por Genjuro »
17 Dic 2023, 21:47
FICX-2023
399. Lobo (Alfonso Cortés-Cavanillas, 2023) - 2
Es curioso el paralelismo de esta película con la última de Kelly Reichardt, por la estatura simbólica que alcanza un animal, convertido en metáfora de la protagonista, obsesionada con su cuidado, hasta la "liberación" final. En este caso es el perro de una mujer maltratada que escapa de su marido, y cuya principal preocupación es cambiar la titularidad del mismo para ponerlo a salvo de él. El problema es que todo el sentido estético, la sabiduría fílmica o el cuidado y la sensibilidad en la composición y tratamiento de los personajes de la directora de Showing Up brilla aquí por su ausencia. La película está llena de momentos WTF a nivel de decisiones visuales y estéticas, de tono, argumentales e incluso anecdóticas. El argumento es idea de la propia protagonista, Marián Álvarez, que sale prácticamente en todos los planos de la película, generalmente con el fondo de la pantalla desenfocado, un poco remedo de Herida, la película-revelación para Álvarez, que parece querer repetir aquí la fórmula.
400. Mister John (Christine Molloy & Joe Lawlor, 2013) - 6
Dada la seriedad de las ficciones de Molloy y Lawlor, no dejó de parecerme curioso que durante el visionado de este film me encontrase pensando repetidas veces que su argumento sería transpolable directamente a una película porno y ya bastante antes de que una circunstancia fortuita deje a su protagonista con una erección permanente. Pero por supuesto, no nos encontramos ante una comedia. Este hombre viaja a Singapur con motivo de la muerte de su hermano, pero también se ofrece como la posibilidad de dejar atrás una situación dolorosa que se sugiere causada por el adulterio de su mujer… ¿quizás propiciado precisamente por algún tipo de disfunción eréctil? De una familia a otra, de la que ha dejado en Irlanda a la de su hermano en Singapur, que se presenta como una tentadora alternativa, como una forma quizás de superar ese trauma pasado y poder empezar de nuevo. Pero hay algo trágico en su figura asociado a la imposibilidad de escapar, sea por la pesada carga de la herencia cultural, por responsabilidad hacia su hija todavía pequeña o simplemente por el amor que pueda seguir sintiendo por su esposa. El film se mueve especialmente bien en la tensa calma, en su discreta oscuridad, donde los encuadres tensionan sutilmente al personaje. Sin embargo algunos arrebatos de solemnidad empañan un tanto el resultado final, como el episodio de la serpiente resuelto con un plano cenital y un subrayado musical, ambos demasiado histriónicos, o como la extensa escena del sueño que se hace progresivamente malsana.
401. Robot Dreams (Pablo Berger, 2023) - 6,5
Que a Pablo Berger le pierde el cine referencial no es ningún secreto. Así que no sorprende que haya tomado la novela gráfica homónima de Sara Varon y la haya ambientado en el Nueva York de principios de los años ochenta para llenar la pantalla de guiños e iconos culturales mientras nos cuenta la historia de amistad entre Perro y el robot que compra para que le haga compañía, lo cual ya de por sí supone una circunstancia escabrosa en un film que podría parecer que abunda en sentimientos nobles y que sin embargo pinta un panorama social un tanto desolador. El salón donde Perro pasa la soledad de sus días está presidido por un póster de Yoyo de Pierre Étaix, obra maestra de la comedia slapstick francesa donde prácticamente no hay diálogos, como tampoco los hay en Robot Dreams, en línea con las viñetas sin bocadillos de Varon, característica más llamativa de su sólida narrativa.
402. Rose Plays Julie (Christine Molloy & Joe Lawlor, 2019) - 5,5
La tendencia a la gravedad de los directores irlandeses alcanza su desafortunado punto culminante en este film. Al trauma de una joven por su condición de adoptada y que acaba de encontrar a su madre biológica, quien en principio no quiere saber nada de ella, se añade la revelación de que el embarazo fue producto de una violación. Difícil encontrar más fértil abono para la angustia existencial. La actividad laboral de sus tres personajes principales comenta metafóricamente la acción en alguna medida. El padre violador es un respetado arqueólogo, tan preocupado por los restos de las arcaicas vidas ajenas como miope a las consecuencias de la suya propia. La madre biológica violada es actriz, actividad ideal para ejercitarse en el intento de ponerse una máscara y suprimir el pasado. Y la hija estudia veterinaria, y en el momento en que nos acercamos a ella se encuentra precisamente tratando el tema de la eutanasia animal, un guiño no muy sutil al devenir del argumento. Por otro lado, la cuestión de la identidad es más explícita que nunca, ya desde el propio título que expresa la dualidad que utiliza la protagonista aprovechando sus dos nombres, el de adoptada y el que le había dado originalmente su madre, además con peluca de por medio. Es cierto que la imagen de la película está muy cuidada, muy calculada, pero los lentos movimientos de cámara típicos de la pareja irlandesa anuncian en este caso solemnidad, con una densa banda sonora que va cargando la atmósfera para liberarla súbitamente, con sus clímax que inevitablemente llevan una ominosa dosis de oscuridad y violencia. Todo ello subrayado en exceso. Y no es film despreciable en ningún caso, pero creo que sí fallido.
