por Genjuro »
17 Sep 2023, 13:33
238. Revizor (Martin Fric, 1933) - 5,5
Otra comedia de Fric, adaptación en este caso de una obra de Gógol y cuyo planteamiento es bastante socorrido: a una localidad del imperio ruso llega el rumor de que van a ser inspeccionados por un oficial del gobierno zarista, por un "revizor" que podría llegar de incógnito, y por supuesto las fuerzas vivas de la ciudad toman por el mismo a quien no lo es, prodigándole toda clase de agasajos. Con Vlasta Burian y Jaroslav Marvan encabezando el reparto, la función satírica resulta muy simpática, pero el desarrollo argumental se me antoja demasiado convencional y un tanto pobre, no sé si herencia del original literario.
239. Come Black, Little Sheba (Daniel Mann, 1952) - 5
Un drama doméstico de evidente origen teatral sobre un maduro matrimonio que alquila una pieza de la casa a una joven estudiante. El esposo es un ex-alcohólico que lleva un año limpio y su mujer, ama de casa, intenta superar la apatía de su vida interaccionando con quien pilla a su paso. Es la llegada de la joven la que altera el status quo, con la atracción que él siente por ella, mezclada con un sentimiento de protección paternal, que le hace revivir sus frustraciones vitales, y que son las de un matrimonio que tuvo lugar por causa de fuerza mayor y que perdió al bebé que esperaban. El título hace referencia a un perro que se les ha escapado y que la mujer está obsesionada con recuperar, como un símbolo de todo ese pasado que no es capaz de superar. La puesta en escena es bastante correcta, pero me cuesta horrores aguantar al personaje de la esposa, tanto que no termino de creerme que el marido haya sido capaz de mantenerse un año sobrio, aunque el film apuesta por una doble dinámica de frustración y dependencia.
240. The Valiant Ones (King Hu, 1975) - 5,5
Un clásico wuxia dirigido por uno de sus más grandes cultivadores, nos ofrece la historia de unos mercenarios contratados por las autoridades para detener la oleada de ataques pirata acometidos en las costas chinas por un grupo de bandidos que lideran unos espías japoneses. El film cae en demasiadas ocasiones en una sucesión de exhibiciones de habilidades asombrosas, que siempre tienden a imponerse a la (muy errática) historia o al (limitado) desarrollo de los personajes. Pero entre sus rápidos montajes se dejan ver atractivas imágenes y secuencias, así como un ufano placer por la aventura y el deslumbramiento.
241. Seven Days to Noon (John Boulting & Roy Boulting, 1950) - 6
El pánico nuclear toma cuerpo en este thriller británico donde un científico ha conseguido llevarse una bomba atómica y amenaza con hacerla explosionar en Londres a menos que el gobierno anuncie que renuncia a su fabricación. El film es en buena medida un policíaco, aunque ese carácter se difumina un tanto según avanza el metraje. Es curioso su mensaje, puesto que el científico recibe un trato ambivalente: por un lado se le dibuja como una persona que ha perdido el equilibrio en alguna medida, pero al mismo tiempo nunca llega a convertirse en un villano y todo lo que dice tiene demasiado sentido. Por otro lado, también se percibe de manera nítida el pasado bélico tan reciente que ha tenido que soportar la población, que tiene su peso en la película. Es una obra bien narrada, quizás no memorable, pero que sospecho captura muy bien cierta neurosis del momento (posbélico y atómico).
242. Kono ko no nanatsu no oiwai ni (Yasuzô Masumura, 1982) - 6
En el cine de Masumura proliferaron los personajes femeninos convertidos en seres destructivos como respuesta a la agresión sufrida previamente, servida por la sociedad machista. Aquí ese personaje sería una niña en el prólogo, instruida obsesivamente por su madre enferma para vengarse del padre que les ha abandonado. Ya en presente, un asesinato inicia un relato de investigación periodística que me parece va muy en la línea de cierto cine japonés que parece haberse puesto de moda en los años setenta sobre misteriosos crímenes que luego se aclaran en el tramo final tirando de giros argumentales. Lo más curioso quizás de este ejemplo es el uso del punto de vista, que en su primera mitad viene dominado por un personaje que después desaparece de la escena en la segunda mitad. Es curioso cómo las relaciones sentimentales tienden a ser enfermizas, algo que también se puede rastrear en el cine de su director. También hay torpezas como usar a Shima Iwashita para un personaje que en principio debería parecer secundario y arruinar así cualquier posible sorpresa. Al final la película se siente un tanto formularia y los personajes prisioneros del argumento.
243. L'Invitation (Claude Goretta, 1973) - 6
El muy delimitado microcosmos de una oficina se traslada a una celebración dominical cuando uno de los trabajadores, que lleva unos meses de baja por la muerte de su madre, invita a todos a la inauguración de su impresionante casa. La disipación que promueve la situación irá potenciando las tendencias de cada uno de los personajes, y la película juega con sus roles, con esas fuerzas de poder y subordinación de las que nunca se pueden sacudir del todo, y muy especialmente pone en cuestión la posibilidad de que unas relaciones económicas se puedan convertir en afectivas. El film resulta así en una comedia de cámara con un regusto bastante ácido.
