Escribano, el Zidane que se le rompió al Madrid
A Carlos Enrique Escribano (Madrid, 1957) las lesiones le rompieron un futuro destinado a marcar una época en el Real Madrid y en el fútbol español. Todos aquellos que compartieron vestuario con él desde 1972 a 1980 en las distintas categorías inferiores del club blanco y en el primer equipo lo afirman.
Proyección, proyecto, talento natural, quirófano, ligamentos rotos, esperanza y desencanto son las palabras que describen el paso por el fútbol de Carlos Enrique Escribano. El canterano que más elogios y expectativas ha levantado de todos los que han pasado por la Ciudad Deportiva nunca pudo mostrarle al madridismo y al fútbol español lo que los que le vieron jugar proclamaban convencidos: "Este chico está destinado a marcar una época. El Bernabéu se rendirá a sus pies", decía Miljan Miljanic, primer entrenador blanco, cuando le echó el ojo en uno de los equipos juveniles del año 74. Dos roturas de ligamentos cruzados, una en cada pierna, en menos de un año y medio le partieron el futuro a Escribano. Con dieciséis años, ya le hacían entrenarse con el primer equipo; con veinte, ya no había futbolista.
Las condiciones para el juego de Escribano tuvieron consecuencias que van escritas en los códigos del fútbol. Sin llegar a entrar en la rueda del éxito, se ganó el respeto de los que compartieron vestuario con él. Le reconocían y le reconocen como un elegido que, de no haber sufrido esos percances, están seguros de que todavía se hablaría de él. "Es el futbolista que más claridad tenía cerca del área contraria de todos los que yo he visto. Podría haber pertenecido a la élite del fútbol durante muchos años. Por su forma de ser y por lo que padeció, entre todos lo protegíamos y lo arropábamos", argumenta Camacho.
La melena a lo Chunguito y la sonrisa en la cara nunca desaparecieron de su rostro. Vivió y asumió sus desgracias según le vinieron. Ahora mira al pasado agradecido en vez de derrotado: "No pienso en lo que pude ser, porque con lo que hice me conformo. El hecho de pertenecer al Real Madrid, de vivir lo que viví en la casa me reconforta. No pude triunfar, pero ahora también soy feliz con lo que tengo, con mi mujer y con mi hijo. Me molesta que duden de mí y que digan que no lo di todo por recuperarme. Es cierto que era un polvorilla, pero tenía carácter, orgullo y amaba el fútbol. No darle al Madrid y al público todo lo que esperaban de mí me duele. Se lo debo todo a ellos".
El carácter lo sacaba Escribano cuando se relacionaba con la pelota y por medio andaba la victoria o la derrota: "Tenía el mismo carácter de todos los que saben que son superiores al resto. Hacía controles muy parecidos a los que le vemos hoy a Zidane. Veía el fútbol dos segundos antes que los demás y eso, en el fútbol siempre significa fabricar muchos goles", afirma Castañeda, ex jugador de Osasuna y compañero suyo en los juveniles y en el Castilla. "Era un centrocampista ofensivo. Técnicamente fue un jugador extraordinario y además, físicamente, era resistente. Es el mejor canterano que yo he visto. Miljanic, que por entonces era el entrenador, tenía mucha confianza en él y por eso le subió al primer equipo tan joven", apostilla Vicente del Bosque. "Ha sido la joya más preciada que ha tenido el Real Madrid y desgraciadamente no tuvo la posibilidad de mostrarla al gran público. Le hubiera dado nombre a una generación entera de jugadores que nos formamos en la casa. Le consideramos uno de los nuestros porque se ganó el respeto como jugador y como persona", dice de él Isidoro San José.
El hormiga Macua, ahora presidente de la Asociación de Veteranos del club, habla de El Pelos como "un adelantado. Parecía que llevaba jugando diez años más que nosotros. Era muy descarado". El técnico sevillista, Joaquín Caparrós, ex canterano blanco, también quedó rendido a su fútbol: "Tenía las condiciones de los grandes. Clase, talento y ganas". Si hay algo que a Escribano aún le carcome por dentro es un partido con el Salamanca en 1980. Le habían cedido para que completara la recuperación con partidos y vivió su peor experiencia en el fútbol: "Jugábamos en el Bernabéu y era una oportunidad. Al descanso íbamos a cero y había tirado al palo. Me estaba saliendo y Mesones me cambió. Le dije de todo, fue muy extraño".
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