403. L'été dernier (Catherine Breillat, 2023) - 6
Podemos encontrar una mirada muy crítica contra la burguesía en esta historia sobre un "Lolito", un adolescente problemático que se va a vivir con su padre, empresario, y que comienza una relación sexual con la mujer de éste, abogada cuyo trabajo consiste precisamente en proteger a menores y que es la verdadera protagonista de la película. Su dura precisión en su actividad, ya descrita en la primera escena, contrasta vivamente con la ligereza de su comportamiento personal. Y no sólo hablamos de hipocresía, sino que también perviven unos roles machistas, ya que ella también ejerce de ama de casa en una casa con jardín y 2+1 hijos sin servicio doméstico a la vista (lo cual es bien poco creíble, todo sea dicho). El caso es que el film va desarrollando su historia de obsesión sexual hacia un cierre bastante turbio que me parece de lo mejor de la función. No había visto nada de Breillat todavía, pero se muestra bastante comedida en esta obra, aunque quizás no termina de ser capaz de componer unos personajes que sean suficientemente interesantes.
404. Los últimos pastores (Samu Fuentes, 2023) - 3
Igual hubiera sido más apropiado que el título Lobo se hubiera usado para esta película, porque parece ser su tema principal, casi un publirreportaje en contra de la legislación que impide su caza. Pero los protagonistas de este film son dos hermanos, viejos pastores en el monte asturiano, una profesión en trance de desaparecer. Es una obra de vocación etnográfica y paisajística que se enseñorea con la espectacular orografía de la región. Sin embargo, todo ello no pasa de lo que podría ser un reportaje televisivo. Me parece una obra bastante superficial que no muestra demasiada curiosidad por sus personajes ni por el espacio íntimo en el que se mueven, con muchas imágenes "bonitas" sin la menor capacidad de sugerencia y con una banda sonora injustificadamente dramática.
405. Scrapper (Charlotte Regan, 2023) - 5,5
Se publicaba esta película como un cruce entre The Florida Project, y algo hay de esa mirada desde un filtro colorista a la infancia que bordea la marginalidad, y Aftersun, por la relación paternofilial que ofrece y por ser historias sobre despedidas. En este caso la madre de la cría ya ha muerto cuando comienza el metraje, y ella se las apaña para vivir sola robando bicicletas junto a un amigo hasta la aparición de su padre al que nunca había conocido. El film es así un relato emocional de tránsito y aceptación desde una óptica bastante amable. La estética de la película es por lo general bastante atractiva, pero no me gustaron nada los montajes con objetivo humorístico que salpican el metraje, que resultan efectistas y complacientes.
406. Àma Gloria (Marie Amachoukeli-Barsacq, 2023) - 5,5
Otro relato con niña que tiene que asumir la pérdida de una figura maternal, en este caso la mujer caboverdiana que la ha criado desde el fallecimiento de su madre, presumiblemente al nacer. Después de que la ama regrese a su país con su propia familia, la niña va a pasar las vacaciones de verano, pero ahí el mundo ya no órbita únicamente alrededor de ella y se pone de manifiesto el egoísmo tan propio de la infancia, pero también la necesidad de compartir. Es un film muy naturalista que busca la intimidad constantemente, ese vínculo emocional entre los personajes, a base de planos muy cerrados sobre ellos, explorando siempre su interacción y sus sentimientos, quizás también como forma visual de manifestar esa falta de perspectiva de la niña (aunque la estética nunca termina de evolucionar con el personaje). El film recurre además a una atractiva animación impresionista para determinados momentos de la narración, evocadores o climáticos. Es difícil que moleste una película tan transparente, pero tampoco me parece demasiado estimulante.
407. Las tierras del cielo (Pablo García Canga, 2022) - 6,5
Mi limitado conocimiento de la notoria carrera como cortometrajista de Pablo García Canga ya deja clara la importancia que concede a la palabra, al relato oral, a la voz de sus personajes. Su primer largometraje abunda en ese gusto y al mismo tiempo construye un dispositivo metanarrativo muy curioso. En cinco escenas que se desarrollan durante una noche, diferentes personajes dialogan de diversos temas, recurriendo a una antigua película japonesa que todos han visto, y cuyo argumento vamos conociendo progresivamente a través de sus conversaciones. Tiene algo de juego este planteamiento de Canga, ya que la palabra convoca en nuestra mente las imágenes de otra película, que a su vez trae de vuelta a la palabra suscitando cuestiones e inquietudes en estos personajes. Toda una declaración de fe en el poder del cine como medio expresivo. También es muy sugerente esa mirada al cine y al relato como estadios que pueden fundirse con el sueño (al menos dos personajes se quedan dormidos escuchando una historia de su interlocutor), como si fueran parte de una misma naturaleza. La supuesta película japonesa antigua que trata sobre un pueblo de gente feliz que escribe poemas y de la historia de amor que tiene lugar en la misma sirven para jugar con la idealización de las ficciones y el contraste con una realidad diferente pero que también nos gustaría idealizar, o quizás, sobre la que deberíamos trabajar para acercar a ese ideal. Supongo que la escasez de medios (es una película hecha con cuatro duros) es la razón de que en esta ocasión Canga haya abandonado el plano secuencia, que en el primer y quinto segmentos podrían haber tenido sentido, y de hecho al montaje le queda alguna costura sin mucha gravedad. Pero se impone la capacidad de sugestión de la palabra y una dulzura en su conjugación que nunca llega al empalago.
