por Genjuro »
09 May 2020, 13:07
260. Solange Leben in mir ist (Günter Reisch, 1965) - 6
Entre las películas que el Plenum del Partido Socialista de la RDA prohibió en 1965, de hecho la mayor parte de la cosecha de ficción de ese año, no podía estar esta celebración de la figura de Karl Liebkneck, diputado y miembro del SPD que, contrariamente a la línea seguida por su partido, se opuso a la Gran Guerra, lo que le valió numerosas represalias en tiempos de discurso único, y que acabó siendo uno de los fundadores del Partido Comunista de Alemania. El biopic se circunscribe a esa época, y aprovechando el notable esfuerzo de producción, recrea la Alemania ultranacionalista del kaiser, su fragor callejero y parlamentario, con habilidad y estilo. Por supuesto nos ofrece a un héroe sin mácula, un hombre que pasa más tiempo mirando al horizonte que a cualquier otro sitio, pero son las servidumbres inevitables de este estimable título.
261. Nicht versöhnt oder Es hilft nur Gewalt wo Gewalt herrscht (Danièle Huillet & Jean-Marie Straub, 1965) - 5,5
Se me ha hecho muy complicado seguir la historia que narra este mediometraje, a pesar de tratarse de una ficción mucho más convencional en su estética que el resto de la obra de Huillet y Straub. Quizás la lectura de la novela de Heinrich Böll en que está basado el film sea imprescindible para penetrar con alguna orientación en sus resortes argumentales, y no me sorprendería que a la pareja de directores les haya interesado antes dialogar con el referente literario que construir un universo autónomo. Parte de la dificultad surge de las diferentes líneas temporales entre las que va saltando una narración que se asoma varias generaciones de una familia de arquitectos. Agravios del pasado que parecen nacidos de la cultura del odio nazi se entrecruzan con la historia de la construcción y destrucción de una abadía. La Historia con mayúsculas, la fuerzas que la propulsan, combinadas con la esfera individual, diría que son elementos importantes de su discurso. Visualmente me gusta la mayor parte del metraje, a veces mucho, aunque en algunas escenas hay cambios de plano en los que hacen cosas un poco raras en cuanto a angulaciones y uso del eje, que no me terminan de convencer.
262. Tarahumara (Luis Alcoriza, 1965) - 6,5
El cine de Alcoriza celebra un cierto sentido de libertad y comunión con un espíritu más bien primitivo del ser humano por oposición a la sociedad y moral burguesa, y por eso no sorprende las simpatías que muestra por los indios tarahumaras en este film. Bajo su fascinación acaba cayendo el protagonista, un hombre blanco que toma conciencia de la situación de precariedad a la que se ven abocados y a los que trata de ayudar para conservar sus tierras ante la amenaza de los potentados de la región. Hay un punto muy evidente de paternalismo en esta obra quizás demasiado cargada de buenas intenciones, pero es difícil no simpatizar y dejarse seducir, análogamente a lo que le pasa al propio protagonista, con los ritmos vitales que propone Alcoriza, sin necesidad de entregar una obra particularmente pulcra en su acabado visual.
263. Culloden (Peter Watkins, 1964) - 6,5
Como es habitual en su cine, Watkins recurre a la estética y la narrativa propias del reportaje para reconstruir un hecho histórico, la batalla de Culloden a mediados del siglo XVIII en la cual el ejército inglés derrotó definitivamente, y por aplastamiento, la causa de los Estuardo, liderada por Carlos Eduardo al mando de los highlanders. El dispositivo descarga al relato de cualquier conato de épica, gloria o similar que pudiera emerger en un formato más convencional. Hay una buscada neutralidad en el tono sólo traicionado por cierta ironía que destila la descripción de la estrategia jacobina, y al final sólo queda la idiocicia, la crueldad, la explotación y la muerte. Profusa en primeros planos, el formato clásico para recoger testimonios, también muy práctico para cerrar el campo de visión del espectador y así esconder en alguna medida la limitación de medios, quizás no resulta lo más estimulante a nivel estético, pero no deja de ser una lúcida mirada a la manera en que la Historia va tomando forma.
264. O trigo e o Joio (Manuel Guimarães, 1965) - 6,5
En los trigales del Alentejo nos asomamos a la vida de una familia de campesinos y del jornalero con el que se asocian. La historia abunda en la miseria, la ignorancia y la ingenuidad de los personajes, pero también en su capacidad para encajar desgracias y seguir adelante, en su buen talante en el trato con el prójimo (quizás de ahí el título "parabólico") y sobretodo en el trabajo como elemento virtuoso. En definitiva, el campo como escenario de una vida dura y difícil, al tiempo que objeto de amor y celebración por su capacidad proveedora. Es verdad que esa ingenuidad de los personajes genera a veces situaciones difícilmente digeribles, como la del jornalero en la feria, pero se le perdona en el global. La mirada de Guimarães les dota de estatura humana en buena medida a través de la puesta en escena que, si bien no busca hacer preciosismo visual (que no tendría sentido dada la realidad que refleja), les pone en relación con la tierra, con la atmósfera, haciendo de ellos figuras de tragedia y de épica.
