Bueno aqui uno se tiene que descubrir,aqui dejo 2 JOYAS de 2 GRANDES de este magnifico deporte,el ex Running Back ESTELAR de los DALLAS COWBOYS y el mejor receptor de la historia,el ex Receptor de los San Francisco 49ers. LA HISTORIA VIVA DE LA NFL.
EMMITT SMITH
Corpulencia y rapidez son normalmente dos requisitos indispensables para cualquier running back con aspiraciones de llegar al football profesional. Con todo, hay jugadores que pese a no ser ni los más grandes ni los más rápidos gozan de un talento y una intuición que compensa cualquier carencia física. Y de qué manera. Si no que se lo pregunten al bueno de Jimmy Johnson. Al entrenador de los Dallas Cowboys le llovieron los reproches cuando en el draft de 1990 renunció a varios jugadores a cambio de Smith, pero Johnson, con el tiempo, respondió a esas críticas con un pragmatismo aplastante: “Todo el mundo me decía que Emmitt era demasiado lento y pequeño, pero lo único que sabía es que en cada vídeo que lo veía lograba un touchdown de 60, 70 u 80 yardas. Y para mi eso no estaba del todo mal”, dijo el genial pero controvertido Jimmy con fina ironía. De todos modos, lo que nadie podía esperar es que el eterno 22 de los Cowboys se convertiría en un fenómeno del football.
Emmitt Smith III nació el 15 de mayo de 1969 en Pensacola, una pequeña ciudad portuaria ubicada al oeste de Florida, en pleno Golfo de México, y por lo tanto mucho más cercana a Nueva Orleáns que a las grandes ciudades del Estado Soleado. Emmitt se crió en el seno de una familia numerosa muy humilde. Sus padres, Emmith Smith II y Mary Smith, tuvieron dos hijas, Marsha y Connie, y cuatro hijos. Emmitt es el mayor de los hermanos, con los que además de sangre, comparte inicial: Erik, Emory y Emil. Ninguno de los otros varones ha alcanzado la profesionalidad en el football pero Emory estuvo muy cerca en 1997, cuando llegó a estar a prueba como fullback precisamente en los Cowboys. De haberlo logrado, no hubiese sido la primera vez que dos hermanos están en el mismo equipo pero sí habría sido novedoso, a la vez que curioso, que ambos configuraran el juego de carrera vistiendo la misma equipación.
Sus primeras gestas las escribió en el equipo de football de la Escambia High School. Esta escuela un tanto conflictiva se benefició entre 1983 y '86 de los portentosos números que firmó Emmitt. Antes de su llegada, Escambia era un instituto con una clara tradición perdedora. De hecho, sólo una de las dieciocho temporadas que llevaba funcionando el equipo se saldó con balance positivo. Pero el habilidoso running back le dio la vuelta a la tortilla y mucho más. Los números hablan por sí solos. En los 52 partidos que disputó en el instituto logró 106 anotaciones y una media de 169 yardas por encuentro. Superó las 200 yardas en 17 ocasiones y sólo en cinco partidos se quedó por debajo de las 100. En definitiva, unas estadísticas tan asombrosas que evidentemente se tradujeron en títulos. Nadie resume mejor que Dwight Thomas, entrenador del equipo, lo que el escurridizo Smith supuso para el equipo: “Durante cuatro años sólo hicimos una cosa: dar el balón a Emmitt. No había ningún secreto. Todo el mundo sabía quien llevaría la pelota. Lo que no podían averiguar era cómo se lo daríamos.” Emmitt fue designado Jugador del Año por el diario USA Today y, por supuesto, todo esto no pasó desapercibido por muchas universidades.
A pesar de haber suscitado el interés de Auburn y Nebraska, Emmitt se decantó por la Universidad de Florida (UF) básicamente por la cercanía. La UF, la cuarta más grande de los Estados Unidos y que acoge a casi 50.000 estudiantes, es conocida por ser una de las de titularidad pública con mayor rendimiento escolar. Además de Smith, el histórico entrenador Steve Spurrier, ganador del Heismann en 1966, es el otro jugador de más relumbrón que ha pasado por esta universidad. De hecho, las vidas de Spurrier y Smith llegaron a cruzarse en Florida y no precisamente para bien. Sucedió durante los primeros meses del año 1990. Spurrier, entrenador con fama de arrogante, acababa de ser contratado para entrenar a los Gators cuando Emmitt, todavía con un año por jugar, empezaba a sopesar la posibilidad de declararse elegible para el draft. Tras una serie de conversaciones entre ambos, el running back se sintió despreciado por Spurrier y ante el temor de quedarse un año en blanco no le quedó más remedio que dar salto a la NFL.
