Porcao Flamengo - Rio de Janeiro
Pues estamos ante uno de los restaurantes más famosos de Rio. Tanto su situación (en Flamengo) como sus vistas (al Pan de Azúcar) son privilegiadas y componen escenas realmente espectaculares.
Se trata de un Rodizio y este tipo de comida es el que marca el estilo del local. Es un lugar demasiado grande con mesas también grandes y espacios amplios entre mesas para que se puedan mover los batallones de camareros que componen la plantilla. Todo ello conforma una sensación de que en cualquier momento empezarán los acordes de la marcha nupcial.
Nada más sentarte llenan la mesa de aperitivos (empanadas, plátanos a la brasa, gambas, patatas cocidas, pan de queso...) para hacer boca antes de empezar.
Un Rodizio se basa en dos pasos fundamentales, el primer plato es un bufet libre. En este caso el bufet es realmente amplio, con todo tipo de manjares pero especialmente buenos son los arroces, y las mil formas de hacer los camaraos (me fui sin tener claro si son gambas o langostinos). Incluso había anchoas que parece que allí es una tremenda rareza.
Si no estás avisado puedes cometer el error de darlo todo en este paso y llegar arrastrándote al segundo, lo que sería imperdonable.
El plato fuerte de la velada consiste en camareros con que pasan por las mesas con distintos tipos de carne clavados en las mismas espadas que se utilizan en las brasas.
Si algo distingue a este rodizio de los españoles es que aquí no te llenan primero de pollo o chorizo y pasan directamente con la carne (de vacuno principalmente).
El corte más famoso es la picanha pero me decepcionó un poco porque deja la carne un poco grasa, en todo caso había otro cuatro o cinco tipos de corte que se ajustaban mejor a la carne, además había carnes con ajos, con queso, más pasada, al punto, pollo, costillas de cerdo (excelentes, por cierto), y todos los tipos que puedas imaginar porque te la hacen como quieras.
Todo comensal tiene una tarjeta con un lado rojo y otro verde, cuando piensas que el elástico del pantalón va a estallar y te maldices por no haber comprado una talla más, es el momento de usar el lado rojo para cambiar de tercio.
Decir que durante toda la comida el servicio es espectacular, los aperitivos no paraban de rellenarse y las caipirinhas de las mejores que probé en todo el viaje. Siento no hacer crónica de los vinos porque en Brasil son prohibitivos y no demasiado buenos (solamente importan a Chile y Argentina y con muchísimos impuestos).
En cuanto a los postres no tengo gran cosas que decir porque no soy goloso pero a tenor de cómo los acompañantes engullían una tarta de dulce de leche no debía ser mala...
La factura final fue de unos 420 reales, lo que viene a ser 35-40 euros/persona (en estos tiempos inciertos es dificil hacer las equivalencias), un precio realmente alto para un restaurante en Rio pero que creo que merece la pena.
Salve.