Aqui dejo 3 comentarios más de 3 Quarterbacks TOM BRADY,DONOVAN McNABB y MICHAEL VICK 3 QB bastanta diferentes,el primero en situaciones limite es el mejor de la liga,el segundo es uno de los mas completos,el tercero es un QB atípico.
Son largas,vale,pero son muy interesantes para leer,no os pido que lo leais entero,teneis varias historias,leeros una y si os cansais volveis en otro rato,repito son muy interesantes para leer
TOM BRADY
La historia de Tom Brady es tan de ensueño que, a su lado, la de Cenicienta casi parece una horrible pesadilla. Elegido en el puesto 199 del draft, Brady ha pasado en menos de tres años del anonimato deportivo a colocar su nombre al lado de los históricos del football. Y de no comerse un rosco, a copar la lista de los solteros más codiciados de Estados Unidos. Ahora, sin embargo, parece ser que la actriz Bridget Moynahan, una de las explosivas camareras de El Bar Coyote, podría poner fin a los días de soltería del quarterback. Eso sí, que su idilio con la Super Bowl roza el desenfreno es algo que ni el más cupido-escéptico se atreve a poner en duda.
Tom Brady nació el 3 de agosto de 1977 en San Mateo, una ciudad del litoral californiano de casi 100.000 habitantes ubicada entre San Francisco y San José. La casa de Tom siempre ha respirado deporte por los cuatro costados. Sus tres hermanas, Mauree, Julie y Nancy, todas mayores que él, eran deportistas, y sus padres, Tom Sr. y Galynn, son desde siempre grandes aficionados de los San Francisco 49ers. Curiosamente, el amor de sus progenitores no nació del deporte sino que surgió a muchos pies de altura. Su padre, hombre de negocios, se veía obligado a coger regularmente el avión y Gallyn era una bella azafata de vuelo que incluso fue la imagen de algunos anuncios de la Northwest Orient Airlines…
Como sus padres, Brady también se enamoró de los 49ers. Se enganchó justo cuando empezaba la época dorada del equipo, a principios de los '80, así que se empapó de victoria desde que era un bebé. Uno de los primeros partidos que presenció fue la final de la Conferencia Nacional entre los 49ers y los Dallas Cowboys, en la temporada 81-82, enfrentamiento que a la postre dio a San Francisco su primer billete para la Super Bowl. Brady, que contaba sólo con cuatro añitos, se pasó la primera parte del encuentro entre sollozos porque sus padres no le compraron una de esas inmensas manos de goma espuma con el dedo índice erguido, pero en el segundo tiempo dejó de berrear para prestar un poco de atención al partido. Entonces vio a Joe Montana. Como es lógico, la dinámica del juego se le escapaba, pero sí que le llamó la atención ese lanzador menudito que levantaba tantas ovaciones. Seguro que incluso a Montana se le habría agarrotado el brazo de haber sabido que en Candlestick Park había un renacuajo que no levantaba dos palmos del suelo y que disputaría tres Super Bowls en sus cuatro primeras temporadas como titular en la NFL.
Brady se empezó a tomar en serio el football en su año freshman en Junipero Serra, un instituto católico sólo para chicos por el que también pasaron otras leyendas del deporte como Lynn Swann o el mismísimo Barry Bonds, estrella del béisbol. De Brady siempre se ha dicho que no era demasiado talentoso cuando era pequeño, pero que su sacrificio y ética de trabajo compensaba de largo cualquier carencia además de deleitar a sus entrenadores. Por otra parte, en el instituto compaginó el football con el baseball y, por lo visto, de catcher no lo hacía nada mal. De hecho, los Montreal Expos lo eligieron en el draft de la MLB de 1995, pero el quarterback hizo caso omiso por razones de peso. Aparte de haber sido seleccionado en una ronda altísima (18ª), Brady tuvo un último año espectacular en el equipo de football de Junipero Serra y se ganó el reconocimiento de diversas publicaciones deportivas. Llegado el momento de dar el paso a la universidad, su padre, acaudalado él, se gastó nada más y nada menos que 2.000 dólares para promocionar a su hijo mediante 55 cintas de vídeo que distribuyó por universidades de todo el país. Finalmente, sea por la vía que fuera, el hecho es que varios centros, la mayoría del estado de California, se interesaron en él, pero Brady decidió cruzar todo el país para enrolarse en los Wolverines de Michigan, ya que era una escuela bastante más prestigiosa que el resto de candidatas.