Sea como fuere, Emmitt prosiguió con su buena línea en la universidad. Durante los tres años que pasó en Florida asentó multitud de récords, especialmente en el ´89, a la postre su último año. Entre sus actuaciones destacan las 224 yardas que logró ante Alabama en su primer partido como titular y las 316 que le endosó a New Mexico en uno de sus últimos encuentros en su alma máter. Las 1.599 yardas que se apuntó en su año júnior con una media estratosférica de 9.8 por intento le catapultaron a la condición de primera ronda del draft.
Dado el interés que Jimmy Johnson tenía en hacerse en sus servicios, Emmitt acabó recalando en los Dallas Cowboys, que lo escogieron en la decimoséptima posición de la primera ronda. Por entonces, el equipo tejano era un auténtico desastre. El año anterior registró un paupérrimo 1-15, siendo el peor equipo de la liga en el juego de carrera. Pero entre Smith, Troy Aikman, Michael Irvin y compañía se las arreglaron para invertir el proceso en muy poco tiempo. En tan sólo seis temporadas, Dallas pasó de ser una franquicia desahuciada a ganar tres Super Bowls y convertirse en uno de esos equipos cuyos aficionados recitan la alineación de memoria.
La lista de logros personales de Smith es interminable, pero como muestra basta con decir que ha ganado tres Super Bowls (y MVP en una de ellas), cuatro títulos de corredor del año, ha ido ocho veces a la Pro Bowl y fue designado MPV de la temporada del ´93. Y por supuesto, la guinda del pastel. El 27 de octubre de 2002, Emmitt arrebató al desaparecido Walter Payton el honor de ser el hombre con más yardas de carrera de la historia de la NFL tras superar las mágicas 16.726 que estableció el elegante corredor de los Chicago Bears años atrás.
Sin duda fue una hazaña muy emotiva. Emmitt siempre había idolatrado a Payton y a las pocas temporadas de llegar a la NFL iniciaron una estrecha amistad. La muerte de cáncer en 1999 de “Sweetness” (dulzura), apodo que Walter se ganó por su estilo preciosista en el campo, fue un duro revés para la estrella de los Cowboys, que se unió mucho a la familia de Payton. Además, pocos meses antes de alcanzar la proeza, Emmitt recibió el premio Spirit of Sweetness de la fundación contra el cáncer “Walter Payton”. Cuando tuvo el galardón en las manos no soportó la emoción y rompió a llorar. De ahí que fuera un acto tan conmovedor. Las palabras de Eddie Payton, hermano de Walter, así lo certificaban: “Seguro que ahora Walter está mirando desde el cielo con una sonrisa de oreja a oreja. Una vez me dijo que si alguien batía su récord esperaba que fuera Emmitt Smith, porque lo haría con la elegancia y la dignidad que ello representa”, dijo Eddie poco después de que se consumara la marca.
La del 2002 fue también la última temporada de Smith en los Cowboys. La ley del deporte es con frecuencia implacable. Cuando la mejor época es un mero recuerdo y los años ya pesan para jugar al máximo nivel, puedes empezar a hacer las maletas. No importa quién seas ni qué hayas hecho. Así las cosas, Emmitt se quedó momentáneamente sin equipo, pero tan sólo un mes después le llegó una oferta procedente de los Cardinals por dos años que aceptó encantado. Arizona es un equipo llamado a hacer buenas cosas pero que no acaba de arrancar. Con todo, Emmitt se ha adaptado bastante bien. El año pasado estuvo prácticamente inédito debido a una lesión, pero este ha sido titular en todos los partidos que ha disputado y parece que se va a quedar muy cerca de las 1.000 yardas y los diez touchdowns (lleva 868 y nueva a falta de una jornada). Además, hace pocas fechas volvió a superar a su querido Walter Payton en número de yardas desde la línea de scrimmage (21.497), colocándose así en segunda posición de esta clasificación tras el inalcanzable Jerry Rice (23.540). Esta temporada, Emmitt, además de lanzar el primer pase de touchdown de su carrera, también se convirtió en el primer jugador en superar las 18.000 yardas por vía terrestre.