244. A harározat (Judit Ember & Gyula Gazdag, 1972) - 7
Este documental nos ofrece el raro privilegio de ser testigos del funcionamiento de los resortes políticos en la Hungría socialista. La cuestión en disputa es la caída en desgracia del presidente de una cooperativa agraria a ojos del Partido, acusado de haber contratado a un delincuente o de tener un sueldo y unos gastos de representación demasiado altos. Pero en sus dos años de presidencia, el acusado ha conseguido sacar a la cooperativa de sus problemas financieros, mejorando sus resultados de manera muy significativa. El film se ciñe a cuatro reuniones/asambleas: primero los líderes locales del Partido, luego éstos con representantes de la cooperativa, más tarde una asamblea local del Partido y finalmente la esperada asamblea de la cooperativa donde se decide el futuro de su presidente. Con cierta sutilidad pero a cara descubierta, vemos cómo una organización quiere imponer su criterio a otra guardando siempre una apariencia de democracia en el proceso. Es una fascinante observación sobre los mecanismos de poder, muy sencilla a nivel estilístico, donde la cámara busca los rostros de los protagonistas, sus gestos a veces tan reveladores, y que nos proporciona la sensación de ser testigos privilegiados de una acción relativamente privada.
245. Jitsuroku: Shisetsu Ginza keisatsu (Jun'ya Satô, 1973) - 6
Otro de los innumerables títulos yakuza producidos por la Toei, aquí se aprecia nítidamente la influencia de la saga Batallas que Kinji Fukasaku había iniciado el año anterior, que incluso potencia algunos de los elementos más característicos de aquella. Estamos en posguerra, cuestión importante ante unos elementos humanos que tienen mucho de despojo, humillados y asalvajados. Son varios soldados y un crupier yakuza que se unen y se hacen fuertes en Ginza, hasta que comienzan a rivalizar entre ellos. La amoralidad, brutalidad y nihilismo de los personajes es muy llamativo. El film empieza de hecho con uno de estos tipos matando a un bebé y a su madre, que debía de ser su mujer o novia devenida en prostituta. Y no hay espacio para redenciones morales, sólo para más violencia (auto)destructiva. El uso de la cámara en mano también es muy notorio, especialmente en las escenas de acción para retratar la violencia, donde el caos y la confusión se convierten en la nota dominante.
246. Warui yatsura (Yoshitaro Nomura, 1980) - 5,5
Nadie es inocente en esta historia sobre un joven y mujeriego doctor, heredero de un hospital, que alterna la compañía de hasta cuatro mujeres diferentes a las que pretende utilizar y a cuyo alrededor se suceden muertes en las que toma más o menos parte. Es la típica figura del depredador que finalmente resulta más bien depredado. Lo más molesto de la película es su banda sonora, que puntualmente recuerda a algunos títulos del destape español (serán cosas de la época), pero es un título bien narrado, en la línea de un Nomura que frecuentaba historias criminales sin altisonancias tonales, aunque con algunas extrañas decisiones (como retrasar el momento de mostrar el rostro del policía, yo creo que por la única razón de estar interpretado por Ken Ogata).
247. Kaddu Beykat (Safi Faye, 1976) - 5,5
Se trata al parecer del primer film africano dirigido por una mujer, que adopta una forma vagamente epistolar para hablarnos en forma de documental etnográfico de la vida en una aldea, y donde ciertos resortes de ficción asoman en la historia de dos jóvenes que se quieren casar, probando el chico suerte en la ciudad para conseguir el dinero necesario para afrontar el matrimonio. Es una obra tremendamente sencilla en la forma, incluso demasiado. Tiene el encanto de la realidad que proyecta un tanto en bruto, pero le falta capacidad de seducción visual.
248. Sadie McKee (Clarence Brown, 1934) - 6,5
Un drama pre-Code sobre segundas oportunidades en donde el personaje que interpreta Joan Crawford, hija de una cocinera, se mueve entre tres hombres: el señorito de la casa y compañero de juegos infantiles cuyo estricto sentido moral la aleja, el simpático truhán del que está enamorada, con el que se va a la gran ciudad y que la deja desflorada esperándole para casarse, y el todavía más simpático millonario borrachín con quien se termina casando. Algunas situaciones son un poco tópicas, pero los personajes tienen carácter y se va construyendo el andamiaje dramático para explotar en el último tramo del film en efectivas escenas emocionales donde Brown sabe mantener la elegancia en el tono y la forma.
249. Barbie (Greta Gerwig, 2023) - 6
La adaptación a personajes de carne y hueso del mundo de Barbie resulta, en manos de Greta Gerwig, en una comedia satírica y feminista, un título que se inscribe nítidamente en el zeitgest para facilitar una hábil operación de marketing de la muñeca más famosa del mundo, un lavado de cara a modo casi de redención de los pecados inherentes a sus características y su éxito, y que son abordados en numerosas pullas a lo largo del metraje, pero más a modo de purga que de derribo. El caso es que la estructura argumental me ha recordado un tanto a varios films de animación (más bien de Pixar) en los que el universo humano y otro fantástico entran en contacto y se pone en peligro uno de ellos (en realidad no deja de ser otra propuesta de multiverso). En este caso sucede cuando a Barbie le comienzan a suceder cosas extrañas (humanas) en su vida perfecta y va al mundo humano para tratar de solucionarlas justo a Ken, un personaje de naturaleza complementaria y sin autoestima que descubre aquí el patriarcado y trata de implantarlo en el mundo de Barbie. La corporeización de este estereotipado universo de plástico y su contacto y contraste con el mundo humano, incluyendo el rol de la propia compañía Mattel, resulta muy divertida, y el conflicto que desata a nivel social tiene su disfrutable acidez. Quizás el tramo final pierde fuelle, cuando el humor deja más paso tanto al espectáculo (aunque el número musical está logrado), como al conflicto intimista que explora la vena emotiva de la historia (y es cierto que el montaje de videos caseros resulta muy efectivo), para cerrar la operación de empatía hacia el personaje. Es un proceso de humanización de la muñeca para recuperar la vigencia de su icónica figura, para hacerla aparentemente independiente de las viejas estructuras culturales y empresariales y convertirla en una heroína del feminismo. Es una nueva demostración de músculo del capitalismo consumista para sacar provecho de discursos alternativos y críticos, para hacer de ellos material de más consumo, lo cual ya se insinúa desde la propia puesta en escena film, innegablemente hábil, pero formateada para un consumidor de imágenes que necesita constantes estímulos visuales.