265. Le chat dans le sac (Gilles Groulx, 1964) - 7
Groulx retrata los estertores de la relación entre dos jóvenes como una circunstancia sobre la cual se reflejan sus diferencias y contradicciones, la dificultad para navegar en el día a día. Él, aspirante a periodista, muestra un espíritu idealista, casi revolucionario, al que da salida con una preocupación cultura e identitaria propia del canadiense francófono, pero no es capaz de compaginar la pureza intelectual que demanda su juventud con la tozuda realidad práctica de un mundo gobernado por el capital. Ella aspira a hacer teatro, vive mucho más despreocupadamente, seguro que en buena medida por la red de seguridad que supone su familia burguesa. Son caracteres difícilmente reconciliables que Groulx nos acerca con una narrativa que busca cierta liberación jazzística como la que oímos en su banda sonora, con una estética muy nuevaolera.
266. Zatôichi abare tako (Kazuo Ikehiro, 1964) - 5,5
Creo que es el primer Zatôichi que me encuentro que sigue con bastante precisión el más típico y tópico argumento de los films yakuza: jefe bueno y jefe malo, con el segundo maquinando cómo quitar el negocio al primero, cuya causa defiende el protagonista recién llegado hasta la multitudinaria lucha final. La comedia (que muchas veces contradice las habilidades de Zatôichi, pero nunca tanto como este episodio) y la ligereza van dejando paso a un tramo final más oscuro y quizás mejor trabajado, por ejemplo con una escena muy lograda en la que el héroe elimina en off visual a tres rivales quedando sólo la proyección de su sombra, o un final cortante que nos enfrenta al rostro más siniestro del personaje.
267. White Mountains (Melis Ubukeyev, 1964) - 7
Otra de esas pequeñas obras que trasladan un cierto grado de fascinación por las (relativamente) exóticas culturas rurales, que alimentan la variedad etnográfica del cine Soviético, sobretodo a partir de los años 60. Estamos en Kirguistán, cuando todavía la autoridad Soviética no se había asentado, donde un joven que es perseguido por el poder reaccionario que todavía se mantiene en el ámbito rural pretende ir a la ciudad para recibir educación, y en su huida conoce a una adolescente a quien su familia ha prometido precisamente al viejo cabecilla de la zona. Los roles están claramente establecidos, pero no el simple antagonismo entre viejo y nuevo régimen, sino que en medio, quizás en el lugar más importante, figura el grueso de esa familia que representa una población regida por siglos de inercia sociocultural que es necesario transformar. Dentro del atractivo de sus imágenes, de su capacidad para trasladarnos ese universo poco menos que suspendido en el tiempo, destacan unas bellas escenas nocturnas filmadas con una penumbra casi mágica que por supuesto retratan a la joven pareja protagonista y el futuro que representan.
268. Prawo i piesc (Jerzy Hoffman & Edward Skórzewski, 1964) - 6,5
Una especie de western de posguerra, en una localidad polaca desierta a la cual envían a un grupo de hombres para asegurar el lugar y organizar un hospital. El protagonista es un héroe a su pesar, así caracterizado desde la apertura, y el discurso del film resulta muy pertinente para la circunstancia polaca: los villanos son rapiñadores (es decir, abogan por la propiedad privada en lugar del bien común) y enfrentarse a ellos con violencia es inevitable (represión justificable). Me gusta más el tramo inicial que el resto, cuando ya se ponen las cartas sobre la mesa, cuando el carácter de algunos personajes se hace un poco más grueso y la dinámica del film admite pocas variaciones. Pero en todo caso se trata de una obra muy bien filmada, que usa muy bien los escenarios, la estación de ferrocarril inicial, las calles desiertas, azoteas, sótanos, siempre con la sensación de que poco queda al azar en la construcción de imágenes.
269. Document rojô (Noriaki Tsuchimoto, 1964) - 6,5
Curioso documental que no llega a una hora de duración sobre un taxista y su familia, sobre las calles y el tráfico de Tokio. Con muy pocos diálogos, destaca su labor de montaje, su nada convencional trabajo sobre los encuadres en varios de sus tramos, buscando el detalle de la escena (los pies de un policía bajo el discurrir de los coches, la trama de cables eléctricos sobre la calle, el perfil del rostro de su protagonista sobre el fondo nocturno desenfocado...), pero también capturar el ritmo vital de la ciudad.
270. Nothing But a Man (Michael Roemer, 1964) - 6,5
Hay que pensar que, junto a Roemer, la principal fuerza creativa de este film fue Robert M. Young, coproductor, coguionista y montador, director a su vez de Alambrista!, otro renombrado film independiente sobre minorías marginales. Aquí nos situamos en Alabama, entre personajes negros, principalmente un orgulloso y concienciado trabajador del ferrocarril y la hija del reverendo local, que comienzan una relación. La dulzura se troca en amargura según avanza el metraje y el racismo va minando al protagonista. No hay golpes bajos ni situaciones melodramáticas, tampoco Roemer busca reflejar víctimas de una pieza, beatíficas, pero resulta evidente el poder corrosivo de la situación, cómo deteriora el tejido social de la comunidad negra y condena a sus miembros a una espiral de frustración, precariedad o desestructuración familiar, como hace evidente el film en las relaciones intergeneracionales del protagonista. La puesta en escena no me parece que aporte grandes ideas o significado, pero sí que proporciona una apropiada sensación de realismo.