Emmitt está casado desde el año 2000 con Patricia, antigua Miss Virginia y aspirante a Miss América, con la que ha tenido dos hijos: Skylar Elisabeth Smith y el continuador de la saga, Emmitt James Smith IV. Además, cada uno tiene una hija fruto de relaciones anteriores: Rheagen (de Emmitt) y Jasmin (de Pat). Smith, inmerso en el devenir de varias fundaciones e imagen de todo tipo de marcas, ya ha insinuado su intención de seguir cabalgando por los campos de la NFL por lo menos durante otra temporada. Cada yarda que gane será una traba más para los que pretendan batir su marca. Ya se sabe: los récords que resultan de la calidad y la longevidad son los más difíciles de superar.
5 cosas que quizás no sabías sobre Emmitt Smith
1. ¿Sabías que su esposa estuvo anteriormente casada con el actor y cómico Martin Lawrence?
2. ¿Sabías que el hijo del running back, Emmitt Smith Junior IV, nació como su padre en 15 de mayo?
3. ¿Sabías que el que pudo ser su entrenador, Steve Spurrier, es también conocido como Steve “Superior” (cuya pronunciación en inglés es muy parecida a Spurrier), que entre otras cosas significa soberbio?
4. ¿Sabías que Emmitt Smith forma parte del “Top Ten” de los deportistas más accesibles de Estados Unidos?
5. ¿Sabías que se está haciendo cargo económicamente de la educación universitaria de diecisiete estudiantes desfavorecidos?
JERRY RICE
Durante la dilatada historia de la NFL ha habido tantos jugadores de calidad que es sumamente difícil discernir cuál es el mejor de cada posición. En cuanto a corredores, el catálogo es tan amplio que es casi imposible llegar al acuerdo: Barry Sanders, Eric Dickerson, Walter Payton, Emmitt Smith… Los hay para todos los gustos. Por otra parte, aunque Joe Montana sea el que tenga más solera entre los quarterbacks no escasean los que defienden a capa y espada a los Marino, Staubach, Unitas, Namath y tantos otros. Sin embargo, pocos se atreven a discutir la supremacía de Jerry Rice en su disciplina. El consenso es casi unánime en cuanto a receptores se refiere. Y no sólo por su deslumbrante trayectoria repleta de récords y títulos. Rice también tiene eso que distingue a los buenos de los mejores: siempre aparece en los momentos decisivos.
Jerry Lee Rice nació el 13 de octubre de 1962 en Starkville (Mississippi) y se crió junto a sus siete hermanos en Crawford, localidad situada a escasos kilómetros de la primera. Crawford es un pueblecito de menos de 1.000 habitantes en el que Rice se movía como pez en el agua. En verano ayudaba a su padre, Joe Nathan, en la albañilería, y bajo el sol abrasador del Estado de la Magnolia fue donde el pequeño Jerry empezó a curtir sus manos capturando los ladrillos que sus hermanos le lanzaban.
Cuando no estaba en la escuela ni echando un cable a su padre, Rice ejercía su verdadera pasión: correr. Lo adoraba. Dadas las dimensiones del pueblo, exento de tráfico y otros peligros, siempre se desplazaba de un lado para otro al trote, desconocedor de que sus piernas le conducirían a un deporte que en un principio no le llamaba demasiado la atención. Curiosamente, fueron sus travesuras lo que le impulsaron definitivamente al football. Un día el director del instituto observó que Jerry estaba tramando alguna de sus trastadas. Al parecer, se quería escapar de la escuela entre clase y clase. Así fue como el director, sin que Rice se diera cuenta, fue por detrás con la intención de llamarle la atención y de paso darle un susto, pero el receptor se percató a tiempo y echó a correr como una exhalación por el pasillo. Su velocidad dejó estupefacto al principal responsable escolar. Tanta perplejidad le causó, que en vez de informar a los padres sobre las fechorías del muchacho se fue directo al entrenador del equipo de football del que Jerry pasaría a formar parte en un soplo. ¡Benditas travesuras!, dirán los aficionados de los 49ers.
