por Sr. Lobo69 »
23 Ene 2011, 20:58
EL FONDO DE SUS OJOS
Autor: Papito_frenético
Frente a su casa no puedo evitar el cosquilleo en el cuerpo y la excitación, una vez más. Me he pedido la tarde libre en el trabajo, he buscado canguro para mis niños a la salida del colegio y a mi marido le he contado que me iré a cenar con Marina y que tal vez venga tarde. Ella sabe mi secreto.
El barrio de Sant Andreu en Barcelona conserva en algunas partes el trazado del pueblo independiente que una vez fue. La primera vez que vine a casa de mi amante me costó un poco encontrarla entre las callejuelas. Llego a su puerta y pico a su piso en el interfono mientras respiro nerviosa.
-“¿Quien es?”
-“Soy Carme”.
Suena el zumbido que me abre la puerta y empujo. El ascensor no funciona, así que subo los tres pisos andando. Jadeo un poco cuando llego frente a su puerta, en parte por las escaleras y en parte por los nervios. Antes de que pueda llamar al timbre la puerta se abre y él me invita a pasar. Apenas sin hablar y sin mirarnos casi tampoco, toma mi bolso y mi chaqueta y los deja en la habitación que tiene junto a la entrada, un poco nervioso también. Solo le miro cuando vuelve de dejarlos sobre el sofá, es entonces cuando me encuentro con sus ojos de nuevo de frente y vuelvo a verme dentro de ellos, como la primera vez. Sin embargo algo es diferente hoy, sus ojos tienen menos brillo, menos alegría.
No hace falta hablar mucho, acudo a sus brazos y a sus labios que me esperan. El primer contacto es casi tímido, pero la humedad y la calidez de su boca me encienden de inmediato. Mis brazos le rodean y noto sus manos en mi espalda y en mi cuerpo, manos grandes y dulces de amante conocido que me hacen estremecer. Aparto mi boca un instante y le muestro una media sonrisa pícara llena de deseo. Se que eso le gusta, que sea atrevida y que le provoque con mis palabras y la expresión de mi cara, así que sin dejar de mirarle mis manos rebuscan entre su pantalón mientras me arrodillo.
Al principio hacemos el amor con dificultades, pues le cuesta mantener la erección por momentos. Es entonces cuando echo mano de las lecciones aprendidas, le tiendo en la cama y me subo sobre él, le miro fijamente y le digo-“Quiero que me des placer, pero sobre todo quiero verme en el fondo de tus ojos mientras me corro”- solo es entonces cuando recupera la energía y la erección remonta.
Cuando terminamos, me visto y me arreglo ante el espejo, antes de marchar me acerco a él de nuevo, sigue en la cama, dormido. Me agacho a su lado y beso sus labios. Se despierta. Aún no se como un hombre de setenta años puede hacerme sentir así, tal vez es porque en el fondo de sus ojos en realidad no me veo solo a mi misma.
Hace diez años que hago esta visita y cada vez es diferente, sin embargo esta vez pienso que será la última. Por eso quiero recordar como empezó todo.
* * *
Carme entró a formar parte del clandestino PSUC mientras estudiaba derecho en la Universitat de Barcelona en el año 1969. Era una mujer íntegra, comprometida y valiente. Allí entró en contacto con Josep, un chico unos años mayor que ella que había sido unos de los líderes del movimiento estudiantil de oposición franquista en Barcelona.
Trabajaban mucho juntos imprimiendo material de propaganda en el sótano de una casa clandestina del partido. Carme se enamoró muy pronto de Josep, pero no se atrevió nunca a decir nada, en parte porque este ya tenía novia formal de familia bien, Lourdes, y en parte también porque la ideología revolucionaria en lo político no había llegado aún a lo social.
Todo cambió durante las manifestaciones del caliente enero de 1969. Tras huir corriendo desde el Paseo de Gracia de las porras de la policía franquista, los “grises”, Josep y Carme se refugiaron en un portal de la calle Balmes, donde se escondieron jadeando y asustados. Josep la abrazó instintivamente con fuerza para protegerla y ocultarla tras la escalera. Tras unos minutos, al separarse, Josep se miró por primera vez en el fondo de los ojos de Carme. Se besaron. Josep solo acertó a decir:
“Lourdes está embarazada, nos vamos a casar”.
Dos meses después Josep y Lourdes se casaron, antes de que se notara mucho su embarazo y él pasó a trabajar en una empresa de su suegro dejando el movimiento político de lado de la noche a la mañana. Por su parte Carme se sumergió cada vez más en la las actividades clandestinas del PSUC y en los brazos de un compañero de partido de quien no estaba enamorada, pero con quien se casaría a penas dos años más tarde.
Se volvieron a ver tres años después cuando se encontraron accidentalmente en una calle en el centro de Sant Andreu. Carme iba con su hermana Marina del brazo y Josep se cruzó con ellas caminando por la acera opuesta. Se vieron. Josep se paró y las siguió con la mirada, y después sin saber muy bien con que intención, comenzó a seguirlas caminando a cierta distancia. Cuando las mujeres doblaron una esquina, cincuenta metros delante de él, Josep apretó el paso. Cuando giró la callé se encontró de nuevo con los ojos de Carme de frente. Había soltado a su hermana del brazo y había vuelto apresuradamente sobre sus pasos. Ese fue el principio de su época como amantes.