271. L'insoumis (Alain Cavalier, 1964) - 6,5
Aunque no de manera tan acusada como en Objectif: 500 millions de Pierre Schoendoerffer, éste es otro film que testimonia la espesura moral de una Francia que viene de librar guerras coloniales de dudosa legitimidad, y cuyos personajes se mueven en un registro que tiende hacia el cine negro. El protagonista es un militar que ha desertado y que participa como mercenario en un secuestro de lo que parecen ser las OAS, pero su trayecto acaba derivando en una odisea personal. Todos los personajes, más o menos simpáticos, más o menos acertados, son valientes a su modo, a veces hasta la temeridad, como ya nos avisa el prólogo del film. Las formas son bastante clásicas y muestran las dotes narradoras de Cavalier (su evolución como cineasta sí que es curiosa), que en algunos momentos se luce manejando el espacio escénico sin necesidad de cambiar de plano.
272. Il giovedi (Dino Risi, 1964) - 2,5
Uno de los personajes más insoportables que he visto en pantalla en mucho tiempo, el protagonista de esta comedia es un charlatán que pasa la jornada con su hijo después de varios años sin verle. Es un mentiroso compulsivo y un cretino integral, supuestamente de buen corazón, mientras el crío ha disfrutado de una severa educación y probablemente sufre déficit de cariño, y el film juega a esa oposición y al encuentro entre ambos. La pretendida comicidad de la película descansa sobre la capacidad de su protagonista para quedar en ridículo, pero yo no siento mayormente más que vergüenza ajena. Seguramente un Alberto Sordi podría haber hecho más con el personaje que el insípido Walter Chiari, pero lo veo difícilmente redimible. La cosa no es un desastre total porque al menos la dirección está cuidada.
273. Der fliegende Holländer (Joachim Herz, 1964) - 6
Un film-ópera que pone imágenes a la obra de Wagner, que ya resulta bastante sorprendente siendo una producción de la RDA, pero que cambia en cierta manera el sentido de la misma. El romanticismo exacerbado que daba pie a la redención por amor del holandés de la historia original, da paso a una ensoñación romántica como vía de escape de una realidad castrante para Senta, que se convierte así en la protagonista total de la función. Herz recurre al cambio de formato, más o menos panorámico, para mostrar respectivamente el mundo imaginario que ella crea o la realidad diegética. No hay diálogo con las formas de representación operísticas, pero por contra Herz se aplica en la construcción de una obra muy cinemática, en la que el movimiento, el montaje y la imaginería visual de regusto gótico le da fuerza estética a la película.
274. Tiempo de amor (Julio Diamante, 1964) - 6,5
La mirada vitriólica sobre la sociedad española se reproduce de nuevo en este otro film de Julio Diamante, que agrupa tres historias cortas que examinan la decisiva ascendencia del materialismo sobre las relaciones sentimentales en un contexto de machismo y nacional-catolicismo. Me parece bastante moderno el tratamiento que recibe la mujer, el reflejo de su problemática en una sociedad puritana y represiva que las condena a roles muy limitados, ninguno de ellos grato. Siendo las historias muy diferentes y estando apenas conectadas, no se siente una película deslavazada, y las diferentes características de los relatos, que tratan momentos vitales distintos en los protagonistas con desenlaces marcadamente diferenciados, acaban ofreciendo un contrapeso sin traicionar el tono y el trasfondo de la obra.
275. Shin shinobi no mono (Kazuo Mori, 1963) - 6,5
Tercera entrega de Shinobi no mono tras las notables predecesoras a cargo de Satsuo Yamamoto, dando continuidad a las andanzas de Goemon Ishikawa, héroe folklórico real en su condición de ninja forajido, aunque este tercer film estira su historia más allá de lo reseñado en su biografía, haciéndole "resucitar" de la condena que teóricamente acabó con su vida. Supongo que el film le envuelve todavía más en el corazón lo las luchas de poder de finales del siglo XVI que llevó al país del liderazgo de Hideyoshi Toyotomi, el gran enemigo del protagonista, a Ieyasu Tokugawa. La estética se mantiene constante, el dominio de las sombras que reflejan visualmente unos entresijos de poder en los que a menudo las cosas no son como parecen.
276. Shinobi no mono: Kirigakure Saizo (Tozukô Tanaka, 1964) - 6
La cuarta entrega rompe con la continuidad narrativa de las anteriores. Si bien Raizô Ichikawa sigue siendo el protagonista, el ninja al que interpreta es un personaje diferente. Quizás porque hemos avanzado más de tres lustros en la historia de Japón para, eso sí, testimoniar el epílogo del enfrentamiento entre los Toyotomi y los Tokugawa. Curiosamente, ahora el protagonista está de parte de los Toyotomi, pero es lógico dada la crueldad inherente a esta última campaña de Ieyasu para exterminar a un clan ya totalmente derrotado (episodio que aparece o se menciona en muchas películas). No es film tan nocturno y oscuro como los otros y la connotación de las facciones es más acusada, pero de nuevo la narración es muy sólida.
277. Oretachi no chi ga yurusanai (Seijun Suzuki, 1964) - 6,5
Suzuki abundaba en su temática favorita, los films-yakuza, poniendo en primer plano a dos hermanos hijos de un jefe asesinado cuando ellos eran pequeños y a quienes su madre ha tratado de mantener alejados de ese mundo. El film es irregular, y no termina de encontrarse en su culminación (como sí lo consiguió en otras obras de la época), pero tiene sobrados argumentos para la diversión. De mano la narrativa es a menudo furiosa, el montaje está hecho por momentos a machetazos (y no lo digo en sentido peyorativo), y el artificio asoma de vez en cuando, como en esas imposibles transparencias en los coches (la de las olas del mar cuando se supone que les está jarreando lluvia es un delirio total). También en la escena culminante la irrealidad va tomando protagonismo, con todos esos villanos anodinos que aparecen y desaparecen entre la maleza o con muertes imposibles, pero estéticamente no termina de explotar a un nuevo nivel.
