por abeconsa »
29 Abr 2010, 09:26
merece la pena creo, transcribir el magnifico reportaje:
La impredecible criminalidad del Annapurna
La "Diosa de las cosechas" o la "abundancia" es el mas asesino de los ochomiles. Lo que opinan quienes han tenido que sufrirla y volvieron para contarlo. -
DIC
18
2009
El Annapurna en realidad es un macizo que tiene no menos de 55 kilómetros de longitud, localizado en la Cordillera del Himalaya en Nepal. Está compuesto por seis picos principales que son el Annapurna I (8091m), el Annapurna II (7937m), el Annapurna III (7555m), el Annapurna IV (7525m), el Gangapurna (7455m) y el Annapurna Sur (7219m). Paradógicamente fue el primero de los ochomiles en ser conquistado, el 3 de Junio de 1950.
Impactante vista del Macizo del Annapurna. En el extremo izquierdo el Annapurna I con sus 8.091m, la décima montaña mas alta del planeta.
Ahora bien, pareciera ser una montaña mas, claro, vista desde abajo, el tema viene cuando te decides a encararla. El Annapurna cuenta con una tasa de mortalidad próxima al 40%. ¿Qué significa ello? Bien, que para 10 personas que lo conquistan, hay 4 que no regresan.
Pero veamos que dicen quienes realmente conocen de todo esto, como Alberto Iñurrategui poseedor de su 14x8000: “Es una montaña con una estructura muy compleja, con glaciares y paredes muy verticales. Por la ruta convencional ya es difícil y peligroso y por las demás es más sencillo, pero encierra otros riesgos difíciles de controlar. Pero no sólo sus características geográficas dificultan el trabajo, sino que el viento te puede llevar a 90 grados bajo cero y no tienes protección, a menos que puedas dirigirte hacia la cara norte”.
Vemos entonces que la posición geográfica del Annapurna empieza a jugar un papel preponderante en su índice de criminalidad.
Ahora leamos lo que dijo Edurne Pasaban, allá por 2007 en su fallido intento al Annapurna, es un relato que nos da una idea mucho mas precisa acerca del monstruo que estamos analizando:
"Ya sabía antes de venir al Annapurna que no iba ser nada fácil. Las cifras de accidentes y los amigos que he perdido aquí imponen mucho respeto, y la sola visión de esa masa monstruosa de hielo y piedras impresiona por sí sola. Pero cómo siempre, cuándo empezamos a trabajar y a equipar la ruta, las preocupaciones se tornan más immediatas: la comida, la bebida, el material, las cuerdas... hasta que llega el momento del ataque a cumbre, la hora de la verdad. Antes de ayer me encontraba en el Campo 3 a 6.500 m. con Iván, Fernando, Andrew, Asier, Horia, Sergey e Iñaki. El serac que estaba por encima de ese campo no era lo que esperábamos ni mucho menos, y nos costó unas 8 horas superar 50 metros. Durante todo el día el serac fue desprendiendo cachos de hielo, y nosotros estábamos debajo. El temor era constante, y todo el día estuve oyendo el inconfundible rumor de las avalanchas que no cesan de caer a cada lado de esta inmensa pared."
El temor ante lo que se presenta. Edurne habla de Seracs, avalanchas, desprendimientos. Las avalanchas, un común denominador en la geografía del Annapurna para las que influye indudablemente las altas pendientes que podemos encontrar en esta montaña, esa "verticalidad" de la que habla Iñurategui. Un relieve propicio para la acumulación de nieve-hielo inestables que con el devenir de los dìas y las noches, crean esa sinfonía de sonidos y ruidos aterradores que interfieren constantemente en el sano juicio del montañista.
Pero sigamos escuchando a Edurne:
"Lentamente se fue superando ese tramo, pero el día iba pasando y poco a poco me iba desmoralizando. Para mi el serac era muy peligroso, no lo veía nada claro y mi estómago empezaba a tensarse. En definitiva, tenía eso tan humano pero que salva tantas vidas: el miedo. Por otro lado también pensaba en el reto de los 14 ochomiles que me he planteado, naturalmente, y que el Annapurna significaría en este momento el “paso del Ecuador” de este proyecto, un gran salto adelante después del cual todo sería mucho más claro. Así que tenía que tomar una decisión muy difícil, en unas circunstancias y en un entorno muy complicado. Así que opté por lo que mi estómago me dictaba: me voy a bajar porque tengo miedo, me siento sola y éste no es ni el lugar ni el momento para que yo tenga eso, porque me estoy jugando la vida.".
