por J-Will#55 »
18 Abr 2013, 14:26
Y EL participante (único) de esta ronda, al menos que me haya remitido el relato a mí:
TAN SÓLO ERAN UNAS COPAS
Seudónimo: Dorian Gray
Palabras: Vela-Colmillo-Silencio
El candor de la vela iluminaba la habitación. De hecho, aquel pilar violeta de luz era lo único que nos amparaba. Llevaba cerca de ocho semanas esperando aquel momento. Por fin estábamos solos. Bueno, solos no. La música de jazz acompañaba la velada. “What a Beautiful World” de Louis Armstrong en su casa de parqué y con cuadros de Nueva York alrededor del piso. Cuadraba con ella, aunque no con lo que quería que sucediera.
Aquella mujer era sinónimo de elegancia. Reposaba sobre su diván con un vestido largo y negro. Al tocarlo, parecía que fuera a deshacerse de lo suave que era. Pura y cara seda. Ella me llenó la copa de vino, y yo acepté embriagado por el aroma de su perfume. Tanto, que alguna vez debía pellizcarme para no acercarme demasiado. Ya se sabe qué dicen de las mujeres elegantes: hay que acercarse con mucha discreción si no quieres que te peguen un portazo en la cara.
-Brindemos.
Yo accedí, cogiendo la copa y dejando que mis labios se humedecieran de color rojo. El vino era algo fuerte, pero tampoco me desagradaba. Ella me miraba con interés riguroso. Era como un científico que experimentaba con cobayas. A veces me intimidaban esos ojos cuasi sibilinos. Otras veces, deseaba comérmelos junto con su figura esbelta. Ella relajó su expresión y sonrió, como satisfecha. Seguramente era porque se había dado cuenta de que miraba todo el rato su cuello.
-Parece que tienes un fetiche interesante-me dijo.
-No, ¡qué va! Sólo me fijaba en tus pendientes.
Ella suspiró y bajó la mirada hacia la copa. Se la acabó tan rápido como pudo y su cuerpo actúo por instinto, estirando del cuello de mi camisa para ello. Me tomó por sorpresa.
-Quieres morderme con tus colmillos, ¿verdad?
Aquel cambio me tomó con la guardia baja. ¡Y parecía discreta!
-No sabía que fueras tan…
-¿Agresiva?
-Sí-respondí bajando la cabeza.
-Bueno, tú fuiste quien me dijo de ir a tomar unas copas.
-Ya, pero no esperaba que fuera en…
Ella no accedía a respuestas, sólo a besos. Aquella mirada era como la boca de un súcubo. Iba a sorberme entero y a dejarme por el suelo.
Primero me desvistió. La camisa, fuera. El cinturón voló. Era una auténtica fiera, dispuesta a arrebatarme toda la energía. Aquel caballo desbocado posó sus frágiles patas rodeando las mías.
-No te vas a escapar. Hoy, jovencito, eres mi presa.
Su lengua recorrió sus labios carmesí, y luego empezó a bailar en mi oreja. Sabía mis puntos débiles por instinto, y los iba recorriendo uno por uno sin despistarse de mirar mi rostro. Sabía muy bien lo que hacía, tanto que estaba encendido como una olla a presión.
Luego la danza siguió más abajo. Ahí no sé si perdí la conciencia de mi cuerpo, si mi conciencia era la suya o si directamente estaba cediendo a sus deseos más sucios. Aquella moza tan elegante, aquella que no me dejaba ni tomarle la mano en público, estaba sometiéndome lentamente con su garganta.
Cerré los ojos, intentando recordar escenas que nada tuvieran que ver con aquello. Su mirada de caimán, desde luego, no ayudaba. Sabía que era su juguete. Sonrió como un lobo y empezó a desvestirse, dejando entrever su figura. Sus pechos eran pequeños pero alegres, en su vientre bailaba un piercing de lo más llamativo y sus piernas eran contundentes para su silueta, una auténtica virtud del equilibrio.
Sin darme cuenta, ella se puso de pie y pude visualizar todas sus virtudes. Luego volvió a sonreír con malicia y me tumbó, casi sin contestación. Posó aquel presente rosado en mi boca, mientras sus ojos se clavaban en los míos.
-Espero que estés listo para la danza.
No entendí porque, pero aquello me encendió como una mala bestia. Uno, dos, tres, cinco minutos sin parar. Casi no podía respirar, pero cuanto más bailaba y se agitaba en su firme cuerpo, más seguía. Su respiración entrecortada dejó paso a unos gemidos dulces, casi de princesa virginal, mientras yo seguía. Quería despertar a aquella bestia. Luego se giró un momento y repitió lo mismo mientras dejaba a descubierto su reverso. Cogió algo de su vestido y lo dejó entre los colchones de su sillón. No le presté importancia. Al fin y al cabo, debía ser el condón.
-Vale, creo que es hora de ir al acto final. ¿Te parece?-me susurró al oído.
Sacó el condón de su escondrijo y lo abrió como en un acto casi reflejo. Lo puso en la punta de mi pene, lo bajó tanto como pudo y luego se puso encima.
-¿No estarás mejor recostado en el sillón?-me preguntó.
-Buena idea-le dije yo.
La danza que había hecho antes la repitió de nuevo. Era una bestia insaciable, casi sin parar. Aquellos gemidos dulces ya eran gritos sensuales. Luego se ahogaba, aletargada por el placer, y continuaba golpeando. Cadera arriba, cadera abajo, fui entregándome poco a poco al clímax. Ella no paraba de sacudirse entre sollozos y gritos, mientras yo me sometía a su ritmo. Ella era magma, y lo noté cuando sus dedos agarraban con fuerza mi espalda.
De pronto, y entre tanto calor, noté algo frío que estaba en mi cuello. Sus dedos habían subido hasta allí, pero aquel tacto era inusual. Era firme, duro y frío, muy frío. Ella seguía bien fuerte hasta que soltó el último grito. Dejó de sostenerse. Estaba satisfecha con lo que había hecho.
-Bueno, ¿me toca a mí ahora?-pregunté.
-No. Creo que ya es hora de despedirse-respondió, abriendo los ojos como quien va a devorar un dulce.
-¿Qué demonios quieres decir?-inquirí asustado.
No tuve tiempo de responder a más. Vi su brazo levantarse sobre mi espalda. Eso fue todo. Una, dos, tres, cuatro. Su ritmo era casi como el de una opera clásica, pero esos versos estaban más cerca del infierno que del cielo.
Empezaba a cerrar los ojos. Ella se levantó con el rostro manchado de sangre. Lo que era una auténtico festín de chillidos era ahora un silencio. La sonata ya había tocado a su fin, y yo, pobre diablo, iba a ser arrojado como otra de sus víctimas por el yate. Lo último que vi fue aquella vela de acero, la misma del barco en que me invitó por primera vez, mientras me hundía en un océano de sangre.
"How does he do it??? HOW-DOES-HE-DO IT?????"