La confianza en la palabra, el espíritu lúdico y esa preocupación por la felicidad y plenitud también se podían rastrear en la pieza que acompañaba la proyección de Las tierras del cielo, el excelente cortometraje Alicia fai cousas, donde Canga oficia de coguionista y que está dirigido por su colaborador habitual Ángel Santos. La Alicia de su título es una joven aspirante a actriz que tiene miedo del aburrimiento, del propio y del ajeno que pueda provocar, y de hecho otro personaje le expone el concepto de acedía, asociado al mundo religioso y que él interpreta más o menos como el miedo paralizante a enfrentarse a un ideal deseado y que para la protagonista podría sintetizarse en su propia carrera actoral. Eso sugieren sus propias palabras y una última escena en la cual queda patente la potencia de su arte, de la que ni ella misma parece ser consciente, un arma seductora e incluso hasta intimidante para su espectador. Da gusto acompañar las imágenes del film de Santos, de impecable factura, gracias a la calidez acogedora de sus planos y personajes y a la ligereza nada trivial de su contenido. En realidad, lo que denota tanto esta obra como la de Canga es la pasión por el cine de sus autores, como acto de amor y revelador, precisamente como antídoto ante la acedía.
408. Llamadas desde Moscú (Luis Alejandro Yero, 2023) - 5,5
Un puñado de exiliados cubanos gays se quedan atrapados en Moscú con el estallido de la Guerra contra Ucrania, en un contexto de decreciente libertad individual que les devuelve al autoritarismo cubano. Ahí está el tema de este documental sobre personajes devenidos en insulares, retratados en interiores, en soledad, con el teléfono móvil como única aparente conexión con otros seres. Curiosamente no se menciona en ningún momento la cuestión de la homofobia en Rusia, pero entiendo que podemos darla por latente. Sus planos fijos, los tonos neutros o apagados, los escenarios impersonales y deprimentes, transmiten bien esa sensación de aprisioniento. Sin embargo, su minimalista propuesta no termina de levantar el vuelo, no me parece que se generen dinámicas interesantes con esos personajes, ni que el formato visual profundice en la sugerencia.
409. Helen (Christine Molloy & Joe Lawlor, 2008) - 7
Debut en el largometraje de la pareja, es el más discreto a nivel tonal y el más luminoso de toda su filmografía, y en parte por ello, el más logrado. Viendo el cortometraje Joy, pieza de acompañamiento del largo, y el comienzo de éste, se podría pensar que el trauma que acarrean todas sus películas se encuentra aquí en la desaparición de una joven, cuyos últimos pasos conocidos se ven a cámara lenta junto a los títulos de crédito. Pero según avanza el metraje el foco de atención pasa rápidamente a una compañera suya de bachillerato, la Helen que da título a la película, seleccionada por la policía para encarnarla en una reconstrucción filmada de su última jornada (que es precisamente lo que ofrecía el cortometraje y que ahora queda obviado). Esta chica es una persona un tanto anónima y anodina, sin historia familiar, que se ofrece casi como un lienzo en blanco, criada y residente en un centro de acogida, cuyo anhelo sería poder reinventarse como manifiesta haberlo hecho una compañera estonia con la que trabaja en el servicio de limpieza de un hotel, tener así otra identidad, pero especialmente, algo que poder llamar un hogar. El trauma en realidad supone esa ausencia de hogar, de un pasado, el sentimiento de abandono. Y por supuesto, la identidad de la desaparecida se ofrece como una posibilidad tentadora. Es una obra que nos habla por tanto de la necesidad de tener una identidad y una historia que nos sitúe en el mapa social, pero desde la dificultad para huir de la auténticamente propia. El gusto del matrimonio por los lentos movimientos de cámara encuentra en este film un temprano paroxismo, quizás puntualmente excesivo, como en esas conversaciones rodadas con travelling circular, pero en general de atractivo y envolvente resultado, creando una obra atmosférica e hipnótica.
410. Blackbird Blackbird Blackberry (Elene Naveriani, 2023) - 6,5
En el último film de Elene Naveriani el contexto social represivo georgiano es tan importante como lo era en su anterior trabajo, Wet Sand, pero afortunadamente descansa más sobre la sugerencia y determina menos el tono de la película. Si allí la homosexualidad era la víctima de la norma social, aquí es la libertad femenina, plasmada en su protagonista, una mujer condicionada por un padre y hermano autoritarios, ya fallecidos, y que se acerca a la cincuentena teniendo ahora su primera experiencia sexual después de estar al borde de morir en un accidente. La ironía es que esa misma represión que le ha impedido disfrutar esas experiencias vitales también le ha proporcionado la independencia de no tener que estar sometida a un marido. Se erige así como un personaje fuerte, casi acorazado por momentos, para el que tan bien se prestan los rotundos rasgos físicos de su protagonista, pero que debe bajar la guardia y gestionar la fragilidad. La propuesta estética sigue la estela de Wet Sand, quizás un poco dulcificada, dando entrada a algunos movimientos de cámara, pero siempre desde una cierta depuración formal.
