoy, cuando escribo estas líneas, lo hago desde la cárcel de ese destierro. Muy lejos de las sierras que voy describiendo. La muerte y la angustia se me amontonan en la garganta y en el alma y no me deja vivir. No puedo vivir porque estoy viviendo una realidad que ni me pertenece ni amo. Lo siento de verás. Lo siento mucho.

Recién coronada la cumbre de la Umbría de los Talazos giro en la curva por donde a la derecha se aparta el carril de tierra que lleva a la Serrería del río Tus y al cortijo de Cardeña. Enfila la carretera hacia el rincón de las Acebeas y en cuento traza unas cuantas curvas muy cerradas se mete en un pequeño arroyuelo. Mas que arroyuelo es una amplia cañada donde empieza a fraguase el cortico arroyo del Tambor, afluente del arroyo Andrés y éste a su vez a fluente del arroyo del Tejuelo y del río Tus por la cascada del Saltador o del Saltillo. Justo aquí mismo, donde la carretera cruza la vaguada de este incipiente arroyo del Tambor, por la derecha se aparta otro carril de tierra. Es un carril amplio y llano pero muy misterioso para mí. No lo conozco. No lo he recorrido nunca y hoy tampoco lo voy a hacer. A pesar de mis años recorriendo estas sierras todavía me quedan muchos rincones sin pisar, sin conocer, sin amar aunque esto último no sea cierto.

Pero de este carril sé que sube llaneando por las tierras de la cañada que viene dando forma al arroyuelo del Tambor y se asoma para el barranco de la Umbría de los Talazos y el arroyo de la Canalica que es el que he recorrido desde la Peña del Olivar hasta la cumbre. Este carril de tierra o pista forestal como también le llaman en estas sierras se asoma al barranco que he dicho y un poco antes de llegar a los Pozos de la Nieve tiene un bonito mirador sobre el barranco que atrás decía. Va este carril por el lado norte del monte de las Acebeas que tiene 1536 metros de alto y en su punto más elevado alcanza los 1620 metros. En cuanto pasa el lugar de los Pozos de la Nieve se viene para el lado de la derecha que es el lado del barranco y por donde sube la carretera y comienza a bajar hacia el Camping de la Canalica. Es el camping que construyeron por encima de la cascada de nuestros juegos en aquellas tardes y por eso le quitaron el agua tanto a la cascada como a la acequia que corría por el tronco del pinto y también a la fuente que hay junto a la carretera.

El que carril que vengo comentando en cuanto pasa los Pozos de la Nieve tuerce para la derecha y enseguida roza un rincón muy bello. Se le conoce con el bonito nombre de la Fresnedilla. Esta palabra hace referencia a un lugar donde crecen fresnos pero no en gran cantidad y por eso es Fresnedilla. En diminutivo y aclaro ahora también que este nombre se repite mucho a lo largo y ancho de estas sierras. Hasta donde yo sé estas son las veces que se repite: Dehesa de la Fresnedilla, cortijo de la Fresnedilla, La Fresnedilla, casa forestal de la Fresnedilla, arroyo de la Fresnedilla, Filos de la Fresnedilla, Fuente de la Fresnedilla, Barranco de la Fresnedilla, Senda de la Fresnedilla a los Hoyos de Muñoz. Y los puntos son por el nacimiento del río Aguasmulas, Sierra de las Villas, barranco de Roblehondo, por las Acebeas y otros lugares.

En mi recorrido de hoy por este concreto rincón de la sierra y mientras una vez más me empapo de lo que tanto amo y vitalmente necesito, mientras una vez más me despido a la vez que abrazo y saludo en este tan singular encuentro, ya dejo atrás el carril de tierra que venía diciendo. La carretera ahora se pone recta sobre las llanas tierras de la cañada que va dando forma al arroyo del Tambor y los hermosos pinos laricios me siguen saludando. Es muy hermoso este rincón. Por la izquierda me va quedando el surco del arroyo, las tierras llanas y un buen bosque de pinos aun no muy grandes. Por la derecha se empieza a estirar la ladera del lado norte de las cumbres de las Acebeas. Sobre 1200 metros es la altura por aquí.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 06 Abr 2013, 12:59