Bien, el miedo, el gran salvador para muchos montañistas. Existen por supuesto montañas que infunden mas miedo que otras. El Annapurna pareciera estar entre las que mas. La montaña en general no admite errores, el Annapurna no los perdona.
Tenemos entonces ya sobre la mesa, las principales causas que dan el perfil criminal a esta montaña: Posición geográfica que recibe de lleno los vientos que vienen desde el océano a miles de kilómetros y que golpean de lleno en la cara sur del Annapurna. La verticalidad de la montaña que ofrece un caldo de cultivo óptimo para la acumulación de nieve e hielo y la posterior derivación en avalanchas. Estos son los principales factores que hacen del Annapurna la mas mortífera de las montañas con mas de ocho mil metros.
Entonces, el Annapurna no sólo parece el ochomil más peligroso. Lo es. con casi ochocientos metros menos que el Everest, hace que la conquista de su hermano mayor sea comparable a una travesía campestre al lado de sus propias exigencias. Presenta como dijimos, el mayor coeficiente mundial de muertes intentando su ascenso. Según los datos estadísticos, unos 55 alpinistas han perdido la vida allí, mientras que sólo 137 han conquistado su cumbre, lo que arroja un 40% de fallecimientos, casi el doble que el Nanga Parbat y el K2, que ya de por si son palabras mayores.
No es casualidad, que Juanito Oiarzabal y Alberto Iñurrategi dejaran el Annapurna como remate final de sus respectivas carreras hacia los 14 ochomiles. Lo mismo para Iñaki, que ya solo le quedaba un par de montañas cuando decidió encarar al Annapurna con el final ya conocido por todos. Seguimos, la propia Edurne Pasaban, hoy por hoy, finales de 2009, le quedan dos materias pendientes: una, que es una dura piedra en su zapato: el Shisha Pangma, la mas "pequeña" de las catorce pero esquiva para Edurne en cuatro oportunidades; y el Annapurna, algo mas que una piedra en su zapato, como ella misma dijo, el culpable de la pérdida de muchos de sus amigos.
Pero la cara norte, por el hecho de no estar expuesta a los vientos del sur no la hace mas accesible, allí reinan las avalanchas, bueno, por lo menos el viento no es protagonista. Tanto Iñurrategi como Iñaki Ochoa de Olza trataron de evitar la tradicional ruta norte, barrida por esas continuas avalanchas. Una de ellas, por ejemplo, se llevó en 2001 a Anatoli Bukreev, el auténtico referente himaláyico de Iñaki. Así, Alberto Iñurrategi se alzó en 2002 a la larguísima arista Este en compañía de Jean Christophe Lafaille (desaparecido un año después en el Makalu) y el zarautzarra Jon Beloki, que se dio la vuelta antes de la cima. Cabalgaron sobre esa interminable espina helada y regresaron a la vida con la cumbre en la mochila. Fueron cuatro días y tres noches de desconexión con el mundo.
Son estas entonces las razones. Claras, precisas que dan a una montaña el perfil macabro de perfecta asesina. Pero bueno, bien claro queda que ella no es la responsable, queda en cada uno el desafiarla o no, el detenerse a tiempo o no, el estar dispuesto a perder la vida o no. No es una montaña para la duda, lo es para la convicción, esa convicción que lleva a alcanzar la meta, o que también lleva a un desborde de confianza que la montaña puede capitalizar en su propio beneficio; recordemos que la montaña no gusta de ser conquistada, solamente permite hacerlo en determinadas condiciones, una suma de factores que intervienen como piezas de precisión y que llevan al objetivo final si son bien utilizadas. Por eso, para poder encarar el Annapurna, sería mas conveniente ser un experto en ajedrez, que un hábil montañista.
SI ME PROVOCAS, IGUAL TE GANO LA LIGA CARLITOS