411. Linda veut du poulet! (Sébastien Laudenbach & Chiara Malta, 2023) - 6,5
Sin el mismo vuelo poético que atesoraba el anterior film de Laudenbach, La Jeune fille sans mains, el director francés se alía con la italiana Chiara Malta para entregar una comedia progresivamente vertiginosa y vodevilesca, desde el emotivo sustrato de la pretensión de una niña de comer la receta de pollo con pimientos que preparaba su fallecido padre tal y como se lo promete su madre, pero que justo coincide con un día de huelga general. La película para nada abusa del potencial sentimental y prefiere mucho antes abundar en el humor, en gags que en su concatenación nos acercan al absurdo, mientras mira al mundo con optimismo. Pero así todo volvemos a encontrar el creativo trazo de Laudenbach, sus esbozos, sus técnicas de dibujo clásicas que hacen más estimulante su visionado.
412. Baltimore (Christine Molloy & Joe Lawlor, 2023) - 6,5
El giro hacia una cine más convencional, aun ahondando en la violencia que ya caracterizaba a Rose Plays Julie, le sienta bien a Baltimore, una obra que pese a centrarse en un personaje real, no deja de abundar en las señas de identidad reconocibles en la obra de Molloy y Lawlor. La traumatizada es ahora Rose Dugdale, una antigua débutante de la aristocracia inglesa que consciente de lo que supone su posición social dentro de la política colonialista británica, termina enrolada en las filas del IRA. Se trata así de otra figura que atraviesa diferentes vidas, diferentes identidades, con un trauma primigenio señalado por la realidad violenta que le ha rodeado desde su infancia, sea ese bautismo de sangre que supone la caza del zorro (que luego tiene eco a modo de cierre de círculo en la secuencia en que roba la casa de sus padres) o la opresión de su país en el Ulster que tiene su punto álgido en los sucesos del conocido como Domingo Sangriento. A esta pesada carga se añade el trauma sobrevenido por la propia violencia que ella comienza a aplicar, en particular por la acción sobre la que pivota toda la película, el notorio robo de las pinturas de Russborough House, que ella misma lidera y que incluye obras de Goya, Rubens or Vermeer. Los directores abandonan así la linealidad y trabajan sobre tres tiempos alternados: los episodios de su infancia y juventud que la llevaron a alistarse en el IRA, el robo mismo, y como elemento más troncal, la gestión posterior al golpe: esconderse, negociar, esperar. El espacio onírico, que ya se sugiere desde la primera escena en la que nos encontramos a Rose tumbada en el suelo, nos evoca a un personaje entre diferentes realidades, y el uso del cuadro de Vermeer, Una dama escribe una carta con su sirvienta, sirve de brillante (aunque evidente y explicada) proyección ante su necesidad de escapar a otra vida, con la que estaría fantaseando esa sirvienta que mira por la ventana en el magistral lienzo. El propio título del film se refiere a una localidad que nunca aparece en pantalla, el deseable destino donde le esperan sus compañeros de armas y que la alejaría del peligro. Y su condición de embarazada formula implícitamente la potencialidad de un nuevo comienzo. Todo ello va tejiendo la complejidad psicológica de un personaje construido a conciencia. A nivel formal, seguimos encontrando en Baltimore la cámara lenta, algunos montajes a golpe de efecto sonoro, algún subrayado, pero su cercanía al cine de género, la mayor acción física de los personajes, desactiva en alguna medida la solemnidad de su anterior largo de ficción.
413. Our Day (Hong Sangsoo, 2023) - 6,5
El minimalismo de Hong encuentra un nuevo jalón en Our Day, un film que alterna dos líneas narrativas aparentemente sin conexión. En una de ellas una actriz retirada momentáneamente de la escena vive en el apartamento de una amiga y recibe a su prima que viene a pedirle consejo ya que quiere seguir sus pasos. En la otra una joven graba a un veterano poeta en su casa como parte del proyecto fin de carrera mientras recibe a otro joven, también aspirante a actor, que busca consejo torpemente. En ambos segmentos hay una pretensión por las palabras grandes, por conceptos pretendidamente profundos, que resulta desbaratada, sea encontrar la verdad en uno mismo para poder proyectactarla como intérprete, que la actriz reconoce que raramente sirve para algo porque los directores determinan por completo qué tipo de interpretación quieren, o sean los conceptos como el arte o el amor por los que pregunta el otro aspirante a actor ante el poeta, consciente de lo rápido que pasa la vida y más preocupado por sus pequeños placeres mundanos, el alcohol y el tabaco, igual que en el otro segmento el gato de la propietaria del apartamento pasa a ser el centro de todas las preocupaciones cuando desaparece. Así, ese minimalismo de Hong encuentra su correcta réplica argumental en las cosas pequeñas del mundo cotidiano. Además el film se permite escasísimos movimientos de cámara, apenas una panorámica, un zoom y poco más, y sin iluminación artificial.
