Joni· escribió:Yo con los suicidios prefiero no meterme. Me parece, lo he escrito aquí muchas veces, un tema delicadísimo, extremadamente complejo desde cualquier punto de vista: psicológico, sociológico, etnográfico, jurídico. La interpretación de las motivaciones del suicida merece algo más de esfuerzo que agarrar una sola inferencia y tirar de ella. No me gusta aquí, ni tampoco en debates sobre acoso escolar, homofobia o condiciones laborales, en los que utilizar el suicidio sería una baza argumental de importancia para mis posturas en cada uno de ellos. Cuidadito con el suicidio.
Vamos con las denuncias falsas: el problema de las denuncias falsas es connatural al derecho. Desde el momento en que existe una maquinaria, aprobada y sustentada por el común, con capacidad punitiva, existen los intentos de utilizar esa maquinaria para dirimir cuestiones personales. Seguro que unos cuantos de aquí ya nos hemos chivado a nuestra madre de algún pecado inventado para que le metiera dos guayas (o le mandara tres minutos al rincón de pensar, según generación a la que pertenezca) a algún hermano o hermana con cuentas pendientes. Yo sí. Acabar con las denuncias falsas es una aspiración similar a la de acabar con los robos.
La redacción de las normas protectoras para la mujer incrementa notablemente la probabilidad de obtener rentabilidad de una denuncia falsa y además prácticamente asegura un rendimiento inmediato, independientemente de cuál vaya a ser el resultado a largo plazo. Probablemente, cualquier mujer condenada en firme por denuncia falsa obtuviera un beneficio inicial, por mucho que acabara por comer mierda a paladas. Pero esto no hace que denunciar en falso deje de ser lo que es: un delito penado con severidad por la ley, que todos percibimos sin asomo de duda como moralmente reprobable. Es muy fácil robar a un niño pero no por ser muy fácil lo hace todo el mundo, ni siquiera mucha gente.
Como tengo fe en la absoluta igualdad de las mentes humanas, independientemente de su género, para el proceso de cualquier información aprendida (en la intuitiva estoy igual de seguro de la existencia de diferencias), y como la moral es información aprendida, voy a asignar a hombres y mujeres la misma capacidad para "no dudar en saltarse los propios principios morales, ni tener en cuenta las leyes ni el castigo al que me expongo, para hacer mal a un semejante".
Así que propongo que estimemos un porcentaje de varones que sería capaz de ejercer violencia de dominación contra su pareja sentimental, respecto al total de varones. El que sea. N%. Propongo también, lógicamente, que de cara al cálculo de gravedades relativas ése (N) sea exactamente el porcentaje de mujeres capaces de poner a su pareja una denuncia falsa para intentar obtener los beneficios que la ley le proporciona. Lo contrario sería meterse en peligrosos "ellas son más putas" o "ellos son más bestias" que no son ciertos ni caben en ningún debate serio.
Y ahora propongo que cada cual ponga el valor que desee a N, y que con ese valor calcule la gravedad del problema de la violencia de control machista, comparado con el de las denuncias falsas.
Resumiendo los posibles resultados, quienes no tengan fe en el ser humano (valores elevados de N) concluirán que el problema de la violencia machista es jodidamente grave y apreciable o considerablemente más grave que el de las denuncias. Los que sí la tengan (N cercano a 0), acabarán por concluir que las denuncias falsas son un problema marginal. Esto se debe a que N se aplica como multiplicador al total de la población femenina con pareja masculina pero sólo a la parte de la población masculina que ha recibido una denuncia.
Venir con el puto rollo de las denuncias falsas pretendiendo utlizarlo como contrapeso al problema machista es como decir que lo de Reinhold Messner no tiene ningún mérito porque yo he subido a Artxanda. Eh, y lloviendo.
Por supuesto, no hay que olvidarse de usar N (u otro factor corrector) para todas esas denuncias falsas que conocemos. Una cosa es que un tío denunciado te cuente que esa denuncia es falsa porque nunca ha ejercido ningún tipo de violencia y otra cosa es que sea cierto. En la cárcel todos somos inocentes, y a mí me cuesta imaginar una conversación tal que:
- Aupa Patxi ¿qué tal?
- Na, que me ha denunciado la mujer por malos tratos
- ¡No jodas! ¿Y eso?
- Pues nada, que de vez en cuando llegaba caliente para casa y como la Mentxu es así de zorra, pues me sacaba de quicio y acababa dándole dos sopapos para que supiera quién manda.
El gravísimo problema de la violencia machista justifica medidas correctoras, sin abandonar el debate sobre la conveniencia de las medidas efectivas que realmente se tomen. Pero no es más que una consecuencia terrible de un problema estructural muchísimo más grave, que es el sometimiento de media humanidad a la otra mitad. Y ahí los indicadores, cualquiera que muestre relación de poder entre géneros, sí que son demoledores.
Sabes que estamos muy de acuerdo en muchas cosas. Súmale otra más.