No tengo ni idea de cómo lleva de avanzada la descarga la mucha gente que, según veo, está compartiendo el archivo (enlace: página 9). Ignoro si alguno ya lo ha conseguido y hasta revisado el episodio. Pero bueno, me lanzo al primer turno de una tertulia que espero intensa. Y por si acaso, aguardo al segundo turno y los que puedan venir después.
Para arrancar la tertulia sin dirección definida, me valgo a modo de índice de 15 apartados, trazos sencillos, directos y completamente abiertos, sugerencias que de momento he dividido en dos entregas. Son los siguientes:
1. Ante la realidad del muro
2. El símbolo
3. El extraño comportamiento de la niña
4. El tiempo
5. El libro
6. La amnesia. “Michael, who are we!?”
7. Parálisis
8. La masa viscosa
9. Luz sí, agua no
10. Ella
11. Él
12. La escena del futuro
13. Apoteosis de la ciencia ficción desatada
14. La inscripción bajo la casa
15. Consideraciones finales
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Ante la realidad del muro
Ante la brutal ilógica de un acontecimiento atroz (de repente la casa está aprisionada dentro de un cubo metálico), pero real, me fascinan las dos explicaciones que en un intenso estado de nervios marido y mujer proponen sin alcanzar acuerdo (fotogramas 15-17):
-Todo esto debe ser obra del gobierno. Sí, debemos estar tranquilos. Tenemos que haber sufrido algún tipo de ataque nuclear y éste es el sistema de protección.
- Michael, ¿no deberíamos haber sido informados?
- …
Ella recela, como hará con todo lo que ocurra (porque enseguida uno se da cuenta de que
ella es nosotros, el espectador). Y es entonces cuando surge una segunda explicación, motivada por la inquietante imagen fija que muestra la pantalla del televisor:
-¿Y no es posible que hayamos sido invadidos por alienígenas?
-No lo sé, cielo. Es… es… posible, sí.
Esta segunda explicación resulta inevitable por la primera e impactante aparición del símbolo.
El símbolo
El gran dominador de cuanto ocurre. Su reiterada, casi excesiva exhibición, nos hace ver que efectivamente hay un Poder Superior que ha tomado por entero el mando y la vida de los protagonistas, de su existencia, de la casa, y diríase que del mundo, pues de un modo inevitable, brillante, se nos hace creer que el mundo es en esa historia todo cuanto vemos, que no hay mundo fuera de la casa.
Me gustaría hacer notar que ni el padre ni la niña parecen ser conscientes del símbolo. Éste se halla por todas partes, pero ellos dos no reaccionan ni sorprenden. Tan sólo la mujer lo hace. Y hay un momento en que ella, próxima a la desesperación, toma el brazo de su marido y le indica cómo es posible que lleve tatuado el símbolo en un brazo. Él no dice nada. No sabe nada. Pero el espectador percibe con nitidez cómo el recelo de la mujer va creciendo, sensación que la niña contribuye a acentuar.
El extraño comportamiento de la niña
La niña es sin duda el más extraño personaje de esta maldita historia. Que alguien me explique por qué la niña es así. A qué su irritante indolencia cuando no deliberada hostilidad hacia la madre. Me inclino por una explicación de doble sentido:
1. Hacernos creer, durante el transcurso de la torturante experiencia, que la niña está involucrada en la tragedia. Es más, que incluso ella es la autora de todo. Hasta tal punto es así que, sin más asidero que mi torpe recuerdo, llegué a pensar que la escena futurista del final no se produciría. Que era la propia niña quien había introducido una casa de juguete en algún horno de la casa, de la propia casa donde discurre la historia.
2. Tengo un poderoso motivo para creerlo así: todo el largo minuto que precede al emparedamiento de la niña. De repente ella no está. Desaparece. Se ha extraviado. Pero su voz aparece por todos lados, es ubicua, provocándonos la inquietante sensación de que HA SALIDO DE LA CASA. Esta circunstancia de fuga alcanza un maximum de acusación sobre la niña cuando recordando la historia origen de ésta,
Stopover in a quiet town, una risita que procede del cielo incomoda a los sufridos protagonistas. La risita provenía de la niña que jugaba con el pueblo. Pues bien, llegué a creer que lo mismo sucedía aquí: que la niña, al desaparecer, estaba mofándose de sus propios padres desde algún punto exterior, ajeno a la casa, a la que tenía bajo su absoluto dominio.
Ver aparecer de repente a la niña entre la fachada y el muro me diluyó enseguida toda la hipótesis. Y no con agrado, pues en mi ingenuidad había llegado a creer que la historia aún habría de depararme nuevas sorpresas que yo había olvidado.
El tiempo
-Michael, son las cuatro y diez de la madrugada.
-¿Y?
- Maldita sea, nos despertamos a las cuatro y diez. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces? ¿No te das cuenta? ¡Estamos detenidos en el tiempo!
-Oh, cariño, no temas, cálmate. ¿No ves que no funcionan ni la radio ni la televisión? Con los relojes habrá pasado lo mismo.
-Michael, el reloj funciona perfectamente –mientras ella señala el carillón del vestíbulo y su profundo tic-tac.
-…
El libro
Detalle escabroso y revelador es el libro que lee la niña (fotogramas 20-22). De hecho su lectura, mecánica e irritante como un zumbido, acompaña a toda la historia. El libro es
Alicia en el país de las maravillas y al pasar las páginas, todas son la página uno. Pero la niña, con maquinal ceguera, para colmo de incertidumbre, no hace más que recitar una y otra vez la misma página, que termina por convertir en infernal.
El álbum
Nuevamente ella, la mujer, es la única que advierte, tomando un álbum de fotos de la niña, que todas las fotografías son presentes. Todas pertenecen al momento digamos actual. No hay ni una en que la niña aparezca con otra edad diferente a la que tiene mientras acontece la historia. Sin embargo él, una vez más, no parece sorprendido.
La amnesia. “Michael, who are we!?”
-Michael, no recuerdo que hice anoche, ni ayer, ni antesdeayer… ¡No recuerdo nada! Dime, ¿recuerdas tú algo?
-…
-Oh, Michael, who… who are we???
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