278. Under the Same Sky (Ljubisa Georgievski & Miomir Stamenkovic, 1964) - 6,5
Como en Cenata na gradot, Georgievski también recurre a la Segunda Guerra Mundial para realizar un drama psicológico que trabaja sobre la capacidad de los personajes para mantener su integridad al ser puestos a diabólica prueba por el yugo fascista. Ignoro la responsabilidad de Stamenkovic, pero me ha parecido su obra más sobria, también es verdad que la acción está bastante concentrada en la casa donde la familia protagónica esconde a dos partisanos buscados por las autoridades. Me gusta especialmente el trabajo de montaje entre escenas, las continuidades y las rimas visuales que se crean, resorte para el lucimiento narrativo de una obra muy concentrada sobre los rostros y las expresiones de los personajes.
279. Beware of the Car (Eldar Ryazanov, 1966) - 6
La existencia de un Robin Hood en la Unión Soviética contemporánea a la realización del film no parece el argumento más ortodoxo dadas las circunstancias, y sin embargo de eso trata esta comedia. Su protagonista es un apocado vendedor de seguros que roba coches a ciudadanos corruptos y que casualmente se hace amigo del policía que lo investiga en unas clases de actuación. Por supuesto las autoridades ponen las cosas en su sitio, pero entre tanto el film juega con una cierta subversión de arquetipos con simpatía y solvencia narrativa.
280. Zatôichi sekisho yaburi (Kimiyoshi Yasuda, 1964) - 5,5
Típico argumento de la saga, con Zatôichi llegando a un pueblo al que tiene que liberar del yugo impuesto por un grupo yakuza y el magistrado de la zona. Es una entrega bastante sobria, que limita mucho el exhibicionismo de las habilidades del espadachín, mientras que tiene algunos detalles curiosos de puesta en escena, especialmente cuando juega con el fuera de campo.
281. Dwelling in the Fuchum Mountains (Gu Xiaogang, 2019) - 7
En el panorama festivalero, el cine chino se ha ido labrando en las últimas dos décadas una imagen bastante definida a la que este film también se suma en alguna medida. El retrato de los diferentes componentes de una familia da pie a retratar todo un devenir social y generacional, también el desarrollismo que promueve una transformación urbanística y el auge del materialismo. En realidad, ese estado de cambio permanente, ilustrado por el derribo de lo viejo, los testimonios del pasado o la progresión generacional, se parece más a un fluir permanente, a una serie de rituales que se van repitiendo periódicamente. Es un movimiento que evoca al del río Fuchun tan presente en las imágenes del film, sugerido por una puesta en escena de planos generales en la que dominan los travellings y panorámicas suaves por las cuales va pasando la vida. El gusto por el plano-secuencia alcance su cénit en sendas escenas, situadas en el tramo inicial y final de la película, en las que se filma la ribera del río desde alguna embarcación en su cauce, exponente máximo de la capacidad hipnótica de la narración. A pesar de los problemas de los personajes, de esa continua dependencia del dinero, esa obsesión por los préstamos y las deudas, el visionado es de hecho una experiencia muy placentera por la transparencia de sus imágenes y la naturalidad de la acción, desactivando el mínimo gesto de gravedad formalista.
282. Back Door to Hell (Monte Hellman, 1964) - 6
Tres marines son desplegados en Luzan para que contacten con la guerrilla local en su misión de reconocimiento previa a la ofensiva norteamericana sobre la isla durante la Segunda Guerra Mundial. Una línea argumental sencilla para un film de poco más de una hora de duración en el cual cobra especial importancia el concepto de humanidad, ese que la eficacia militar exige suprimir pero que es connatural al hombre y acaba asomado en algún momento en los soldados. A pesar de tener toda la pinta de ser una producción de bajo presupuesto, está rodada en las mismas Filipinas, y el vigor narrativo de Hellman, así como una galería de personajes fuertes y con carácter, conforman una obra efectiva rematada por un curioso cierre anticlimático.
283. Dosti (Satyen Bose, 1964) - 3,5
Un melodrama musical indio que relata la amistad de dos jóvenes sin hogar, uno cojo que perdió a su madre y fue expulsado de la escuela por no poder pagarla, y otro ciego que busca sin éxito en la ciudad a su hermana que trabaja de enfermera en algún hospital. El argumento es un catálogo de situaciones dramáticas dignas de un culebrón. La consigna por momentos parece ser que si algo puede salir mal, así será. El ejemplo más claro, en el tramo inicial, cuando en menos de un minuto uno de ellos anuncia a su madre que la compañía para la que trabajaba el padre no les va a pagar ninguna indemnización por su fallecimiento en accidente laboral (lo que les condena a la miseria), provocando de la impresión la caída fatal de esta mujer por las escaleras y acto seguido el atropello que hace quedar cojo al hijo cuando va a buscar a un médico. Realmente la película acaba siendo divertida por su propia improbabilidad. También es llamativa la relación entre los chavales, con una descarada connotación homosexual. Buena parte de los conflictos surgen del clasismo brutal de la sociedad india, que genera unos comportamientos a menudo aberrantes que la película combate desde la ingenuidad y el candor un tanto tramposo (los dos chavales son puro corazón de oro). Visualmente no molesta, pero tampoco creo que aporte nada especial.