Sin duda, este devorador compulsivo de aros de cebolla merece un monumento a la paciencia por lo que tuvo que pasar en la universidad ubicada en Ann Arbor. Siempre a la sombra de Brian Griese, quarterback de los Tampa Bay Buccaneers, Tom consumió, no una ni dos, sino tres temporadas animando desde la banda a los Wolverines. Muchos, por no decir todos, habrían tirado la toalla. Bien es cierto que hubo momentos en los que pensó en cambiar de universidad en busca de oportunidades, pero su entereza tuvo premio. En 1998, tras graduarse Griese, el quarterback accedió finalmente a la titularidad y sus primeras experiencias fueron como para volver a cobijarse en el banquillo. Tras perder sus dos primeros partidos, la afición y sus compañeros dudaron de las capacidades de su nuevo líder, más aún tras los éxitos logrados por Griese, pero Brady, una vez más, no se amedrentó y remontó el vuelo. También es de recibo decir que todo lo que antes le había denegado su entrenador, Lloyd Carr, entonces se lo compensó dándole toda su confianza. A partir de ese instante, el californiano se soltó y acabó la temporada llevando a los Wolverines a una gran victoria ante Arkansas en la Citrus Bowl por 45-31. Además, Brady se apuntó ese año quince envíos de touchdown y 2.636 yardas, segunda marca de la historia de la universidad sólo superada por Jim Harbaugh en 1986.
Brady se ganó de tal manera el respeto de sus compañeros que a final de la campaña fue votado nuevo capitán del equipo. Parecía que llegaba la época de recoger los frutos, pero el destino, siempre caprichoso, le deparaba aún más trabas y estas tenían nombre y apellidos: Drew Henson. El hoy lanzador de los Dallas Cowboys era considerado un súper clase en la universidad y, tras pasar un año de suplente de Brady, hubo quien creyó que su talento no se podía desaprovechar otra temporada. Al entrenador también le entraron las dudas. Brady no daba crédito a lo que le sucedía. Después de tanto esperar y viniendo de un año tan brillante, no sabía si podría soportar volver al banquillo. Finalmente, Carr optó por una decisión salomónica y decidió que ambos quarterbacks se repartieran el tiempo en el terreno de juego. A Brady no le hizo demasiada gracia pero, fiel a su filosofía, se mordió la lengua y dejó que sus actuaciones respondieran por él.
A Carr tampoco le llevó mucho tiempo darse cuenta de su error. Tras ver como Brady acechaba cada partido las 300 yardas sin dirigir todas las jugadas, Carr se redimió dándole al César lo que era del César. Brady tuvo un final de año fantástico que acabó con cuatro victorias consecutivas que le merecieron un billete para la Orange Bowl. En este partido que se disputa en Miami, el quarterback de los Patriots puso el colofón perfecto a una breve pero intensa etapa universitaria. Brady sumó en la Orange Bowl 369 yardas y cuatro touchdowns, y visto desde ahora su final de partido fue evocador. Tom condujo con maestría el último drive que culminó con un lanzamiennto de touchdown de 25 yardas , su último pase como universitario, que dio la victoria a los Wolverines por un apretadísimo 35-34.
Dada su corta trayectoria en el collage, obviamente no esperaba estar entre las primeras elecciones del draft, pero su decepción fue tremenda cuando su nombre no apareció hasta la sexta ronda, concretamente en el puesto número 199. Pero al hecho, pecho. Brady fue el cuarto quarterback de New England en el 2000, año en que los Patriots registraron un decepcionante 5-11, pero al año siguiente Bill Bellichick ya lo había ascendido a segundo de a bordo. Sólo Drew Bledsoe le tapaba el paso. La temporada de 2001 se presentaba con renovadas ilusiones entre los aficionados de Foxboro. La llegada de Mike Vrabel, Roman Phifer y Richard Seymour lavó la cara a la defensa, y con Antowain Smith en el backfield, el potencial ofensivo también se incrementaba. Sin embargo, el golpazo que le arreó un linebacker de los Jets a Bledsoe en la segunda jornada parecía enviar al traste una nueva temporada. El brutal impacto le causó a Bledsoe un derrame en el pecho que pudo haberle costado mucho más que la titularidad.
Así pues, la titularidad que Brady no consiguió en tres años en Michigan, se la encontró de repente en sólo uno y en un equipo de la NFL. Entonces se conformaba con ser un digno sustituto de Bledsoe y ahora resulta que ganaría de calle la alcaldía de Boston si se presentara. Empezaba a forjarse la leyenda de “California Cool”, como le ha bautizado su polivalente compañero, Troy Brown.