En la B.L Moor High School, Jerry se convirtió en el mejor receptor de la conferencia. Además de football, también jugó de base en el equipo de baloncesto y tampoco se olvidó de las pistas de atletismo. Destacó como velocista en pruebas individuales y también fue un valioso miembro del equipo de relevos. Su periplo universitario lo pasó en la Mississippi Valley State (MSVU), cuyo equipo militaba a su llegada en la modesta Division II. Ahí fue donde “World”, apodado así en el college porque no había balón en el mundo que no pudiera atrapar, empezó a escribir junto al quarterback Willie “Satellite” Totten la etapa más gloriosa de esta humilde universidad ubicada en Itta Bena. Bajo la batuta del entrenador Archie “Gunslinger” Cooley, Rice y Totten se las arreglaron para subir a los Delta Devils a la Division I-AA, pese a estar sujetos a una poco ortodoxa “no-huddle offense”.
En “The Valley”, como comúnmente se conoce a MVSU, Rice estableció 18 récords de división y también asentó la marca NCAA de más recepciones en un partido, atrapando la exorbitante cifra de 24. La estrategia de su peculiar entrenador era muy clara: colocar tantos receptores como fuera necesario en un lado para dejar a Rice sólo en el otro. Coolie sabía perfectamente que en el uno contra uno no había quien le parara. Una evidencia que después ha podido constatar una lista interminable de cornerbacks de la NFL.
Su año sénior, en 1984, fue sin duda el más productivo tanto para él como para su equipo. Promedió diez recepciones por partidos y logró 1845 yardas, amén de 28 anotaciones. Rice se erigió, cómo no, en el principal baluarte de una ofensiva que esa temporada acabó con una asombrosa media de 59 puntos por partido. En sus cuatro años con los Delta Devils, “World” dejó tras de sí un bagaje de 4693 yardas, 51 touchdowns y su nombre escrito en las agendas de varios equipos de la NFL.
Pese a todo, también había ojeadores que recelaban del receptor por varios motivos. El primero de ellos era razonable: su procedencia. La Southwestern Athletic es una de esas conferencias catalogadas de bajo rango y, por lo tanto, los scouts siempre desconfían de los jugadores que destacan en estos grupos, no porque sean malos, sino por la debilidad de los equipos a los que se enfrentan. Además, paradójicamente, también había quien dudaba de su velocidad. ¡Habiendo sido sprinter!
De todas formas, su actuación en el Blue-Gray All Star Game echó por tierra el argumento de los que se escudaban en la fragilidad de su división. Este partido, celebrado hasta ahora el Día de Navidad, se organiza para lucimiento de jugadores de último año procedentes de todas las divisiones cuyos equipos no se han clasificado para ninguna Bowl. Algo así como una Pro Bowl para los que no hayan disputado playoffs. En este escaparate de lujo para ojeadores, Rice desplegó todo su arsenal de habilidades y se hizo con el MVP. Y por supuesto, además de ganarse un sitio en la primera ronda del draft, también acalló muchas bocas.
Como es de sobras sabido, Jerry Rice fue seleccionado por los San Francisco 49ers, que lo eligieron en el puesto 16 del draft, como también fueron 16 las temporadas que pasó en esta franquicia californiana. A pesar del éxito que ha alcanzado, sus inicios en la NFL fueron dubitativos. En los primeros partidos dejó caer balones que nunca antes se le habían escapado y eso sembró dudas. Según dice el receptor, esto fue debido a que “estaba más pendiente de las complicaciones de libro de jugadas que de explotar mis habilidades”. Sea como fuere, esa incertidumbre quedó disipada cuando a mediados de temporada logró diez recepciones para 241 yardas ante Los Angeles Rams. Éste fue el punto de inicio de su meteórica carrera.