250. Macunaíma (Joaquim Pedro de Andrade, 1969) - 5,5
En forma de farsa se construye esta sátira sobre la sociedad brasileña, con la figura de un antihéroe al que le adornan un buen número de malas cualidades. Es un personaje vago, egoísta y traicionero, nacido en una familia campesina pero que se traslada a la ciudad junto a sus hermanos cuando muere su madre. Desde bebé le interpreta un actor (muy) adulto, que luego cambia a otro cuando se transforma de negro en blanco. No es el realismo el objetivo de su director, pero sí criticar varios de los males muy reales de su país, como el racismo, el autoritarismo, la violencia o la superchería, así como el carácter de parte de su población. Funciona como pieza de desarrollo argumental libérrimo, bien incrustada en los diferentes ambientes que retrata, pero como obra humorística no termina de convencerme (siempre es complicada la traslación del humor entre países) y es difícil interesarse por los personajes.
251. The Gay Divorcee (Mark Sandrich, 1934) - 5,5
Vehículo para el lucimiento de la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers, donde el primero cae enamorado tras un encuentro fugaz con la segunda, quien le evita hasta que coinciden en un hotel donde ella va a tratar de conseguir el divorcio fingiendo un affaire con un supuesto amante. Es ahí cuando entra en juego el equívoco tan típico en el género, pero que en este caso dura realmente muy poco. La verdad es que el material humorístico es más bien pobre y tirando a obvio, en un guión poco cuidado que se presta por ejemplo al desvergonzado product placement que le hacen al tema musical The Continental (y que propicia un número musical larguísimo). Sandrich entrega una puesta en escena muy funcional carente de genio, y el film termina descansando sobre las habilidades de su pareja protagónica.
252. Hell Is for Heroes (Don Siegel, 1962) - 6
En esta cinta bélica ambientada en la Segunda Guerra Mundial, un escuadrón debe volver al frente y allí se queda sólo defendiendo una sección del mismo, de manera que su principal objetivo es que el enemigo no descubra su vulnerabilidad. Uno de sus componentes, el protagonista interpretado por Steve McQueen, es un soldado recién llegado al grupo, pero muy experimentado, arisco y exageradamente lacónico, un carácter demasiado construido, demasiado arquetípico de hecho. Los diferentes episodios se suceden no de forma memorable, pero con la solvencia narrativa de Siegel, hacia un final que otras manos tendrían la tentación de convertir en heroico, pero que aquí termina ahogado por la violencia, la verdadera nota característica, el fuerte regusto que nos deja la película.
253. I Need a Ride to California (Morris Engel, 1968) - 5
Un Easy Rider avant la lettre muy imbuido en la moda hippie del momento. El film tiene un cierto carácter metanarrativo, ya que su joven protagonista anuncia en las primeras escenas que va a hacer una película reflejando sus experiencias al llegar al East Village, y durante el metraje vemos imágenes de rodaje, jugando un poco a la confusión de que todo pueda ser ficción dentro de la ficción, aunque ésta no dejaría de ser un reflejo de las experiencias reales de la chica. El montaje y la profusión de canciones provoca que en muchos momentos parecezca una sucesión de proto-videoclips hippies que explotan la estética del movimiento y cuestiones como el amor libre, de manera que la belleza que pueda atesorar alguna de sus imágenes queda un tanto ahogada por el formato. El tema mejora un poco al avanzar la película, cuando se tiñe de cierto desencanto y acaba sugiriendo que el personaje vive en una potencial ficción que todavía tendría difícil cabida en el mundo real, dando así un cierto sentido a esa vena metanarrativa que comentaba antes.
254. Falcon Lake (Charlotte Le Bon, 2022) - 6,5
Una coming-of-age story muy típica que sobresale por su delicadeza y cualidad misteriosa. Si la adolescencia es un periodo donde los jóvenes pueden temer la invisibilidad, sentirse fantasmas, ante aquellos de quienes les gustaría rodearse, o incluso desearla para sumergirse en la insularidad, este film trabaja la literalidad de esos sentimientos con constantes apelaciones a los espectros. Está muy bien manejado el punto de vista, que recae en un chico que llega con su familia a una casa al lado de un lago, acogidos por una amiga cuya hija tiene un par de años más y se convierte en una suerte de cómplice y compañera, pero especialmente objeto de su deseo amoroso. Toda su corriente emocional, su inseguridad, sus alegrías y frustraciones, están reflejadas con mucha autenticidad por Le Bon, siendo un personaje en fase de descubrimiento, haciéndose mayor e interseccionando a pesar de la diferencia de edad con el más misterioso personaje de la chica, porque ella no parece tener prisa en crecer, en dejar atrás la inocencia. Una obra sensible y elegante en sus formas visuales sin dejar de vibrar en primer plano con sus criaturas. Quizás el final peca de una relativa grandilocuencia por comparación con el resto del metraje.
255. Mollenard (Robert Siodmak, 1938) - 6,5
Un film de curiosa estructura, escindido en dos partes muy diferentes entre sí, con un primer tramo entre aventurero y protonoir, donde el bastante amoral capitán de barco que realiza contrabando de armas a espaldas de la compañía que le paga entra en conflicto con su traficante en Shanghái, mientras en la segunda parte se las tiene que ver con su castradora esposa al caer enfermo, una némesis que resulta mucho más temible que el enemigo de gatillo fácil, lo que nos lleva al terreno del terror doméstico. Quizás un tanto machista, la historia aboga por el espíritu de libertad y aventurero ante las convenciones de la sociedad que a menudo no son más que hipocresía, todo ello convenientemente proyectado por la notable puesta en escena de un Siodmak que posteriormente entregaría alguno de los referentes del cine noir, de aventuras e incluso de terror.