Durante seis meses tuvieron encuentros esporádicos y pasionales con la complicidad de Marina. Esta solo intentó una vez reprocharle su actitud, pero pronto dejó de hacerlo al ver la expresión determinada en los ojos de su hermana. Hacían el amor desesperadamente en el coche de Josep o en el local clandestino del partido cuando Carme sabía que no iba a haber nadie allí. A pesar de su actitud normalmente tímida y algo reservada en su vida normal, en el sexo era Carme quien llevaba la iniciativa. Carme cabalgaba sobre Josep casi con violencia, mirándole de frente, apretando la cara de él contra la suya y sin poder enfocar bien la imagen por la corta distancia le decía: “Quiero verme en el fondo de tus ojos”.
Fueron amantes inconscientes hasta que el azar les puso un espejo delante. Mientras Josep paseaba un domingo con su mujer e hijo por la calle, Carme los vio pasar. No pudo soportar las mezcla de celos opresivos ni la sensación de culpa y se desmayó. Entonces comenzaron las peleas y las discusiones. Se veían pero casi nunca para acostarse, sino para gritarse y hacerse reproches. Ocasionalmente paraban de luchar, se miraban y se enzarzaban en un sexo furioso y desesperado, sin placer, rabioso y culpable. Se consumían y se destruían el uno al otro.
Entonces Marina les dio la solución. Mientras estaban las dos hermanas tomando un chocolate con churros en un bar en una tarde plomiza, Carme con la cara pálida y ausente sentada de enfrente suyo y con ojos de haber llorado, casi solo por romper el silencio, dijo:
“¿Y por que no os veis solo de vez en cuando?... no sé, una vez al año o..”
Dejó colgada la frase al comprobar que su hermana había despertado del letargo y la miraba fijamente. Ahí terminaron las peleas y los gritos. Los primeros años Josep le llamaba por teléfono a casa a las 5 de la tarde del primer martes de Abril. Para hacer el amor utilizaron primero el local clandestino y después el oficial del partido, ya con la democracia. Mucho más tarde el pequeño piso de Josep, tras su divorcio. Carme siempre usaba a Marina como excusa y Josep, al ser hombre y dada la época, siempre encontraba una excusa mientras fué necesario. Con el tiempo comenzaron a usar el e-mail de la empresa y la dirección de ella en el partido para encontrarse. Siempre una vez al año, en primavera.
Sus citas dejaron atrás el sexo dramático y apasionado para convertirse en encuentros mucho más dulces y tiernos. Aún así, solo Josep y nunca su marido era capaz de arrancar los orgasmos dilatados de Carme, cuando la acariciaba hábilmente con sus dedos mientras ella se sentaba a horcajadas sobre él. Pasaban la tarde haciendo el amor y hablando, poniéndose al día de sus vidas. Una vez al año.
Cuando a Carme le detectaron el cáncer ya era tarde para hacer nada. Estaba muy extendido y no tenía cura, apenas le dieron unos meses de vida. Pronto estuvo confinada en la cama sin poder moverse esperando la muerte. Apenas unas semanas antes de morir, habló con su hermana.
“Pero es que yo no pudo hacer eso, Carme”
“¿Entonces quien?”
Ahora creo que sé por que mi madre me eligió a mí. Mi hermana mayor, Victoria, era una mujer más atractiva, moderna y liberal, ella era la candidata natural. Sin embargo ahora tengo la casi certeza de que era hija de Josep en realidad y no de mi padre. Mi hermana Montserrat siempre fue más conservadora y formal, y no era dulce, ella no podía ser, nunca lo hubiera entendido. Solamente en mi mi madre vio su mirada determinada, solamente en mi mi madre vió unos ojos donde poder ver reflejada su alma. A veces pienso si no me puso su nombre pensando en esa posibilidad.
Pocos días antes de morir, con mi madre aún fuerte, conversamos las tres mujeres, mi madre, mi tía Marina y yo, en un diálogo que cualquier estudio cinematográfico habría rechazado en un guión por improbable y absurdo. Desde una ventana habría parecido una tierna conversación donde una madre se despide de su hija. En realidad mi madre me instruía con precisas palabras sobre como acariciar el pene de Josep, como le gustaba que le dijese palabras atrevidas, como deseaba mirar el fondo de sus ojos mientras llegaban al orgasmo, como a él no le importaba llegar más tarde para concentrarse en el placer de ella, como le gustaba usar el espejo para verse mientras lo hacían, ella siempre subida a horcajadas sobre él.
Creo que le vi en el entierro, pero no estoy segura. Un hombre alto y delgado al final de la iglesia, vestido de negro. Marina no acertó sin gafas a saber si era él y más tarde ya se había marchado. Mi madre me dejó su e-mail. Nos entendimos bien desde el primer día.
* * *
Ahora bajo las escaleras y en la penumbra miro hacia su balcón. Veo su silueta en el cristal y hago esfuerzos por sonreír, aunque creo que desde esta posición no acertará a apreciarlo. Está avejentado, no me durará mucho. Como después de cada visita, pienso en mi madre y en su amor desesperado que yo heredé. El también ha pensado en mí, en nosotras. Me ha hablado de su nieto Carlos, de veinticinco años, de cómo se parece a él, de cómo se reconoce en el fondo de sus ojos. Tal vez le conozca el año que viene.
Antes de empezar a lamernos las pollas mutuamente, terminemos nuestro trabajo