Podría hacer una autobiografía con las galguerías habituales en cada momento. Por ejemplo, cuando iba al instituto estaba siempre comiendo milhojas, poniéndome perdida la cara y la ropa de merengue y de azuquilla. Y de miguillas de hojaldre. En la carrera, en los últimos años, me hice adicto a las mallorquinas. De mi niñez en Linares recuerdo los palotes de Palín y los bimbollos, aunque yo era más de los dulces hechos en casa: la tarta e moka, los enredos, borrachuelos, roscos y demás. De mi infancia en Siles el colacao, esas sopas en leche con el colacao espolvoreado por encima haciendo costras, que eran lo que más me gustaba, que me comía en el cazo rojo. Y la quina santa catalina que me mandaba el médico para abrirme el apetito.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 14 Abr 2013, 00:59

Hay_sinla escribió:El día que Richard Nixon presentó su dimisión yo estaba oyendo la noticia en la radio en un cortijo en La Fresnedilla, una aldea de mi pueblo de cortijos más o menos dispersos. En el cortijo de una familia amiga (viven en la última casa de mi calle, a tres casas de la mía y hace años estuvieron trabajando en un par de cortijos cerca de Linares y muchos fines de semana íbamos a verlos), que no tenía más luz que la natural ni agua corriente, nos alojamos aquel verano mis padres, mis hermanas y yo, más la familia (dos chicos y una chica) del primer amigo que tuve cuando llegué a vivir al bloque donde está mi piso de Linares y tres mujeres más (dos señoras ancianas y la sobrina de una de ellas), también vecinas.
Hasta entonces nunca había comido huevos fritos, aquel verano descubrí que me gustaban de una manera: mi padre almorzaba en lo que vendría a ser el porche huevos fritos que se comía directamente en la sartén con sardinas saladas, o sardinas arenques, alguna vez me dio a probar una sopa de pan mojada en esos huevos y me encantó. Tardé más de siete años en volver a comer huevos fritos porque no era tan fácil que se repitieran esas condiciones.
Cerca del cortijo había una escuela abandonada y un poco más lejos un seminario que nunca se terminó de construir y que ahora es un hotel, una "residencia de tiempo libre".
Nos alumbrábamos con bombonas de camping gas que usábamos apenas para meternos en la cama, a la que nos íbamos cuando se hacía noche cerrada.
No tener agua corriente no era un problema (al menos para mí, que lo disfrutaba como un niño) porque estábamos rodeados de manantiales, de nacimientos de agua en los que llenábamos botijos y cántaras y decíamos : "el agua de esta fuente es más fresca, pero esta tiene mejor sabor, esta es más dulce,..."
Yo estaba muy orgulloso porque me estaba convirtiendo en un catador de agua y, sobre todo, porque mi padre me había nombrado responsable de los botijos y las cántaras. Me sentí bastante mal cuando el último día se me rompió uno de los cántaros que, inadvertidamente había dejado encima de una piedra, pero cuando esperaba una bronca y me sentía bastante mal por haber decepcionado a mi padre en el cumplimiento de mi responsabilidad, él le quitó importancia y me hizo ver que, a pesar de eso, lo había hecho muy bien.

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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 01 Oct 2013, 14:08

La vida. Una compañera con los padres muy mayores y enfermos, el viernes susto con su madre, ambulancia, uvi móvil, todo queda en un susto; otra compañera asustada porque a su madre le han visto algo sospechoso en el útero o en los ovarios y, de repente, a otra compañera se le ha muerto esta mañana la madre, que no tenía nada ni era muy mayor ni nada. Con todas llevo trabajando unos quince años.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 13 Oct 2013, 13:08

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Me encanta esta foto hecha por mi amigo Nino (Paulino Mendoza) de la gárgola del campanario de la iglesia de Siles.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 21 Oct 2013, 14:24

Fuera de mi casa mi primera maestra fue Doña Lola, que nos daba clase a los parvulitos en una escuela sólo para eso que estaba en la calle que entonces llamábamos del cuartel (la escuelita estaba justo enfrente del cuartel) y que ahora se llama de los hermanos Marín Martínez. Doña Lola pertenecía a una de las familias ricas del pueblo, de madereros, propietarios de una serrería (la que se ve en la foto al fondo del paseo), de muchas tierras y de una casa muy hermosa al final del paseo, al lado de la serrería. Las familias ricas fueron emparentando entre ellas y ahora están todas ligadas, más o menos.
Doña Lola nunca se casó, se rumoreaba que prefería a las mujeres y que realmente la mujer con la que vivía, no recuerdo con qué pretexto público, era su "novia", era una muy buena mujer y maestra. Hubo una época, en el final de mi adolescencia en que a mi me dio por perorar hilando ideas de forma más o menos descabellada y más o menos brillante y, como nos juntábamos por la noche junto a su verja, ella me escuchaba. Lo supe porque un día ella se lo comentó a mi madre. Ella ya murió, la que vive todavía (la saludé hace un par de años) es la que fue mi siguiente profesora, doña Cande, que fue mi única otra maestra en Siles, en primero, ya en la escuela oficial, la Santa Teresa de Jesús. Solía quedarme en los recreos junto a ella, cogido de su mano. Antes de irnos a Linares solo estudié unos meses en una escuela de Cardeña.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 05 Nov 2013, 14:40