Brady tomó las riendas del equipo con 0-2 de balance y New England acabó ganando la División Este de la AFC. La primera en la frente. Para entonces, Bledsoe se había recuperado pero el nuevo quarterback ya era intocable. Tras ahorrarse la ronda de wildcards, los Patriots derrotaron con muchísimos apuros a los Oakland Raiders en la prórroga, por 16-13. El siguiente escollo fueron los Steelers, y en Pittsburgh se escribió un nuevo episodio de la dantesca temporada de los de Massachussets. En esa ocasión, Brady se lesionó en el segundo cuarto y fue Bledsoe el que tuvo que acabar la faena. Por entonces, la relación entre los dos quarterbacks era más gélida que Foxboro en enero. Sobretodo por parte de Bledsoe, que no digirió muy bien su inesperada suplencia. Brady, mientras tanto, más feliz que unas pascuas. Y eso que proporcionalmente cobraba en una temporada (300.000 dólares) la mitad que Bledsoe en un solo partido (600.000$).
Así las cosas, tras saberse que el lanzador revelación estaría disponible para la Super Bowl , todas las miradas se giraron hacia Bellicick. Pero el veterano coach, conocedor de que el vestuario estaba con Brady, no titubeó y se puso del lado de la mayoría. Tan sólo les quedaba un obstáculo. Pero, menudo uno. Los St. Louis Rams se habían paseado durante toda la temporada pero, en contra de todos los pronósticos y en la que se considera una de las mayores debacles de la historia de la NFL , los Patriots de Brady se llevaron el gato al agua. Gracias a un field goal de Adam Vinatiere en los últimos segundos ganaron 20-17. En poco más de tres años, Brady pasó de la suplencia en Michigan a ganar la Super Bowl de titular. Y encima como MVP.
La temporada siguiente, los Patriots acusaron la resaca del inesperado campeonato, y cuando reaccionaron ya fue demasiado tarde. Balance de 9-7 y fuera de playoffs. Sin embargo, al menos quedaba el buen sabor de boca que dejaron las nuevas adquisiciones: Christian Fauria y el veloz receptor Deion Branch. La temporada pasada, parece que molestos por lo sucedido, los Patriots ejercieron un dominio insultante que sólo discutieron unos contestones Carolina Panthers precisamente en la Super Bowl. Pero ni por esas. Al César lo que es del César. Otro field goal ganador de Vinatieri cuando quedaba un suspiro y segunda Super Bowl en tres campañas para los Patriots.
En este ejercicio, con el flamante fichaje del running back Corey Dillon, los Pats han prolongado su señorío hasta que los Steelers truncaron la racha de 21 victorias consecutivas, récord de la NFL. Sin problemas. Tropiezan de nuevo ante Miami y suenan las primeras alarmas. Pero llega la postemporada y se acabaron los juegos de niños. Aplastan en casa al mejor ataque de la liga (Indianápolis) y arrasan a Pittsburgh en el Heinz Field, estadio imbatido en esta temporada hasta entonces. Visto así, podría parecer que antes que dé inicio el partido del 6 de febrero en Jacksonville, los Eagles vayan a hacerles el paseíllo. Pero aunque los Patriots pensarán que no hay dos sin tres, más le vale a los de Brady no confiarse. Quizás los Rams de Warner les podrían contar alguna batallita al respecto.
5 cosas que quizás no sabías sobre Tom Brady
¿Sabías que lleva el dorsal 12 porque su madre le dijo que lo habían lucido grandes jugadores, pero que a él le habría gustado llevar el 8?
¿Sabías que Tom y su padre tienen un pacto por el que cada año se escapan una semana para jugar a golf?
¿Sabías que cuando era pequeño uno de sus ídolos en baseball, Chili Davis, le denegó un autógrafo y eso le marcó tanto que se ha propuesto no darle ese disgusto a ningún niño?
¿Sabías que una vez rellenó de tinte en polvo los calcetines de Drew Bledsoe, dejándole los pies de color púrpura durante tres semanas?
¿Sabías que en el 2001, año de su primera Super Bowl, fue el único jugador de la NFL que ganó menos dinero que su padre?
DONOVAN McNABB
Donovan McNabb es un tipo ilusionado que parece no perder nunca la esperanza. Una de sus tareas como líder de los Philadelphia Eagles es encargarse de que el resto de compañeros se impregnen de esa actitud. Y por lo visto, lo consigue. Sólo así puede explicarse que el equipo se reponga cada temporada tras perder tres veces consecutivamente la final de la Conferencia Nacional. Peor sería caer en la Super Bowl, pensarán. St. Louis, Tampa Bay y Carolina fueron los que le barraron el paso, y esta temporada Atlanta quiere ser el cuarto verdugo. Pero McNabb ya está más que harto de quedarse al filo de la cumbre y, con Terrell Owens o sin él, este quarterback con uno de los brazos más poderosos de la NFL quiere ganarse, de una vez por todas, el pasaporte para el partido en el que los flashes deslumbran y los corazones se aceleran.