256. Sati (Aparna Sen, 1989) - 7
Estamos a principios del siglo XIX en algún lugar de la India donde todavía hay costumbre de que algunas mujeres se inmolen junto a su marido muerto, aunque como muestra la escena inicial, no parece que haya mucho de voluntad propia en ese acto. Ya marca ese comienzo el carácter argumental de la película, cómo refleja a la mujer en su condición de víctima de una sociedad radicalmente machista con un organigrama opresivo del que también forman parte activa las propias mujeres, por supuesto (quizás es un recurso fácil, pero resulta muy visual y lacerante esa radical diferencia en la reacción de la madre cuando le dan la mala noticia de que una hija suya ha tenido una niña y cuando la vaca pare una cría hembra, para su alborozo). La protagonista, que es muda, ocupa un lugar todavía más bajo en la sociedad (y eso que es de la casta más alta), pero también oficia de testigo para todos nosotros. Ella, acogida por su tío tras el fallecimiento de sus padres, es un problema para la familia porque no le encuentran marido y entorpece el casamiento de su prima, de manera que en un momento dado la casan con un árbol, elemento que tiene su sentido simbólico. Lo que podría ser un catálogo de agravios para explotar dramáticamente la debilidad del personaje, está llevado con sobriedad por Sen en una puesta en escena donde se puede rastrear un sentido narrativo para (casi) todas sus decisiones visuales. Además, me gusta cómo utiliza los fundidos-encadenados, que realzan la sensación de fluidez orgánica del relato, también el uso de los fenómenos atmosféricos, o detalles como el recurso a desviar la cámara hacia la sombra que proyectan los personajes en una de las escenas cruciales (y violentas) del film, siempre con un punto de pudor que es de agradecer.
257. The Snorkel (Guy Green, 1958) - 5,5
Una producción de la Hammer que sin recurrir a sus clásicos monstruos resulta muy clásica y arquetípica en el conflicto que plantea entre monstruosidad e inocencia. En su apertura observamos a un hombre cometer el típico "asesinato perfecto" sobre su mujer. La hija de la asesinada e hijastra (cómo no) del asesino está convencida de que él es el culpable, pero nadie atiende a sus razones. Tiene así la historia mucho de terror infantil (aunque la protagonista es una adolescente), y a pesar de algunos detalles un poco torpes y poco creíbles de guión, resulta bastante efectiva.
258. Mirch Masala (Ketan Mehta, 1987) - 5,5
Otro film indio que tiene a la maltratada figura de la mujer como centro argumental. Su protagonista, cuyo marido se ha ido a la ciudad para trabajar, es el objeto de deseo del cabecilla militar acampado a las afueras de su pueblo, y un encuentro resuelto con una merecida bofetada de ella provoca que sea perseguida y acabe refugiada en la factoría local de masala, donde un viejo guardián no cede ante las presiones de todos para entregarla. Hay más líneas argumentales que abundan sobre el machismo, el clasismo y el autoritarismo y que más o menos convergen en ese conflicto que hace derivar el film en alguna medida hacia el thriller. La progresión argumental y dramática me parece hábil y el tono de la historia está bastante bien manejado, sin explotación sentimental, aunque el cierre de la película peca de subrayado. Visualmente resulta mucho más interesante a nivel cromático, especialmente con el uso del rojo característico de la producción de masala, que en su diseño de planos, con tanto zoom que afea la imagen.
259. Saraba hakobune (Shuji Terayama, 1984) - 5,5
Adaptación japonesa de Cien años de soledad que toma algunas de sus líneas argumentales y comprime temporalmente el arco narrativo que concierne a los personajes, aunque luego se expande desde el cambio de siglo en que parece tener lugar el grueso de la narración hasta el presente en una pirueta temporal que puede sugerir la pervivencia de ciertos atavismos. El tiempo es de hecho un elemento fundamental, con esa obsesión de los habitantes de un pueblo por los relojes, por el control de los mismos, por la suspensión en que parecen encontrarse, también en términos espaciales. Así toma mayor sentido el proceso digamos degenerativo que van sufriendo los personajes, donde su comportamiento va perdiendo lógica y el surrealismo se va haciendo más y más presente en las imágenes del film. El universo de García Márquez, o la parte de la que hace uso Terayama, no se siente impostado, se asimila con bastante naturalidad a lo que espero de la cultura japonesa, pero me falta, claro está, el deslumbramiento narrativo, y lo cierto es que me cuesta sentir excesivo interés por los avatares de los personajes, tal y como están contados.
260. Muna Moto (Jean-Pierre Dikongue-Pipa, 1975) - 6,5
Un hombre roba aparentemente un niño de los brazos de su madre en la apertura de este film. Luego, un largo flashback (con más flashbacks dentro del mismo) apenas interrumpido un par de veces para recordarnos el conflicto en "presente", nos ofrece su historia, la de dos enamorados que no se pueden casar por no disponer él del dinero necesario para la dote. Su acaudalado tío es su esperanza para conseguir ese dinero, pero se acaba convirtiendo en su pesadilla, puesto que tras conocer a la novia decide comprarla para sí mismo, ya que sus cuatro esposas no han sido capaces de darle ningún hijo. Es así un film de denuncia sobre unos usos sociales extremadamente machistas y clasistas, pero realizado sin el menor aspaviento tonal, con una autenticidad casi de documental y una engañosa sencillez que esconde sus trabajadas decisiones narrativas y de puesta en escena, aunque el fluir del montaje no siempre funcione igual de bien.