La puerta principal está en el suroeste, ahí dan las ventanas de los dormitorios, más al oeste que al sur. La puerta de la cochera está en el noroeste, bastante hacia el norte. La ventana del pasillo da al norte, como las ventanas de los baños (buenos, estas dan más bien al noroeste, igual que una de las ventanas del comedor) La otra ventana del comedor da al noreste. La puerta de atrás y la ventana pequeña de la cocina dan al este. La ventana del trastero da al suroeste, muy al oeste.

La ventana grande de la cocina da al sureste, más al este que al sur, mientras que las dos ventanas del salón dan más al sur (una al sureste y la otra al sur).
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 28 Nov 2013, 19:43

Siles está llena de manantiales, de arroyos, de fuentes, de agua en general. Y tiene unos cuantos ríos. Ya hablé del Guadalimar, el río Grande. Y a lo mejor también del río o arroyo de los Molinos, que hace siglos se llamó río Siles y en cuyas aguas me he bañado infinidad de veces, sobre todo en lo que se conoce como la Peña del Olivar. Íbamos cada tarde y alguna mañana toda la panda andando desde el pueblo (son un par de kilómetros) a darnos un baño en sus aguas cristalinas y heladas y cada tarde noche la familia a darnos otro baño con el agua ya bastante templada a esas horas.
No recuerdo haberme bañado nunca en el Guarrizas, pero sí que es el río de la vega (de adulto he aprendido que se llama la vega de Castrobayona), donde mi abuelo tenía unas tierras de difícil acceso y que tenía que ser cultivadas a mano, al principio porque no había máquinas y luego porque el terreno era demasiado escarpado para ellas. Mi padre siempre contaba que toda su familia (eran nueve hermanos) comieron siempre de ese terrenillo, que era muy fértil. Ahora ya no pertenece a la familia y yo solo lo conocí cuando un día mi tío Juan José (el único de los hermanos varones de mi padre que se dedicó a la tierra) nos dijo a mi prima y a mí que si nos apetecía acompañarlo a la vega y nosotros le dijimos alegremente que sí porque entendimos que hablaba de la era. La era estaba enfrente del huerto al que solíamos acompañarlo y era un paseíto desde su casa, pero la vega estaba mucho más lejos para nosotros, que tendríamos 10 o 12 años entonces. Y por allí andábamos nosotros, derrengados, muertos de calor y de hambre hasta que empezamos a comer moras y otras frutillas que íbamos encontrando por ahí y que nos calmaron un poco el hambre.
Ya va tomando el camino su arambol.
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Hay_sinla
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 21 Dic 2013, 12:55

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En este río aprendí a nadar y dejé de necesitar el flotador (uno de esos flotadores negros que eran la cámara de una rueda). El río Rumblar a su paso por las cercanías de Zocueca. Por cierto, acabo de enterarme de que Zocueca pertenece a Guarromán, cuando siempre he pensado que pertenecía a Bailén.
Al final de la tarde mi padre sumergía un cesto de mimbre con trazas de pan y lo sacaba lleno de tortugas. Nos llevábamos una de mascota que desaparecía al poco.
Ya va tomando el camino su arambol.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 06 Ene 2014, 12:04

Al piso en la carretera de Bailén (hoy Áurea Galindo) pertenece mi recuerdo más intenso como niño ilusionado con los Reyes Magos. Fue allí donde me levanté de madrugada (ya se sabe que esa noche uno tiene el sueño muy ligero) y me encontré en medio del comedor el futbolín que me habían traído los Reyes. Enormísimos mi pasmo y mi alegría. Eso debió de ser en el 71.
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Re: Granada 74

por Hay_sinla » 12 Ene 2014, 11:50

Salíamos de viaje bien tempranito, de madrugada. Yo tenía a gala levantarme enseguida, en cuanto me llamaba mi padre. Al poco, parábamos en alguna parte y mi padre me pedía un vaso de leche que siempre estaba bien caliente, un poco más caliente de lo que me habría gustado y que me iba tomando poco a poco, abrasándome levemente al final porque ya teníamos que irnos. Leche caliente blanca, solo con azúcar, sin colacao ni nada de eso. De vez en cuando me preparo un vaso así porque me recuerda esos momentos.
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