Por eso prefiero, en los casos en que se puede elegir, la ciencia a la filosofía...
10/10/2007 SITUACIÓN SANITARIA EXTREMA|EL FENÓMENO
Los Mossos vigilan a tuberculosos para que no huyan de la terapia• La medida, ordenada por un juez, exige destinar 6 agentes por cada enfermo grave durante un mes
Un enfermo de tuberculosis se dispone a comer, ayer, en el hospital antituberculoso de Barcelona. Foto: DANNY CAMINAL MÁS INFORMACIÓN
La medicación se ha simplificado en España, salvo para quien la incumple
150 enfermos pactan dónde verse con un sanitario para medicarse
Los Mossos d'Esquadra han custodiado cuatro veces en el último año, 24 horas al día y durante más de un mes, la puerta de un hospital barcelonés en el que estaban ingresados enfermos de tuberculosis que por su situación personal, o por desidia, habían rechazado recibir tratamiento. La misión de la policía autonómica, ordenada por el juez, consistió en evitar que los enfermos, en situación de máxima capacidad contagiosa, salieran a la calle, y garantizar así que se tomaban las pastillas.
A la vista de que la circunstancia se ha repetido y va en aumento, el cometido inquieta --solo oficiosamente-- a los mandos del cuerpo policial. Cada custodia terapéutica moviliza a seis agentes, en tres turnos.
Esos episodios, sin precedente en Catalunya, tuvieron una justificación sanitaria y epidemiológica indudable desde el punto de vista de la salud colectiva. Así constó en los autos judiciales que ordenaron la privación de libertad de los enfermos en cuestión y así lo exponen los responsables de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) que emprendieron el complicado proceso de búsqueda, retención y tratamiento de unas personas claramente reacias a ser medicadas: casi todas habían huído una o varias veces del hospital donde se les diagnosticó. Tres eran inmigrantes y la cuarta era una mujer nacida en Catalunya.
FOCO DE BACILOS
Un enfermo de tuberculosis pulmonar que no inicia una terapia puede ser un potente foco transmisor de la infección, explican los médicos, además de poner en riesgo su vida. En las semanas inmediatas al contagio, la enorme concentración de bacilos que alojan sus pulmones se esparcen en el aire con gran facilidad, al hablar o al toser, alcanzando a quienes comparten con él una habitación, un vagón de metro o un supermercado.
Aunque la infección va destruyendo el tejido pulmonar del enfermo, al principio, apenas siente malestar. "Se encuentran bien, mucho mejor que con una gripe --explica Àngels Orcau, directora del programa antituberculoso en la ASPB--. Cuando el médico les dice que deberán tomar cuatro pastillas diarias durante seis meses y que las primeras semanas tendrán que estar en casa, con malestar de hígado y sin tomar alcohol, se van. En el 2006, perdimos a seis".
Esa actitud no es, por supuesto, la habitual en quien es informado de que sufre tuberculosis. Quienes así reaccionan suelen ser personas de vida difícil y deteriorada, mal alimentados y con potencial infeccioso muy elevado, asegura Joan Artur Caylà, responsable de epidemiología en la ASPB. "Los que rechazan el tratamiento apenas son el 1% de los nuevos diagnosticados, pero nos dan muchísimo trabajo, porque son difí-
ciles de localizar y tienen un poder contagioso alto", afirma Caylà.
De las 1.500 personas diagnosticadas de tuberculosis en Catalunya en el 2006 --451 en Barcelona-- una decena rechazó los fármacos. Con cuatro de ellos, la ASPB optó por el complicado proceso burocrático que condujo a la intervención judicial --dos jueces por cada enfermo-- que suscribieron la privación de libertad de los implicados ante el peligro para la salud pública que suponían.
Así lo expuso la resolución que el pasado 18 de abril dictó el juez de instrucción Miguel Ángel Tabarés Cabezón, donde dispuso la reclusión hospitalaria de una enferma a fin de evitar, dijo, "importantes riesgos para ella misma y para aquellos con los que pudiera estar en contacto". El auto fue confirmado por el juzgado contencioso-administrativo que ordenó la custodia de los mossos.
Los enfermos privados de libertad ingresaron en un hospital antituberculoso situado en el barrio de la Bonanova, de Barcelona, cuyo director, el doctor José Maldonado, informó al juez del momento en que podía concluir la vigilancia policial porque los pacientes arrestados habían dejado de ser contagiosos.
"Es un procedimiento muy burocrático y complejo, que se podría simplificar si nos autorizaran a ingresar a esos enfermos en el Hospital Penitenciari de Terrassa --sugiere Caylà--. Ahora, dependemos de la sensibilidad del juez que esté de guardia cuando solicitamos su intervención". La opción penitenciaria ya ha sido rechazada por la Conselleria de Justicia, que informó a la ASPB de la ilegalidad que supondría internar en un hospital para reclusos a quien no ha cometido delito.
"Se trata de situaciones muy delicadas en las que el derecho a preservar la salud pública prevalece sobre el mandato constitucional de velar por que los individuos disfruten de libertad --explica Àngels Orcau--. Por esa razón, los jueces nos exigen documentar muy bien cada caso".