Andre Camata...que grande!!!. Punto final. En un corto espacio queda resumida una longeva trayectoria en las pistas de basket.
Verán, a menudo se usan adjetivos que intentan definir en modo genérico pueblos, sociedades, países, e incluso dentro de unas mismas fronteras buscan caracterizar (a veces caricaturizar, por exceso de uso) regiones, zonas. Todos habeis oido hablar de la fijación de miras vasca, el dolor al desalojo en el bolsillo catalán, o la "generosidad" bilbaína, aquello de que nacemos donde excelencias gustemos, incluso en varios sitios. Dios es omnipresente y era de alrededores, ni siquiera de Bilbao centro. Normalmente dichas características no se corresponden con la población, o son llevadas a tal extremo que cuesta encontrar ejemplares que las cumplan a rajatabla. Referidos a Andrea Camata el término deja de ser lírico y cobra su total sentido trasladado a la realidad. Un ser que cumple, lleva escrita su tierra en el ADN, el desarrollo y mapa histórico de la misma.
En Italia viene usado el término
razza piave. Hace referencia a las gentes del veneto, más concretamente a aquellas que han crecido a orillas del fiume, perdon, río,de nombre Piave. Geográficamente la zona queda comprendida entre los Pre-Alpes y la desembocadura veneciana, siguiente desde el Monte Grappa el enérgico camino que recorre el Piave hasta su muerte en Jesolo, a orillas del Adriático. Río de traayecto corto pero turbulento, plagado de fuerza, que alimenta la llanura trevisana, y parece, por un extraño azar, conformar el carácter de su gente. Nos habla de habitantes generosos, de corazón y en talla, trabajadores incansables, tercos e incapaces de cejar en su esfuerzo. Etimológicamente, como todo en Historia, el término ofrece discusión. El más común hace referencia a tiempos de la Reppublica del Veneto y lo bravío de su población equina. Fuertes y poderosos, propios de una tierra rica, regada por el Piave. Dignos de conformar una raza. Atrayendo la denominación al presente, nos topamos con la primera guerra mundial. En la zona los italianos sostuvieron los embates del ejército austríaco. Tierra de Gigantes. Es el segundo de los términos oníricos que cobra realidad referido al basket. El pequeño milagro resultante de juntar Piave con Pallacanestro. Andrea Camata, como nos vertebra la introducción realizada por Eliot, nació en S. Donà di Piave, pero es que la nómina cuesta finalizarla sin tomar varias pausas por el camino, no tanto por lo larga de la lista sino más por la calidad de la misma, aterida a una zona minúscula de la península itálica. En orden de talla Beppe Bosa-Renzo Bariviera-Renato Villalta junto a los colosos Stefano Rusconi, Davide Cantarello, Denis Marconato. Mención aparte, en línea que separa el respeto, Dino Meneghin. Todos ellos internacionales, todos marcados por el Piave, junto a los que se une Andrea Camata. Acaso el más "puro" entre todos ellos. Hombre diáfano. Sin pulir. Su carrera, puesta en retrospectiva, también es la más fiel al ideario que empuja a levantarse una vez se cae. A Bosa lo cultivaron en la fioristeria canturina, Bariviera surgió entre el corte y confección milanés, de Renatone se ocupó el maestro Giomo en el mecenazgo veneciano, a Cantarello, aunque tarde, le mantuvo ocupado Tanjevic en Trieste (entre Fucka y Bodiroga) mientras que Denis Marconato es factoría trevisana, el moderno canto de la Ghirada. Stefano Rusconi buscó imitar al maestro, y Varese pensó encontrar de nuevo en el Piave, a pies del Grappa, a su nuevo Meneghin, diamante a tallar en la escuela Robur et Fides.
De Andrea Camata no se ocupó nadie. Llega con 19-20 años a la primera división, acceso testimonial, en las filas de la decadente Virtus Roma, alejada del oropel prometido y la imperial impronta del Il Messaggero, que intentaba escapar de las llamas encendidas por aquel moderno Nerón apellidado Ferruzzi. No retornó hasta la temporada 96/97. Miren, si lo desean, quizá fuese el primer milagro de Dusko Vujosevic, referente a tallar en lo abrupto. Antes que Vranes o Maric. Pistoia juntó a ambos, en la que resultó ser la mejor temporada realizada por el técnico serbio fuera de sus fronteras. Intentará mejorarla en Moscú, recientemente fichado por el CSKA. Camata apenas contó ni disputó partidos pero pareció aprender, lo cierto es que su carrera se alteró en aquel instante. Fichó por Verona y conoció incluso las semifinales del campeonato en la 99/00, su mejor temporada. En un equipo donde dos viejos conocidos, Beric y Bullock, dibujaban una orgía anotadora sin parangón. Le valió ser llamado por Tanjevic para la azzurra, que se había proclamado campeona de Europa en Bercy un año antes, y buscaba el reconocimiento olímpico. Camata fue cortado, no estuvo en la selección para la cita australiana, excluído por Chiacig, Marconato y Damiao (aquel poste de raza negra, brasilero). El reconocimiento llegó un año después, en el fatídico eurobasket de 2001. Tras un buen periodo Bercy-Sidney, Camata llegó para participar en una bochornosa actuación de la selección en Turquía. Formaba parte de un equipo un tanto extraño compuesto por Tanjevic, de extraordinaria talla. Los pequeños, base y escolta, eran Basile-Andrea Meneghin-Alex Righetti, para que se hagan una idea. El resto aleros de la talla y cuerpo de Mian, el nacionalizado Radulovic (como me gustaba), De Pol, y cuadro de interiores formado por Galanda-Fucka-Chiacig-Marconato y el propio Camata. Boscia y sus asuntos.
Su experiencia en la Nazionale expone un poco el signo de su carrera. Llegó a una Roma destrozada, pasó por el descenso de Pistoia, la desaparición de Verona (cuando viene a Barcelona), la temporada en Reggio Calabria y una nómina interesante de no ascensos en sus etapas en la LegaDue. Experiencias como Barcelona y Bilbao, fuera de las fronteras italianas, no dejan de ahondar en la bonhomía del personaje y dejan el baloncesto en un plano muy muy secundario. Los llamados a otras tareas también tienen lugar donde ser recordados. Es una buena iniciativa, Eliot. Y un buen nombre para comenzarlo. Andrea Camata, razza piave. Un día tocará hablar de "malditos". Esa, para nuestra fortuna, otra forma de vida.
Ellas sí quisieron ver al gran Camata en Reggio Calabria.