Al año siguiente, en el 86, ya fue líder en yardas de recepción y en el 87 fue designado MVP de la liga tras recoger 23 pases en la end zone. En sólo tres temporadas, Rice ya había inscrito su nombre en la parte más alta de diversas clasificaciones pero eso no era suficiente. Faltaba lo más importante y sólo tuvo que esperar un par de años para lograrlo. La química que desarrolló desde el primer momento con Joe Montana les condujo por fin a la Super Bowl.
En el escenario por el que suspira todo jugador de NFL Rice no se amilanó. 215 yardas y un touchdown dan fe de ello (además fue MVP), a la vez que fueron decisivas para derrotar a los Cincinatti Bengals por 20-16 en la final que será recordada por el fenomenal drive dirigido al final por Montana. La temporada siguiente San Francisco hizo de nuevo acto de presencia en la gran cita y Rice volvió a ser uno de los puntales. Gracias a las 148 yardas y tres anotaciones que logró, los 49ers pasaron por encima de los Denver Broncos, con un desafortunadísimo John Elway, a los que arrollaron por 55-10. Su última Super Bowl victoriosa se la adjudicó en la temporada 94-95. Con Steve Young ya de lanzador (que hizo una actuación soberbia con seis pases de touchdown), el receptor firmó unos números prácticamente calcados a los de la anterior final: 149 yardas y otras tres anotaciones.
La única Super Bowl de la que no ha salido vencedor la disputó hace dos años en las filas de los Oakland Riders, equipo al que llegó en el 2001 debido a los problemas que San Francisco tuvo con el límite salarial. En la humillante derrota (48-21) que sufrieron ante los Tampa Bay Buccaneers Rice fue uno de los pocos que se salvó de la quema, con 77 yardas y un touchdown. Sus dos primeras campañas con el equipo de la bahía fueron incluso más productivas que las últimas jugadas con los 49ers, pero a partir de ahí su participación empezó a disminuir. La temporada pasada sus números bajaron y si no hubiera sido por su traspaso a los Seattle Seahawks mediado el presente curso casi se hubiera quedado inédito. Era tan poco utilizado en los Raiders que incluso hicieron que se truncara su récord de partidos consecutivos logrando al menos una recepción, que se detuvo en 274. Su aportación en los Seahawks tampoco está siendo determinante, pero ahora que llegan los playoffs puede que el entrenador, Mike Holmgren, haga uso de su experiencia y carácter ganador en estos partidos en los que no hay mañana.
Recopilar su historial de récords sería una tarea que volvería loco al más paciente de los estadistas. En cualquier caso, entre sus innumerables logros destacan sus repetidas presencias en la Pro Bowl y ser líder de todos los tiempos en recepciones, yardas y touchdowns. De hecho, Jerry es el único jugador que ha sobrepasado las 200 anotaciones (207, diez de ellas de carrera). Casi nada. Sin embargo, parece que este padre de tres hijos (Jaqui Bonet, Jerry Jr. y Jada Simone) nunca tiene suficiente y a sus 42 años dice que quiere seguir mejorando en determinados aspectos del juego. Cosas así sólo las puede decir un obseso del football, como él mismo se ha autodefinido.
No hay duda que este futuro miembro del Hall of Fame tiene las manos bendecidas para recibir balones, ladrillos o lo que sea. Por eso su entrenador en la universidad decía que Jerry Rice es “el único jugador que podría atrapar fácilmente un balón imposible en la más negra de las noches”.
5 cosas que quizás no sabías sobre Jerry Rice
1. Sabías que el estadio de football de su universidad se llama ahora Rice-Totten Stadium?
2. Sabías que fue seleccionado en el número 1 del draft de la ya extinta USFL por los Birmingham Stallions?
3. Sabías que en veinte temporadas sólo ha sufrido 17 fumbles?
4. Sabías que Eric Rice, su sobrino, fue tight end de los “Ole Miss Rebels” de Mississippi y que como su tío llevaba el dorsal 80?
5. Sabías que Steve Largent permitió a los Seahawks que activaran de nuevo su número retirado, el 80, para que Jerry Rice pudiera lucirlo?
Son 2 grandes de este deporte,quien no recuerda a esos Cowboys de mitad de la decada 90 con Emmitt a la cabeza y a esos 49ers de JOE MONTANA y un tal Jerry Rice,recibiendo pases y pases para tochdowns...aquello era increible...