Corría el mes de Septiembre del año 1957 cuando en la calurosa noche granadina, las emisoras de radio, tanto las oficiales como las de los radiaficionados, parecieron enloquecer: El niño Juanito se moría por falta de un medicamento que en España no se encontraba.
Un póker de ases, arropados por infinidad de granadinos, saltó a la palestra dispuestos a todo.
Transcribimos de la Edición del Diario “Patria” del 3 de Septiembre de 1957, que con grandes titulares, anunciaba:
LA VIDA DEL NIÑO JUANITO DEL PINO PÉREZ, EN PELIGRO.
EL SEÑOR MARTINEZ CALISALVO DIO LA VOZ DE ALARMA, EN EL MUNDO.
LA EMISORA SINDICAL REALIZO EL LLAMAMIENTO DE SOCORRO.
DON JUAN ESPADAFOR, EN SU AVIONETA, TRAJO LOS MEDICAMENTOS DESDE TÁNGER.
INTERVENCIÓN DE LOS DOCTORES LOPEZ FONT, PÉREZ OLIVARES, TERCEDOR Y OSUNA.
De nuevo salió la petición para los radioaficionados. Esta vez intervinieron dos: el doctor don Eduardo López Font, a través de su emisora EA7- DE, quien llamó a Italia, Francia y Norteamérica, y el señor Martínez Calisalvo, con su EA7-1E, que repetía sus llamadas hacia Tánger y Melilla principalmente.
RESULTADOS
Las contestaciones no se hicieron esperar. Poco a poco todas las emisoras de aficionados, que tantos y tantos servicios han prestado, prestan y prestarán a la humanidad, fueron dejando la banda libre; sus conversaciones particulares quedaron a un lado para dar paso a la unánime noticia: Hay que salvar la vida de un chico granadino. Hace falta “Sarcomycin”... Y así, horas y horas, transmitiendo todos en red.
A las doce de la noche un joven deportista granadino, muy conocido en nuestra ciudad, se presentó en la emisora. Era don Juan Espadafor Caba, piloto civil, quien se ofreció a ir con su aparato hasta donde fuese preciso para traer el medicamento, sin reparar en gastos.
Igualmente, llegaron ofrecimientos de otros señores que pusieron a disposición de la Emisora Sindical sus coches para lo que hiciese falta.
La madre del chico, Trinidad Pérez Muñoz, vendedora ambulante de quincalla, que durante todas estas horas había permanecido en la emisora, lloraba de agradecimiento y emoción al comprobar como poco a poco Iban llegando noticias esperanzadoras, y al ver el generoso desprendimiento de los granadinos y de esa familia invisible de la radio y, especialmente, de los radioaficionados de todo el mundo.
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