Donovan Jamal McNabb nació el 25 de noviembre de 1976 en Chicago (Illinois). Dentro de la megalópolis que es Chicago, los McNabb tenían su hogar en el South Side. Esta área, residencia de un gran colectivo de ascendencia irlandesa, era un lugar bastante delicado en la ya de por sí conflictiva ciudad de Chicago, y por lo tanto un lugar difícil en el que crecer. Sus padres, Sam y Wilma, sabían que ese no era el mejor entorno que ofrecer a Donovan y a su hermano Sean, cuatro años mayor que él, y se pusieron manos a la obra para remediarlo.
Así fue como Sam, ingeniero en una compañía eléctrica, y Wilma, enfermera a jornada completa, empezaron a trabajar a destajo para salir del barrio, y cuando Donovan contaba con ocho años ya habían ahorrado lo suficiente para mudarse. Su nuevo destino fue el suburbio de Dolton, un lugar más alejado aún del downtown pero mucho más seguro que South Side. Sin embargo, allí también tuvieron que superar un duro escollo.
A principios de los '80, la convivencia interracial no era todavía un fenómeno asentado en todo Estados Unidos, sino lo contrario. De hecho, en determinados lugares era un proceso que se encontraba justo en los albores. Dolton era una de ellos. Prueba de esta difícil situación es que los McNabb fueron la primera familia negra en llegar a dicho barrio. Ante lo que consideraron una “intrusión”, sus vecinos no los recibieron precisamente con sabrosas y humeantes tartas de frambuesa sino más bien a tartazos, el equivalente a decir ventanas apedreadas y pintadas intimidatorias. Sin embargo, ante esta situación adversa, los McNabb impusieron la cordura y el tiempo normalizó el ambiente.
Donovan era un niño tremendamente abierto, desacomplejado, con el don de lograr ser siempre el centro de atención allá por donde pasara. Por todo esto se convirtió irremediablemente en el graciosillo de la clase. No obstante, estas cualidades no estaban tan bien vistas por los entrenadores como por sus colegas de travesuras. Todo lo contrario que su hermano. Corpulento y talentoso, Sean empezó siendo un fenómeno tanto en football como en baloncesto. Todo parecía indicar que si algún McNabb llegaba a la elite del deporte, ese sería él. Donovan, en cambio, siempre fue un poco más enclenque, y por eso su madre puso reparos cuando le pidió que le dejara apuntarse a la liga escolar de football. Viendo lo musculado que era Sean, Wilma temía que su hijo menor acabara hecho papilla por los rivales, pero los responsables del equipo de la escuela de Dolton la convencieron de lo contrario.
En 1990 ingresó en la Mount Carmel High School, un instituto católico que tuvo su época de mayor esplendor durante la década de los '40 y los '50, cuando se convirtió en el principal abastecedor de la universidad de Notre Dame. Para su entrada en la Mount Carmel, Donovan ya había pegado el estirón y, como su hermano, empezó a despuntar en football y baloncesto. De hecho, en el parqué compartió algunas temporadas con la estrella de los Dallas Mavericks, Antoine Walker. Juntos formaron uno de los mejores equipos de high school de Chicago, justo cuando Michael Jordan empezaba su reinado en la NBA.
En football le costó mucho más asentarse, porque el entrenador de Mount Carmel, Frank Lenti, no le puso de titular hasta su año junior (tercero de instituto). Visto lo visto, quizás se arrepintió de no haberle ofrecido antes la dirección del equipo. McNabb causó un gran impacto en 1992, tras liderar un ataque que promedió más de 35 puntos, la segunda media más alta de la dilatada historia del instituto Carmel. Además, la retaguardia del equipo también realizó un gran trabajo. Liderada por Simeon Rice, hoy defensive end de los Tampa Bay Buccaneers, la defensa se curtió a base perseguir al escurridizo Donovan McNabb en los entrenamientos, y por eso cuando se enfrentaban a quarterbacks inmóviles se hartaban de lograr sacks.