261. Bokusâ (Shuji Terayama, 1977) - 6,5
No sé si surgida al calor del éxito de Rocky, pero esta película tiene un punto de homenaje al mundo del boxeo al tiempo que resulta un retrato bastante patético del mismo. La historia nos presenta a un joven boxeador con algún problema congénito en los pies que mata accidentalmente al novio de la chica de la que está enamorado, también hermano de una antigua estrella del boxeo que colgó los guantes repentinamente, y que se acabará convirtiendo en su entrenador. Es un film lleno de perdedores, con una galería de personajes, tanto boxeadores como aquellos que les rodean, que tiende a la soledad, y los oropeles que puedan asomar puntualmente resultan falsos, como el personaje de esa supuesta actriz, prostituta más bien, parte de ese anacrónico grupo de amigos del joven que parece pertenecer a varias décadas atrás. Es el apunte quizás más surrealista de una obra que en muchos otros momentos tira más de realismo sucio. La imaginería visual de Terayama me resulta aquí atractiva, los encuadres, cómo enmarca a los personajes en el escenario, o su paleta de colores apagados, aunque hubiera prescindido de los montajes musicales en las escenas de entrenamiento (esto sí tiene que ser influencia directa del film de Avidsen).
262. Ankur (Shyam Benegal, 1974) - 7
Otra cinta india que recoge las penurias de ser mujer, pero muy especialmente las brutales diferencias sociales que sufre el país. Los dos protagonistas son la humilde esposa de un sordomudo sin trabajo y dado a la bebida, una joven que sueña con tener un hijo y que entra a trabajar para el otro personaje principal, el señorito hijo de un terrateniente, ya prometido con una joven y obligado a supervisar las tierras de su autoritario padre, que le ha impedido continuar sus estudios dados sus limitados éxitos escolares. La potencial relación entre ellos dos tiene como elemento especular la figura de una mujer que junto a su hijo, que también lo es del terrateniente, es mantenida por éste, y a quienes el señorito odia. Esa semejanza entre el camino del hijo y del padre tiene el matiz del pensamiento supuestamente moderno del más joven, que no cree en el sistema de castas, pero deja igualmente al descubierto que el problema es mucho más profundo y tiene que ver con la desigualdad social y el control de los medios productivos. Benegal traza un drama bastante transparente, muy atento a las reacciones de sus personajes a través de frecuentes primeros planos, pero también elegante en las formas y trabajado en su progresión dramática.
263. La viuda negra (Arturo Ripstein, 1977) - 6
Un ataque directo de Ripstein, quizás demasiado, contra la beatería y la hipocresía de la sociedad, que toma cuerpo en el microcosmos de un pueblo a donde va a parar como ama de llaves del párroco local una atractiva mujer huérfana criada por la Iglesia. El film funciona mucho mejor mientras la contención y un cierto misterio acompañan el desarrollo narrativo, cuando los deseos de los personajes son mera sugerencia o motivo de especulación, incluso también cuando se produce su detonación. Pero el último acto, donde toca poner más de manifiesto esa hipocresía, la podredumbre de una sociedad bien que lava sus conciencias y sus apariencias con los rituales religiosos, el film pierde fuelle, se vuelve demasiado declamativo y obvio (aunque no falten imágenes poderosas, como la del incendio o la protagonista tocando las campanas desnuda). En todo caso es una obra provocadora en la línea de lo que cabe esperar de su director.
264. Charachar (Buddhadev Dasgupta, 1994) - 6,5
Sólo había visto la película previa de Dasgupta, Tahader Katha, con la que Charachar guarda bastantes puntos en común y supone además un esfuerzo mucho más medido y logrado. Tenemos de nuevo la figura de un personaje excéntrico, juzgado prácticamente loco por los demás, aunque en el fondo apunta a ser el más cuerdo de todos. En este caso se trata de un humilde cazador de aves cuyo amor por las mismas le hace flaquear cada vez más en su profesión, ante la desesperación de su esposa. Este planteamiento sirve como una suerte de alegoría de una sociedad donde la explotación parece ser el único camino que ofrece el sistema y del cual se antoja muy difícil salir. Así, la denuncia de Dasgupta resulta más sutil que en su film previo, igual que su tendencia al preciosismo visual luce más controlada, por más que abunden los atardeceres y que reincida con sus queridos travellings y planos circulares, que aquí muestran un mayor sentido narrativo.
265. Godam (Dilip Chitre, 1983) - 4,5
Tiene este film ciertos puntos en común con Ankur de Shyam Benegal, empezando por la figura de la mujer como víctima y la consabida diferencia de clase tan acusada. Pero además los personajes masculinos principales comparten rasgos de carácter, como es la hipocresía y la cobardía al enfrentarse a problemas en relaciones sentimentales creados por ellos mismos. Ella es una muy joven esposa que ha causado la muerte accidental de su suegro cuando éste la estaba intentando violar en su noche de bodas, y en su huida acaba refugiándose en un destartalado almacén que guarda sacos de arroz podrido (que puede funcionar como una alegoría del país) y al que destinan a un funcionario con permanente sentimiento de frustración y agravio, junto a un subordinado de aspecto pícaro pero en el fondo mucho más noble. Ese juego de contrastes entre ellos dos es permanente en la película, y se manifiesta con total nitidez en su relación con la chica. Pero el film resulta demasiado obvió y subrayado en sus intenciones. Igual que muchos de sus momentos de clímax pecan de énfasis, a veces con feos montajes que reiteran combinaciones de imágenes, y todo su tramo final se abandona a excesos tonales. Es una lástima porque se nota el esfuerzo de Chitre por tratar de hacer una atractiva en lo visual (y lo consigue en algunas ocasiones aisladas) y significativa en lo discursivo, pero le puede la necesidad de generar cierto impacto en el espectador y dejárselo todo muy claro.