414. Bonjour la langue (Paul Vecchiali, 2023) - 4,5
El último film de Vecchiali antes de su muerte, y seguramente realizado con esa consciencia de ser el último, es una improvisación con su colaborador habitual Pascal Cervo en la que interpretan a un padre y al hijo que regresa a casa tras seis años de ausencia. Es una teatral colisión de caracteres en la que ajustan cuentas con el pasado, con la vida. El film tiene un punto emotivo inevitable sabiendo las circunstancias, y las lágrimas de un Vecchiali de 92 años, pero también es una obra muy teatral, que adolece de una brutal falta de concisión, siempre dando vueltas sobre los mismos argumentos, y al que tampoco le terminan de sentar bien esas morcillas que mete de películas previas en las que salen ambos artistas como si fuera ese pasado en común de la ficción.
415. Muertes y maravillas (Diego Soto, 2023) - 7
Una película pequeña por vocación, que funde lo real y lo trascendental en una historia sobre un grupo de jóvenes amigos que pierden a un compañero. Porque nada más real que la muerte, y nada produce mayor inquietud metafísica que ese acto de desaparición al que estamos todos abocados. El periplo de estos chavales hace explícita la necesidad de prestar atención al sustrato real de la vida, a lo que hay a nuestro alrededor, el mundo cotidiano lleno de pequeñas cosas. Así lo manifiesta el amigo cansado de fantasías peliculeras hipertrofiadas, también el director interpretado por el propio Diego Soto que recoge a los tres jóvenes de luto y les habla del tipo de films que realiza, en un momento deliciosamente metacinematográfico (y que ya nos sugiere la idea de mezclar diferentes niveles de realidad), como la chica que habla de la necesidad de escribir poesía en todo momento y sobre cualquier cosa, ya que la poesía puede encontrarse y componerse desde cualquier lugar, como según ella defendía Jorge Teillier. El título del film proviene de hecho de su poemario Muertes y maravillas, que cae en las manos uno de los chicos, y que le sirve de acicate para componer unas estrofas inspiradas por el fallecimiento de su amigo. Y es precisamente este chico quien parece así tener la capacidad de poder asomarse a otra dimensión, como si la poesía fuera una llave que nos abre la puerta a otra realidad, a otro nivel de percepción alejado de la racionalidad. Primero muestra curiosidad por los ritos esotéricos a través de una lectura de manos, también se cruza con los ritos religiosos en la forma del bautismo que le propone inopinadamente otro personaje, para finalmente aparecérsele el fantasma de su amigo muerto. Todo ello tratado desde un registro en sottovoce, en escenas que privilegian la continuidad del plano, en un tono cálido y acogedor, siempre matizado de luz, para construir uno de esos films que no se da mucha importancia a sí mismo y que nos invita a quedarnos en sus imágenes.
416. Las cosas indefinidas (María Aparicio, 2023) - 7
Si Muertes y maravillas propone la poesía como elemento de contacto con lo ausente, en el caso de Las cosas indefinidas María Aparicio recurre al medio cinematográfico, a su connatural poder para convocar fantasmas, para dialogar con los muertos. El tercer largometraje de la joven directora argentina está protagonizado por una montadora que acaba de perder a un compañero cineasta mientras se encuentra embarcada en el montaje de un film sobre la ceguera a base de testimonios orales y de evocadoras grabaciones en Super-8. La muerte o la finitud está en el centro del relato, la del fallecido amigo de la protagonista, la de los cuerpos capturados por la cámara que automáticamente pasan a ser pasado e inexistentes, la del propio material fílmico cuya conservación siempre es un reto, o la de las personas ciegas entrevistadas, para quienes las imágenes se han acabado, se han convertido en recuerdo, en sueño, igual que se hacen pasado e irrealidad cuando quedan fijadas en el soporte cinematográfico. Es así una obra muy reflexiva y didáctica, que abunda en la praxis fílmica, en la manera de construir el sentido de las imágenes, en su poder para fijar y evocar, para generar fantasmas. Pero tampoco deja nunca de lado la posibilidad de la emoción, tanto en el día a día que viven los personajes como la que puede manifestarse desde el material con el que trabajan. Sus múltiples capas proponen una obra compleja pero nunca caótica, donde cada imagen y cada palabra tienen peso, otorgado por pensados encuadres principalmente fijos, su ritmo pausado que concentra la atención en los elementos de la película y unas nítidas alocuciones. Su gusto por los primeros planos, convocados en su justa medida, surge de la necesidad de poner en primer término aquello que dicen los personajes y cómo les afecta. Pero al mismo tiempo, también se nota que en buena medida hablan por boca de la propia Aparicio, quien de hecho hace personalmente la voz en off que nos pone en situación en algunas escenas. La montadora defiende que no se debe traicionar a las imágenes, mientras su ayudante manifiesta en el tramo final de la película que “hay que confiar en las imágenes, nos dan más de lo que creemos”, palabras todas que sin duda firma la directora en lo que entiendo como una indisimulada declaración de amor al cine.