Tras su exitosa campaña, los ojeadores empezaron a prodigarse por las gradas en su último año. Y el quarterback no decepcionó. Tanto es así, que universidades de primer orden entraron en la puja. En principio, parecía que los Cornhuskers de Nebraska partían con ventaja sobre el resto y, por eso, su elección final de convertirse en un Orangemen de Syracuse sorprendió a muchos. Dos razones motivaron su decisión. La primera era que el entrenador de Syracuse, Paul Pasqualoni, le permitía compaginar el football con el equipo de baloncesto, uno de los mejores del país, dirigido por Jim Boeheim. La segunda tenía que ver con sus objetivos académicos. McNabb nunca ha escondido su deseo de convertirse algún día en comentarista deportivo y Syracuse le proporcionarían la formación idónea. Y es que esta universidad de Nueva York se precia de tener uno de los departamentos de comunicación más cualificados de Estados Unidos.
Los Orangemen son bastante más conocidos por su equipo de baloncesto que por el de football. Sin embargo, durante los cuatro años que el quarterback estuvo de titular (su primer año, como acostumbra a suceder, lo pasó en la banda sin ser elegible para jugar) el equipo de football se ganó a pulso su pedacito de protagonismo. Por otra parte, Donovan no disfrutó demasiado del parqué del Carrier Dome, ya que casi no entraba en los planes de Boeheim. Con todo, McNabb puede presumir de haber participado en la Final Four de 1995, en la que los Orangemen cayeron derrotados en el partido final a manos de los Kentucky Wildcats, liderados por (las vueltas que da la vida) Antoine Walker. El quarterback estuvo un par de temporadas más a las órdenes de Boeheim, pero viendo que estaba perdiendo el tiempo dejó el equipo en el último año para concentrarse sólo en el football.
En el césped, en cambio, las cosas se le dieron bastante mejor. Pese a que Syracuse no partía entre los favoritos para hacerse con el cetro la exigente Big East Conference, con McNabb de lanzador la acecharon durante sus dos primeros años. De hecho, en ambas temporadas llegaron al último partido dependiendo de sí mismos, pero sendas derrotas ante los Miami Hurricanes se lo impidieron.
En la primera cita, con Marvin Harrison de receptor estrella, llegaron al descanso por delante en el marcador, pero en el segundo tiempo se estamparon ante la defensa comandada por Ray Lewis y no anotaron un solo punto. En la segunda ocasión, ya sin el receptor de los Colts, el resultado fue más igualado (38-31). La derrota les supuso compartir el título divisional con los Hurricanes (ambos acabaron 9-3). Con todo, la Universidad de Syracuse sí disputó dos bowls de las que salió victoriosa con McNabb a la cabeza. En la primera, la Gator Bowl, vapulearon a Clemson por 41-0 y en el siguiente curso, en 1996, derrotaron a Houston 30-17 en la Liberty Bowl.
En cambio, durante los dos años siguientes, correspondientes a los de junior y senior de McNabb, esta tendencia se invirtió por completo. Por un lado, ganaron por partida doble la anhelada Big East tras batir otras tantas veces, esta vez sí, a unos Hurricanes que ya no contaban con la intimidadora presencia de Lewis. Aún y así, poco podría haber hecho el linebacker cuando los Orangemen humillaron a Miami por 66-13. Pero por otra parte, McNabb no pudo llevar a su equipo a disputar el partido por el título NCAA y, lo que es peor, perdieron las dos bowls que disputaron. En el 97 fue la Fiesta Bowl, ante Kansas State, y al año siguiente la Orange Bowl, contra los Florida Gators entrenados por Steve Spurrier (31-10).
Esta última derrota le apartó definitivamente del trofeo Heisman, otorgado al mejor jugador universitario para el cual partía como favorito a principios de año y en la que participaban otros aspirantes como Daunte Culpepper (Minnesota Vikings), Tim Couch y Ricky Williams, quien finalmente se llevó el gato al agua. A pesar de todo, McNabb tuvo un ciclo universitario muy productivo. Prueba de ello es que el de Chicago se convirtió en el primer jugador en ser elegido tres veces consecutivas Jugador del Año de la Big East, conferencia de la que también fue Rookie del Año en 1995.
Con un bagaje así, no extraña que figurara en todas las quinielas para estar en el Top 5 del draft. Finalmente, los Browns eligieron en el número 1 a Couch y los Eagles, a McNabb en segunda posición. La decisión trajo cola en Philadelphia, porque muchos fans , incluido el alcalde de la ciudad, Ed Rendell, iniciaron una campaña para que su equipo escogiera a Williams, el reciente ganador del Heisman. Sin embargo, el equipo de Pennsylavania necesitaba imperiosamente un quarterback y el head coach Andy Reid, que ya había tenido a sus órdenes a un histórico como Brett Favre, cuando era entrenador de quarterbacks de los Green Bay Packers, no dudó en elegir a McNabb.