266. Swayamvaram (Adoor Gopalakrishnan, 1972) - 7
El primer largo de Gopalakrishnan sigue los pasos de una pareja que escapa de su pueblo y que trata de salir adelante en un contexto sociolaboral muy complicado. El aura casi idílico de los primeros compases va dando paso a un baño de realidad que alcanza el resto del metraje. Pero incluso en esos primeros momentos la inquietud se manifiesta con bastante claridad, a veces sin excesivo sentido, como todas esas escenas en las que él, como si estuviera jugando, se escapa o asume riesgos ante la desesperación de ella. El ruido político, la lucha de las clases trabajadoras que hace acto de presencia en manifestaciones que ocasionalmente muestra la película, va formando un tapiz de fondo que el protagonista parece ignorar, con su inicial pretensión de convertirse en un autor literario, pero que cada vez apela más a su situación. La solidaridad de clase es de hecho un tema que se intuye fundamental, por acción u omisión, dentro de este drama doméstico resuelto con admirable sencillez. Es verdad que algunos engarces de imágenes no quedan muy allá, quizás por el montaje o por la planificación de Gopalakrishnan en el rodaje, pero en general se nota el cuidado en la composición de planos, lo que resulta en un film visualmente atractivo.
267. Ósmy dzien tygodnia (Aleksander Ford, 1958) - 7
Un film ya en la onda de las nuevas olas (que en Polonia se adelantó relativamente) cuyos protagonistas son una pareja de jóvenes enamorados que literalmente no encuentran donde follar después de que el ruinoso edificio donde vivía él se haya derrumbado. La cuestión de la vivienda, leitmotiv de la película, no deja de ser otra manifestación de una incomodidad vital que se percibe en todo su metraje. El marco humano por donde se mueven los personajes es sorprendentemente oscuro y decadente, y la frustración anida visiblemente en todos ellos. Es además un film eminentemente nocturno que termina jugando con elementos oníricos, con los anhelos de los personajes (la mención al octavo día de la semana que aparece en el título apela a la esperanza en la metafórica nueva creación), con la embriaguez (mostrada en la única secuencia en color) o con la pérdida de consciencia, y por ejemplo me parece bastante elocuente, además de atractivo, el plano de la chica mirándose reflejada en un chaco del suelo, como si quisiera comprobar la realidad de lo que ve, o quizás la imagen que proyecta. Porque ésa es otra cuestión recurrente en la película, lo que opinan otros personajes de ella, de su imagen, en relación a la castidad/sexualidad dentro de una sociedad conservadora que a menudo da salida a sus apetitos en forma de perversión. Ford realiza además un convincente trabajo visual en el que prima el movimiento, como por ejemplo esos travellings laterales que utiliza en algunas secuencias a modo de presentación del espacio escénico.
268. Anantaram (Adoor Gopalakrishnan, 1987) - 7
Cuando conocemos al protagonista de esta historia, un huérfano acogido por un doctor que muestra todo tipo de virtudes intelectuales y físicas, la improbabilidad del personaje en una película de este perfil y director llama poderosamente la atención, esto es, hasta que el desarrollo argumental nos descubre la naturaleza dual de su estructura, con dos segmentos que trazan relatos más o menos similares con los mismos personajes, pero cuyas características, especialmente las de su protagonista, varían notablemente. Así, y con el apoyo de la voz en off de este joven cuyo arco temporal nos lleva desde la niñez hasta su juventud universitaria y el fatal enamoramiento con su cuñada, la película manifiesta su carácter explícito de ficción subjetiva, como si fuera un ensayo para demostrar la dificultad para reconstruir una historia. A la mencionada hipertrofia de cualidades del primer segmento, se sucede un segundo donde la característica más llamativa es precisamente el carácter fantasioso e imaginado del personaje femenino, que se aparece como una ensoñación del protagonista. Todo ello en una puesta en escena que da impresión de sencillez, que huye de los gestos manieristas, pero maneja hábilmente el encuadre y el montaje, y cuya culminación es toda la excelente secuencia de la parada en el autobús, cuya sucesión de planos, particularmente en el tramo en el que el montaje gana en rapidez, deja un regusto bressoniano.
269. The Court-Martial of Billy Mitchell (Otto Preminger, 1955) - 5,5
Drama judicial en el marco del ejército, basado en el caso real del coronel Billy Mitchell, que a principios de los años 20 provocó su propio consejo de guerra con unas declaraciones a la prensa muy críticas con la penosa situación de la aviación, al objeto de llamar la atención sobre sus quejas, sistemáticamente desoídas, y tratar de conseguir mejoras. Este hombre "sólo ante el peligro" (al menos dentro del propio ejército) está interpretado por Gary Cooper en un clásico rol sacrificado y heroico, a quien el guión le otorga un carácter bastante más visionario del que sospecho que ya tendría en la realidad, al guionizar sus predicciones desde un presente que se encontraba tres décadas más adelante. Sin parecerme ninguna maravilla, es una pena que el film se vuelva tan maniqueo según avanza el juicio, hasta el lamentable interrogatorio final que sufre el protagonista a manos de un colaborador del fiscal interpretado por Rod Steiger, que hace un esfuerzo titánico por resultar odioso. Más allá de ello, es una obra de solvente narrativa alrededor de un personaje que tiene cierto atractivo dada su carga trágica.
270. Kodiyettam (Adoor Gopalakrishnan, 1977) - 7
El protagonista de este film adelanta figuras de (marcados) perfiles análogos en obras posteriores de Gopalakrishnan, como son el vago de Rat-Trap o el servil de Vidhejan. En este caso es un hombre disipado y muy inmaduro que sobrevive gracias a la ayuda de su hermana y a algunas tareas puntuales que le encomiendan sus vecinos, capaz de casarse con una joven prácticamente por inercia después de sospechar que la viuda por la que se siente atraído mantiene una relación con otro hombre, y luego desatender a su esposa por completo, incluso tras quedarse ésta embarazada. Pero también es un personaje más interesante que aquellos, tiene esa doble condición de víctima y aprovechado, y su evolución al abrigo de ese hombre que sería el amante de la deseada viuda arroja sugerentes e inquietantes lecturas. Es además otro título de Gopalakrishnan que luce en lo visual, cuidadosamente compuesto con su contrastado blanco y negro, especialmente expresivo y esencial en las escenas nocturnas y de interiores.
