matthau escribió:Soy_yoS dijo una vez que el valor que atribuimos al sexo depende de la costumbre que tengamos de él. La gente que folla habitualmente no le presta tanta atención ni le da tanta importancia. Los que follan poquísimo, tampoco ("deja la carne un mes, que ella te dejará tres", dice mi padre, y tiene toda la razón). Sois los que folláis a salto de mata los que termináis obsesionados con el sexo, sobre todo si se trata de gente que, como tú o como yo, tenemos cierta tendencia a la obsesión. Pero en sí mismo el sexo no tiene más valor que la nutrición o el sueño, porque estos últimos son imprescindibles para la vida y aquel, no.
Lo primero que comentas aquí, matthau, es terrible: un argumento propio de los tristes imbéciles que confunden a Nabokov con Humbert Humbert y a Salgari con Sandokán. La opinión de alguien puede o no estar relacionada con su situación vital; pero plantear una hipotética correlación entre una cosa y la otra como argumento es una obvia falacia, aparte de una falta de respeto.
Dejando a un lado esta tontería sin importancia, al final del párrafo regresas al punto esencial de la eterna discordia entre tú y yo en esta cuestión: tu negativa (por omisión) a ver cualquier componente social en el sexo; incluso cuando te ves obligado a aceptarlo, pasas de puntillas, no te sientes cómodo con la cuestión. Es lógico: al fin y al cabo no hay nada más alejado del marxismo que el hedonismo. Por eso tu discurso sobre el sexo no tiene nada que ver con el mío.
Y es que es lo social lo que da importancia al sexo: el coito, per se, es banal, excepto para los
bon vivants que follan como si fueran a El Bulli. Efectivamente: no es para nada imprescindible, como tampoco lo es, ni lo ha sido, el catolicismo. Pero permíteme creer, apreciado matthau, que el no practicar la religión católica en la España del siglo XVI, podía perjudicar gravemente la salud. La forma de relación básica entre hombres y mujeres en nuestra sociedad (en esto los límites podrían marcarse en la Europa de finales del XX y principios del XXI) es básicamente sexual. Últimamente he tratado con varios centro y sudamericanos; por lo que me han explicado, allí el juego es algo distinto.
Están más atrasados, diría alguien que creyera en el progreso; no como yo. De ti no estoy tan seguro.
matthau escribió:El sexo es lo tangible en las relaciones hombre-mujer.
Pues tampoco. El sexo es lo tangible en las relaciones hombre-mujer en las que existe atracción por parte de uno o de ambos. Pero las relaciones entre hombres y mujeres no siempre tienen un componente sexual en sentido estricto, porque no creo que tú quieras follarte a tu abuela o a tu madre, ni tampoco creo que desees a todas las mujeres con las que te cruzas. Así, por ejemplo, el hecho de que yo sea bisexual no significa que desee automáticamente a toda persona no perteneciente a mi núcleo familiar. Deseo a quienes deseo, de igual manera que tú haces lo propio. Una mujer no siempre es para ti un objeto de deseo. Es más: la misma mujer no siempre es objeto de deseo.
Evidentemente estábamos hablando de un tipo de relación más o menos determinado, que es la que centra la atención del ser humano desde los albores de los tiempos. Todo esto también es evidente.
matthau escribió: El coito, en cambio, es mucho más honesto en ese sentido: uno se ve obligado a entregar algo, aunque sea mínimo. Follando uno se expone, y no sólo literalmente, más que en cualquier otro tipo de encuentro. Una buena conversación se puede negar; un polvo, no.
No entiendo nada de lo que dices. Sacralizas el coito, o lo degradas de tal forma que lo extraes de su contexto natural. Follar es un acto como otro cualquiera -o debería serlo-, más allá de que la moralina imperante lo recluya al ámbito de la intimidad (¿qué es lo íntimo?, podríamos preguntar) o directamente lo catalogue como algo pernicioso. No entregas más follando de lo que lo haces conversando o picando piedra.
Si hablamos de placeres, comer se compara a follar o lo supera; conozco gente para la cual aquello es casi más importante que esto último.
Si hablamos de pasiones, la avidez por el poder o por el dinero son más importantes que el simple folleteo.
Si hablamos de deberes, deberías conocer mínimamente la vida conyugal prolongada para darte cuenta de lo prosaico que resulta a veces el coito.
Y si hablamos de dolores, no creo que una prostituta tenga peor vida que un minero o un obrero de la construcción; según y cómo.
Un saludo.
Este último fragmento es pura contradicción, excepto la primera frase, que resume todo el mensaje. Podría repetirte otra vez que yo ni sacralizo ni degrado el sexo, sino que me limito a leerlo en la que entiendo es su faceta más importante, la de herramienta social. Tú, de nuevo, muestras que desde la perspectiva estrictamente individual (la que tú aplicas), el sexo no es muy importante. Te doy la razón, mas eso te lleva a un callejón sin salida: porque si tan poco importa el sexo, matthau, ¿por qué cojones te pasas el día hablando de él?