284. Os fuzis (Ruy Guerra, 1964) - 7
En un pueblo durante una sequía llegan los militares para custodiar los almacenes de comida del potentado del lugar. Guerra realiza una obra áspera y asfixiante en la cual va acumulando presión hasta el inevitable estallido de violencia (un fusil actúa más o menos de análoga manera, y supongo que de ahí el título). Para ello se vale de una puesta en escena en la que combina la profusión de planos cortos con la profundidad de campo, en encuadres abigarrados que ahogan en alguna medida a los personajes, incluso en momentos en que mueve la cámara y a los actores, creando sutiles coreografías. Además de los soldados y sus fusiles, también es llamativa la presencia de la fe personificada en un predicador y un buey sagrado, en realidad otro elemento de opresión que muestra esta obra que llama claramente a la acción.
285. This Is Not a Burial, It's a Resurrection (Lemohang Jeremiah Mosese, 2019) - 6,5
Un pueblo en Lesoto va a quedar sumergido bajo el agua por la construcción de un pantano, y una mujer mayor que perdió a su hijo no acepta que su tumba y la de sus antepasados queden sepultadas por el líquido elemento. Es un film que habla desde cierto aliento poético de una historia y una realidad que se va sedimentado, enterrando bajo nuevas capas hasta llegar a este shock traumático. Esto incluye una cultura ancestral afectada por las misiones religiosas, y un mundo moderno que es amenaza siempre latente ("se me queda la lengua pegada cuando trato de pronunciar la palabra progreso", dice uno de los personajes). Mosese construye un espacio casi edénico a través de sus preciosistas imágenes, de su pantalla de formato académico, del tratamiento de la luz y el color, de los dorados propios de los atardeceres, de los azules tan hermosos, de composiciones cuidadas en las que a veces deja mucho aire a unos personajes que concentra en la parte de abajo del plano, quizás como si fueran otra capa más sobre la cual se extendera ese temible "progreso", quizás reflejando que la tierra y su forma de vida ya está perdida para ellos.
286. Okami to buta to ningen (Kinji Fukasaku, 1964) - 7
Como en tantos otros títulos de Fukasaku, en su retrato del mundo del hampa no hay sitio para el glamour, la idealización o la nobleza. Como mucho puede surgir algún rastro de humanidad entre la fauna de lobos y cerdos por la que se mueven los personajes, por usar los términos del título de la película. Tres hermanos protagonizan la película, y el mediano quiere involucrar con engaños al pequeño para robar al grupo yakuza para el que trabaja el mayor. El carácter depredador y autodestructivo está muy presente en una obra que exuda cierta desesperación y nihilismo. Le sienta bien el blanco y negro a sus imágenes, le da un punto de estilización y expresividad, también de negrura, en el fragor de la típica puesta en escena de Fukasaku.
287. Il magnifico cornuto (Antonio Pietrangeli, 1964) - 6,5
El tema mayor del cine de Pietrangeli es el machismo de la sociedad italiana, y por supuesto éso es exactamente de lo que trata esta película. La novedad respecto a otros films suyos de esta época es que el protagonista principal es masculino (aunque curiosamente, o quizás con toda la intención, los créditos vienen encabezados por Claudia Cardinale), un marido que tras sucumbir a un affaire con la mujer de un amigo acaba pensando (por reflejo de su experiencia) que su propia mujer le está engañando a su vez con alguien. Todo esto en un ambiente burgués, altamente materialista, en el cual la posesión significa estatus, lo que supongo incluirá la de los seres humanos, y con un protagonista dueño de una fábrica de sombreros, símbolo masculino ya del pasado por entonces. Por supuesto, la fijación del protagonista propicia situaciones ridículas, más o menos graciosas, algunas bastante previsibles. Me gustaron especialmente las escenas imaginadas, muy bien filmadas y en las que salen a relucir los complejos y obsesiones de este demonio de los celos.
288. Last of the Comanches (André de Toth, 1953) - 5,5
Un pequeño grupo de soldados y una deligencia tienen que enfrentarse a una larga travesía por el desierto sin apenas agua y con una partida de indios hostigándoles. Un clásico argumento en un western directo y al grano como ese sargento al mando que interpreta Broderick Crawford, el personaje que más luce de la función. Porque por ahí, en la galería de caracteres, patina un poco la película, especialmente el indio joven que les ayuda. Por entonces quizás pudiera haber sido considerada como una manera de humanizar en alguna medida a los indios, de resaltar que no todos son iguales, pero sólo consigue exacerbar el racismo con una figura tan grotescamente buenista, que encima ha estudiado con los blancos en su reserva, además connotando tan negativamente a los indios rebeldes. De manera simétrica, también hay un personaje blanco muy negativo, el comerciante de armas, la excepción a la regla. En fin, De Toth, consumado narrador, saca adelante el film manejando perfectamente los tiempos dramáticos y sin florituras visuales.