417. Eureka (Lisandro Alonso, 2023) - 7
La muerte también es el tema mayor de Eureka, como manifestación última de la tragedia de los pueblos indígenas americanos. El más reciente film de Lisandro Alonso se abre con la imagen en blanco y negro en formato clásico de un indio en un escenario western, pero la atención de la cámara vira inmediatamente al personaje que interpreta Viggo Mortensen, una suerte de pistolero en busca de su hija, el guiño más evidente de los que podemos encontrar en la película a la filmografía de su autor. Pero algo no funciona, es una narración que suena falsa, impostada, con detalles incluso efectistas, y que lógicamente se revelará como una farsa, una representación supremacista, una ficción dentro de la diégesis tras una estupenda transición que vuelve a poner al nativo americano en el primer plano ya en nuestros días dentro de una reserva india en Dakota del Sur, presentada en un formato más panorámico que no necesariamente amplía el horizonte de sus personajes. Todavía habrá más transiciones y desplazamientos que hacer, misteriosos meandros que recorrer, personajes que aparecen y desaparecen, en un film que se ocupa de los espectros del colonialismo dentro de la narrativa propia de Alonso, con la dilatación temporal de planos y situaciones típica de su obra, especialmente apropiada para ese congelado escenario de devastación social en medio del oropel estadounidense. El refugio para sus personajes parece encontrarse entonces en el espacio místico (maravilloso) de las reencarnaciones y los sueños, en realidades que se superponen como sugiere la profusión de lentos fundidos-encadenados de su tercer segmento, para terminar de conformar una evocadora obra de hiriente belleza.
418. Further Beyond (Christine Molloy & Joe Lawlor, ) - 6
El formato documental o ensayístico no es óbice para que el matrimonio de directores irlandeses abunde en sus obsesiones, en particular el cambio de identidad. Dos historias transatlánticas se alternan en este film, la de Ambrosio O'Higgins, humilde campesino irlandés que, tras pasar por España, se reinventó como figura nobiliaria en Chile, y la de la madre de Joe Lawlor, nacida en Nueva York de inmigrantes irlandeses que la devolvieron a la Irlanda de su familia con sólo 11 meses, pero que tuvo una nueva posibilidad de reinvención en el Nuevo Mundo en su juventud. Es una obra con más humor que sus ficciones, con un peculiar formato al tener a dos narradores que salen recurrentemente en la imagen y que serían alter-egos de los propios directores, aunque por otra parte no le encontré demasiada gracia visual.
419. Until Branches Bend (Sophie Jarvis, 2022) - 6
Bajo la belleza de los melocotoneros californianos capturados en unos luminosos 16mm se esconde una amenaza en forma de insecto que se convierte en el leitmotiv del film cuando la protagonista descubre algo parecido a un escarabajo en uno de los melocotones de la planta de embalaje donde trabaja. Esa potencial podredumbre también anida en la sociedad, lista para victimizar al chivo expiatorio que tengan más a mano. Paralelamente, la protagonista sufre un embarazo, otra "larva" potencialmente amenazante. Con este curioso paralelismo se trata definitivamente de un film pro-abortista donde una plaga puede ser un paradójico motivo de alivio. Aunque pierde algo de fuelle según avanza el metraje y los conflictos se hacen más diáfanos, es una obra de cierto magnetismo, aunque en algunos momentos no luzca demasiado su puesta en escena (pienso sobre todo en la reunión vecinal, con unos planos un tanto forzados que quedan sonrojantes comparados con la magistral escena del último Hamaguchi, que también se ha podido ver en Gijón estos días).
420. In Water (Hong Sangsoo, 2023) - 6,5
La película desenfocada de Hong Sangsoo resulta ser su trabajo más estético en un tiempo. Acompañado del uso del color y la luz, especialmente en exteriores, nos lleva por el camino del impresionismo (y que no sé si pudiera aparejar la pretensión de convocar entre sus imágenes borrosas algún fantasma como los mencionados en algún momento de los diálogos). En términos argumentales es una obra muy pequeña, de apenas una hora de duración, sobre un joven director primerizo que se ha traído a un compañero y una actriz a una localidad costera para rodar un corto del cual no tiene aún la historia. Así, todo sugiere esbozo en la película, que por un lado hace ficción de lo anecdótico, pero quizás también sugiere una forma de catarsis ante sus inseguridades o problemas que pueda estar sufriendo su protagonista, que quizás no es capaz de enfocar su propia vida. Me gusta especialmente la escena con la chica que recoge basura, el contraste entre la materialidad de su labor y lo etéreo del director, también las variaciones respecto a la escena que se filma para la película.