A la vista de lo sucedido con Ricky Williams, los aficionados de Philadelphia estarán agradecidos con Reid. Y para darle la razón del todo, sólo les falta franquear los dos últimos obstáculos, sin duda los más difíciles: ganar la Conferencia Naciuonal y conquistar la Super Bowl. Experiencia en playoffs no les falta. En los cinco años que McNabb lleva como titular (en su temporada de rookie sólo jugó unos pocos partidos), Philadelphia no ha faltado nunca a la cita con la postemporada. Seguramente la derrota más dolorosa fue precisamente la del año pasado ante los Panthers. Aun partiendo como claros favoritos y con un Lincoln Financial Field lleno hasta la bandera, los Eagles perdieron 14-3, partido en el que McNabb cometió graves errores y encima tuvo que acabar abandonando el encuentro por lesión. Quizás este año, cuando más mermados están por las lesiones de Owens y el versátil running back , Correl Buckhalter, Philadelphia sea capaz de lograr al fin su objetivo. Por lo pronto, su cómoda victoria ante la poderosa ofensiva de los Minnesota Vikings de Culpepper y Moss fue como el mordisco del león que, aun herido, reclama sus opciones de reinar en la NFL.
5 cosas que quizás no sabías sobre Donovan McNabb
1. ¿Sabías que en el instituto era un fan del quarterback de Florida State, Charlie Ward, jugador que finalmente se profesionalizó en la NBA y que actualmente es el base de los Houston Rockets?
2. ¿Sabías que para McNabb los jugadores más espectaculares que ha habido en las últimas temporadas son Marshall Faulk y Randy Moss?
3. ¿Sabías que de pequeño soñaba con saludar a Michael Jordan y que cuando llegó el momento le dio tanta impresión que casi no terció palabra?
4. ¿Sabías que su madre le pagaba en el instituto diez dólares por cada touchdown que conseguía?
5. ¿Sabías que en su presentación como nuevo jugador de Philadelphia le regaló con picardía al alcalde Rendell una camiseta de los Eagles con su nombre detrás y el de Ricky Williams delante?
MICHAEL VICK
Michael Vick no está entre los 20 mejores quarterbacks de la liga ni en touchdowns , ni en yardas de pase, ni tampoco en rating . Ante tales estadísticas, para muchos es una locura que sea el jugador con el contrato más lucrativo de la liga, el que venda más camisetas o que sea el más mediático, pero seguro que por Atlanta no lo ven así. Esgrimirán que Culpepper o Favre han lanzado 200 pases más que él en la temporada, que no hay jugador en la liga tan vital para un equipo como él, y que nadie levanta a los espectadores de sus asientos como Vick lo hace con los muelles que tiene por piernas. Opiniones enfrentadas, pero los datos están ahí: en las dos temporadas que ha sido titular (de las cuatro que lleva en la liga), los Falcons han pasado a playoffs . En las otras dos, en cambio, se han quedado fuera. No hay duda de que Vick está hecho de otra pasta. Por eso, muchos analistas coinciden en que el sello personal de este súper atleta marcará una época.
Michael Dwayne Vick nació el 26 de junio de 1980 en Newport News (Virginia). Azotada por traficantes y centro operativo de multitud de bandas, Newport no era precisamente un edén en el que criarse, pero los quebraderos de cabeza que el quarterback causó a sus padres fueron por otros derroteros. Todo el sosiego que transmite ahora de mayor, lo tenía de inquieto cuando era pequeño. Y a esa edad parece que su mente no tenía límite. El colmo de sus estrafalarias ocurrencias fue cuando con sólo tres añitos decidió sellarse los párpados con pegamento.
Vick no se crío en una familia convencional. Sus padres, Michael Boddie y Brenda Vick, no habían alcanzado siquiera la mayoría de edad cuando nació, pero aún y así no fue su primer retoño. Antes que él ya había llegado al mundo su hermana Cristina y años más tarde lo harían Marcus y Courtney. Los críos tomaron el apellido de su madre porque en ella recayó la costosa tarea de educarlos, además de trabajar en uno de los omnipresentes supermercados en Estados Unidos, KMart .
El padre, por su parte, trabajaba de sol a sol como pintor en los astilleros de Newport. Boddie, apodado “Bullet” (bala) cuando jugaba a football , fue el encargado de enseñarle los aspectos básicos del juego, pero Michael también aprendió y mimetizó mucho de su primo, Aaron Brooks, hoy quarterback de los New Orleans Saints. Lo que sí asimiló de forma natural fue lo de lanzar el balón con la mano izquierda a pesar de ser diestro para todo lo demás.
