por Joni· »
23 Abr 2016, 05:42
Yo también tengo un amigo. Bueno, tengo más, pero la historia de este amigo es bonita de contar. Mi amigo se llama Javier pero, sabiendo como están las cosas y para evitar líos, me voy a referir a él con un nombre ficticio: Javi.
Javi es amigo del barrio de uno de mis mejores amigos. Es un barrio de la periferia, obrero, con mucha identidad de barrio. Uno de esos pueblos que no tienen autonomía administrativa ni municipio propio pero en los que la gente "baja a Bilbao", aunque ya estén en Bilbao antes de bajar. Son del mismo año, así que se conocen desde siempre. Vivían a 50 metros de distancia y recorrieron de la mano todo el ciclo educativo, desde preescolar hasta que terminaron el mismo módulo de FP.
Se casaron prácticamente a la vez. Mi colega (llamémosle Txomin) se compró el piso de sus padres cuando éstos decidieron irse a Castro Urdiales a pasar el último tramo de sus vidas al lado del mar, una vez alcanzada la jubilación. Javi y su mujer compraron casa en un pueblo cerca de la frontera entre Bizkaia y Burgos, de donde eran originarios los padres de ella.
Conocí a Javi hace doce o quince años a través de Txomin. Coincidíamos de vez en cuando pero nunca tuvimos una relación de amistad como tal. Aun así, los encuentros me dieron para saber que no era el marido del año. De vez en cuando, en alguna timba de poker, Txomin nos comentaba que en ese momento éramos la tapadera de Javi. Que se suponía que estaba con nosotros, aunque en realidad estaba en otro lugar, con otra gente y practicando otras actividades más espasmódicas.
Hace algo más de dos años tuvieron una hija y pocos días después su mujer empezó el proceso de separación. Cuando nos lo contó Txomin mi reacción fue "pues claro". A raíz de la separación, Javi volvió al barrio, a casa de su madre, y recurrió como es lógico y normal a los amigos de siempre para llevar mejor el trago. Y el más amigo, el más de siempre, el que sigue viviendo en el barrio y que además es la mejor persona que conozco, en cuanto a valores y principios, es Txomin.
El grupo de amigos del que formamos parte Txomin y yo hemos cambiado de hábitos. Ya no nos juntamos una vez a la semana a jugar al poker, hemos cambiado las cartas por la experimentación psiconáutica, como consecuencia de la incorporación al grupo de un chamán que nos ha volteado la perspectiva vital. Javi también ha sido siempre de meterle a todo, así que no tardó en sumarse a nuestras rutinas. A medida que íbamos abriéndonos, en parte por efecto de la ingesta de empatógenos y en parte por la confianza que se va generando con el tiempo, empezamos a conocer la historia de su divorcio.
Uno de los primeros datos que conocimos fue que ella le había puesto una denuncia por maltrato. Todavía no habíamos llegado a un punto ni siquiera cercano al que estamos hoy y yo en este tema tengo un sólido prejuicio, así que mi primera composición de lugar fue estar completamente seguro de la veracidad de la denuncia y coger con pinzas la negación de los hechos de Javi. Sí, me encajaba perfectamente como maltratador potencial: un tío de barrio, sin demasiada formación cultural, obviamente machista (según su historial de escaqueos usándonos de tapadera), con mucha calle de la de coincidir con gente mala... Sin embargo, Txomin, el de los principios y valores, estaba con su versión a muerte. "Bueno, siendo tan amigos, pues normal que tenga la venda en los ojos".
Pero seguimos hablando, conociéndonos, escuchando su historia. Los procesos judiciales fueron avanzando y se fueron incorporando datos cada vez más abundantes y más sólidos. Casi cada semana íbamos añadiendo piezas al puzzle. El chamán, que además de tener mucho vicio y mucha labia es abogado en ejercicio, le hacía a Javi tres o siete preguntas por cada frase que nos contaba, así que acabamos llegando a un nivel de detalle potente.
La mujer de Javi le dijo, a los pocos días de parir a su hija, que se iba a casa de su madre. Cogió a la niña, sus cosas y se piró. Unos días después la policía fue a buscarle y se lo llevaron a comisaría en virtud de una denuncia por maltrato continuado. Después de varias horas de declaración, uno de los interrogadores le sugirió a Javi que denunciara a su mujer por llevarse a su hija de casa. Él les dijo que le daría una vuelta al asunto, que no sabía qué hacer en ese momento de desconcierto. Javi no durmió en comisaría, aunque le advirtieron de que la casa conyugal era a todos los efectos la casa de su hija y le sugirieron que buscara otro lugar donde dormir. Se fue a casa de su madre. Su mujer volvió al domicilio común a recoger todo lo que consideraba suyo y volvió a casa de sus padres con la niña en brazos.
Pasó un buen tiempo desconcertado. Intentó hablarlo con ella en varias ocasiones, siempre con el mismo resultado: empeorarlo todo. No podía entender que ella, con quien al fin y al cabo tenía una historia común larga, a menudo bonita, una hija de la que Javi va a ser el padre para siempre, le estuviera haciendo eso. Al final acabó haciendo caso al policía, contactó con una abogada y puso su caso en sus manos. La abogada tardó muy poco en indicarle el camino: denuncia por detención ilegal de la hija, denuncia por apropiación indebida de todas las propiedades comunes que la mujer había considerado como propias en su reparto unilateral de bienes.
La denuncia por maltrato fue rápidamente desestimada por falta de pruebas. La de apropiación indebida terminó en sentencia condenatoria a la ya ex-mujer, aunque el abono de la cantidad estipulada por el juez sigue pendiente por un tema de plazos (aún es recurrible la sentencia, o lo era hasta hace muy poco). La de detención ilegal está pendiente de sentencia, aunque todo apunta a que será condenatoria. Por el camino, el juzgado de familia ha concedido la custodia compartida y Javi está pensando muy seriamente pedir la custodia en exclusiva. Según su abogada y a la vista de la colección de sentencias, la tiene ganada sin ningún problema.
Pero yo creo que al final no la va a solicitar. Javi quiere que su hija y su madre se quieran con normalidad y tiene pavor a llegar al día en que la niña tenga edad para contarle por qué mamá sólo está con ella dos fines de semana al mes.
Javi nunca habla de denuncias falsas cuando habla de feminismo. Es crítico con el movimiento, tiene tics muy marcados de hijo del patriarcado y a veces es muy duro con algunas quejas o demandas de feministas, pero su caso no es nunca el argumento. Javi es víctima de una hijadeputa que le puso una denuncia falsa para intentar dejarle sin su hija para siempre, pero también es algo mucho más importante: es padre de una niña de dos años y pocos meses. Desde que nació ella, su futuro ha pasado a ocupar mucho espacio en su cabeza. Y Javi, cuando mira a su alrededor y ve el mundo en el que vive, siente verdadero pánico y desea con todas sus fuerzas que las cosas cambien radicalmente en los años que quedan para que su niña sea una mujer responsable de su propia vida.
La comparación entre su propia experiencia y ese pánico le produce risa floja. Hace unas semanas, el chamán le preguntó por la cuestión. "Ojalá pudieran garantizarme que mi hija nunca va a tener un problema mayor que el que yo tuve. Si ése va a ser su mayor sufrimiento ¿dónde hay que firmar?", fue su respuesta. De momento va empezando por poner su parte y se ha apuntado a un programa en el que también anda metida su abogada. El mes que viene dará su primera charla en un instituto de Vitoria, supongo que grabada con intención de subirla a youtube o plataforma similar. No pienso dejaros sin el enlace, prometido.
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