421. Le Grand Chariot (Philippe Garrel, 2023) - 6
Le Grand Chariot es el nombre de la compañía de titiriteros que regenta una familia, una institución de otro tiempo cuya pervivencia entre las nuevas generaciones es más que cuestionable. El film lidia con la pesada carga de esa herencia y con los anhelos de los personajes, incluyendo un aspirante a pintor que se una a ellos que propicia cuitas amorosas muy garrelianas. Quizás Garrel habla al mismo tiempo de su propio arte, de su cine, al que precisamente en este film se le ven algunas arrugas. Por ejemplo, en esas escenas que buscan explicar ideológicamente a los personajes, el de la abuela y una de sus nietas, naturalmente para hablar de una tradición que continua y el choque que se produce con unos textos tan antiguos, pero parecen estar hablando a los espectadores.
422. Cocrete Valley (Antoine Bourges, 2022) - 6,5
El visionado de Concrete Valley me hacía pensar en una película turca de 1979 que tuve oportunidad de ver hace unas semanas en la SEMINCI. Black Head examinaba la experiencia de una familia que emigraba a Alemania, la diferente manera de enfrentar la asimilación entre marido y mujer, cómo sus roles iban mutando por el diferente contexto social y las respectivas situaciones laborales. Aquella obra, cuidada en lo formal aunque el paso de las sucesivas escenas estuviera montado a machete, derrochaba el dramatismo tonal que podría esperarse de un film turco del momento, justo lo contrario que la discreción y sobriedad que Antoine Bourges aplica a Concrete Valley, con la que mantiene acusadas similitudes argumentales, y protagonizada esta última por un matrimonio sirio emigrado a Canadá. La narración se los encuentra ya allí, él sin trabajo, igual que le terminaba sucediendo a su homólogo turco, ambos dependientes de sus esposas, que además se muestran preocupadas por el mundo asociativo, aunque en Concrete Valley nunca relacionado con la lucha de clases que sí caracterizaba al de Black Head, señal bastante elocuente de los tiempos que corren. De hecho, en una escena en particular el hombre sirio parece querer justificar su situación de desempleo con el nivel de exigencia que pondría a sus potenciales empleadores en las entrevistas de trabajo, pero dentro del contexto de la película su actitud sólo resulta impostada y ridícula. En todo caso es muy curiosa esa condición del protagonista de curandero o algo similar, siempre ofreciendo diagnósticos y remedios a las personas que le rodean, cuando él es incapaz de solucionar sus propias neurosis. No encontraremos los estallidos de furia machista del hombre turco de Black Head, pero sus comentarios, su lenguaje corporal, incluso su incapacidad para culminar el acto sexual con su mujer, sugieren un personaje herido en su orgullo masculino tras una correlación de fuerzas en su matrimonio que necesariamente tiene que haber cambiado en este nuevo contexto socioeconómico en el que se mueven. Es esa misma sutileza que desprenden las dos escenas que enmarcan la narración, sendas clases de inglés donde el marido habla primero con cierto orgullo de cómo conoció a su esposa y en la última escena del film fabula una historia en la que se convierte en héroe frente a su hijo y sus amigos, manifestando así esa desesperada necesidad de reconstruir su modelo de masculinidad, un viejo rol patriarcal hecho pedazos.
423. Fremont (Babak Jalali, 2023) - 6
Otro film sobre la experiencia del inmigrante, sobre sus problemas de adaptación, pero aquí en clave de comedia indie y con el trauma bélico de trasfondo más explícito. Su protagonista es una joven afgana que pudo llegar a los Estados Unidos tras trabajar como traductora para el ejército estadounidense. Reside en Fremont, como muchos otros refugiados de su país, y trabaja en una fábrica de galletas de la fortuna, pero parece de insomnio debido a su experiencia y circunstancias vitales, y también de soledad. Es una obra cálida y amable, que busca acomodo en el peculiar carácter de su pintoresca galería de personajes, y que aboga por las relaciones humanas como ejercicio sanador.
424. De Facto (Selma Doborac, 2023) - 5
Sugerir la brutalidad de la guerra sin mostrar una sola imagen de la misma, ningún escenario asociado a los conflictos bélicos, solamente a través de la palabra. El film es capaz de convocar los horrores y la maquinalidad de la lógica bélica desde las impertérritas alocuciones a cámara de dos actores en larguísimos planos, un planteamiento tan riguroso y consecuente como potencialmente exasperante.