289. Tabi no Owari, Sekai no Hajimari (Kiyoshi Kurosawa, 2019) - 7
Kurosawa se fue a Uzbekistán para filmar su última película, en la que un pequeño equipo de rodaje graba uno de esos estériles programas de viajes que tanto proliferan por las televisiones de todo el mundo. La protagonista es su joven presentadora, un cuerpo extraño e incómodo al ambiente que rodea. Siempre temerosa, incapaz de interaccionar y empatizar con una gente y una cultura a las que ve demasiado diferentes, que hablan un lenguaje que no entiende, su problemática va más allá del específico contexto uzbeko porque ni siquiera se habla con su familia, y mientras tanto vive colgada del móvil que le permite mantener contacto con su novio, que parece su bote salvavidas social. La tecnología juega un papel importante, ya que su incomodidad parece desaparecer cuando observa la realidad a través de una pantalla, como en esa escena en la que graba en un mercado. Ahí el dispositivo del film estalla en todo su esplendor, ya que Kurosawa graba a un equipo de rodaje que graba a una presentadora que a su vez graba lo que ve, como representando la hipertrofia actual respecto a la cultura de la imagen. Ella misma se convierte en un simulacro cuando oficia de presentadora ante la cámara, creando un personaje en perpetuo estado de disfrute que no puede ser más opuesto a la realidad, y su máxima aspiración es otra fantasía mediática, la de convertirse en cantante. Es un objeto de consumo, y así es tratada por el realizador del programa. El film habla de esa necesidad creciente de consumir una realidad formateada (como esa comida basura que se compra despreciando la gastronomía local). La sensación de amenaza de la realidad diegética en bruto está muy bien trasmitida por Kurosawa, que sigue a su protagonista a través de planos fluidos y elegantes que son capaces de convocar la incertidumbre ante lo desconocido a través del uso del punto de vista y la sutilidad del movimiento de cámara.
290. Séance on a Wet Afternoon (Bryan Forbes, 1964) - 6
Un peculiar matrimonio decide ejecutar un plan para secuestrar a una niña. Ella ejerce de medium, es quien lleva la voz cantante y tiene subyugado a su marido, un hombre de poco carácter. Me gusta mucho el aspecto criminal del film, y creo que está muy bien manejado. También que se insinúe algún ramalazo fantástico, o incluso de terror, con esa presentación inquietante de la casa, por ejemplo. Pero eso sí, me fatiga bastante el rollo neurótico y desequilibrado de la protagonista. Termino viendo demasiado artificio, la tramoya actoral.
291. Zatôichi senryô-kubi (Kazue Ikehiro, 1964) - 5,5
A pesar de la irregularidad del trabajo de Ikehiro, lo que más me ha gustado de esta entrega de Zatôichi es la resolución visual de algunas escenas, como la de los hombres del magistrado saliendo de noche con las lámparas en busca del héroe (qué juego dan siempre), o la de los yakuzas corriendo recortados sobre el cielo, también como la de los habitantes del pueblo cuyas cabezas se agrupan y superponen sobre un fondo negro abstractivo. Ignoro si la presencia de Kazuo Miyagawa a la fotografía tiene que ver, pero consigue sacar de la rutina el enésimo esfuerzo de Ichi por sacar a un pueblo de su atolladero ante las opresivas autoridades, en este caso un malvado magistrado que ha robado la recaudación impositiva que los campesinos le tenían que entregar.
292. Kôge - Ichibu: Waremokô no shô (Keisuke Kinoshita, 1964) - 6,5
293. Kôge - Nibu: Mitsumata no shô (Keisuke Kinoshita, 1964) - 6,5
Este díptico es en realidad un único film partido en dos por cuestiones puramente de explotación comercial, y abunda en el gusto mostrado por Kinoshita en esa fase de su carrera por las películas-río, narrando la disfuncional relación a lo largo de medio siglo entre una irresponsable madre que sólo busca su propio placer y comodidad, y su sufrida hija. A lo largo de tres horas y media de bastante variedad tonal, el melodrama no deja de ser la naturaleza última de la película, la sucesión de circunstancias adversas, de tragedias y frustraciones a las que tiene que enfrentarse esa hija fiel a pesar de haber sido primero abandonada y luego vendida durante su infancia. Reconozco que la dinámica argumental de la película, incluso la naturaleza de los personajes, me fatiga un tanto, pero no es menos cierto que visualmente luce a gran nivel casi siempre. Kinoshita maneja el panorámico con enorme elegancia (bueno, dejando de lado algunos zooms aislados), recurriendo mucho a planos generales, también a travellings laterales, dando una sensación de gran formato a pesar que ser una obra fundamentalmente de interiores.
294. Uncertain Glory (Raoul Walsh, 1944) - 6,5
Errol Flynn aporta su carisma y espíritu burlón a un ladrón condenado a muerte por asesinato en la Francia Ocupada y que, al ser atrapado, plantea la posibilidad de suplantar la identidad de un saboteador buscado por la Gestapo y así evitar la muerte de cien inocentes que mantienen como rehenes. Nos encontramos a un Walsh en plenitud de forma que ofrece una dirección excelente, todo brío narrativo y precisión en la construcción de planos. Por desgracia el film sufre algunas vías de agua, como la construcción de ciertas situaciones psicológicas, léase el enamoramiento de la chica, o la actitud del propio protagonista ante su destino. Al final, la última frase del film curiosamente sentencia la justificación para ello: estamos ante una obra de propaganda.