271. The Flesh and the Friends (John Gilling, 1960) - 6
Aunque se trata de un film británico con Peter Cushing de protagonista que se vuelve a inspirar en el mismo relato de Robert L. Stevenson que adaptara tres lustros atrás Robert Wise en The Body Snatcher con los clásicos Lugosi y Karloff de protagonistas, no estamos ante un film de la Hammer, pero sí una obra en esa línea. La ambientación sigue siendo el Edimburgo del siglo XIX, donde un brillante doctor y maestro obsesionado con el progreso de la ciencia y la práctica médica adquiere cadáveres para el estudio sin hacer preguntas, lo que termina incentivando a una pareja de rufianes para "producir" ellos mismos los muertos. Es un film sobre la moralidad y la ética, que muy apropiadamente explota el cuerpo humano (hay varias escenas de destape femenino) y que alterna varias líneas argumentales, incluyendo la del alumno que se enamora de una prostituta, encajando con fluidez y armonía en la narración. La puesta en escena está bastante bien, sin mucho hallazgo visual ni florituras, pero aprovecha la nocturnidad y la artificiosa angostura de algunos escenarios.
272. Pink String and Sealing Wax (Robert Hamer, 1945) - 6
Estamos en Brighton a finales del siglo XIX, donde un farmacéutico ejerce de cabeza de familia en toda la extensión de la expresión. Es una autoritaria y controladora figura patriarcal que frustra los anhelos de sus hijos, quienes acaban intentando escapar de su control para caer quizás en peores manos. Es lo que le sucede al hijo mayor, que comienza a frecuentar a la joven esposa del dueño de una taberna y se verá envuelto en un turbio acto criminal. En realidad, como sucedía en The Flesh and the Friends, aquí vuelve a ofrecerse una sociedad dual fracturada entre la gente-bien y el populacho proclive a la disipación y los vicios, pero que también ejerce como elemento tentador a reprimir (muy apropiada para el reflejo de la era victoriana). El film realza visualmente la sensación de inflexibilidad del sistema del cual este farmacéutico es un orgulloso miembro, aunque quizás los personajes no terminan de ganar excesiva densidad humana.
273. Mathilukal (Adoor Gopalakrishnan, 1990) - 7
El protagonista masculino de carácter muy marcado típico de muchas de las películas de Gopalakrishnan no tiene en esta ocasión ningún sesgo negativo. Se trata de un escritor preso político acusado de traición en la India todavía colonial de los años 40 y cuyo rasgo más llamativo es la bonhomía y buen talante que mantiene encerrado en la cárcel, no sólo hacia sus compañeros de presidio sino también hacia sus carceleros. Es un hombre que parece encontrar un sentido vital en la relación con los demás y en los placeres pequeños, como si tuviera una concepción minimalista de la existencia, haciendo del film una obra muy humanista. Tengo la impresión de que el cine de Gopalakrishnan se fue asentando y haciendo más moroso con el paso del tiempo, y ello resulta muy apropiado para este título, ambientado íntegramente tras las rejas, que se desarrolla al pausado ritmo de la reclusión de su héroe ("¿qué prisa tienes?", le pregunta en un momento dado a un guardia que le conduce a su celda), con una puesta en escena muy medida y que trata de dar réplica al espíritu sencillo de su protagonista.
274. The Devil's Stairway (Lee Man-hee, 1964) - 5,5
El drama sentimental que plantea el triángulo amoroso que forman un médico cirujano, la enfermera que es su amante en secreto desde hace tiempo y la joven y atractiva hija del dueño del hospital con la que aspira a casarse, entre otras cosas para progresar profesionalmente, se envenena hasta convertirse en un film más o menos de terror. Pero la película también pierde enteros en su segundo segmento, cuando los aspectos más fantasmales se manifiestan y asumen mucho protagonismo, en una dinámica escénica y argumental demasiado obvia y reiterativa, por más que Lee cuide el aspecto visual. Es una historia bastante nocturna que debería crecerse entre las sombras, pero la rutina argumental termina desactivando sus atractivos.
275. Suraj Ka Satvan Ghoda (Shyam Benegal, 1993) - 6,5
Esta película me ha recordado un poco a la dinámica narrativa de Mistérios de Lisboa en su gozo por el relato, acumulando historias de personajes que derivan unos de otros y que realmente podrían alargarse de manera indefinida. También es llamativa la consciencia por la propia ficción que desprende, normal dado que hay un personaje-narrador dentro del film que además teoriza sobre la función del relato, y me hace pensar que a Benegal le tienen que gustar particularmente estos juegos metanarrativos visto el precedente tres lustros atrás de Bhumika, una obra ambientada en el mundo del cine que hacía guiños al propio medio. La pretensión enunciada es contar historias de amor en las que las cuestiones de clase tendrían transcendencia, pero sistemáticamente se ven frustrados estos conatos románticos, quizás la constatación de que hay poco espacio para el amor cuando el dinero y el poder juega un rol tan importante (y el otro film suyo que he visto, Ankar, abundaba en este extremo). También el carácter del narrador tiñe estos relatos, y de hecho él mismo juega un papel que pudiera ser más o menos impostado, como una posible contaminación a los mismos. Benegal no es un ejemplo de estilización visual, pero si obviamos las cutres sonoridades de la música extradiegética, es un film solvente en su apartado estético.