425. Légua (João Miller Guerra, Filipa Reis, 2023) - 7
En este film las figuras masculinas tienden llamativamente a desaparecer al ritmo que el cuidado de una enferma gana importancia en el devenir argumental. La protagonista trabaja en el servicio doméstico de una vetusta mansión y sus planes para marcharse a Francia con su marido se truncan cuando la estricta ama de llaves enferma. Con unos dueños ausentes durante todo el metraje, el inmueble es el elemento central al que se subordinan los personajes y que determina la puesta en escena siempre que nos encontramos en ese espacio. La arquitectura y el mobiliario condicionan unos encuadres donde las personas parecen ser meros invitados. Esto sucede hasta que la enfermedad de la veterana sirvienta trastorna el status quo que ella mantenía férreamente, y la cámara convierte finalmente a estas dos mujeres en el centro de su atención. El sentimiento de obligación de la protagonista hacia su compañera convaleciente nace quizás por solidaridad de clase, pero fundamentalmente por una cuestión de rol social, por un ánimo de reciprocidad pasada (ella le había echado una mano cuando había criado a sus hijos) y futura (espera que su hija también la cuide cuando sea mayor), en un ciclo atávico de cuidados/protección por supuesto siempre femenino. Es muy curiosa en este sentido la escena de la fiesta de cumpleaños de la protagonista en la que ella misma tiene que cocinar, ejerciendo de anfitriona de su propio homenaje, una situación que puede resultar chocante por un lado, pero cuya normalidad queda sellada por la admirable naturalidad y espíritu popular que denotan las imágenes. La película deja abierta la posible ruptura en la continuidad de esta dinámica en la siguiente generación, en la figura concreta de la hija a quien nunca vemos realizar ninguna tarea, ya un ser de otro tiempo, cuya existencia presente está más determinada por la tecnología comunicacional y el ocio, y para quien esa transmisión milenaria de roles quizás se pueda acabar, para bien y para mal. En realidad es un film un tanto crepuscular, donde los hábitos y gestos repetidos hasta la saciedad van a terminarse, donde la previsible venta de la casa puede significar también la disolución de una cierta manera de entender las relaciones laborales, una explotación de clase muy presente aunque sólo sugerida, latente pero invisible como los propietarios de la casa, que mutará en nuevas formas de dominación económica. Es una obra preciosista en su fotografía, con un extraordinario uso de la luz, así que resulta una gozada contemplar las imágenes de sus 16mm, de una peligrosa belleza atemporal como parecen ser los espacios que transitan los personajes y que les invitan a perpetuar su situación.
426. Do Not Expect Too Much of the End of the World (Radu Jude, 2023) - 7
Jude se enroca felizmente en la locura y complejidad satírica para aplicar en Do Not Expect Too Much of the End of the World otra mirada vitriólica y demoledora a la sociedad rumana actual, donde la explotación y la censura siguen muy presentes pero sus formas han mutado desde los tiempos de Ceaucescu. Jalonada por insertos de la película Angela Moves On, dirigida por Lucian Bratu en 1981 y que tiene a una taxista de Bucarest por protagonista, las escenas elegidas denotan en primer término el machismo del mundo en el que se mueve su heroína y dialogan con la peripecia en presente de una conductora de Uber, no por casualidad también llamada Angela, contratada para asistir en la producción de un anuncio de seguridad laboral de una empresa austriaca instalada en Rumanía. Esta mujer tiene además la afición de colgar videos en Tik Tok malsonantes y subversivos, aunque demasiado confundibles con el paisaje habitual de la sociedad en que se mueve, alimentando ese gusto de Jude por jugar con los límites entre lo genuino y lo paródico. Además, la lucidez de este personaje no le impide ser al mismo tiempo colaborador en la situación socioeconómica del país, como todos en realidad, aceptando unas circunstancias laborales abusivas. Ese contexto cotidiano que se despliega ante nuestros ojos según se desplaza en su vehículo nos retrotrae en alguna medida a aquellos paseos de la profesora en la fantástica primera parte de Bad Luck Banging or Loony Porn, un film con el que guarda mucha afinidad, incluyendo su carácter de crítica social en forma de comedia negra o la concentración espacial y temporal de su tramo final. Aquí se reproduce en el mencionado anuncio que tratan de rodar con crecientes restricciones dictadas por el interés empresarial hasta alcanzar un grado cero de autenticidad, una actitud censora que tiene su eco en el triste trasfondo humano que se desarrolla en el fondo de los planos de la película de la taxista, que Jude pasa a cámara lenta en muchos momentos para realzar ese espacio que no les habría preocupado controlar a las autoridades rumanas del momento. Do Not Expect Too Much of the End of the World también recupera en presente a la actriz y al personaje de Angela Moves On, además del hombre devenido en marido, de manera que Jude les hace habitar el mismo espacio diegético que ocupa la Angela actual, sugiriendo así una continuidad histórica de algunos de los males que sufre la sociedad rumana, en realidad el tema mayor de su obra como cineasta.
427. Disco Boy (Giacomo Abbruzzese, 2023) - 5,5
La explotación neocolonial es el trasfondo de este film transnacional sobre un inmigrante bielorruso que se mete en la Legión Extranjera francesa, lo que nos depara las inevitables escenas de adiestramiento, y termina matando a un guerrillero que lucha por el delta del Niger. El film emplea ciertos recursos poéticos para hablar de la identificación entre los seres humanos, como la cámara térmica o el baile (al electrónico ritmo de Vitalic), deslizándose por lo sobrenatural que nos aleja del típico film de denuncia. Pero el resultado no termina de ser muy interesante, un poco obvio y afectado.
428. After (Anthony Lapia, 2023) - 5
Hay un choque muy brusco en este film entre la negritud del after electrónico con el que empieza la película y la lechosa mañana parisina con la que finaliza, acariciada por los sonidos de las protestas ciudadanas, el contraste entre el ocioso hedonismo y el compromiso con la realidad. Entre medias, la disquisición entre dos personajes que han "escapado" de la vorágine fiestera. Un film feista en buena parte de su metraje, y no tengo claro que el viaje acabe mereciendo la pena.
Un saludo.