295. Die Tote von Beverly Hills (Michael Pfleghar, 1964) - 6,5
Comedia en forma de farsa metanarrativa en la que conviven tres niveles de realidad: la realización (el estreno ya) de una película, su contenido que relata la investigación del asesinato de una chica, y la lectura del diario de la fallecida. Color y blanco y negro se alternan en los diferentes niveles de un film bastante loco, que satiriza lugares comunes de la cultura cinematográfica norteamericana (como el western o el cine negro), también del romanticismo alemán, con divertido resultado.
296. The Grand Bizarre (Jodie Mack, 2018) - 6
Alrededor de la actividad textil Mack compone un collage de colores, tramas y formas en las que va del plano general al detalle, recurriendo a variados contextos en los que sitúa una vorágine de piezas que evoluciona a modo de sistema stop-motion. Además de procesos relativos a la industria, como la fabricación, transporte o comercio minorista, que forman el tapiz sobre el que se extienden las imágenes, la película inserta variados caracteres alfabéticos que probablemente evoquen tanto la variedad cultural que pueden denotar las piezas como la globalización del sector. Me resulta más fascinante cuanto más abstracto, especialmente ese clímax en el tramo final en el que se apelotonan tantas formas en la retina que se generan curiosos movimientos entre ellas.
297. Ghost Tropic (Bas Devos, 2019) - 6,5
Devos vuelve a las atmósferas nocturnas que ya explorara el mismo año pasado en Hellhole, pero afortunadamente sin la carga de solemnidad de aquella. Este Ghost Tropic pasa a glosar la lista de títulos que transcurren en una noche, que siempre deparan extraños recorridos y encuentros desacostumbrados bajo el misterioso manto nocturno. El título ya alude a la cualidad fantasmal de la urbe, un enorme contenedor de seres desconocidos entre sí, gente que está y deja de estar sin mayor trascendencia, como se evidencia en variados momentos, léase cuando la protagonista se asoma a la casa donde limpiaba, en su historia con el sintecho, ese bus vaciado porqueno funciona o en la manera como está filmado ese trayecto en coche, desenfocando la imagen hasta que sólo quedan las abstractas formas geométricas de las luces.
298. Une fille facile (Rebecca Zlotowski, 2019) - 5,5
Una historia de maduración veraniega sobre una adolescente en un momento de encrucijada vital, cuando debe decidir cómo quiere ganarse la vida en el futuro. Sus vacaciones las pasa junto a su prima, una despampanante joven con físico de bisturí que gusta de ser agasajada por hombres de posibles, pero que al mismo tiempo vive sin complejos y desafiando algunas expectativas que se tienen sobre ella. El film abunda en la relaciones de poder, en la capacidad de perversión del dinero, pero a la postre queda un poco moralista, diría yo. Además, echo en falta más complejidad y sutileza, ya que el trazo de algunas situaciones es un poco grueso; léase el tema de los tatuajes, la tópica relación de la protagonista con el amigo, o las dos escenas con el chef del hotel, e incluso cuando la "chica fácil" quiere descolocar a su interlocutora (tirando de Marguerite Duras) suena a artificio. Zlotowski busca una imagen seductora del verano, como una tentación iniciática para su protagonista, pero su trabajo visual no me parece especialmente seductor.
299. Shafu yukyoden: Kenka Tatsu (Tai Katô, 1964) - 7
Tatsu es un conductor de rickshaw que llega a Osaka para ganarse la vida, pero es orgulloso, no soporta la autoridad y no es capaz de poner filtro alguno cuando quiere expresar algo, además de ser un mecha-corta, lo que le mete siempre en problemas. Estamos en el terreno de las películas-yakuza, pero ésta tiene una personalidad muy particular, siempre jugando con la comedia desde el carácter de su volcánico protagonista y el improbable jefe de la zona, aunque dejando espacio para el drama o el romance, que asoman de manera natural y orgánica a través de un notable manejo del tono. Pero en cualquier caso, la narración acaba avanzando de arrebato en arrebato, lo que le da a la película una energía especial, aunque los gestos estilísticos más característicos de Katô, sean angulaciones o composiciones abigarradas, están aquí mucho más matizados (sin dejar de ser una obra elegante en lo visual).
300. Shikonmado - Dai tatsumaki (Hiroshi Inagaki, 1964) - 5,5
Otra historia situada en tiempos de Ieyasu Tokugawa, también en el bando perdedor, personajes que han evitado la muerte en combate o por su propia mano debido a diferentes circunstancias o por decisión propia, que encaran su futuro inmediato de variada manera. El (supuesto) honor perdido da paso a la traición, a la avaricia, al odio y el nihilismo, también a alguna (en teoría) noble causa. El camino está lleno de peligros para los protagonistas, pero también de casualidades, y siempre sucede algo para sacarles del atolladero, generalmente que aparece el personaje de Toshirô Mifune, cuya labor casi única parece la de ángel guardián. También puede llegar un tornado y llevarse todo el caos consigo, en lo que parece una alegoría de los tiempos de paz que se avecinaban. A pesar de sus debilidades, de que no pasa de la funcionalidad en la puesta en escena, es efectiva como aventura infatigable.
