por warfo »
17 Feb 2003, 08:44
Lo que hasta ayer sólo era un tímido parecer, un rumor de corrillo, una tesis de los más suspicaces, será desde hoy un clamor popular. Parece que la Real molesta en lo alto del campeonato. Que es un estorbo que un pequeño equipo de provincias ose poner en entredicho el dominio de los grandes. Especialmente el de ese todopoderoso Real Madrid. Ese galáctico 'Floren Team' al que toda España quiere ver triunfador. Y así, cuando los galácticos se vuelven terrenales y pierden, hay que cortar las alas a la Real. Dicho y hecho.
Sólo al abrigo de esta tesis se puede entender el tremendo atropello, el escandaloso atraco que el colegiado de ayer en Sevilla, Téllez Sánchez –otro nombre para la lista de héroes con silbato– perpetró contra la Real Sociedad. Una inexplicable decisión –sólo se podría entender desde la más profunda desconfianza, y no dejan mucho margen para otra cosa – del trencilla, impidió que el líder, que lo sigue siendo, aunque les revienten los hígados a muchos, aumentara su ventaja respecto al segundo clasificado, después del tropiezo del Real Madrid en El Sadar.
Y la Real lo tuvo en su mano. Pero el colegiado, en una decisión cobarde, como lo es siempre cuando actúan con la tranquilidad que lo hacen ante el más débil, se lo arrebató. Con esa soberbia que les concede el saber que, sin el amparo mediático que tiene el Madrid, por ejemplo, una tropelía como la de ayer quedara en el olvido en un par de días. Que provocar que la Real pierda con un escandaloso error arbitral entra más dentro de la lógica, de la inercia de los acontecimientos, que dentro del bochorno.
Pero lo que Téllez Sánchez hizo ayer fue jugar con los sueños de toda esta pequeña provincia que es Gipuzkoa. No importa que en su foro interno pensara.. total, qué más da, tarde o temprano la Real tendría que caer. Y no importa, porque la Real no cede. No cae. Tiene fútbol para retar a cualquiera hasta que ayer comprobó, en sus propias carnes, que no da la sensación de ser políticamente correcto que pueda soñar con ganar la Liga. Con un atropello sin parangón que desató toda la ira en la expedición realista.
Porque encima fue de lo más cobarde y rastrero. Un colegiado debe saber que hay pocas decisiones –si es que hay alguna– más graves que señalarle un penalti a un equipo, en un partido que va empatado, en el tiempo de prolongación. Cuando la puñalada es mortal. Para hacerlo, el árbitro debe ver un penalti diafano, cristalino, sin lugar a la duda. Pero no. Téllez ya tenía ganas de pitar lo que fuera desde que la Real se puso ganando y después de ir cosiendo a faltas al líder en el cuarto de hora final, como la más que dudosa que provocó el empate a dos, remató la faena, sin que le temblara el pulso, señalando un penalti que sólo él vio.
La tropelía cobra mayor tinte de escándalo cuando, una semana más, Kovacevic fue sometido a todo un asedio y derribo, con agarrones de todos los colores en el área rival, sin castigo. Pero es que claro, Kovacevic es de la Real, y a lo máximo que llegó Téllez fue a avisar a Filipescu de que no fuera malo, que a la próxima se lo pitaría, dejando evidencia de que algo estaba viendo. Sólo tuvo coraje para pitarlo en el área realista.
Un final delirante
Con ese penalti, el árbitro puso broche de oro a un delirante final en el que a la Real se le escapó una victoria a la que se hizo acreedora cuando se quitó todos sus corsés. Porque todo hay que decirlo, es probable que el partido hubiera tenido otro guión si la Real llega a jugar todo el choque a ganarlo. Desde su pura esencia. Con el 4–4–2 con el que ha arrollado en la Liga, con Nihat cerca de Kovacevic, por el centro, y no con el nuevo experimentó con el que Denoueix dejó al equipo durante una hora sin luz. No debió parecerle suficiente lección lo de Mestalla, porque volvió a apartar a Nihat del lugar en el que revienta a todos sus rivales.
En esta ocasión la fórmula la integraban Mikel Alonso, Boris y Karpin por el centro, con el turco y Barkero por las alas. La resultante no pudo ser más desesperante: una hora de juego sin ton ni son, de una Real tocando el balón –siempre fue suyo– sin ninguna dirección y sin ningún sentido. Sin hacer peligro. Sin profundidad. Sin norte. Y encima perdiendo desde el minuto diez ante un Betis que no hizo nada, pero que se encontró con un regalo de Aranzabal que remató Fernando.
Cuando el técnico devolvió al líder su figura, metió arriba a Nihat, con Tayfun por la derecha y Karpin algo más atrás, en sólo seis minutos, destrozaron al Betis para mostrarle su verdad. Dos goles del turco y un palo de Kovacevic en seis minutos desnudaron a un pobre Betis y evidenciaron lo que pudo haber sido el partido, jugándolo todo él de esa manera. Parecía bastar para ganar hasta que llegó el surrealista tanto de Filipescu que daba el empate. Tampoco parecía tan poco premio, para lo que había hecho la Real durante muchas fases del encuentro, hasta que llegó el penalti. El momento en el que le empezaron a decir a la Real que sobra de donde está
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Girona siempre ACB, animo!!!!