En la escuela ya se intuía su capacidad para el deporte. Lo único que había que decidir era en qué disciplina podría explotar mejor sus cualidades porque el chico era también un aventajado en baloncesto y béisbol. La otra cara de la moneda era su mala conducta para con los profesores. Si empezaba a cultivar esa actitud, el siguiente paso podría ser más espinoso, así que su madre no tardó en cortar el problema de raíz. Tras la severa riña de rigor, Brenda le exigió que se inscribiera en alguna actividad extraescolar, ya que así mataba dos pájaros de un tiro. Por una parte lo alejaría de las malas compañías, y por otra lo acercaría un poco más al deporte. Michael ni pestañeó antes de decantarse por el footbal l, y a partir de entonces le dio esquinazo tanto a los problemas como a los juegos de la canasta y el bate.
En 1994 Vick ingresó en el instituto Warwick, el mismo que acababa de abandonar Aaron Brooks, cuatro años mayor que él, para marcharse a la universidad de Virginia. En la Warwick High School fue donde empezó a levantar las primeras ovaciones y a hacerse un nombre gracias, en gran parte, a la impagable ayuda que le prestó su entrenador, Tommy Reamon. Reamon, que incluso disputó una temporada de running back en las filas de los Kansas City Chiefs tras ser designado MVP de la World Football League en 1975, tuteló personalmente al habilidoso quarterback y se encargó de que en verano asistiera a campus para seguir perfeccionando su técnica.
Además, dada la fragilidad de la línea del equipo de Warwick, Reamon le instó a que se dejara llevar por su instinto, a improvisar, y fue entonces cuando se empezó a gestar su particular estilo. Esquivó a tantos jugadores y corrió de tal manera que en su año senior ya no había universidad que no estuviera interesada en sus servicios. Y eso a pesar de que Warwick nunca peleó por el campeonato estatal. Curiosamente, la horma de su zapato siempre fue Hampton Hight School, liderada por el hoy receptor de los Oakland Raiders, Ronald Curry, quien por entonces (como también en la universidad de North Carolina) jugaba como quarterback . Cuatro veces se enfrentó Vick a Curry y cuatro veces salió escaldado.
Llegaba, pues, el momento de escoger cuál sería su alma mater y la interminable lista de candidatos se redujo a dos: Syracuse y Virginia Tech. Vick siempre había sentido devoción por Syracuse y, tras una visita al campus de la universidad, hizo buenas migas con el quarterback estrella de los Orangemen, Donovan McNabb, que al año siguiente ingresó en la NFL. Pero por otro lado, Reamon consideraba que Virginia Tech eran la mejor candidatura tanto por cercanía como por las oportunidades que le prometía en su temporada freshman , el entrenador de los Hokies, Frank Beamer. Vick ponderó los pros y los contras con parsimonia y finalmente hizo caso a su mentor.
Su primera campaña en Virginia Tech la vivió desde la banda pero en el 99, dio el salto a la titularidad. Su irrupción fue todo un boom ya que los Hokies permanecieron invictos toda la temporada, y tras las inesperadas derrotas de universidades que militaban en conferencias más poderosas, Virginia Tech siguió añadiendo victorias a su casillero y culminó su inmaculada campaña con un billete para la Sugar Bowl. Además de toda la excitación que conlleva la atención nacional, Vick ardía en deseos de triunfar en la ciudad donde ya lo hacía su primo con los Saints.
El rival era nada más y nada menos que Florida State, equipo que lideró con solvencia la NCAA bajo el mando de su pasador estrella Chris Weinke. Vick tenía mucho más a ganar que a perder, pero una oportunidad así podría no presentarse otra vez. Tras ir 21 puntos por debajo, el quarterback lideró la remontada de Virginia Tech para incluso ponerse por delante en el marcador (29-28), pero a partir de ese instante los Hokies se atascaron en ataque y acabaron siendo derrotados por 46-29. Por lo menos el duelo de Nueva Orleáns fue más disputado de lo que se preveía y Michael Vick mostró sus credenciales. De hecho, su actuación le valió el tercer lugar en la clasificación del Heisman.