276. Krzyz Walecznych (Kazimierz Kutz, 1959) - 6,5
Este film ómnibus polaco me ha recordado un tanto al cine de Andrzej Munk (quien de hecho había realizado su propia película ómnibus un año antes) por su manera de tratar y darle una vuelta a cuestiones como el heroismo, el patriotismo o la responsabilidad. En su primer episodio un joven consigue una medalla gracias a una acción en combate, que en lugar de emanar de su valentía y patriotismo resulta ser un intento de reivindicarse ante los vecinos de su pueblo. En el segundo dos soldados deciden matar al perro que ha acogido un tercero, porque viene de Auschwitz y ha sido adiestrado para ser agresivo con los judíos, pero nunca parecen decidirse a culminar su plan por las dudas morales que plantea. El tercero y más largo describe la llegada de una joven viuda al pueblo de su difunto marido, un capitán considerado un héroe, y donde ella acaba quedando prisionera de esa condición que ha heredado. El mayor reproche que le puedo hacer es esa fragmentación episódica, porque todos los segmentos tienen interés y están ejecutados casi sin mácula por un Kutz que domina la narración visual.
277. Notas sobre un verano (Diego Llorente, 2023) - 6
No sé si calificaría esta película como otra más en esa tendencia de los jóvenes realizadores españoles a volver a sus raíces geográficas buscando los espacios rurales, porque el destino de la joven protagonista que deja a su novio en Madrid para irse de vacaciones veraniegas es Gijón, por más que otros ámbitos de la geografía asturiana hagan acto de presencia. El reencuentro con una relación pasada propicia que se forme el triángulo sentimental que vertebrará toda la película, en la que se opone visiblemente el magnetismo y deseo de esta aventura con la inercia y comodidad de la relación con su novio, el bucolismo asturiano con la prosa madrileña (sólo en su tierra natal puede pintar la protagonista). Pero esta oposición entre las dos opciones sentimentales juega también a otro nivel, un poco más soterrado, también más asimilable al cine neo-ruralista, y que me parece muy importante en la historia; y me refiero al socioeconómico, que además involucra a ambas ciudades. Madrid y su novio representan un mundo aspiracional mientras que Gijón y su reencontrado amante encarnan las limitaciones económicas, un cierto conformismo y decadencia de la clase obrera, y en esos términos se juega un partido en el que ella acaba mostrando sus inclinaciones (al llevar al segundo a un hotel anodino de cuatro estrellas cuando supuestamente ya han dado por terminada la aventura). La película está trufada de diálogos escuchados millones de veces, seguramente un voluntario ejercicio para mostrar la rutina vital en la que están inmersos los personajes, dentro además de un marco estético muy naturalista, con la cámara que tiende a acercarse a los actores, desenfocar a menudo el fondo del plano, y a temblar con el pulso del operador, todo lo cual dista de resultar particularmente disfrutable para mí, pero tampoco me saca de la función y tiene su sentido.
278. Sis dies corrents (Neus Ballús, 2021) - 4,5
Seis días que se antojan muy poco corrientes, aunque lo excepcional pueda ser la regla en la vida de unos fontaneros no muy bien avenidos: el veterano a punto de jubilarse, su compañero el bocazas y un marroquí a prueba a quien el segundo le hace la vida imposible. Interpretada con actores no profesionales, es una obra de aire naturalista y hasta costumbrista, aunque busca cierta comicidad y (con demasiada obviedad) el conflicto entre los personajes, eso sí, siempre desde la ligereza tonal. Son caracteres arquetípicos y de trazo un tanto grueso que nos llevan por unos derroteros bastante previsibles. Pero es que además, para una obra que quiere romper con los estereotipos que se le adjudican al "otro" a través de la figura del inmigrante, también dándole voz ya que es el único de los personajes de quien oímos lo que piensa, me parece lamentable que caiga en el estereotipo del gañan hispanohablante, con el contrapunto del veterano catalanoparlante como voz de la razón, y encima haga del aprendizaje del catalán por parte del marroquí su gran connotación positiva, por más que en los minutos finales quiera matizar a los tres. En fin, al menos es una obra que no busca aires de trascendencia, que baja a lo cotidiano, que es luminosa y ligera.
279. Shakedown (Joseph Pevney, 1950) - 6,5
No es habitual encontrarse con un protagonista absoluto tan inmoral como el de este noir. Fotógrafo de vocación, su ambición no conoce límites y es capaz de casi cualquier cosa con tal de medrar a nivel profesional y crematístico. Eso mismo se traduce en su relación con las mujeres, siempre persiguiendo aquellas que en principio estarían fuera de su alcance. Es un film expeditivo por momentos, que luce mucho más en la violencia física y psicológica que en las contadas ocasiones en que se pone ligero, y donde el engaño y la traición se convierten en una espiral autodestructiva que va arrastrando a los personajes.
280. Three Strangers (Jean Negulesco, 1946) - 6
Tres extraños se reúnen alrededor de una deidad china por la obsesión de uno de ellos, una mujer que cree en sus poderes que les hará cumplir sus deseos a través del dinero. Respondiendo a su condición de film clásico, el pensamiento mágico prevalece como suele ser habitual, pero siempre en consonancia con el moral. Según se separan los personajes, la narración va alternándose entre ellos y nos informa de sus peculiares circunstancias y de su respectiva catadura moral, mientras sus deseos y el irónico destino juegan con cada uno de ellos. El resultado es un poco irregular, destacando para mejor los segmentos dedicados al borrachín que interpreta Peter Lorre, pero el film nunca pierde interés: no da tiempo a cansarse de ninguna de las líneas narrativas y Negulesco cumple sobradamente en una puesta en escena que tiende a la oscuridad.
Un saludo.