301. Sedotta e abbandonata (Pietro Germi, 1964) - 7
Germi repite exitosamente la fórmula de Divorzio all'italiana, con otra comedia satírica ambientada en Sicilia que deja en evidencia las costumbres del lugar y la legislación italiana. Si en aquel caso se trataba del "delito de honor", aquí la figura legal tratada es el "matrimonio reparador". Es la única opción que parece haber entre una joven hija de un celoso guardián del honor familiar y el prometido de una de sus hermanas que la ha seducido y dejado embarazada. Germi nos describe una especie de estado policial en la casa (en una región en la que la policía por supuesto no pinta nada), y un cruel espacio de representación fuera de ella. En el centro, ese sempiterno honor que no es más que machismo exacerbado. La función es tan ácida como divertida, perfectamente medida, y un festín de tipismo meridional.
302. The Pawnbroker (Sidney Lumet, 1964) - 5
Viendo películas como ésta me da la impresión de que al cine americano (digamos) de prestigio le costó mucho hacer la transición entre el clasicismo hollywoodiense y la nueva modernidad visible en casi todo el mundo, quizás buscando refugio en la influencia teatral. La fuente literaria de este film es sin embargo una novela, pero el registro dramático parece tender al de los escenarios. Casi todos los personajes que rodean al protagonista son excesivos en su mecánica expresiva, y hacen contraste con ese propietario de una casa de empeños que vive en estado cuasi catatónico tras un traumático pasado en un campo de concentración de cuyo shock postraumático todavía no se ha repuesto, al haber simplemente suprimido sus emociones y cualquier atisbo de empatía. Pero ese pasado se va filtrando con motivo de un aniversario y con la toma de conciencia de que su obsesión monotemática por el dinero le ha convertido en una pieza más de otro régimen del terror (con todas las diferencias que pueda haber). Lumet muestra esos paralelismos, y los recuerdos suprimidos que pugnan por volver, montando brevisimos extractos del pasado sobre el presente, como pequeñas ráfagas que van golpeando a su personaje principal. Hay una llamativa desconexión entre la voluntad del film por mostrarnos ese Harlem real, el pulso de la calle, el paisanaje auténtico, y el artificio dramático, en la verborrea de unos y la progresiva intensidad reconcentrada del protagonista interpretado por Rod Steiger, un cóctel difícil de asimilar.
303. Kuruwa sodachi (Jun'ya Satô, 1964) - 6,5
Como muchos otros films japoneses, Kuruwa sodachi relata la vida de una joven en una casa de geishas desde un presente en que se dirimen varias encrucijadas vitales, sobretodo la suya, pero también la del negocio, amenazado por los impulsos legislativos para acabar con la prostitución. Ella mira en flashbacks al pasado que le ha conducido a un callejón sin salida, a convertirse en una persona amargada producto de un sistema aberrante que la película busca combatir, pero que ya se estaba reformulando para asegurar su supervivencia. No conocía a Satô, pero lo cierto es que me ha gustado bastante su dirección, cómo engarza los diferentes tiempos narrativos o cómo resuelve algunas escenas (como esa iniciación con el sonido y los flashes de una tormenta que sirven para hacer elipsis).
304. A vida invisível de Eurídice Gusmão (Karim Aïnouz, 2019) - 6,5
Los avatares de dos hermanas en el Brasil de los años cincuenta focalizan este melodrama de regusto clásico que no renuncia enteramente a la modernidad en las formas. Víctimas del foribundo machismo del sistema y la sociedad que les rodea, su periplo vital las lleva por caminos diferentes, una apestada en la familia tras fugarse con un marinero griego y quedarse embarazada, la otra cediendo a las convenciones con un matrimonio que no parece especialmente deseado mientras trata de mantener vivo su sueño de ser pianista. El film defiende la sororidad como arma de protección ante el patriarcado, y es la rotura de ese vínculo tan íntimo entre las dos hermanas, a cargo de los hombres que gestionan la vida de Eurídice, lo que condena su existencia, mientras que su hermana logra reconducirse con el apoyo de otra mujer. Su vida puede ser invisible para su familia (hasta llega a cambiar de identidad), pero es Eurídice la que verdaderamente queda invisibilizada. Es interesante cómo en ocasiones la puesta en escena trabaja esa idea de manera visual, dejando su cuerpo o su rostro parcialmente fuera de campo, o dejándola sin enfocar, y también en ocasiones la retrata en interiores a través de puertas o ventanas, reforzando la idea de encierro. Es una pena que los conflictos sean por lo general tan simples, las intenciones tan evidentes y los personajes negativos tan de una pieza.
305. Lupe (José Rodríguez-Soltero, 1966) - 6,5
Aunque se trata de un biopic de la actriz mexicana Lupe Vélez, la falta de narratividad hace que esa circunstancia quede muy abstraída en esta obra de vanguardia protagonizada por la superstar warholiana Mario Montez. Ignoro la influencia del artista neoyorquino, cuya obra visual prácticamente no conozco, pero este film me ha recordado a los posteriores Salomé de Teo Hernández y Der Tod der Maria Malibran de Werner Schroeter, todos ellos retratos femeninos trágicos realizados desde la androginia, musicales de estética misteriosa y granulada en los cuales los cuerpos físicos parecen desconectados de la realidad, siempre primando la evocación antes que la narración. Las imágenes de Rodríguez-Soltero, saturadas de color, desincronizadas con la banda de sonido, a veces superpuestas creando un bosque de formas, que laten al ritmo de una ecléctica banda sonora que por momentos parece una jukebox, atesoran una notable fuerza estética y poder de fascinación. Y cuanto más ingrávida y más abstracta se pone la película, que por desgracia no es siempre, más interesante me parece.
Un saludo.