La temporada siguiente la iniciaron con renovadas ilusiones. Con Lee Suggs brillando en el backfield y Andre Davis de receptor estrella (ambos ahora en los Cleveland Browns), Virginia Tech se las prometía felices en el 2000. Además, Beamer también selló la incorporación de Andrae Harrison, el objetivo favorito de Vick en el instituto Warwick. Todo iba sobre ruedas, pero una lesión del de Newport en las postrimerías de la temporada apartó a Virginia Tech de cualquier opción de repetir presencia en la Sugar Bowl y a Vick de hacerse con el Heisman. Con todo, los Hokies ganaron la Gator Bowl ante Clemson, y Michael fue el MVP del partido, gracias a lanzar un pase de touchdown y sumar otro en una carrera.
Con la temporada concluida, era momento de sopesar si presentarse elegible para el draft o acabar el ciclo universitario. Al principio pensó en quedarse un año más en Virginia Tech, pero a medida que transcurría el tiempo las quinielas incluían cada vez más su nombre entre las primeras opciones, así que no se pudo resistir. La primera elección del 2001 recayó en San Diego, pero los Chargers, sabían que no podrían asumir la elevada ficha que implica un número 1 y, por otra parte, ya le habían echado el ojo a Drew Brees, quien presumiblemente entraría en la segunda ronda. Por todo esto, los californianos negociaron su elección a cambio de diversas rondas del draft (con la primera adquirieron los servicios del fenomenal corredor LaDainian Tomlinson) y el receptor Tim Dwignt. Así pues, Vick, con apenas 20 años y poco más de 300 lanzamientos en la universidad, se fue con un contrato de 62 millones de dólares bajo el brazo destino a Georgia para ponerse a las órdenes del veteranísimo Dan Reeves.
Como ya le ocurriera en la universidad, su temporada rookie la pasó en el banquillo pero una lesión del quarterback , Chris Chandler, le permitió disputar un par de partidos. La siguiente, su primera como titular, impresionó a propios y extraños con sus movimientos dinámicos. Su velocidad de reacción es de tal magnitud que no sorprende que se haya convertido en el trofeo más preciado por cualquier defensa. Pero también es cierto que por cada sack que recibe varios jugadores ya se han fracturado la cintura con sus quiebros.
Su punto culminante en la temporada regular del 2002 fue cuando vapuleó a los Vikings con 173 yardas de carrera y otras tantas de pase. Pero lo mejor aún estaba por llegar. Después de un final de temporada titubeante, los Falcons lograron una plaza de wild cards por los pelos, en la que les esperaba la hasta entonces temible tundra helada de Green Bay. Su actuación en el Lambeau Field fue ciertamente discreta (117 yardas de pase y 64 de carreras), pero el impecable trabajo de la defensa y su aparición en los momentos oportunos sirvieron para derrotar a los Packers de Brett Favre y a la historia. La semana siguiente, sin embargo, los Eagles devoraron a los Falcons, dejándolos con sólo seis puntos en el marcador.
La campaña anterior la pasó casi en blanco tras romperse la pierna durante en la pretemporada y ese fue un lastre demasiado pesado para Atlanta, que ralló el ridículo. Esta temporada, sin embargo, el dorsal 7 de los Falcons ha vuelto por sus fueros y el equipo, además de ganar la división, se ha ahorrado incluso disputar la primera ronda de playoffs. Con casi 1.000 yardas terrestres en su haber, Vick se ha convertido más que nunca en una doble amenaza, por lo que a las retaguardias contrarias se les hace más difícil predecir sus movimientos.
El billete para la Super Bowl parece aún más cerca ahora que los Eagles no podrán contar con Terrell Owens, pero el primer escollo que deberán superar este fin de semana son unos St. Louis Rams que llegan muy crecidos al Georgia Dome. Quizás una victoria suya en la Super Bowl asestaría un duro golpe a los más puristas del football , pero a la vez sería sintomático de los nuevos aires que corren por la NFL. Vick tiene a tiro de piedra entrar en la historia y redefinir, más si cabe, el estereotipo del quarterback . Sólo tres peldaños le separan.
5 cosas que quizás no sabías sobre Michael Vick
1. ¿Sabías que tiene un perro de raza pit bull que se llama Champagne?
2. ¿Sabías que en Virginia Tech le retiraron el dorsal 7 aunque después Kevin Jones, running back de los Lions, lo lució durante su etapa en los Hokies ya que no había regla escrita que lo prohibiera?
3. ¿Sabías que es un enamorado de la pesca?
4. ¿Sabías que los Colorado Rockies de la liga profesional de béisbol le eligieron en la trigésima ronda del draft de 2000 a pesar de que no había tocado un bate desde la escuela?
5. ¿Sabías que su hermano, Marcus Vick, que lleva tres temporadas en Virginia Tech, está ahora apartado del equipo por problemas con la ley?